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Revista Realidad 160, 2022
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
DOSSIER
Proletariado, colonialismo e identidad: una mirada desde
América Latina en el siglo XXI
No. 160, Julio-Diciembre de 2022, 49-70
Proletariado, colonialismo e
identidad: una mirada desde
América Latina en el siglo XXI
1
Sergio Bedoya Cortés
Universidad Libre de Colombia
sergio.bedoyac@unilibre.edu.co
DOI: https://doi.org/10.51378/realidad.v1i160.7512
Recibido: 27 de abril de 2022
Aceptado: 28 de octubre de 2022
Resumen: El proletariado, como sujeto político de la revolución marxista, se
ha puesto en entredicho en América Latina debido a sus circunstancias econó-
micas y culturales que son propias del territorio. El auge del pensamiento post-
moderno se ha enarbolado en los ejercicios políticos y académicos como fuente
en las que priman los acontecimientos y la espontaneidad, más que un ejercicio
concienzudo de re exión crítica frente a las condiciones materiales de los sujetos
latinoamericanos y del cono sur. Así, analizar los límites de la teoría de Slavoj
Žižek y de su latinoamericanización por parte de Santiago castro Gómez permiten
realizar un ejercicio crítico-re exivo de la situación latinoamericana con el obje-
tivo de resigni car al proletariado en Nuestra América del siglo XXI.
Palabras clave: Proletariado, Teoría Crítica de la Raza, América Latina, Teoría
Crítica, Postmodernismo.
Abstract: Proletariat, as the political subject of the Marxist revolution, has
been called into question in Latin America due to the economic and cultural
circumstances that are characteristic of the territory. The rise of postmodern
thought has been raised in political and academic exercises as a source in which
events and spontaneity prevail, rather than a conscious exercise of critical re ec-
tion on the material conditions of Latin American and the Southern Cone subjects.
Thus, analysing the limits of Slavoj Žižek s theory and its Latin Americanization
by Santiago Castro Gómez allows for a critical-re exive exercise of the Latin
American situation to resignify the proletariat in Our America of the 21
st
century.
Keywords: Proletariat, Critical Race Theory Race, Latin America, Critical Theory,
Postmodernism.
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La coyuntura actual que ha
estado viviendo América Latina en
los últimos años nos permite analizar
y plantear nuevos puntos de vista
sobre algunas características que
deberían tener las aproximaciones
marxistas a Nuestra América para
poder dar respuesta a las circunstan-
cias sociales, económicas, culturales
y políticas características de nuestra
región. En este sentido, y de la mano
de autores como Herbert Marcuse y
Slavoj Žižek, se busca en un primer
momento volver al concepto de
proletariado presente en la obra de
Marx y analizar cómo puede enten-
derse este concepto en el mundo
contemporáneo, para continuar, en un
segundo momento, con las distintas
formas en que pueden entenderse a
los pueblos indígenas, afros y a las
mujeres del siglo XXI como sujetos
que hacen parte del proletariado en
las condiciones y disputas presentes
en la América Latina del siglo XXI.
En el siglo XIX, en pleno auge
de los procesos industriales en
Europa, encontramos a un joven
Marx que, tras el estudio de los
“fenómenos sociales” llegaría a la
conclusión de que en el marco de la
sociedad capitalista se encontraba el
germen para la construcción de una
sociedad donde primara la libertad.
Esta conclusión partía de preceptos
y nociones históricas, losócas y
políticas tales como el principio de
socialización de la ganancia por
parte de la burguesía con el proleta-
riado que condenaba al capitalismo
hacia su propia aniquilación, la orga-
nización política de los explotados
(proletariado) para luchar contra los
explotadores (la burguesía) en lo que
Marx denió como el partido comu-
nista, y la apropiación de la realidad
material por parte del lósofo/revo-
lucionario.
2
Además de lo anterior, Marx
esboza que es el proletariado quien,
al generar el tránsito como clase
de ser un ser-en-sí a un ser-para-sí,
estará llamado a tomar las contra-
dicciones irresolubles propias del
sistema capitalista para transitar
a un estadio social e histórico más
libre, a saber, el socialismo (Marx
y Engels, 2013). Este análisis de
Marx correspondía claramente a las
condiciones sociales, económicas y
políticas de la Europa del siglo XIX,
y más concretamente de países en
proceso de industrialización como lo
eran Inglaterra, Francia o Alemania
en su momento. Sin embargo, ¿a qué
se refería Marx con proletariado? Si
bien no es el propósito de este texto
dar una respuesta a esta pregunta,
nos será de gran utilidad dar una
breve denición de qué se entiende
por este concepto: el proletario es
quien no pudiendo vender mercan-
cías en que su trabajo se materialice,
se [ve] obligado a vender como una
mercancía su propia fuerza de trabajo,
identicada en su corporeidad viva”
(Marx, 2010, p. 122). Es decir que
todo aquel que para procurar su
subsistencia deba emplear para otro
su capacidad de transformación de
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materias (fuerza de trabajo
3
) puede
y debe entenderse como parte del
proletariado. Hoy, aproximándonos al
primer cuarto del siglo XXI, pueden
sentirse lejanas las lecturas y ejem-
plos que presentaban Marx y Engels
sobre los obreros fabriles hace ya
más de 100 años. Sin embargo, es
menester enfocarnos en si lo que ha
cambiado con el correr de los años
es sólo la apariencia o si es también
la esencia.
1. Žižek, el sujeto trascendental, y la subjetividad
radical marcuseana
Durante la segunda mitad del
siglo pasado comenzaron a surgir
algunos nuevos movimientos de
rechazo como las luchas estudian-
tiles de mayo de 1968 y los movi-
mientos de mujeres que buscaban la
liberación femenina/sexual. A pesar
de las transformaciones derivadas
de los eventos del 68 que se eviden-
ciaron más en transformaciones
culturales que políticas la magnitud
de estos resultados no podía enten-
derse como sucientes para los
movimientos revolucionarios del
momento. Con respecto a esto, para
Marcuse, “los movimientos radicales
de los sesenta no fueron derrotados
porque estuvieran mal organizados,
sin una base de masas, acompañados
por grupos minoritarios, sino porque
ellos fueron guiados en su estra-
tegia y en sus metas por nociones de
revolución que pertenecían al siglo
XIX” (Marcuse, 2021, p. 32). En este
sentido, Marcuse presentó sus confe-
rencias de París en la Universidad
de Vincennes e introdujo la nece-
sidad de analizar cómo algunos
sujetos políticos” podrían contribuir
al propósito principal y fundamental
del marxismo: la búsqueda de una
sociedad más libre y más justa, lo
que consiste, primordialmente, en la
liberación del sistema capitalista y
de los valores de la civilización occi-
dental.
