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Revista Realidad 160, 2022
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
REFELEXIONES
Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
No. 160, Julio-Diciembre de 2022, 95-112
Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde
El Salvador
Ricardo Ribera
Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”
rribera@uca.edu.sv
DOI: https://doi.org/10.51378/realidad.v1i160.7514
Nicolás Maquiavelo es un autor
del siglo XVI. No obstante, adelan-
tado a su tiempo, ha sido considerado
un pensador de la modernidad. Con
él se inaugura la actitud y perspec-
tiva de la época moderna. En la que
seguimos estando, a pesar de lo que
opinen los lósofos de la posmoder-
nidad que estuvieron de moda hasta
no hace mucho. Es el primero en
romper con la herencia griega, de
Platón y Aristóteles, que vinculaba la
ética con la política. El cristianismo
medieval prolongó dicha tradición
que centraba la preocupación en el
deber ser de la política. La ruptura
de Maquiavelo es rotunda: no me
interesa escribir sobre cómo debería
hacerse la política, de eso sobran
libros; me interesa cómo se hace en
la realidad”. Desea alcanzar el cono-
cimiento “de la verdad efectiva de la
cosa.
1
Para ello va a recurrir, no sólo
al examen de iniciativas y de hechos
de su propia época, sino también a
las lecciones que ofrece la historia.
2
Tiene Maquiavelo en ello una
actitud moderna: lo central de la
política es la cuestión del poder.
¿Cómo se alcanza, cómo se mantiene
y por qué circunstancias se pierde?
Esa preocupación suya lo con gura
como uno de los fundadores de la
moderna ciencia política, aunque él
se centra más que nada en la práctica,
en el arte de la política”. Su objeto
de estudio es su ejercicio real. Las
reglas morales que rigen la conducta
de los individuos no aplican para
políticos y estadistas, pues de ellos se
esperan cosas demasiado cruciales
para el conjunto de gobernados.
Depende de ellos, a veces, la salva-
ción de la patria;
3
en otras, asegurar
la estabilidad y prosperidad de la
nación, o bien lograr las bases para
la felicidad futura de los pueblos. Si
lo consiguen, serán disculpados los
medios, tal vez ilícitos o moralmente
condenables, que hayan empleado.
De modo tal que un buen político
no necesariamente será un buen
hombre”. Más bien es improbable
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tal coincidencia. El político puede
ser “buena persona” pero siempre
que no resulte demasiado ingenuo
y bienintencionado. Rodeado de
tantos que no lo son, si el príncipe es
bueno deberá ser capaz de ponerse
en los zapatos de los que no lo son,
imaginar sus conspiraciones y sus
maquinaciones para adelantarse a
sus tramas y deshacerlas.
4
Por tanto,
que sepa elegir entre ser bueno o
ser no bueno, cuándo comportarse
de una u otra forma. Se dirá que
es “buen político en función de
su ecacia. Así como unas “buenas
tijeras” o un “buen cuchillo lo son
porque cumplen con lo que se espera
de ellos, que corten, que tengan buen
lo. Su “bondad” no es de naturaleza
ética, como simples herramientas
que son; no signica que no puedan
aparecer clavadas en la espalda de
alguien. Este concepto instrumental
de la política se adecúa a la moderna
razón de Estado. Maquiavelo es el
primer gran teórico de esta.
Ni siquiera se trata de que el n
moraliza los medios. El argumento
maquiavélico no es que nes hono-
rables y legítimos puedan justicar
el uso de medios inmorales o anti-
éticos. La postura de Maquiavelo
es la separación entre la ética y la
política y, por tanto, estrictamente
amoral: sólo el príncipe puede saber
cuáles son sus verdaderos motivos
o propósitos. Pero sean cuales sean,
siempre va a necesitar el poder para
alcanzar sus nes. No se trata pues
de la famosa frase que se le atri-
buye, sin evidencias: el n justica
los medios”.
5
Maquiavelo vivió en los tiempos
del ascenso de la burguesía, en
Florencia y en toda Italia, lo que
nos autoriza a etiquetar al oren-
tino como ideólogo de dicha clase
social.
6
Como pensador burgués que
fue -aunque con una indiscutida
tendencia republicana y popular-
su mundo sigue siendo, en buena
medida, el nuestro. Las acusaciones
y las condenas morales contra él
alcanzan, asimismo, a esta clase
social que representaba.
Un reejo de la actualidad de
Maquiavelo lo encontramos al
consultar una fuente que, es de
lamentar, suele ser poco utilizada
por los investigadores: el diccionario
de la RAE, Real Academia Española
de la Lengua. Nos llama la atención
que del apellido del orentino se
hayan derivado en lengua caste-
llana el sustantivo maquiavelismo y
el adjetivo maquiavélico o maquia-
vélica. Se dice del primero que es la
“doctrina política de Maquiavelo…
fundada en la preeminencia de la
razón de Estado sobre cualquier otra
de carácter moral”. Hay una segunda
acepción: modo de proceder con
astucia, doblez y perdia. En la deni-
ción del calicativo se complementa
el signicado, ya que además de (1)
relativo a Maquiavelo o al maquia-
velismo y (2) partidario del maquia-
velismo, hay una tercera entrada
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para el término maquiavélico: astuto
y engañoso.
No necesariamente implica
que el propio Maquiavelo haya
sido astuto y engañoso, o que
haya actuado con astucia, doblez
y perdia. Posiblemente es dable
armar la tesis de que, en realidad,
y siendo justos con su gura y
biografía, Maquiavelo mismo no fue
maquiavélico.
