La sombra del martinato. Autoritarismo y lucha opositora en El Salvador 1931-1945, de
Luis Gerardo Monterrosa Cubías
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Revista Realidad 157, 2021
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
RESEÑA
La sombra del martinato.
Autoritarismo y lucha opositora en El
Salvador 1931-1945, de Luis Gerardo
Monterrosa Cubías
The shadow of Martinato.
Authoritarianism and opposition
struggle in El Salvador 1931-1945, by
Luis Gerardo Monterrosa Cubías
Luis Rodríguez Castillo
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
lurodri@unam.mx
Introito
El 11 de junio de 1940, Getulio
Vargas, quien fuera presidente de
Brasil entre 1930 y 1945, a bordo
del acorazado “Minas Gerais” exponía
el siguiente ideario: “Los pueblos
viriles deben seguir sus aspiraciones
en vez de permanecer inmóviles y
amordazados por una estructura de-
cadente. Es necesario comprender la
nueva época y remover todo lo que
hay de rancio en las viejas ideas y en
los ideales estériles” (Vargas 1940:
331-332).
Se trató de un discurso de reper-
cusiones continentales y de impacto
para lograr su propósito: llamar la
atención y lograr el apoyo del régimen
estadounidense.
Maximiliano Hernández Martínez,
general del ejército salvadoreño,
se adelantó una década a esta a r-
mación de voluntad inquebrantable
y la hizo sello de su gobierno; pero
arribó tres años tarde a la proclama
de entrega a la patria del mexicano
y también general Álvaro Obregón:
Cuando se siente el apoyo de un
pueblo viril, de un pueblo honrado,
de un pueblo consciente, no se vacila”
(1973); asesinado como presidente
electo, lo que dio paso al período
conocido como el maximato.
1
Y casi
simultáneamente a la de Jorge Ubico
quien en la toma de posesión como
presidente de Guatemala, a rmó: “las
primeras palabras que pronuncio con
mi alta investidura, son para infundir
esperanzas en el éxito nal, que la
La sombra del martinato. Autoritarismo y lucha opositora en El Salvador
1931-1945, de Luis Gerardo Monterrosa Cubías.
No. 157, Enero-Junio de 2021, 255-266
DOI: https://doi.org/10.5377/realidad.v1i157.12335
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fe heroica promete siempre a los
luchadores denodados” (Ubico, 1931,
p. 6).
Todos y cada uno reconocidos, en
su momento y lugar, como “salvador
de la patria”, salvaguarda de la paz
y la estabilidad”, “tutor del orden”,
garante de las instituciones básicas
de la sociedad”. Este breviario, sólo
es para abrir boca” y señalar que
la obra de Monterrosa no es una
historia del martinato ni de Martínez:
es una historia política del autorita-
rismo en El Salvador; un período que
guarda mitos, leyendas, historias de
bronce, anécdotas sobre una gura
emblemática en la construcción de
la nación.
Estuctura y contenido del libro
La sombra del martinato.
Autoritarismo y lucha opositora en El
Salvador, 1931-1945 es un libro de 335
páginas de extensión y compuesto en
once capítulos, divididos en tres partes
ordenadas lógicamente, siguiendo
el proceso político: La conguración
del gimen, la transición fallida y el
martinato sin Martínez, precedidos
por un prólogo y una introducción
y rematado con un capítulo de ree-
xiones nales.
La introducción tiene la virtud de
presentar de manera diáfana el paso
de las inquietudes personales a la
insatisfacción con los conocimientos
establecidos y, desde ahí, al esta-
blecimiento de un problema de inves-
tigación cientíca relevante. Por su
parte, el capítulo uno es una combi-
nación entre un breve estado de la
cuestión” de los estudios sobre el
martinato y del instrumental teórico
para el estudio del autoritarismo. En
lo historiográco, este libro denota
el paso de una historia testimonial y
de anecdotario, a la de una revisión
exhaustiva del archivo; entre la cual
podemos ubicar el propio trabajo de
Monterrosa. Sobre el asunto teórico,
acepta el “tipo ideal”, propuesto por
Morlino sobre un régimen cívico-
militar”, antes que el de autoritarismo
puro, que sería el “totalitarismo.
El autor plantea una visión teleo-
lógica de su quehacer: Conocer
aquello que fue sacricado para for-
jar un gimen político de libre
competencia por el poder[;] otorga
elementos para potenciar los aspectos
perfectibles del sistema (Monterrosa
Cubías, 2019, p. 23), arma como
buen historiador. Aunque vale aclarar
que esta es apenas una chicuelina”
para afrontar la verdadera embestida
y asestar la estocada que el autor
desea rematar; sin pinchazos”, porque
esos los dieron muchos y lo hace
evidente en su exposición; que es
explicar el continuismo autoritario.
