Del fascismo al populismo en la historia, de Federico Finchelstein
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Revista Realidad 159, 2022
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
RESEÑAS
Del fascismo al populismo en la historia, de Federico Finchelstein
No. 159, Enero-Junio de 2022, 115-120
DOI: https://doi.org/10.51378/realidad.v1i159.6832
Del fascismo al populismo en la
historia, de Federico Finchelstein
From Fascism to Populism in History,
by Federico Finchelstein
Ricardo Roque Baldovinos
Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”
rroque@uca.edu.sv
En el debate político actual, el
término populismo, más que una
verdadera categoría de análisis es un
sinónimo de demagogia o una suerte
de elegía por la supuesta pérdida del
régimen liberal representativo, única
forma de democracia pronunciable
en estos tiempos de bancarrota de
utopías. Una excepción a estos trata-
mientos apresurados la encontramos
en las propuestas teóricas de dos
autores argentinos: Ernesto Laclau y
Federico Finchelstein.
Laclau fue profesor de losofía
política de la Universidad de Exeter,
publicó en 2005, La razón populista,
que aparte de ser un ensayo complejo
de re exión teórica fue una interven-
ción política que endosó la oleada
de populismos de izquierda latinoa-
mericanos de comienzos del milenio,
conocidos como el socialismo del
siglo XXI. Laclau era decididamente
optimista sobre el potencial liberador
de estos regímenes, pues venían a
darle concreción a la apuesta por
una radicalización de la democracia
que, en las últimas décadas del
siglo pasado había venido difun-
diendo junto a Chantal Mouffe. Esta
idea de una democracia radical se
expone en el hoy ya clásico estudio
Hegemonía y estrategia socialista que
ambos autores suscribieron hacia
1985. Ante el inminente colapso del
bloque soviético y del socialismo
real, abogaban por la necesidad de
pensar nuevos sujetos políticos que
articularan movimientos sociales de
distinto signo (feminismo, ambienta-
lismo, luchas contra el racismo, etc…)
y que provinieran de lugares sociales
distintos a la esfera de la producción,
como fue el caso del proletariado de
la tradición marxista. Esta propuesta
que combinaba una novedosa relec-
tura de Gramsci, Foucault y Lacan
veía también que la meta ya no debía
ser una revolución jacobina, que
marcara una ruptura drástica con el
ordenamiento político burgués, sino
una lucha al interior de la institucio-
nalidad liberal, que ya no se plan-
tearía, como en Gramsci, como para
de un esquema de guerra de posi-
ciones a la espera de la revolución
de nitiva, sino como la construcción
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de una democracia radical, capaz de
asumir plenamente las demandas de
los sectores populares.
No es casualidad entonces que
Laclau se entusiasmara con el socia-
lismo del siglo XXI. Era la oportu-
nidad de radicalizar la democracia
que retomaba las banderas y los
métodos de otras experiencias popu-
listas, en concreto, del peronismo, al
que ya había dedicado reexión en
un ensayo de la década de 1970.
El pueblo del peronismo no era
simplemente otro nombre para el
proletariado, ni mucho menos una
expresión del atraso de la sociedad
argentina con respecto a las metró-
polis occidentales. Era una articula-
ción que había permitido la inclusión
de actores populares en la escena
política y la ampliación efectiva de
sus derechos. Este proceso lo explica
con mucho más detenimiento en
La razón populista. Para Laclau, el
populismo no es una ideología sino
una lógica política. Consiste en la
redenición de la escena política a
través de la articulación de un sujeto
que se maniesta como oposición
un sistema institucional incapaz de
satisfacer las necesidades populares
más sentidas. Opera sobre una lógica
de hacer equivaler un conjunto plural
de demandas insatisfechas alrededor
de una demanda especíca que, por
razones coyunturales adquiere espe-
cial visibilidad. Esta demanda especí-
ca se transforma en un signicante
vacío que, con frecuencia, se encarna
en el nombre de un líder carismático
que se presenta como el único capaz
de dar cumplimiento al pueblo así
constituido. Es una lógica que ha
sido utilizada por movimientos a lo
largo y ancho del espectro político,
desde la extrema derecha hasta
la extrema izquierda, pero que al
ser retomada por un movimiento
progresista puede ser un dispositivo
ecaz de transformación política
y social. Laclau insiste en que los
movimientos populistas y su método
de construcción de un sujeto polí-
tico popular no provienen necesa-
riamente de la izquierda, pero da a
entender que en el mundo real las
situaciones populistas son el único
camino pensable para la emancipa-
ción. No es casualidad que su teoría
haya adquirido vigencia en algunos
movimientos políticos recientes de
la nueva izquierda europea como ha
sido el caso de Podemos en España.
