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Revista Realidad 160, 2022
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ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
Proletariado, colonialismo e identidad: una
mirada desde América Latina en el siglo XXI
rompieron barreras sociales, polí-
ticas y culturales que caracterizaban
la exclusión de la mujer de ciertas
esferas, lo que se logró fue poner
sobre los hombros de estas un peso
más de explotación: el trabajo.
Decía María Eugenia de la O
Martínez que “la presencia de
mujeres en las maquiladoras de
México resulta un rasgo simbólico
de estas fábricas desde hace cuatro
décadas, así como su vínculo entre
los procesos de transnacionaliza-
ción del capital y la feminización
de la fuerza de trabajo” (De la O
Martínez, 2006, p. 92), con lo que se
encontraba, en un primer momento
el proceso de proletarización de
la mujer en el marco de nuevas
condiciones sociales y globales del
México de mediados del siglo XX.
Sin embargo, con el pasar de los
años, la competencia por el empleo
se enmarcó no sólo en la búsqueda
de mano de obra barata, sino
también en la consecución de este-
reotipos culturales y sociales que,
como hemos mencionado, no han
sido removidos de la cultura occi-
dental, toda vez que si entendemos
“la proletarización y la feminización
del trabajo [como] consecuencia del
cambio en las características labo-
rales de las últimas décadas, y no
la causa de esta condición laboral
para las mujeres” (Martínez, 2005,
p. 122), nos es posible entrever que
el trabajo textil ha sido considerado
por la cultura occidental como un
trabajo propio del género femenino.
Sin embargo, con la crisis econó-
mica de nales del siglo pasado y
principio del XXI, encontramos la
incursión de hombres en el sector
textil y maquilar, incursión que se
debía a la precarización del trabajo
y a la imposibilidad de encontrar
trabajos en otras esferas del proceso
productivo, cosa que conllevó a la
disputa entre hombres y mujeres por
puestos de trabajo en el sector textil,
cosa que, llevó no sólo a la preca-
rización del trabajo de la mujer en
el sector textil, sino a la migración
de las mujeres hacia otros sectores
de la producción; “de [ahí] el giro
de imágenes usado por los emplea-
dores de la maquila al referirse a las
mujeres en los primeros años como
“abundantes, jóvenes y baratas” y, hoy
en día, como “escasas, viejas y caras”
(De la O Martínez, 2006, p. 122).
A todo esta “crisis del trabajo
femenino” se sumaban las caracte-
rísticas culturales propias de una
sociedad como la occidental, donde
el trabajo doméstico, un sector
completamente informal y olvidado
por las políticas públicas más inclu-
yentes, está a cargo, primordialmente,
de mujeres y niñas (en un 80%). En
el caso de la actual pandemia que
estamos padeciendo, por ejemplo,
podemos ver cómo “el 50% de las
brasileñas han tenido que asumir la
responsabilidad de cuidar de alguien
[mientras que] el 72% armó que
aumentó la necesidad de monitoreo
y compañía, especialmente por el
cuidado de niños y niñas, ancianos