7
Sin embargo, que su
nombre haya llegado hasta nuestros
días cargado con gran sinnúmero de
epítetos y de condena moral, algo nos
indica de la impresión negativa que
a lo largo del tiempo han causado
sus ideas, no necesariamente su
conducta. A pesar de esa mala fama
hay que conceder que lo maquiavé-
lico, si mantiene la actualidad y el
interés por ese pensamiento, es por
su ecacia práctica.
Me atrevería a incluir algunas
puntualizaciones, a partir del uso
habitual que se hace de la palabra
maquiavélico. Implica, no única-
mente lo pérdo y astuto, sino el
dato de que a menudo la conducta
de quien se inspira en la obra de
Maquiavelo utiliza ingeniosamente
la participación -en modo incons-
ciente e inadvertida, desde luego- de
la propia víctima de sus maquina-
ciones. O sea, el conspirador maquia-
vélico consigue de su adversario que
la trampa que ha tendido funcione
por su propio afán o codicia, por su
misma ambición política. Lo retor-
cido de su conducta estriba en el
cálculo que ha hecho sobre la reac-
ción del rival, necesaria para el éxito
del complot.
Procede aquí poner algunos
ejemplos de la historia nacional
contemporánea, que permitirán
entender mejor el signicado de las
prácticas maquiavélicas, así como la
vigencia y actualidad de su ejercicio.
Recomendaba Maquiavelo al polí-
tico que supiera utilizar al hombre
y a la bestia (Maquiavelo, 1997, pp.
83- 84), es decir, saber cuándo usar
la fuerza de la razón, pero también
cuándo le conviene utilizar la razón
de la fuerza. Si se va a comportar
como bestia, que sepa elegir entre el
león (que por su fortaleza pone en
fuga a los lobos) o la zorra (con la
astucia suciente para saber evadir
los lazos). Algo de la astucia zorruna
se precisa asimismo para poner las
trampas.
Así, en 1994, acercándose el
momento de las elecciones salva-
doreñas, las primeras en las que
iba a participar el FMLN, Joaquín
Villalobos hizo la propuesta en la
cúpula del partido de que fuera
Schak Hándal el candidato parti-
dario a disputar la alcaldía capita-
lina. Ganar esa alcaldía puede ser
crucial para preparar una futura
candidatura presidencial” ynuestra
mejor carta es Schak”. Con estos
argumentos defendió esa idea ante
los compañeros de la dirección del
partido. Nadie se atrevió a contra-
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decirle y el propio Schak se mostró
complacido con la propuesta.
Más tarde, a la vista del desas-
troso resultado eleccionario (un
personaje de segunda la como era
el diputado arenero Mario Valiente
alcanzó una victoria abrumadora
sobre el excomandante guerri-
llero) y de la posterior ruptura de
Villalobos con el FMLN a nes de
este mismo año, quedó evidenciado
que todo había sido una argucia de
este último. La derrota eleccionaria
implicaría un desgaste de la gura
de Hándal, a quien Villalobos veía en
secreto como un rival político.
En una forma parecida procedió
el propio Schak y sus seguidores
en 1999, en otra coyuntura electoral,
cuando en el seno del partido había
fuerte disputa entre la corriente
renovadora que dirigía Facundo
Guardado, a la sazón secretario
general del FMLN, y la tendencia
revolucionaria y socialista” enca-
bezada por Schak Handal y Leonel
González (Salvador Sánchez Cerén).
Ese agrupamiento se dedicó a boico-
tear sucesivas propuestas de candi-
datura presidencial que hacían sus
adversarios, hasta que el otro grupo,
para desentrampar las votaciones,
incluyó al propio Facundo Guardado
en la fórmula, haciéndolo acom-
pañar por Nidia Díaz. Tal propuesta
fue inmediatamente apoyada por
sus rivales, lográndose una aparente
unanimidad. Pero muy pronto resultó
evidente que este grupo no partici-
paba, ni contribuía, sino que más bien
boicoteaba, las diversas actividades
de la campaña. El FMLN obtuvo ese
año la votación que se convertiría
en la más baja de su historia. Así,
Facundo resultó quemado política-
mente”. Su pronta salida del partido
para intentar impulsar su proyecto
por aparte marcaría su fracaso y
posteriormente su denitiva salida
de la política.
Schak había aplicado la misma
estratagema de la que él mismo fue
víctima cinco años atrás. El príncipe
debe cuidarse de sus enemigos y
mucho más de los supuestos amigos
que le rodean, aconsejaba precavido
Maquiavelo; es más, a los enemigos
es mejor tenerlos cerca para poderlos
tener así mejor vigilados. Implica
una cultura política de la sospecha,
que es la defendida por el oren-
tino en todo momento. Y se apoya
en ejemplos de la historia antigua
para fundar sus tesis. Pero podemos
encontrar ejemplos de épocas poste-
riores, también de nuestra historia
nacional contemporánea.
Durante el conicto armado su
mismo alargamiento propició que
surgieran rivalidades en el seno de
las organizaciones que componían
el FMLN. En el caso del PCS, Partido
Comunista de El Salvador, el coman-
dante Simón, Schak Hándal, en
algún momento percibió rumores y
maniobras de desprestigio de parte
de un miembro de la Comisión
Política, Mario Aguiñada. Éste, quien
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era parte de la Comisión Político-
Diplomática del FMLN, había desa-
rrollado una estrecha amistad con
el entonces presidente de Colombia,
Belisario Betancourt. Esto le permitió
conocer los privilegios del poder y
se dejó tentar por ellos. Inició una
conspiración para intentar escalar
dentro del partido hasta la secretaría
general, señalando a Schak de estar
envejecido y haberse desfasado.