Sin embargo, en el marco de
nuevas propuestas para la transfor-
mación, algunos intelectuales aban-
donaron la lucha social totalizante y
abarcante y se concentraron en las
luchas subjetivas como individuali-
dades inertes.
En lugar de atacar al capitalismo, [estos intelectuales] preeren
denunciar por totalitarios la lucha de clases y el economicismo
marxista y apoyar en cambio los procesos de subjetivación de
las mujeres, las parejas gay, los indígenas y afrodescendientes,
las lesbianas y los trabajadores precarios. Le dan importancia a
las luchas contra el racismo, el sexismo, la homofobia y el colo-
nialismo, pero no cuestionan el horizonte capitalista que hace
posible y estructura todas esas luchas” (Castro-Gómez, 2015, p. 7).
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A estos intelectuales los deno-
minó Slavoj Žižek como intelectuales
posmodernos. Esta posmodernidad,
de manera consciente o inconsciente
ha favorecido el establecimiento y
desarrollo del sistema capitalista por
medio de la desagregación y división
de los sujetos revolucionarios que
en un principio la teoría marxiana y
marxista habían denominado como
proletariado.
Así, con la intención de concep-
tualizar la sociedad contemporánea,
de analizar las condiciones sociales
y políticas del siglo y de identicar
formas alternativas para la supera-
ción del capitalismo, Žižek -quien
no se reconoce como marxista,
sino que se reconoce como teórico
crítico- abordó la necesidad de
reconceptualizar la forma en que la
izquierda comprende la subjetividad
y los sujetos sociales. Los esfuerzos
de Žižek por abordar las condiciones
ontológicas del sujeto resultan en la
idea de que el sujeto se encuentra
en un estado de incompletud que lo
constituye como ser. Para recuperar
el estado de completud, lo que debe
hacerse es recuperar al sujeto tras-
cendental desde una perspectiva
de la totalidad. Para esto, en pala-
bras de Žižek, no debe caerse en la
falacia de la necesidad de toma de
conciencia por parte del proleta-
riado ya que con ese caer-en-cuenta
4
no logra el sujeto emanciparse de la
dominación, sino que lo que se debe
es lo que el psicoanálisis lacaniano
ha denominado como atravesar
el fantasma: se “debe atravesar la
fantasía que sostiene [el] deseo y
des-identicarse con el objeto-a que
[…] obsesiona, pero ello conllevará
necesariamente una “destitución” de
la subjetividad, un cambio radical
de sus coordenadas” (Castro-Gómez,
2015, p. 119); es decir, algo como
un proceso de desintoxicación del
deseo,
5
pero siempre a nivel indivi-
dual.
Frente a la pregunta del quehacer
político u organizativo a niveles
objetivos, Žižek esboza que, basán-
dose en el concepto de aconteci-
miento de Alain Badiou, los hechos
revolucionarios surgirán como un
acontecimiento externo y cambiante
de la totalidad; como hechos ajenos
a los sujetos que suceden en ciertos
sectores de la sociedad pero no en la
totalidad social, lo que se yuxtapone
a las ideas de Marx, donde a pesar de
las contradicciones irresolubles del
capitalismo, son los hombres, preci-
samente, los que hacen que cambien
las circunstancias” (Marx, 1973, p.
10), y se acerca más a las ideas del
socialismo utópico (Frühsozialismus)
de Fourier o de Saint-Simon ya que,
al igual que la crítica marxiana
al socialismo utópico francés, nos
encontramos en el caso de Žižek de
un entendimiento de las masas opri-
midas”, de los oprimidos, como una
fuerza inerte, incapaz y pasiva de
generar una transformación radical.
En este sentido, y correspondiendo a
las ideas fundamentales que describe
Marx para lograr la transformación
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
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social, los cambios en las estruc-
turas políticas, culturales, sociales
y económicas, no se han dado de
manera esporádica ni automática,
6
sino que, por el contrario, han sido
los hombres quienes han suscitado
las transformaciones sociales. Por
otro lado, si esperásemos a que
sucedieran los acontecimientos de
los que nos habla Žižek, estaríamos
realizando el mismo proceso que el
esloveno critica a la intelectualidad
posmoderna: favorecer, de manera
consciente o inconsciente, el esta-
blecimiento y desarrollo del sistema
capitalista ya no por la desagre-
gación de las luchas y rechazos a
nivel de la subjetividad, sino por la
espera del momento-preciso, o de la
alineación de los astros que resulte
en la edicación de una sociedad
diferente.
7
Ahora bien, si la pasividad
no es una opción para llegar a los
momentos prerrevolucionarios y
revolucionarios, pero tampoco lo
es la posmodernidad radicada en
la subjetividad extrema, ¿qué nos
queda? Si bien la teoría posmoderna
ha realizado una segmentación
en las luchas sociales que favo-
rece al sistema capitalista, también
nos ha demostrado que la huma-
nidad no está explotada u oprimida
únicamente en términos económicos.
Esto, sin embargo, ya lo mencionaba
Engels en las poco leídas cartas
contra la vulgarización del materia-
lismo histórico:
El desenvolvimiento político, jurídico, losóco, religioso, lite-
rario, artístico, etc., se basa sobre el desarrollo económico. Pero
estos elementos interactúan entre y reactúan sobre la base
económica. No es que la situación económica sea la causa y
la única activa, mientras que todo lo demás es pasivo (Marx y
Engels, 2009, p. 55).
Con lo anterior, tenemos que, si
el marxismo se debe a un análisis
histórico y contextual; basándose en
lo que Gramsci había llamado situa-
ción de correlación de fuerza, hoy
podemos entender la multidimen-
sionalidad de la opresión del sistema
capitalista.