En el capítulo 2, se abordan los
prolegómenos del martinato en la
dinastía de los Meléndez-Quiñonez
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(1913-1927) y la presidencia de
Arturo Araujo. En el texto se arma
que los problemas estructurales e
institucionales que no se aten-dieron
durante el período y se vieron agra-
vados por la crisis del 29, son el
contexto que explica el cuartelazo
de diciembre de 1931 y el ascenso de
Martínez hasta la consolidación del
régimen posterior a la matanza del
32. Monterrosa debate dos aspectos,
de los cuales documenta lo contrario
a la verdad consabida y a la memoria
que de ciertos hechos se construyen
desde el presente:..1. Una activa
diplomacia que buscó y logró replan-
tear el Acuerdo de Paz y Amistad de
1923, el reconocimiento del régimen
entre las naciones del istmo y de los
Estados Unidos; 2. El apoyo no solo
de la burguesía cafetalera, sino social,
al exterminio del peligro comunista.
En el tercer acápite, Monterrosa
profundiza en la oposición. Si bien
ya se habían mostrado visos de que
las élites políticas, como el depuesto
Araujo, encontraban acogida en Gua-
temala o Costa Rica, en donde incluso
tenían aliados que ponían en di-
cultades al régimen salvadoreño, el
autor aplica el principio de la “desmo-
vilización opositora para explicar el
comportamiento potico interno.
No se trató de una opción binaria
entre persuasión y represión, sino
de control territorial y la ideología
dominante [anticomunista], así como
la incorporación de las redes cliente-
lares [municipales] y la coordinación
a escala nacional para tejer alianzas”
(Monterrosa Cubías, 2019, p. 86),
así como organizaciones gremiales
y sindicatos leales al régimen. En
este capítulo muestra una oposición
desde xico, país que ocialmente
siguió su política de no interven-
ción (Doctrina Estrada) aunque daba
asilo político a la oposición de los
regímenes autoritarios de la región.
En el cuarto capítulo, se muestra
cómo, a diferencia de la década de
los 20 (en el contexto convulso del
ascenso del nazismo y el fascismo,
así como de la segunda guerra
mundial), la reelección de los hom-
bres fuertes que se consolidaron
en el poder durante la lucha contra
el comunismo era la mejor opción
para mantener la estabilidad en
Centroamérica. Así, Martínez, luego
de una Constituyente que le entregó
el poder en 1935, pudo ser reelegido.
No obstante, la diferencia para 1944
fue que en este período se multipli-
caron las protestas sociales. Aquí el
autor da un giro de atención: si en
los capítulos anteriores mantuvo
una visión más materialista”, enfo-
cada en las acciones para estruc-
turar al régimen, la ideología tomo
el papel central, con lo cual arma:
“La ideología democrática le dio
un cariz vetusto y contradictorio al
régimen salvadoreño (Monterrosa
Cubías, 2019, p. 113). El resultado fue
que la oposición vio a “la democracia
como aspiración crítica y concreta”
(Monterrosa Cubías, 2019, p. 117).
Con el agravante de que el marti-
nato fue despojado de su enemigo
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fundacional” (Monterrosa Cubías,
2019, p. 125). Es decir, el ideario se
convierte en catapulta de acciones
como el alzamiento que generó una
mayor represión sin posibilidades
de legitimación política hasta la
dimisión del general en mayo de
1944. Y, hablando de ideas, el opo-
sitor Enrique Leitzelar, aseveró desde
xico lo siguiente: “El presidente no
sucumbió ante el pregonado comu-
nismo, sino por el sentimiento viril
de una multitud que se unió para
defender sus derechos’” (Monterrosa
Cubías, 2019, p. 127).
A partir de esa renuncia, la
sombra del martinato, expresión que
el autor retoma de Roberto Turcios,
se extiende sobre la vida política
salvadoreña. ¿Qué ocurre entre la
caída de un déspota ilustrado y la
instauración de la democracia? Este
es el aspecto historiográco que se
pretende subsanar desde el quinto
capítulo; sin embargo, cabe destacar
que en este acápite se vuelve sobre la
discusión conceptual y se presentan
las características de cuatro modelos
conocidos: liberal, republicana, comu-
nitarista y autonómica radical. A n
de cuentas, la democracia era un
ideal para la sociedad salvadoreña y
las élites que pudieron participar en
el debate solicitaban cuatro de las
siete características de la poliarquía
planteada por Dahl. De mayor rele-
vancia es que el autor plantea que
si Martínez se fue, hay una respuesta
negativa al cuestionamiento sobre
una crisis que pusiera en riesgo
al régimen, cuando se pasa a la
categoría de transición.
En el acápite sexto, Monterrosa
aborda el paso del desborde triun-
falista al caos político. Por una parte,
con la negociación de la salida de
Martínez y su relevo, el resto de
los actores políticos simplemente
se alinearon a la nueva coyuntura.