Advertido de su intención,
éste desarrolló un ingenioso plan
para deshacerse del rival. Pudo
convencerlo de encabezar la Unión
Democrática Nacionalista, UDN, y
regresar al país a participar en el
esfuerzo que dirigentes del FDR
habían emprendido. Efectivamente,
a nales de 1987 y tras el acuerdo
negociador regional de Esquipulas-II,
Guillermo Manuel Ungo (MNR) y
Rubén Zamora (MPSC), junto a otros
militantes de sus partidos, regre-
saron a El Salvador, con el n de
recuperar el trabajo político con las
masas populares. Crearon la coali-
ción Convergencia Democrática, CD,
a n de participar en las elecciones
y utilizar el espacio de legalidad que
les ofrecía el gobierno del presidente
Duarte. Ávido de dividir a la alianza
FDR-FMLN, éste les prometió inmu-
nidad y respeto a su accionar político
opositor, acorde con los compromisos
asumidos en Esquipulas.
El rol de Mario Aguiñada al retornar
al país sería incluir al partido UDN,
Unión Democrática Nacionalista, en
la CD. Su misión sería no dejar solos
a dichos aliados”, vigilarlos y contro-
larlos”. Debía buscar también recu-
perar bases de dicho partido. Éste
había tenido varios diputados en los
años setenta. Uno de ellos, hermano
de Mario, Rafael Aguiñada Carranza,
-quien fue asesinado siendo parte
de la bancada de la UNO, Unión
Nacional Opositora- gozó de un gran
prestigio en aquella época. Schak le
planteó a Mario que, como heredero
del legado de su hermano Rafael,
era el candidato ideal para dirigir tal
iniciativa.
La posibilidad de desarrollar el
abandonado trabajo de masas desde
el espacio legal hizo ver a Mario
Aguiñada que el proyecto tenía buen
futuro político. Ahí estaba la verda-
dera perspectiva de poder, mientras
que el esfuerzo de guerra le parecía
estancado y sin perspectivas. Pero en
realidad se estaba de tal modo inter-
nando, inadvertidamente, en una vía
muerta que no conducía a ninguna
parte. La alternativa real estaba en el
plano político-militar; pronto inicia-
rían los preparativos para la gran
ofensiva de 1989. El apoyo de masas
se mantendría leal al FMLN hasta el
nal mientras, en cambio, encabezar
la UDN dejó a Mario Aguiñada en
un plano secundario. Schak había
logrado deshacerse de un rival, codi-
cioso y con pocos escrúpulos. Lo hizo
sin recurrir a la violencia. Lo que hizo
fue simplemente manipular la propia
ambición del adversario. Supo ser
maquiavélico.
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Lo fue, asimismo, pero en una
modalidad diferente -y en este caso,
fracasada- el comandante Marcial,
Salvador Cayetano Carpio, máximo
dirigente de las FPL. Dolido tras
verse desplazado en el mando por
el ascenso en prestigio e inuencia
de la exdirigente magisterial Mélida
Anaya Montes, la comandante Ana
María, ideó un maquiavélico plan
para eliminarla físicamente. En El
Príncipe se dan diversos ejemplos
de crímenes efectuados con nes
políticos, para resolver disputas
por el poder. En todo caso, siempre
conviene al conspirador hacerlo
desviando la responsabilidad hacia
otros. Así se procedió en este caso.
En abril de 1983 un comando de la
CIA supuestamente habría irrumpido
en la residencia de Ana María en
Managua, asesinándola. La noticia
incluía el detalle de la crueldad de
sus asesinos: más de ochenta cuchi-
lladas. Parecía ser verídico.
Marcial se encontraba fuera de
Nicaragua, visitando al presidente
Gada en Libia; regresó apresu-
radamente para participar en el
sepelio de la compañera. Pero no
todo cuadraba. Desde el aparato de
inteligencia sandinista, probable-
mente asesorados por la inteligencia
cubana, pronto se levantaron sospe-
chas sobre el equipo de seguridad de
Ana María. Marcelo, tercero al mando
y responsable de la seguridad interna
de las FPL, fue capturado. También
se detuvo a Marcial, que fue acusado
de haber planeado con Marcelo la
ejecución de Ana María. Se suicidó
en prisión. Fue el colofón trágico de
uno de los hechos más tenebrosos
de la guerra civil salvadoreña. En
pocos días las FPL habían perdido a
sus tres máximos responsables. Los
“hechos de abril” representaron un
golpe muy fuerte para la insurgencia
salvadoreña, su prestigio y su unidad.
Miembros de la organización
rechazaron la versión ocial sandi-
nista y reivindicaron el legado polí-
tico de Marcial (Carpio, 1999, p. 163),
contrario a la línea de diálogo-nego-
ciación y a la tesis de que el FMLN
fuese “la vanguardia”. Su solicitud de
ser aceptados como la sexta organi-
zación del Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional, FMLN,
fue rechazada en diciembre. Marcó
su declive denitivo. Únicamente
en la zona metropolitana (el Frente
Clara Elizabeth Ramírez de las FPL)
y dentro de la estructura interna-
cional mantuvieron una prepon-
derancia por cierto tiempo. En los
demás frentes de combate, los jefes
militares mantuvieron la delidad a
la nueva dirección colectiva, coor-
dinada por el comandante Leonel
González, Salvador Sánchez Cerén.