Las gentes, hoy en día, no sólo
son explotadas por y en la dimen-
sión del trabajo, no es sólo que la
vasta mayoría del tiempo se utilice
en generar el sustento de una vida
mal llamada digna, sino también
en ámbitos culturales, políticos
y sociales:
8
como veremos más
adelante, la mujer, por ejemplo,
por causa del lastre de la herencia
patriarcal proveniente del feuda-
lismo al capitalismo, se ha visto
desplazada a las labores del hogar
o la crianza, y los grupos indígenas y
las negritudes han sido visto históri-
camente como mano de obra barata,
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económica, puesto que al igual que
en el siglo XVIII y XIX, son sujetos
que en el plano legal poseen dere-
chos, pero en el plano real, de facto
no los tienen. En cualquier caso, se
trata de un sinnúmero de factores
que agudizan y desarrollan más la
explotación y la desigualdad.
Así que, ¿qué nos queda?
Creería yo, de la mano de Herbert
Marcuse, que sería la construcción
de una nueva subjetividad radical.
Una subjetividad que atraviese el
fantasma que nos plantean Žižek
y Lacan y que genere una nueva
sensibilidad que se plantea como el
medio en el cual el cambio social se
convierte en una necesidad indivi-
dual, la mediación entre la práctica
política de cambiar el mundo y el
impulso por la liberación personal”
(Marcuse, 1972, p. 59), es decir la
irrupción del mundo objetivo en la
conciencia subjetiva; ese caer-en-
cuenta de las formas de opresión que
el sistema capitalista ha enmasca-
rado a través de las Industrias cultu-
rales, los medios de comunicación y
la propaganda, pero, no sin antes el
surgimiento de una moralidad que
pueda condicionar al hombre para la
liberación” (Marcuse, 1971, p. 13). La
base de esta moralidad será la que
logre articular todos estos nuevos
rechazos” todos estos reclamos en
una red de intersubjetividades que,
probablemente, harán sentir la lucha
del otro como la propia. En este
sentido, y si la sociedad industrial
avanzada, como totalidad, es movili-
zada con el propósito de obstruir el
surgimiento de una conciencia nega-
tiva” (Marcuse, 2014, p. 165), opuesta
a la sociedad existente, debemos
concentrarnos en la posibilidad de
construir” dicha subjetividad radical.
El sujeto revolucionario por
excelencia del marxismo es, como
es bien conocido, el proletariado.
Sin embargo, el proletariado es
considerado por Marx como la clase
revolucionaria toda vez que es la
clase que posee la necesidad de la
revolución. Sin embargo, ¿cómo se
puede entender la praxis y la expre-
sión ontológica del proletariado?
Marx y Marcuse lo esbozaban en dos
conceptos de los que se predica el
proletariado como sujeto social. En
primer lugar, se encontraba el an sich,
el en sí, el proletariado que es por
necesidad, por su papel central en
el proceso de producción, el sujeto
político de la revolución, mientras
que, por el otro lado, se encontraba
el für sich, el para sí, que se consti-
tuye como la conciencia política y de
clase que se presenta como decisiva
en el proceso revolucionario.
La tensión entre atravesar el
fantasma lacaniano y el caer-en-
cuenta (sein für sich) hegeliano-
marxista puede plantearse, como
hemos anotado, a partir de la noción
de revolución toda vez que si esta
se presenta en el plano individual
y se elabora por medio de acon-
tecimientos, como en el caso de
Žižek, el proceso revolucionario se
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
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concentrará en pequeñas reformas
de carácter individual o social que
conciban un capitalismo o puede
ser más tolerable o aguantable o
la disolución del sistema político
debido a las contradicciones inhe-
rentes del sistema capitalista. Esto,
en cualquier caso, se concentra
en procesos que se distancian del
ejercicio humano-material de cons-
trucción de la historia social. Sin
embargo, si nos concentramos en
la apuesta marxiana y marxista que
apunta a la concepción histórico-
materialista de que son los seres
humanos quienes por medio de la
transformación de las condiciones
objetivas -que corresponden con
el an sich, producto de intrusión
de las condiciones objetivas y la
modicación de las condiciones
subjetivas -ese caer-en-cuenta o für
sich-, se necesitará la articulación de
distintos sujetos sociales
9
no sólo en
términos de su subjetividad radical
aislada, sino también en el marco
de distintas formas de organización
social que propendan a la transfor-
mación social.
No quisiera detenerme en lo que
respecta a las formas de organiza-
ción social que los movimientos polí-
ticos y sociales a partir de la segunda
mitad del siglo XX han comenzado
a desarrollar como respuesta a las
estructuras cerradas y adinámicas
de los partidos tradicionales -entre
las que se incluyen los partidos
social-demócratas y comunistas-
puesto que ya me he ocupado de
esta cuestión en otro escrito,
10
pero
sí creo importante resaltar frente
a esto que la estructura partidaria,
tal y como la denen los partidos
políticos modernos o los partidos
políticos de ascendencia soviética
stalinista pueden entenderse como
formas de organización políticas que,
en lugar de contrarrestar los princi-
pios y valores de la sociedad estable-
cida, lo que generan son formas de
represión de las conciencias críticas
y creativas que podrían congurar
nuevas formas de subjetividades
radicales, por lo que, de lo que se
trata, bajo esta aproximación, es de
formas intersubjetivas de organi-
zación política y social que puedan
construir no sólo los ejes programá-
ticos para la transformación social,
sino también las condiciones nece-
sarias para la concepción-irrupción
de la realidad social en la conciencia
del sujeto. Así, pasando por alto los
debates alrededor de las formas de
organización política, concentré-
monos por un instante en lo que
hemos venido determinando como
el caer-en-cuenta o el für sich.
Sabemos, de antemano, que para
llegar a la constitución del für sich,
del tener la conciencia para la trans-
formación social, se hace menester
ser el an sich, es decir, tener las condi-
ciones sociales, culturales, políticas y
materiales para poder ser entendido
como el sujeto capaz de desarrollar la
revolución, toda vez de que estamos
planteando esta apuesta en el marco
de la tradición marxista y no, como
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hemos visto, bajo las apuestas de la
posmodernidad contemporánea.