La propuesta de Federico
Finchelstein, profesor de la New
School of Social Research, está
expuesta en el libro que comen-
tamos en la presente reseña, Del
fascismo al populismo en la historia.
Esta obra al igual que la de Laclau
es una intervención política, pero
en este caso, es respuesta a otra
oleada de movimientos populistas
que se acentúa a mediados de la
siguiente década. Nos referimos a
los populismos de extrema derecha
cuyos protagonistas más destacados
son Donald Trump, en los Estados
Unidos, y Jair Bolsonaro, en el Brasil,
que tienen antecedentes en diversos
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populismos xenófobos de Europa. Si
Laclau es un lósofo político preo-
cupado por desentrañar la lógica
política del populismo, Finchelstein
es un historiador, hábil en establecer
genealogías y elaborar su interpreta-
ción a partir de ellas. El matiz xenó-
fobo y antiliberal de los movimientos
antes mencionados resalta de forma
notoria una liación escandalosa
entre populismo y los fascismos de
la primera mitad del siglo XX que
nuestro autor se encarga de docu-
mentar con exhaustividad.
Finchelstein advierte de entrada
que sería erróneo identicar sin más
fascismo y populismo; de hecho,
habrá elementos en los que algunos
populismos se enfrentan abierta-
mente al fascismo. Sin embargo,
propone que ambos movimientos
pertenecen a una misma familia
política; a una tradición autoritaria,
de cuño antiliberal y antiilustrado,
pero decididamente moderna, que se
remonta a pensadores como Herder,
Hamann, Joseph de Maistre, y a los
conservadurismos y movimientos
reaccionarios del siglo XIX. De esta
manera, Finchelstein, sin negar que el
populismo implique una lógica polí-
tica especíca, le atribuye un cierto
contenido ideológico, que Laclau le
negaba con insistencia. Es la inter-
pretación propia de la tradición
autoritaria moderna. Esta interpreta-
ción es moderna pues acepta y hasta
promueve la transformación técnica
del mundo social, pero sospecha
profundamente de la instituciona-
lidad liberal y de su capacidad de
gestionar adecuadamente a la colec-
tividad. Se niega a ver a la sociedad
como una asociación racional de
intereses y reclama que a su base
debe haber un sujeto, la nación, que
se dene como una comunidad orgá-
nica. Esta nación no se representa a
través de mecanismos burocráticos
sino a través de líderes carismáticos
que tienen una intuición profunda
del sentir colectivo. El fascismo con
su elevación de la guerra total a
la única forma de política y con su
postulación racista de la comunidad
nacional fue la manifestación más
destructiva de la tradición autoritaria
moderna. Pero el fascismo fue derro-
tado en la Segunda Guerra Mundial
y sus teorías y métodos quedaron
irremisiblemente desacreditados. Sin
embargo, este descrédito posibilitó
una nueva forma de autoritarismo
moderno, el populismo.
Para entender esta mutación es
crucial la experiencia de Perón en
Argentina. Los paradigmas predo-
minantes de historia y ciencia social
tienen dicultades para percibir este
movimiento pues desde su perspec-
tiva eurocéntrica se enfocan exclu-
sivamente en el viejo continente
y pierden de vista los entramados
globales de las tradiciones políticas.
De allí, que el peronismo, en lugar de
ser visto como una novedad política
de gran alcance, sea puesto de lado
como una anomalía o una rareza
propia de países subdesarrollados.
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La gura de Perón mismo encarna
pues, la transguración del fascismo.
Quizá para disgusto del entusiasmo
de cierta izquierda latinoameri-
cana por este líder, Finchelstein nos
recuerda que, el militar argentino se
declaraba al comienzo de su carrera
estar inspirado en las ideas fascistas
y que desde la junta militar en que
participó, en la década de 1940,
promovió una relación cordial con
las potencias del Eje. Tampoco hay
que olvidar que en el exilio luego
de su derrocamiento en 1955, fue
acogido por Francisco Franco, quien
siempre lo consideró uno de los
suyos. Sin embargo, sería errado
caracterizar a Perón como un mero
fascista solapado. Perón profesa
un autoritarismo moderno que se
aproxima, pero también desborda
al fascismo. Posee una concepción
corporativa de la sociedad, a la que
ve como una comunidad nacional
que se gestiona a través de un lide-
razgo carismático, que discierne los
intereses orgánicos del pueblo más
allá del juego perverso de la repre-
sentación liberal democrática. Y esta
concepción de la política resulta
a mediados de la década de 1940
irrealizable la bandera del fascismo.