Más adelante, Leonel protago-
nizaría otro episodio con rasgos
maquiavélicos, tras orientar y
permitir al comandante Mayo Sibrián
una sangrienta purga interna con el
n de desmantelar una supuesta
inltración del enemigo en el frente
paracentral de las las guerrilleras.
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La sangría se alargó por muchos
meses, con torturas y cientos de
ajusticiamientos sumarios, hasta que
por n Mayo Sibrián y sus hombres
de conanza fueron a su vez exter-
minados por otra unidad de las
FPL. Son hechos que recuerdan un
episodio que incluye Maquiavelo en
su obra, de cómo el duque de Milán,
Francisco Sforza, utilizó a su lugarte-
niente Ramiro de Orco para someter
por el terror una región entera.
Logrado el objetivo y comprobando
que su crueldad había hecho crecer
el odio en su contra, ordenó la ejecu-
ción del matarife. Su cuerpo apareció
despedazado en la plaza pública
(Maquiavelo, 1997, pp. 41-42). Con
ello no sólo consiguió el alivio de
todos. También logró que se pensase
que los crímenes eran responsabi-
lidad exclusiva de Ramiro de Orco,
ignorando el duque sus excesos y
poniéndoles punto nal, por dicho
método expeditivo y justiciero. De
tal modo logró su objetivo y también
salvar su reputación, es la conside-
ración de Maquiavelo, pues el prín-
cipe “debe procurar ser amado por
su pueblo, aunque le es más seguro
ser temido, debiendo siempre evitar
llegar a ser odiado.
8
Distingue Maquiavelo entre las
que llama crueldades mal usadas” y
crueldades bien usadas”. Lo hace, no
sin escrúpulos (“si es que del mal es
lícito hablar bien”) (Maquiavelo, 1997,
p. 50). Se atiene estrictamente a los
resultados al hacer tal distinción.
Las que se extienden en el tiempo
y van creciendo sin ponerle n hasta
que todos se sienten amenazados,
acaban siendo contraproducentes
y terminarán por volverse contra el
príncipe. Si éste considera que nece-
sita deshacerse de sus enemigos,
aconseja Maquiavelo, que lo haga “de
un solo golpe y no vuelva a insistir”
en tales crueldades. Se podría así
considerar maquiavélica la conducta
criminal de Roberto d´Aubuisson,
quien se presentaba como organi-
zador y dirigente de escuadrones de
la muerte, tras el golpe de estado
del 15 de octubre de 1979 que lo
expulsó del ejército. Logró un doble
objetivo: extender el terror entre los
izquierdistas y opositores, al tiempo
que se erigía en el líder carismático
de toda la derecha. En septiembre de
1981, tras fundar el partido Arena,
se volcó a una nueva estrategia de
participación en elecciones, acep-
tando el marco que imponía Estados
Unidos, y se desvinculó en gran
medida de la actividad sangrienta
de los escuadrones.
Todavía más maquiavélico el
complot, en marzo de 1980, para
asesinar a Monseñor Óscar Arnulfo
Romero. Su cálculo era provocar
la guerra antes de que la guerrilla
estuviera preparada. No sería sino
hasta octubre de ese mismo año
que se unicarían las cinco orga-
nizaciones de la llamada izquierda
revolucionaria, a n de desarrollar
la lucha armada, coordinadas bajo
la unidad del FMLN. Inevitable la
guerra tras el magnicidio contra
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el obispo mártir, su desencadena-
miento era ya un hecho y ya no
había vuelta atrás. Se equivocaba la
Comisión de la Verdad al calicar en
1993 de “tiempo de locura” el de la
contienda bélica. Había mucha racio-
nalidad, una racionalidad perversa,
maquiavélica, tras estos crímenes
atroces, que supusieron un auténtico
genocidio contra el pueblo salva-
doreño en esos primeros años del
conicto armado. El liderazgo que
logró el mayor d´Aubuisson con su
prestigio de jefe escuadronero (“él
sí cumple su palabra”, “tiene el coraje
de hacer lo que dice, él no amenaza
en vano”) le costó el retiro de la visa
norteamericana y el veto de Estados
Unidos a que más tarde pudiera ser
presidente de El Salvador. En 1989
ya no insistió más en su candida-
tura, tras el bloqueo que padeció en
1984 cuando, teniendo mayoría para
ello en la Asamblea Legislativa, el
veto estadounidense se lo impidió
y nalmente la Fuerza Armada,
para superar el impasse, impuso
al banquero Álvaro Magaña en la
Presidencia.
Estos sanguinarios episodios
concuerdan con el espíritu de
diversos fragmentos de El príncipe
en los que su autor no se distancia
ni condena tales violencias, sino que
las pone de ejemplo por su ecacia
política. Uno de los más extremos
es protagonizado por César Borgia
quien, enterado de que sus capitanes
planean traicionarlo, nge reconci-
liarse con ellos para, en el transcurso
de la cena a la que les ha invitado,
hacerlos estrangular a todos.
9
Se
comprende que hayan provocado las
más variadas condenas a lo largo del
tiempo. El cónclave de la Iglesia cató-
lica de 1549 condenó a Maquiavelo y
sus obras. Desde 1559 El príncipe fue
incluido en el Index librorum prohibi-
torum de la Inquisición. Mientras en
España, donde gozaba de la admi-
ración del rey Carlos V, no apareció
en el Índice sino hasta más tarde,
en 1589, a instancias del cardenal
Quiroga (Castignani, 2014, p. 49). La
Compañía de Jesús llegó a expresar
que El príncipe “había sido escrito
con el dedo del diablo.