En este sentido, podríamos
pensar, en un primer momento, que
la subjetividad radical corresponde a
una clase o grupo que, en virtud de
su función y posición en la sociedad,
tiene una necesidad vital y es capaz de
arriesgar lo que tiene y lo que puede
obtener dentro del sistema estable-
cido para reemplazar este sistema”
(Marcuse, 2014, p. 196, énfasis
añadido), con lo que podríamos, así
sea por un instante, recontextualizar
la noción de proletariado más allá
del ámbito europeo/norteamericano,
con lo que podríamos analizar a la
luz del desarrollo fabril quiénes
tienen la necesidad vital de la libe-
ración humana, sino que podríamos
analizar, tal y cómo lo planteaba
Marx en su Formaciones económicas
precapitalistas.
2. El proletariado en América Latina
En este sentido, y tras haber
revisado brevemente que proletario
es todo aquel que cede su trabajo
en mor de garantizar” su vivir, y
que es necesario el análisis histó-
rico y contextual de las realidades
concretas de los pueblos, podemos
adentrarnos un poco más en lo que
podría considerarse el proletariado
latinoamericano en el siglo XXI.
Los países latinoamericanos deben
entenderse, en la actualidad, como
sociedades semicoloniales; como
sociedades donde concurren todos
los modos de producción vigentes
en una misma y unitaria estructura
económico social bajo la lógica
hegemónica del capital. Los sistemas
económicos presentes en las socie-
dades latinoamericanas contempo-
ráneas son el modo de producción
feudal, donde las economías de
América del Sur se especializan en
la producción de bienes primarios,
especialmente petróleo, minerales, y
alimentos.
Así, la relación entre el modo
de producción feudal característico
de las economías latinoamericanas,
y el modo de producción capita-
lista industrial propio de los países
europeos y del norte global, puede
denirse como una relación de
obediencia -por parte del modo de
producción feudal- y de dominación
-por parte del modo de producción
capitalista- (Wallerstein, 2010). Esta
relación ha producido un atraso
por parte de las sociedades latinoa-
mericanas en el ideario de progreso
propio del capitalismo ya que, al
consistir esta relación de domina-
ción en la elaboración de productos
primarios o en la extracción de mate-
rias primas por parte de los sistemas
feudales
11
con el único propósito de
la consecución de elementos de bajo
valor por parte de los países capita-
listas para la elaboración de nuevos
productos, la plusvalía proveniente
de la transformación de las materias
en mercancías queda arraigada a los
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
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regímenes capitalistas, perpetuando
así el ujo de inversión del capital
a manos de los países capitalistas,
y condenando a la generación de
materias y a la compra de las mate-
rias hechas mercancía por parte de
las economías de los países latinoa-
mericanos.
Así las cosas, si las características
de las naciones europeas o nortea-
mericanas dieren ya desde su forma
de producción con las características
propias de las economías de América
Latina, ¿es el proletariado que iden-
ticó Marx en la sociedad capitalista
un concepto y una realidad que se
aproxima a los desarrollos históricos
y sociales de Nuestra América?
Según Portes y Hoffman (2003)
“las clases sociales como el proleta-
riado pueden denirse como entes
relativamente homogéneos en las
sociedades avanzadas, mientras
que en la periferia se encuentran
segmentadas” (p. 357). Esta segmen-
tación se debe a la articulación de
los modos de producción feudal y
capitalista en el mismo territorio y al
mismo tiempo, lo que distorsiona la
noción de proletariado proveniente
del siglo XIX que encasillaba al
obrero industrial propio del sistema
capitalista como proletario.
Sin embargo, podría intuirse
que el entendimiento del campesi-
nado como parte del proletariado
12
podría subsumir hasta cierto punto
las discrepancias emergentes de la
articulación de ambos modos de
producción, pero las condiciones
latinoamericanas que provienen
desde el periodo de la colonización
de nuestros territorios en los ámbitos
raciales y de género requieren
análisis más complejos.
Las herencias que dejó el proceso
de colonización en Nuestra América
oscilan desde economías supedi-
tadas a lógicas de dominación de los
países europeos y del norte, hasta
problemáticas raciales y de raciali-
zación, pasando por viejas y nuevas
formas de lógicas patriarcales y de
exclusión a las identidades sexuales
y de género diferentes a las del
hombre blanco heterosexual o hete-
ronormativo.
En este sentido, ¿“si la historia
universal ha sido la historia de las
luchas de clases, de las luchas entre
explotados y explotadores, entre
clases gobernadas y gobernantes
en diferentes etapas del desarrollo
social” (Marx y Engels, 1977, p. 577),
no se presenta una conguración de
la relación entre explotados y explo-
tadores divergente a la europea
en Nuestra América? ¿No son los
señores feudales, mal llamados
terratenientes o hacendados
contemporáneamente y los grandes
capitalistas nancieros, tanto a nivel
local como a nivel global, quienes
traen en sí mismos los “desarrollos”
culturales e históricos propios de
una élite determinada que podría
entenderse como los explotadores?
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¿No es, por otro lado, la situación de
los pocos o muchos obreros indus-
triales, mujeres y hombres, personas
no blancas o criollas quienes pueden
entenderse como explotados?
Para Mariátegui, por ejemplo,
“la cuestión [sobre las condiciones
de lo] indígena arranca de nuestra
economía. Tiene sus raíces en el
régimen de propiedad de la tierra”
(Mariátegui, 2015, p. 37), y no en su
régimen jurídico o administrativo.
Esto se debe a que, decía Mariátegui,
cualquier régimen de propiedad
determina el régimen político que
se desarrolla (Mariátegui, 2015, p.
59), por lo que para economías bina-
rias como las latinoamericanas le es
imposible desarrollar los principios
liberales y democráticos que se esta-
blecen en los modos de producción
capitalistas de los países del norte
global. Sin embargo, ¿qué podríamos
decir, hoy en día, con lo que sucede
en el estado plurinacional de Bolivia
y el golpe de Estado por parte de
la derecha blanca o mestiza? El
problema del golpe de Estado que se
desarrolló en nuestra hermana repú-
blica no corresponde únicamente
a intereses económicos o políticos,
sino que corresponde, a su vez, a inte-
reses raciales.