Perón se da cuenta de que su nueva
“democracia social” necesita de legi-
timidad institucional, en concreto, de
la raticación a través de procesos
electorales exitosos y del abandono
de la violencia y el racismo como
ejes de su accionar. La fuerza del
peronismo deriva en buena parte de
su capacidad de convertir la movili-
zación popular en éxitos electorales.
Por otra parte, el pueblo de Perón
no es la comunidad étnica racista de
los nazis y su adversario no es una
minoría convertida en chivo expia-
torio sino el gran capital y el impe-
rialismo. De allí, que esta primera
gran oleada populista tenga arraigo
no sólo en otros países de América
Latina, sino en el Egipto de Abdel
Nasser o la Indonesia de Sukarno.
El populismo en comparación
con el fascismo se constituyó en una
suerte de autoritarismo moderno
democrático, si tal oxímoron es
posible. De hecho, aún en sus
versiones más progresistas el popu-
lismo es para Finchelstein una
suerte de dulce envenenado. Algo
de la intolerancia y mucho del auto-
ritarismo de la tradición antiliberal
moderna permanecen latentes en
él. La concepción de pueblo nece-
sita siempre de un anti-pueblo que
si bien no se busca eliminar se lo
descalica y excluye de la nación.
A esto hay que añadir la gura del
líder. Es cierto que los líderes caris-
máticos abundan en la vida política
y no son necesariamente autorita-
rios. Sin embargo, el líder populista
siempre aparece investido de un
aura especial y reclama una adhe-
sión mística, incluso irracional y, por
tanto, relativiza y pospone la nece-
sidad de fundar un verdadero estado
de derecho.
Finchelstein nos plantea así una
visión más bien pesimista del popu-
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lismo. Aún en los populismos progre-
sistas hay un pasivo autoritario que
en cualquier momento pasa factura,
ya sea en derivas dictatoriales,
como podemos ver hoy en día en la
Venezuela de Maduro, o en muta-
ciones neofascistas como los casos
ya antes mencionados de Trump o
Bolsonaro. La experiencia de Trump
es la más preocupante, pues ocurre
no ya en la periferia subdesarro-
llada” sino en el centro mismo del
ordenamiento político liberal y repre-
sentativo. Trump asciende al poder
despertando pasiones racistas que
estaban mucho menos escondidas
de lo que había podido pensarse
luego de la aparente hegemonía
de la koiné multicultural de la era
Obama. Por otro lado, Trump pone en
práctica un modo de gestión guber-
namental que consiste en presionar
hasta el límite la legalidad para
hacer valer la voluntad presidencial.
Esta tendencia llegó a su expresión
más alarmante en el intento de
toma del Congreso por un grupo de
seguidores enardecidos que querían
impedir que se diera el cambio de
gobierno, luego de una derrota elec-
toral que el propio Trump, hasta el
momento, se ha negado a aceptar.
La liación autoritaria del
populismo que Finchelstein nos
recuerda, puede darnos algunos
elementos para pensar nuestra
coyuntura actual. En El Salvador, se
ha instaurado en la actualidad un
régimen populista cuyo verdadero
signicado político e ideológico no
es fácil de descifrar. Lo encabeza
un líder carismático que surgió al
amparo del partido de izquierdas
con un discurso que mezclaba la
antipolítica y la moda libertaria en
lo económico con algunas demandas
de signo popular, entre otros ingre-
dientes de su indigesta receta. Sin
embargo, en la actualidad muestra
derivas similares a las que destaca
Finchelstein de los populismos de
la última oleada. En primer lugar,
llama la atención la supresión del
orden constitucional y la imposi-
ción de la voluntad emanada del
presidente con apenas mediaciones
institucionales; en otras palabras,
estamos ante la instauración de una
dictadura de facto, aunque todavía no
de jure. En segundo lugar, es notario
también la práctica de satanización
agresiva de distintos adversarios
que se traen a la escena pública
según la conveniencia del momento.
Llamativamente, el adversario sobre
el que se invoca más violencia es
un enemigo interno: las pandillas,
un grupo particular del amplísimo
espectro nacional de crimen orga-
nizado, que irresponsablemente se
amalgama con el conjunto de la
población joven que vive en condi-
ción de pobreza económica y exclu-
sión social. La demonización de este
grupo en el discurso ocial llega a
justicar prácticas de tortura y a
insinuar su eventual eliminación.
Este libro nos deja la pregunta de si
estaremos padeciendo entonces la
deriva fascista de un populismo de
la nueva ola.
Ricardo Roque Baldovinos
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Referencias bibliográcas:
Finchelstein, F. (2018). Del fascismo al populismo en la historia. Taurus.
Laclau, E. (2005). La razón populista. Siglo XXI.
Laclau, E. y Mouffe, C. (1985). Hegemony and Socialist Strategy. Towards a
Radical Democracy. Verso.