No obstante, una serie de esta-
distas confesaron que apreciaban
sus enseñanzas y que tenían este
opúsculo de Maquiavelo como libro
de cabecera. Catalina de Médicis,
el cardenal Richelieu, Napoleón,
Talleyrand, Mussolini, entre otros.
Una serie de lósofos también lo
elogiaron. Spinoza (“hombre pruden-
tísimo, partidario de la libertad”) y
Montesquieu (su discurso es obje-
tivo y sin sujeto”) hablaron de él
positivamente. Rousseau dice de él
“ngiendo dar lecciones a los prín-
cipes, se las dio, y muy grandes, a los
pueblos”. Hegel y Marx (“Alemania
ya no es un Estado”) valoraron
sus aportes a la losofía política.
Gramsci lo mira como precursor de la
formación de la conciencia nacional
italiana.
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Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
Althusser, recogiendo la visión
gramsciana sobre Maquiavelo,
concuerda que El príncipe debe leerse
como un maniesto - un llamado
a la acción - comparable, salvando
las distancias, con el Maniesto
Comunista de Marx y Engels.
Retomando la valoración rusoniana
se pregunta por el lugar del punto
de vista del texto maquiaveliano y
concluye que no es el príncipe, sino
el pueblo. “Los príncipes - razona el
lósofo francés - que se han defen-
dido siempre bien por sí mismos,
no necesitan ir a Maquiavelo, quien
desvela sus prácticas secretas y
procedimientos inconfesables”
(Althusser, 2004, p. 66). Gramsci decía
que “Maquiavelo se hace pueblo,
al que se dirige, tras la apariencia
contraria. La posición de clase del
orentino sería la que corresponde
al pueblo.
El propio Maquiavelo aporta en
esta dirección, aunque de manera
matizada: para conocer la natura-
leza de los pueblos es necesario ser
príncipe y para conocer bien la de
los príncipes hay que ser del pueblo,
expone en el breve escrito con que
inicia su opúsculo, la dedicatoria que
redactó para Lorenzo de Médicis.
Y en la sección nal, la Exhortación
para encargarse de Italia y liberarla de
sus enemigos, lo llama a comandar un
ejército nacional para poder defen-
derse de los extraños con la virtud
itálica”, a n de que Italia, después de
tanto tiempo, vea un redentor suyo
y poder sacudirse así ese bárbaro
dominio (Maquiavelo, 1997, p. 122).
No obstante, la sección donde
más explícitamente está desarro-
llada la perspectiva popular es la IX,
Sobre el principado civil. Se trata de
cuando un ciudadano privado, no
mediante el crimen u otra intolerable
violencia, sino con el favor de los
otros ciudadanos suyos, llega a ser
príncipe de su patria” (Maquiavelo,
1997, p. 51). No será tan necesaria la
virtud o la fortuna, bastará con “una
astucia afortunada”. Pues en toda
ciudad hay “dos humores distintos” y
nace de esto: que el pueblo desea
no ser mandado ni oprimido por
los grandes y los grandes desean
mandar y oprimir al pueblo. La
situación en la que se produce la
posibilidad del surgimiento del prin-
cipado civil coincide básicamente
en lo que, siguiendo la caracteri-
zación de Lenin, podríamos llamar
situación revolucionaria” o crisis
política nacional”. En las palabras
de Maquiavelo: viendo los grandes
que ya no pueden resistir contra el
pueblo comienzan a volcar la repu-
tación hacia uno de ellos y lo hacen
príncipe para poder, a su sombra,
desahogar su apetito. El pueblo
también, viendo que no puede
resistir contra los grandes, vuelca la
reputación en uno y lo hace príncipe,
para ser defendido con la autoridad
suya” (Maquiavelo, 1997, pp. 51-52).
Una coyuntura similar a la que
describe el orentino se dio en El
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Salvador en las elecciones presi-
denciales de 2004. De un lado se
presentaba Tony Saca, quien había
llegado a ser presidente de la
Asociación Nacional de la Empresa
Privada, ANEP, pero provenía de un
hogar humilde y se había hecho a sí
mismo hasta llegar a ser un exitoso
empresario de medios radiofónicos.
No era parte de la oligarquía; sin
ser uno de los grandes, sin embargo,
los representaba. Se le enfrentaba
Schak Hándal, viejo dirigente
comunista y uno de los miembros de
la comandancia general del FMLN.
Representaba el interés popular
frente a los intereses oligárquicos.
El holgado triunfo de Saca no se
tradujo, sin embargo, en una situa-
ción plácida para el nuevo manda-
tario. “Quien llega al principado con
ayuda de los grandes se mantiene
con más dicultad que el que llega
con la ayuda del pueblo - advertía
Maquiavelo- porque se encuentra el
príncipe con muchos alrededor que
le parecen ser sus iguales y, por eso,
no los puede mandar ni manejar a
su modo. Hizo por desembarazarse
del control oligárquico, pero sus
pares no le perdonaron y ha termi-
nado en prisión, convicto por actos
de corrupción, a pesar de haber sido
tan poderoso.