A pesar de que Mariátegui esta-
bleciera que el problema del indio
no correspondía a la pluralidad de
razas” (Mariátegui, 2015, p. 37), ar-
maba él mismo el carácter agrario y
campesino característico del pueblo
incaico y de las comunidades indí-
genas de nuestro continente, que
sumaba, así fuera de manera incons-
ciente, la posibilidad de entender
el papel colonizador/esclavizante
de los pueblos europeos como una
forma no sólo de apropiación econó-
mica en clave de latifundio y servi-
dumbre que permanece hasta hoy
en día, sino como una concepción
de supremacía donde el español
se encontraba sobre los pueblos
originarios latinoamericanos. Así, el
problema de la posesión de la tierra
en Nuestra América, que se ve princi-
palmente laborada por pueblos indí-
genas o mestizos (campesinos), no se
agota en la lucha por la posesión
y la distribución de las tierras, sino
que corresponde, también, a la lucha
por un poder simbólico que se repre-
senta en la superioridad del blanco
o mestizo -que se presenta como
señor feudal, terrateniente o hacen-
dado- sobre los pueblos indígenas o
campesinos.
Esta forma de dominación ni es
enteramente simbólica-cultural, ni
lo es únicamente económica, sino
que, acuñando la explicación que
Engels esbozaba sobre el carácter no
esencialista del materialismo histó-
rico y de la muy pregonada y poco
estudiada metáfora de la base y la
estructura, sólo en última instancia
podría encontrarse la primacía de
la dominación económica sobre
otros componentes de la super-
estructura. De este modo, como
esbozaba Mariátegui, el proceso de
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
dominación latifundista en el Perú
de su época, y que se sigue eviden-
ciando en la Colombia y el Ecuador
contemporáneos entre otros países
latinoamericanos, se concentraba
en la fuerza despótica del latifundio
que se aplicaba con mayor fuerza
que en los países europeos toda
vez que en Europa, el señor feudal
encarnaba, hasta cierto punto, la
primitiva tradición patriarcal, de
suerte que respecto de sus siervos
se sentía naturalmente superior, pero
no étnica ni nacionalmente diverso
[mientras que en América está la]
arraigada convicción del blanco, de la
inferioridad de los hombres de color”
(Mariátegui, 2015, p. 93), toda vez
que raza e identidad racial fueron
establecidas como instrumentos
de clasicación social básica de la
población” (Quijano, 2014, p. 779)
donde lo negro o los hombres de
color no se refería únicamente a la
población negra o afrodescendiente,
sino que se refería a todo aquel que
no perteneciera a la identidad colo-
nizadora, es decir, todo lo no blanco.
De esta manera, el problema
indígena puede entenderse no sólo
desde el ámbito económico en lo
que respecta a la apropiación de la
tierra por parte del terrateniente
13
que genera un régimen de propiedad
feudal que culmina con la explota-
ción servil del indígena y su conse-
cuente falta de armación como ser
humano, sino también como una
lucha constante por la normaliza-
ción cultural del español sobre el
indio que culmina en la negación
del ser indígena, toda vez que al ser
apartado del campo, de la tierra toda
vez que en una raza de costumbre y
de alma agrarias, como la raza indí-
gena, este despojo ha constituido
una causa de disolución material y
moral” (Mariátegui, 2015, p. 48).
Algo distinto sucede con los
pueblos negros en Nuestra América.
Aparte del exterminio ejercido por
parte de los colonizadores tanto
en América como en el continente
africano que consistió no solo en el
aniquilamiento físico de la población
afroamericana en trabajos como la
minería (Mariátegui, 2015, pp. 62-63),
o las prácticas de las plantaciones
caribeñas y norteamericanas (James,
2001, pp. 21–40) en el marco del
proceso extractivista para los que
fueron conducidas las culturas y
comunidades africanas al conti-
nente americano, la destrucción y el
combate colonizador se concentró, a
su vez, en el terreno de la cultura, de
los valores, de las técnicas” (Fanon,
2019, p. 45).
La colonización y aniquilamiento
de la vida, al igual que en el caso
indígena, se empleaba en la dimen-
sión del trabajo como en el plano
cultural; se buscaba la generación
de un negro blanco (Fanon, 2016)
toda vez que, según la percepción
del colono, el negro criollo es más
dócil que el esclavo nacido en África”
(James, 2001, p. 33) puesto que
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El negro ignora el precio de la libertad, porque no ha combatido
por ella. De vez en cuando combate por la Libertad y la Justicia,
pero se trata siempre de libertad blanca y de justicia blanca, es
decir, de valores secretados por los amos (Fanon, 2016, p. 182).
De esta manera se conguraba
en América Latina y en el Caribe el
imperativo fatalista que culminó
con el exterminio de gran parte
de la población africana o afro-
descendiente en América o en su
ghettoización ya bien fuese en zonas
urbanas durante la Gran Migración
estadounidense (1914-1950) como
rescata W.E.B DuBois en su famoso
El negro de Filadela (2013) o en su
Black Reconstruction in America. Back
Toward Slavery (2013), o en zonas
aisladas de los países después del
fracaso de la manumisión de 1821.
En cualquier caso, en ambos casos,
se presentaba una segregación siste-
mática que perdura hasta nuestros
días tanto en los países de Nuestra
América puesto que siguen ubicán-
dose, principalmente, en zonas
costeras o uviales cercanas a la
ciudad de Cartagena, pues este fue
el puerto principal de lo esclavos
en América, como es San Basilio de
Palenque o el Archipiélago de San
Andrés en Colombia o la ciudad de
Lima y distrito de Piura en Perú.
Sin embargo, como se evidencia
en Población negra, afrocolombiana,
raizal y palenquera. Resultados
del censo nacional de población y
vivienda 2018 del Departamento
Administrativo Nacional de
Estadística (DANE) de Colombia,
entre los departamentos con alta
concentración de población Negra,
Afrocolombiana, Raizal y Palenquera,
sobresalen variaciones intercensales
negativas en la Costa Atlántica, el
Magdalena Medio, Antioquia y Valle
del Cauca” (DANE, 2019, p. 37) que
puede interpretarse como una dismi-
nución identitaria y poblacional de
las comunidades afrocolombianas,
pero, a su vez, como una muestra del
tránsito a las principales ciudades
del país de estas poblaciones.