Por su parte, Schak, cuya candi-
datura había sido motivada en
buena medida para impedir que el
Frente llevase a Mauricio Funes a
Casa Presidencial, no llegó a pagar
el costo político del asco de su
derrota electoral. Su muerte repen-
tina en 2006, al regreso de su viaje
a Bolivia para hacerse presente en la
toma de posesión del recién electo
presidente Evo Morales, salvó histó-
ricamente su gura. El experimen-
tado dirigente había dictaminado:
con Mauricio Funes no, porque utili-
zará al partido como una escalera
para llegar al poder; ése no sería el
gobierno del FMLN. Desaparecido
Schak, muchos se convencieron
de lo contrario: sin Mauricio Funes
no podemos”. Entonces ya no hubo
obstáculos para que su candidatura
se presentase en 2009 y resultase la
carta ganadora. Pero apenas dos años
de su presidencia bastaron para que
muchos militantes y bases del Frente
recordasen la oposición del fallecido
líder comunista y le dieran la razón.
En realidad, la situación presen-
taba una paradoja, ambos extremos
resultaban ser ciertos: sin Mauricio
Funes no y con él tampoco. Similar
había sido por años en la República
Federal Alemana, RFA, con respecto
a la socialdemocracia: con el SPD no
se puede hacer la revolución y sin el
SPD tampoco.
10
El triunfo de Salvador Sánchez
Cerén, por un estrecho margen,
representaba la oportunidad de que
el partido demostrase su disposición
y capacidad de impulsar cambios
estructurales, que rompiesen con
el modelo neoliberal y enrumbasen
el país al desarrollo sostenible. En
2014 ya no cabía la excusa esgrimida
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Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
en el anterior período presidencial:
este no es el gobierno del FMLN,
es el gobierno de Mauricio Funes”.
La decepción con este segundo
gobierno de la izquierda y la poca
diferencia con la forma de gobernar
la derecha por 20 años, provocó la
debacle de ambas fuerzas políticas
preponderantes: ARENA y FMLN.
Se propiciaba un movimiento de
ruptura con el pasado y un discurso
de refundación nacional, algo que
guarda ciertas similitudes con el
tema preferido por Maquiavelo, el de
los principados nuevos.
La emergente gura de Nayib
Bukele para la coyuntura elec-
cionaria de 2019 presentaba una
ambivalencia desde la perspectiva
maquiaveliana: se le puede consi-
derar uno de los grandes y así se
presenta a sí mismo, como empre-
sario y millonario; sin embargo, por
otro lado, en su discurso pretende
ser la alternativa del pueblo que
enfrenta a la clase política” y al
sistema de los partidos “tradicio-
nales”. De tal manera, su fulgurante
victoria de 2019 en las urnas podría
representar al príncipe que es llevado
al poder con el favor popular”. Una
situación bien propicia porque allí
se encuentra solo y tiene en torno
-explica Maquiavelo- o a ninguno, o
a poquísimos que no estén prepa-
rados para obedecer”. Además, razona
el orentino,está en la necesidad el
príncipe de vivir siempre con ese
mismo pueblo; pero bien puede obrar
sin esos mismos grandes, puesto
que cada día puede crear unos y
deshacer otros, y quitarles y darles,
a su posta, reputación” (Maquiavelo,
1997, p. 52). A mitad del mandato
presidencial, efectivamente, se ha
podido ver en ese tiempo al gober-
nante confrontar con gremiales del
sector privado y con parte de la
oligarquía tradicional, al tiempo que
propicia el acercamiento, el diálogo
y las oportunidades de negocio con
otras iniciativas empresariales.
Pareciera inspirarse, por haberlo
leído o por simple intuición polí-
tica, en las enseñanzas del opús-
culo maquiavélico. Así el oren-
tino expresaba, en un fragmento
lógicamente odioso para las femi-
nistas y las mujeres en general, es
mejor ser impetuoso que preca-
vido, porque la fortuna es mujer;
y es necesario, si se quiere tenerla
sometida, golpearla y herirla. Y por
eso, siempre, como mujer, es amiga
de los jóvenes, porque son menos
precavidos, más feroces, y la mandan
con más audacia” (Maquiavelo, 1997,
p. 116). Maquiavelo se explaya en los
Discursos, considerada su obra más
republicana, en esa misma narrativa
de energía violenta del príncipe:
“Para acabar con la corrupción sería
necesario conducir la ciudad más
hacia el estado regio que hacia el
popular; así los hombres que debido
a su maldad no pueden ser corre-
gidos por las leyes, sean frenados
por un poder casi regio. Y así hacer
observar las leyes a la fuerza”
(Papacchini, 1993, p. 55).
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El capítulo 9 de estos mismos
Discursos lleva un título bien expre-
sivo: Cómo es necesario que sea uno
solo quien decida ordenar de nuevo
una república o reformarla del todo.
Y pone ejemplos de personajes
históricos de la talla de Moisés, Ciro,
Licurgo, Solón, Rómulo (Fernández,
1993, p. 31). Implica controlar en
especial la fuerza militar, bien por
haber llegado al poder con armas
propias” o por alcanzar este control
posteriormente. Así el evento deno-
minado por los medios como 9-F, la
polémica incursión de Nayib Bukele
en el Salón Azul de la Asamblea
Legislativa con un fuerte despliegue
de efectivos policiales y de la Fuerza
Armada, tiene que ver seguramente
con esta motivación presidencial.
La ocasión se prestaba a promover
la simpatía y el apoyo de los efec-
tivos castrenses y policiales, pues el
Ejecutivo pretendía forzar la aproba-
ción por el Legislativo de un prés-
tamo destinado a una fase del Plan
Control Territorial, a n de reforzar el
combate contra la criminalidad y las
pandillas.
Las críticas nacionales e inter-
nacionales no se hicieron esperar,
pues la acción parecía fruto de la
impetuosidad y la tendencia auto-
ritaria del mandatario. La oposi-
ción, envalentonada por el coro de
críticas al aparentemente irreexivo
comportamiento presidencial, en
realidad contribuyó en un sentido
maquiavélico a las intenciones del
gobernante. Llamados por el parla-
mento a declarar sobre su participa-
ción en los hechos del 9 de febrero
de 2020, amenazados de destitución
por los diputados opositores, tanto
el Ministro de Defensa como el
Director de la Policía Nacional Civil
reaccionaron con agradecimiento
y lealtad total al presidente de la
República, quien salió en su defensa.
Así, de nuevo podemos ver que las
astucias maquiavélicas funcionan en
la medida que sus adversarios cola-
boran con ellas de manera involun-
taria e inadvertida. El control abso-
luto del poder, que el príncipe quiere
concentrado, pues no acepta de buen
grado la división de poderes de la
democracia liberal, se reforzó tras las
elecciones de 2021. El apabullante
resultado logrado por el partido
Nuevas Ideas, afín al mandatario,
(alcanzando mayoría cualicada de
los dos tercios, o sea, 56 curules en
el parlamento) cambió la correlación
de fuerzas a favor del bukelismo.
De manera audaz, que de nuevo
sorprendió a sus adversarios, utilizó
dicha mayoría el propio día de toma
de posesión del nuevo parlamento,
destituyendo a los magistrados
de la Sala de lo Constitucional y
al Fiscal General, sustituyéndolos
ese mismo día y tomando posesión
los nuevos en la madrugada, con el
acompañamiento y protección de
efectivos de la PNC. Surgen críticas
por la drástica concentración del
poder e inquietudes por el debili-
tamiento de la democracia, aunque
se base en los resultados electorales
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Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
y en la supuesta voluntad popular”.
Pareciera Nayib Bukele guiarse por
la máxima expuesta por Maquiavelo:
es mejor obrar y arrepentirse, que
no obrar y arrepentirse” (VIrolo,
2004, p. 239). Talante que coincide
con la caracterización que hace el
orentino de la virtú. No es la virtud
medieval sino su reverso: es acción,
energía, actividad, dinamismo; es
capacidad para conseguir los obje-
tivos, es voluntad y astucia, heroísmo
y fuerza” (Abad, 2008, p. 160).
Para Maquiavelo, el estadista
debe cuidar en extremo su imagen.
Lo vuelven despreciable ser tenido
por variable, ligero, afeminado, pusi-
lánime, irresoluto. Al contrario, que
por sus acciones se le reconozca
grandeza, ánimo, gravedad, forta-
leza”. Es imposible tener todas las
cualidades, pero si no las tiene, que
aparente tenerlas” (Maquiavelo,
1997, p. 87). El gasto en propaganda
política, desmesurado en el gobierno
de Bukele, seguramente lo vería
Maquiavelo como una prioridad. Hay
que dar publicidad a las iniciativas
del gobernante, para así ser consi-
derado excelente”. Y lanzar grandes
empresas”.
Maquiavelo pone el ejemplo de
Fernando de Aragón, rey de España,
que asaltó Granada y culminó la
reconquista sobre los moros, expulsó
a musulmanes y judíos, invadió
el norte de África, Italia y Francia.
Mantuvo siempre ocupados en tales
afanes a los barones de Castilla,
mientras nutría con dineros de la
Iglesia y de los pueblos sus ejércitos.
“Ninguna cosa hace estimar tanto
a un príncipe, cuanto lo hacen las
grandes empresas y el dar de sí ejem-
plos fuera de lo común” (Maquiavelo,
1997, p. 104). Hay un listado de
proyectos anunciados por Nayib
Bukele que podrían considerarse del
rango maquiaveliano de grandes
empresas”: el Tren del Pacíco, el
Aeropuerto de La Unión, Bitcoin City.
Otras, asimismo de impacto, ya opera-
tivas como el Hospital El Salvador
o el Hospital Nacional Veterinario.
También proyectos diseñados, nan-
ciados y construidos por la República
Popular China: la nueva Biblioteca
Nacional, en el corazón de la capital,
o el nuevo Estadio en terrenos que
tenía la Escuela Militar. En el nivel
municipal, la recuperación de la calle
Rubén Darío de ventas informales y
la inauguración del mercado Hula
Hula, como parte de un ambicioso
proyecto de revitalización del centro
histórico de San Salvador, que aun
siendo iniciativa de la alcaldía de la
ciudad capital la población tiende a
atribuirlo al impulso del gobierno de
Bukele.
Para mantener la reputación y
la legitimidad debe estimular algo
parecido a una guerra”, pues para
Maquiavelo el poder siempre es,
en cierto modo, guerra” (Villacañas
Berlanga, 2014, p. 29). Este estilo
de practicar la política como un
tensionamiento permanente, resulta
muy contemporáneo. Las maras, que
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de ser un fenómeno de subcultura
juvenil se fueron convirtiendo en el
principal problema delincuencial y
de violencia del país desde el inicio
de la posguerra, han dado ocasión
para que el caudillo pueda lanzar su
particular guerra contra las pandi-
llas”. Con el régimen de excepción
que ha permitido encarcelar a más
de 40 mil presuntos pandilleros en
tres meses, el gobierno ha conse-
guido lo que no pudo con el Plan
Control Territorial: empezar a erra-
dicar las pandillas del país, quitarles
control de barrios, cantones y territo-
rios. No sin sobresaturar las cárceles
y de incurrir en toda una serie de
abusos, ampliamente denunciados a
nivel nacional e internacional.