Así, tanto las poblaciones indí-
genas como las afroamericanas se
han desplazado cada vez más a las
ciudades principales de los países
latinoamericanos, cosa que no ha
dejado que se vean igualmente
explotados económicamente en
labores como el trabajo de la tierra
o la pesca como ya lo esbozaban
Mariátegui (2017) o James (2001) y
como anunciaba ya Lenin en 1903
en su folleto A los pobres del campo:
Explicación a los campesinos de lo que
quieren los socialdemócratas (Lenin,
1981), pero que sí enmarcan nuevas
posibilidades no sólo de discrimina-
ción racial y de clase, sino el ingreso
de estas poblaciones a nuevas
esferas de opresión y explotación. De
este modo, ¿qué sucede en las zonas
urbanas?
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
En el mundo contemporáneo, las
condiciones del momento marxiano
han cambiado radicalmente y más
con relación a Nuestra América. Ya
no encontramos grandes supercies
fabriles en las ciudades -como sí las
encontramos en uso por ejemplo en
la India o en Vietnam, o como monu-
mentos o edicios abandonados en
la ciudad de Manchester-, sino que
encontramos grandes supercies
de ocinas donde se desarrolla el
capital nanciero o de servicios. Aquí,
en las lógicas del capital nanciero y
de servicios, es mucho más evidente
la explotación económica que ha
descrito la teoría marxista histórica-
mente: los trabajadores, para procu-
rarse su vivir deben trabajar, mien-
tras que hay un pequeño sector de
la población que no requiere trabajar
para poder subsistir. También, sigue
siendo evidente en los trabajos
urbanos la presencia también (i) el
extrañamiento de la obra creada, por
ejemplo, en los obreros de la cons-
trucción quienes se sienten extraños
de su obra, y (ii) la mecanización del
trabajo hasta el extremo de la auto-
matización del ser humano. A todo
esto se suma, por ejemplo, que
En el caso de la informalidad, que habitualmente se asocia
con condiciones de empleo precarias, inestabilidad laboral,
bajos salarios y falta de protección social, la brecha entre las
personas indígenas y las personas no indígenas es mayor en
América Latina y el Caribe que en el resto del mundo, [toda vez
que] la tasa de informalidad entre las personas indígenas es del
82,6%, 31,5 puntos porcentuales mayor que la de las personas
no indígenas, estimada en 51,1% (Organización Internacional
del Trabajo, 2020).
Así, las poblaciones indígenas
de América Latina y del Caribe no
solo padecen la enajenación propia
del modo de producción capitalista,
sino que también se ven expuestas
a la exclusión sistemática propia del
modo de producción feudal/colonial
donde las poblaciones no blancas
que se han hecho con el control
político, social y epistemológico de
los territorios latinoamericanos.
Sin embargo, sin dejar de paso
los vejámenes que sufren las comu-
nidades étnicas tanto en las grandes
ciudades como en las zonas rurales
de nuestro continente, es menester
enfocarnos aquí de la explotación a
la mujer en estos entornos.
La mujer, en la historia de la
humanidad, ha soportado un sin
número de abusos y de arbitrarie-
dades; en pocas palabras, ha sido
sujeta a diversos tipos y formas de
explotación. Uno de los roles princi-
pales que le ha otorgado el patriar-
cado históricamente a la mujer es el
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de ser madre. “La madre es, de todos
los miembros de la familia, el que
está más claramente determinado
en su función social: ella produce
la descendencia (Benjamin, 1978, p.
24). La producción de descendencia,
como mencionaba Marx en los
manuscritos del 44 tiene un carácter
fundamental para el desarrollo
capitalista, y consiste en que para
producir ganancia es necesario que
las personas que transforman las
materias en mercancías (proletarios)
no escaseen. Sin embargo, el carácter
de explotación de la mujer en las
sociedades capitalistas contemporá-
neas no se centra únicamente en el
hecho de ser madres, sino, además,
por su pertenencia a la clase traba-
jadora;
El papel de la mujer cambió gradualmente en el desarrollo de la
sociedad industrial. Bajo el impacto de los programas técnicos,
la reproducción social depende cada vez menos de la fuerza
física y la destreza, ya sea en la guerra o en el proceso material
de producción, o en el comercio. El resultado fue la explota-
ción ampliada de las mujeres como instrumentos de trabajo
(Marcuse, 1974, p. 284).
Por ello, lo que se vería en un
principio como un avance en la
consecución de derechos igualita-
rios por parte de las mujeres en el
sistema capitalista, no fue más que
la entrada a un sistema doble de
explotación; a saber, la explotación
en la producción de personal capaz
de emplear su fuerza de trabajo y la
explotación misma del capital sobre
el trabajo. Por otro lado, a pesar de
ser explotada como madre y como
trabajador, la mujer encuentra, igual-
mente, barreras que la limitan para
acceder al trabajo o para acceder a
salarios equitativos y justos; ya bien
sea por su condición de mujer y
posible gestante, o por falsos este-
reotipos sobre las habilidades físicas
o intelectuales de las mujeres.
14
Así, la diferencia entre una
perspectiva liberal o marxista del
feminismo y de las mujeres llevó
a condiciones sociales y políticas
completamente disímiles. Por un
lado, encontrábamos los reclamos
de inclusión laboral, política y social
de las mujeres, un reclamo propio
del pensamiento y activismo liberal
que buscaba, supuestamente, dismi-
nuir e incluir a la mujer en esferas
sociales de las que estaba histórica-
mente relegada. Sin embargo, lo que
logró fue un carácter dual o tripar-
tito de explotación tal y como esbo-
zado con Benjamin. Con la inclusión
de la mujer en la esfera laboral se
logró la inclusión de la mano de
obra necesaria para el aumento de
la producción que indicaba el auge
de consumo del periodo posterior
a la guerra, con lo que, si bien se
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
rompieron barreras sociales, polí-
ticas y culturales que caracterizaban
la exclusión de la mujer de ciertas
esferas, lo que se logró fue poner
sobre los hombros de estas un peso
más de explotación: el trabajo.
Decía María Eugenia de la O
Martínez que “la presencia de
mujeres en las maquiladoras de
México resulta un rasgo simbólico
de estas fábricas desde hace cuatro
décadas, así como su vínculo entre
los procesos de transnacionaliza-
ción del capital y la feminización
de la fuerza de trabajo (De la O
Martínez, 2006, p. 92), con lo que se
encontraba, en un primer momento
el proceso de proletarización de
la mujer en el marco de nuevas
condiciones sociales y globales del
México de mediados del siglo XX.
Sin embargo, con el pasar de los
años, la competencia por el empleo
se enmarcó no sólo en la búsqueda
de mano de obra barata, sino
también en la consecución de este-
reotipos culturales y sociales que,
como hemos mencionado, no han
sido removidos de la cultura occi-
dental, toda vez que si entendemos
“la proletarización y la feminización
del trabajo [como] consecuencia del
cambio en las características labo-
rales de las últimas décadas, y no
la causa de esta condición laboral
para las mujeres” (Martínez, 2005,
p. 122), nos es posible entrever que
el trabajo textil ha sido considerado
por la cultura occidental como un
trabajo propio del género femenino.
Sin embargo, con la crisis econó-
mica de nales del siglo pasado y
principio del XXI, encontramos la
incursión de hombres en el sector
textil y maquilar, incursión que se
debía a la precarización del trabajo
y a la imposibilidad de encontrar
trabajos en otras esferas del proceso
productivo, cosa que conllevó a la
disputa entre hombres y mujeres por
puestos de trabajo en el sector textil,
cosa que, llevó no sólo a la preca-
rización del trabajo de la mujer en
el sector textil, sino a la migración
de las mujeres hacia otros sectores
de la producción; “de [ahí] el giro
de imágenes usado por los emplea-
dores de la maquila al referirse a las
mujeres en los primeros años como
abundantes, jóvenes y baratas” y, hoy
en día, como escasas, viejas y caras”
(De la O Martínez, 2006, p. 122).
A todo esta crisis del trabajo
femenino se sumaban las caracte-
rísticas culturales propias de una
sociedad como la occidental, donde
el trabajo doméstico, un sector
completamente informal y olvidado
por las políticas públicas más inclu-
yentes, está a cargo, primordialmente,
de mujeres y niñas (en un 80%). En
el caso de la actual pandemia que
estamos padeciendo, por ejemplo,
podemos ver cómo el 50% de las
brasileñas han tenido que asumir la
responsabilidad de cuidar de alguien
[mientras que] el 72% armó que
aumentó la necesidad de monitoreo
y compañía, especialmente por el
cuidado de niños y niñas, ancianos
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y ancianas, personas enfermas o con
discapacidad” (Tricontinental, 2021),
pero fuera de esta pandemia, en
condiciones normales” o comunes
y corrientes, observamos cómo en
Brasil, las mujeres son el 97% de
los y las trabajadoras domésticas, y
ganan 78,4% de lo que se les paga a
los hombres por el mismo trabajo […]
aunque los trabajadores domésticos
son apenas 1% de todos los hombres
que trabajan fuera” (Tricontinental,
2021).
Así, estos avances” de inclusión
de la mujer en la esfera laboral
podemos entenderlo como ilusorio
a la luz de la emancipación humana,
toda vez que no logra propender por
la libertad real de la mujer, sino que
logró fue el aumento de la opre-
sión y esclavitud de la mujer en
nuevas esferas laborales fuera de
la economía del hogar. Este logro
del pensamiento liberal, capitalista
y neoliberal no es compartido ni
valorado por las apuestas teóricas
y prácticas críticas, sino que, por
el contrario, encontramos desarro-
llos teóricos alternativos que, como
veremos resumidamente propenden
por otras nociones de libertad feme-
nina y humana.
El pensamiento marxista más
heterodoxo, como el de Marcuse,
Benjamin, Fanon, etc., redirigía el
concepto de emancipación hacia las
mujeres y la raza y se volcaba sobre
una idea de emancipación no solo
social, sino humana; una especie
de desarrollo marxista del pensa-
miento marxiano esbozado ya en
Sobre la cuestión judía: no se trata
de emanciparse del Estado o de la
sociedad, sino que lo que se busca
es la emancipación humana, y esta
emancipación comienza por la libe-
ración del trabajo pero, a su vez, se
complementa con otras estructuras
de dominación que si bien no son
propias del sistema capitalistas sí
son propias del pensamiento y “desa-
rrollo occidental que, en cualquier
caso enajenan, limitad y oprimen ya
sea en términos económicos, cultu-
rales, de género y sociales.
Todo esto, sumado a las
propuestas posmodernas que han
legitimado las luchas individuales
y subjetivas, ha generado la desar-
ticulación de posibles sujetos revo-
lucionarios. Sujetos que de manera
conjunta y bajo una pertinente forma
de organización podrían poner en
aprietos al sistema capitalista. Sin
embargo, ¿cómo poder generar ese
caer-en-cuenta de que la lucha por
los derechos sexuales, reproductivos,
étnicos, históricos o religiosos signi-
can la lucha incesante contra el
capitalismo?
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
3. Conclusiones
Como hemos podido observar, en
Nuestra América existen grupos y
movimientos que distan de algunos
de Europa y de América del Norte.
Además, las condiciones de nuestros
países y de nuestro continente, al
entrar en una lógica de colonialismo,
nos ofrecen otros fenómenos dife-
rentes a los presentes en los países
del norte global. Así pues, podemos
ver en un primer momento a las
comunidades indígenas y negras que,
bajo una lógica proveniente desde
la colonización europea de nuestro
continente, se han visto objetadas
como trabajadoras de mano de bajo
costo en las zonas rurales de nuestros
países. Esto ha generado la explota-
ción por parte de los grandes capi-
tales nacionales e internacionales
de estos grupos, ahondando aún
más la discriminación y explotación
por sus características que distan
del modelo eurocéntrico y del norte
de ser hombres y mujeres blancos
puesto que las formas y maneras
de habitar el mundo y vivir la vida
de las poblaciones afrodescen-
dientes e indígenas distan tangen-
cialmente de la episteme blanca/
colonial/capitalista sobre el que se
erige este modelo económico, polí-
tico y cultura opresor. Por otro lado,
hemos observado, brevemente, cómo
las mujeres han sido discriminadas
por los modelos occidentales y más
precisamente por el capitalismo; ya
no se trata sólo de atender la casa”
y producir mano de obra, sino que
también, por medio de la adquisición
del “derecho al trabajo, han venido
siendo explotadas ya no sólo econó-
micamente sino también cultural y
socialmente. Además, hemos obser-
vado cómo gracias a la posmoder-
nidad se ha fortalecido el capitalismo
mediante la separación de diferentes
rechazos o reclamaciones sociales
basándose en la subjetividad, pero
también observamos cómo, a niveles
teóricos, pueden articularse las dife-
rentes luchas sociales por medio del
concepto de proletariado -el que
trabaja para comer y subsistir- y las
luchas étnicas o raciales y as luchas
feministas, puesto que en cualquier
esfera de las sociedad -al ser los indí-
genas, los negros y las mujeres los de
abajo, los oprimidos-, se encuentran
en posiciones de dominación por
parte del gran capital.