El propio presidente admite que
podría estarse dando captura de
inocentes, pero minimiza su impor-
tancia: pudiera haber tal vez un
1% como margen de error”. Voces
opositoras elevan este porcentaje
a quizás un 10%. La valoración que
se haga depende de la perspectiva.
La cifra que ha propuesto Bukele se
traduce en 400 inocentes llevados
presos, que es una cantidad consi-
derable de situaciones de injusticia.
Ésta asciende a 4 mil injustamente
capturados si aceptamos el cálculo
de los sectores críticos al gobierno.
El grueso de la población, no
obstante, aplaude y apoya las duras
medidas adoptadas, esperanzada en
que puedan signicar la luz al nal
del túnel. Incluso con las previsiones
más desfavorables, de un 10% de
errores, signicaría considerar que
nueve de cada diez capturados con el
régimen de excepción son efectiva-
mente pandilleros: es juzgado como
aceptable por los ciudadanos más
afectados por los crímenes atroces
de las maras. La percepción en lo
inmediato, al decir de mucha gente,
es que por n se está haciendo algo
para resolver este grave agelo.
Habrá que ver cuál será la situación
real en el mediano y el largo plazo.
Debe tomarse en cuenta la
apreciación que hace el lósofo
Althusser: “El arte de gobernar es
el arte del ngimiento, es la capa-
cidad de producir efectos de opinión
controlados” (Althusser, 2004, p. 66).
Conviene al príncipe nuevo, adoptar
la gura de “líder con cierta aura
mesiánica, redentora”. El riesgo que
se corre resulta bastante obvio: que,
por esa vía, como se advierte desde
la academia, pueda surgir un tirano
(Abad, 2008, p. 127). Sería ése el
precio a pagar, alegarán algunos,
cuando la historia coloca al esta-
dista en situaciones extremas, como
por ejemplo las que cita Althusser
(que fue defensor en su momento
de la gura de Stalin) en su estudio
sobre Maquiavelo: cuando de lo
que se trata es de fundar una repú-
blica, mantener el Estado, organizar
un ejército o gobernar un reino
(Althusser, 2004, p. 80).
En denitiva, podemos concluir, el
problema que se planteó Maquiavelo
en el siglo XVI sigue interpelán-
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Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
donos e incitándonos a la reexión
en la presente centuria: cómo cons-
truir un Estado fuerte y duradero, que
sea sostén para una sociedad justa y
habitable (Abad, 2008, p. 194).
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Notas
1. Maquiavelo es un autor del comienzo,
desarrolla un conocimiento nuevo
de la historia, aprecia Althusser en
el estudio que le dedica al oren-
tino. (Althusser, 2004, p. 47).
2. Subyace una consideración de
fondo: la naturaleza humana es
básicamente inmutable y, por ello
mismo, la conducta de los hombres
no ha variado sustancialmente.
3. Cuando es necesario salvar a la
patria, debe hacerse, bien sea con
gloria o con ignominia. (Gautier-
Vignal 1971, p. 105).
4. Diferente fuera si los hombres
fuesen buenos, justos, honrados y
generosos. Pero no es así. “La mayoría
son ingratos, inconstantes, falsos y
ávidos de ganancia”. (Gautier-Vignal,
1971, p.103). “Los deseos de los
hombres son innitos e insaciables;
ellos están en búsqueda constante
de poder, seguridad, dominio y
riqueza” (Papacchini, 1993, p. 52).
5. De hecho, la frase no aparece en
El Príncipe ni en los Discursos sobre
la primera década de Tito Livio y
tampoco se ajusta al pensar de
Maquiavelo. Él no desea condi-
cionar al príncipe a determinados
nes respetables. Deberá prescindir
de consideraciones morales para ser
exitoso en política.
6. Su pensamiento se despliega en
una época de crisis de valores y de
recambio de ideas, cuando se cons-
truye en Italia el modelo burgués y
hay un mayor protagonismo de las
ciudades. (Abad, 2008, p. 20).
7. De hecho, nos han llegado múlti-
ples testimonios de su carácter,
serio pero agradable, con una vida
sencilla, alejada de lujos, vivía
modestamente y se relacionaba
estrechamente con los simples
campesinos que eran sus vecinos.
Tampoco se comportó maquiavé-
licamente durante los trece años
que estuvo en servicio activo en la
Cancillería de Florencia.
8. En la sección XVII Sobre la crueldad y
la piedad y sobre si es mejor ser amado
que ser temido o viceversa desarrolla
Maquiavelo este punto. Al estar al
frente de sus soldados es mejor ser
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Un hombre de nuestra época.
Para leer a Maquiavelo hoy desde El Salvador
considerado cruel” a n de mantener
el ejército unido y dispuesto para
la acción, aconseja sin empacho el
orentino. (Maquiavelo, 1997, p. 81)
9. Es un relato que “documenta la
perspicacia del duque, la rapidez de
su estrategia, el seguro dominio de
la situación peligrosa, su genialidad
como actor” (Fernández, 1993, p. 15).
10. El SPD era demasiado moderado
y proclive a pactar con la cúpula
empresarial, por un lado, y dema-
siado fuerte en los sindicatos y orga-
nizaciones de raigambre popular,
por el otro.