Sin embargo, para poder articular
en la práctica a estos sectores que,
en apariencia, se nos muestran tan
distantes, debemos volver a los
rechazos, reclamos y aspiraciones del
marxismo: la teoría marxista, junto
con la teoría crítica no quiere hacer
más vivible o llevadero el capitalismo.
Estas teorías propugnan por la supe-
ración del capitalismo y la instaura-
ción de una sociedad más libre, más
equitativa. En este sentido, si nos
preguntamos por las aspiraciones de
los movimientos étnicos o feministas
podríamos decir en cualquier caso
que existen dos tipos de reclamos
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o rechazos. Entre el primer tipo de
aspiraciones ubicamos reclamos
tales como la igualdad salarial o
de oportunidades, que claramente
pueden convivir con el sistema capi-
talista: son aspiraciones o políticas
que han de hacer el capitalismo
más cómodo para ciertas comuni-
dades, pero en ningún momento
representan amenaza alguna al
sistema. Por otro lado, el segundo
tipo de aspiraciones se centran en
una perspectiva más radical, como
la eliminación de la discriminación,
de la violencia física y simbólica
por causas raciales o de género,
o simplemente la erradicación de
todas las formas de discriminación.
“Pero las potencialidades, los obje-
tivos del Movimiento de Liberación
de la Mujer [y de los movimientos
étnicos] van mucho más allá, es decir,
[estas potencialidades se plantean]
en regiones que nunca se pueden
alcanzar dentro de un marco capita-
lista, ni dentro del marco de ninguna
sociedad de clases” (Marcuse, 1974,
p. 281). por esta razón todas estas
propuestas pueden articularse en la
lucha socialista;
15
en la construcción
de una sociedad con un principio
de realidad diferente al actual, una
sociedad donde la vida sea un n en
sí mismo: para el desarrollo de los
sentidos y el intelecto para la paci-
cación de la agresividad, el disfrute
del ser, para la emancipación de
los sentidos y del intelecto desde
la racionalidad de la dominación”
(Marcuse, 1974, p. 296); es decir,
receptividad creativa (socialismo)
versus productividad represiva (capi-
talismo).
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Notas
1. Este capítulo se desarrolló en el marco del
Proyecto de Investigación Subjetividades,
diferencias y enfoques del Grupo de
Investigación en Filosofía Política de la
Universidad Libre de Colombia. Contacto:
sergiobc937@gmail.com
2. Para poder ampliar este precepto de ló-
sofo, pensador y revolucionario recomen-
damos la lectura de Gramsci y el papel
del intelectual orgánico.
3. Marx nos ofrece una denición un poco
más holgada de lo que es la fuerza de
trabajo: el conjunto de condiciones
físicas o espirituales que se dan en la
corporeidad, en la personalidad viviente
de un hombre y que éste pone en acción
al producir valores de uso de cualquier
clase” (Marx, 2010, p. 121)
4. Este caer en cuenta puede relacionarse,
claramente, con la propuesta marxiana
del ser-para-sí (sein für sich).
5. Recordemos que para Žižek el goce
se genera a partir de la dinámica del
deseo, que, en el capitalismo, posee un
ciclo de innitud. La conformación del
sujeto ontológicamente incompleto
se da en función del deseo; deseo del
otro ser, o deseo de ser algo otro. Este
ciclo del deseo es lo que, a ojos de Žižek,
mantiene girando la rueda del capita-
lismo, mas no la intención incesante de
extraer plusvalor del otro ser humano.
6. Automática, en el sentido de pasividad
del hombre frente a los cambios.
7. Aquí, en la propuesta de Žižek encon-
tramos algo parecido a la crítica
marxiana al socialismo utópico francés
(
Frühsozialismus
): no hay fuerzas trans-
formadoras, sino una masa inerte que
debe esperar la ocurrencia de un cambio.
8. Los análisis presentados por Marx en el
tercer tomo de
El Capital
, así como en la
edición titulada
Sobre el suicidio
publi-
cada por la editorial El Viejo Topo en el
año 2012, muestran a un Marx enfocado
en mostrar formas de explotación fuera,
o derivadas, de la esfera del trabajo,
a saber, en el mercado como consumi-
dores y, en el caso de la mujer, oprimida
por una estructura familiar derivada y
complementaria a la estructura social.
9. Con esto hago referencia a los sujetos
revolucionarios posibles dependiendo
de cada momento histórico en concreto.
10. Sobre la problemática entre formas de
organización partidaria y movimientos
sociales en el marco del marxismo del
siglo XX y XXI véase el capítulo de mi
autoría titulado “Movimientos sociales,
crítica y liberación una aproximación
desde la obra de Herbert Marcuse”, publi-
cado por la editorial de la Universidad
Libre de Colombia.
11. Los países y territorios latinoamericanos.
12. Sobre este propósito puede revisarse
el debate entre Vladimir Lenin y León
Trotski y que logró congurarse como
canon del marxismo de Europa oriental
en las conclusiones de la III Internacional
socialista.
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Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
13. Bien sea este español o mestizo.
14. No hace falta explicar las distintas
barreras que encuentran las mujeres
para acceder al trabajo o para acceder
a un salario equitativo con el género
masculino. Sin embargo, en caso de
que fuese necesario recomendamos
la lectura del estudio realizado por el
Centro Estratégico Latinoamericano de
Geopolítica (CELAG) (Converti, 30 de
agosto de 2018).
15. Tanto para Marcuse como para nosotros
se presenta como necesaria la nece-
sidad de la modicación de la noción de
socialismo, porque que en el socialismo
marxiano hay elementos remanentes
de normas y valores que controlan la
sociedad que se basan en La eciencia
y destreza en el cumplimiento de las
funciones competitivas económicas y
adquisitivas.