Por el otro, lo que dene como una
“etapa de retorno(Monterrosa Cubías,
2019, p. 149) de quienes fueron
exiliados políticos del martinato,
fue el germen de diversos proyectos
políticos. Mientras que el gobierno
de transición realizaba la sustitución
por opositores en las carteras de
gobierno, la práctica de Martínez de
designar a los munícipes se revalidó,
lo que generó conictos locales. En
tanto, para el caso de las goberna-
ciones políticas, la cantera continuó
en manos del ejército. No obstante,
el conicto mayor se expre en el
ámbito constitucional. Mientras unos
abogaban por nueva constitución de
forma inmediata, otros lo hacían por
un plebiscito y algotros por jura-
mentar la de 1886.
El séptimo capítulo esta
dedicado a la situación en Cen-
troamérica entre mayo y octubre
de 1944, que oscilaba entre la
continuidad del autoritarismo y la
transición democrática” (Monterrosa
Cubías, 2019, p. 181), mientras que “El
Salvador se convirtió en la cuna de la
libertad regional” no fue ajena a las
tensiones y a la movilización de tropas
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con sus vecinos inmediatos; mien-
tras la política exterior se mantuvo
-al igual que la norteamericana- sin
obstruir a las oposiciones que traba-
jaban desde El Salvador y mantener
relaciones diplomáticas cordiales.
En este ínterin, renació el proyecto
de la patria grande centroamericana
que fue opacado por la inestabilidad
política.
En el acápite octavo se
aborda un vacío en la historio-
grafía de la época: qué pasó con la
oposición durante las campañas y la
elección. Los detalles que muestra
el autor dan cuenta de una amplia
lucha faccional; aunque él no usa
este término y preere el de división
y la teoría del deshielo que comentó
dos capítulos atrás; en los dife-
rentes grupos políticos opositores.
En tanto, la milicia que apoyaba el
continuismo y mantenía el control
de policías y algunas alcaldías sabo-
teaban sistemáticamente las activi-
dades de proselitismo. Estrategia
que rindió sus frutos y el candidato
más popular, Romero, abandonó El
Salvador en pleno proceso electoral.
A partir del capítulo noveno
aborda el retorno a la senda auto-
ritaria para cubrir un vacío en la
historiografía que va de la renuncia”
del general Menéndez al ascenso
del general Osmín Aguirre. Previo
hace un diagnóstico de la interrup-
ción de proceso de cambio político y
a través de categorías de Przeworski
y Morlino, en especíco la transición
autoritaria. También pasa revista a
los hechos en la región, particular-
mente, los paralelismos con Gua-
temala, asunto obligado, pues, el
día que en El Salvador se festejaba
la renuncia de Ubico, se concretó el
“día H y la hora cero para que los
diputados sesionaran en el casino
del cuartel Zapote, Menéndez rmara
su renuncia y se impusiera la banda
presidencial a Aguirre con lo que la
herencia del martinato regresó en
las prácticas políticas.
El capítulo diez profundiza
en esas prácticas autoritarias y las
respuestas de los opositores. En él
se observa la complicidad de los
poderes legislativo y judicial, que
dejan de ser contrapesos, para que el
ejecutivo emprenda la represión a los
opositores. Aún con la promesa de las
elecciones y el relevo, “fue ante este
clima de impunidad y desenfreno que
los romeristas cobraron beligerancia”
(Monterrosa Cubías, 2019, p. 243);
mientras el clero y los representantes
de la oligarquía se aliaban al partido
castanedista, el candidato ocial.
Siendo Aguirre de extracción militar
y tras pasar por la dirección nacional
de la policía, la renuncia de magis-
trados y la sustitución por sus alle-
gados, la institución castrense tuvo el
control de la situacn. No obstante,
desmiente las visiones superciales
que hacen del ejercito un monolito
y documenta que también hubo mili-
tares que apoyaron a la oposición y
orquestaron o fueron parte de nuevas
intentonas golpistas.
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En el acápite décimo
primero, el autor devela que las guar-
dias civiles instauradas en el período
de Martínez fueron útiles para
Aguirre, con la innovación de que
ya no estaban vinculadas directa-
mente a la oligarquía, sino al ejército.
También se retoma la perspectiva de
la situación regional. Si bien Carías
Andino y Somoza lograron manten-
erse en el poder, al parecer, en todas
las repúblicas de la cintura ístmica
del continente, la oposición encontró
como única salida al autoritarismo
castrense el uso de la violencia. Aún
con ello, en El Salvador se realizó la
elección en enero de 1945 con resa-
bios del martinato: el unipartidismo
y la raticación del candidato ocial”
(Monterrosa Cubías, 2019, p. 289).
Las reexiones nales,
inician con el relato del epílogo
trágico de Martínez en su hacienda
de Honduras en mayo de 1966. Mur
el general en un momento cuando el
anticomunismo militante lucía reacti-
vado y los militares seguían al frente
de cuadrillas civiles de coerción y
espionaje” (pp. 299), para reandar sus
pasos por la narrativa expuesta del
proceso político y exponer la respu-
esta a la pregunta que guio su inves-
tigación, la cual es… no, mejor no la
expongo e invito a que se haga una
lectura atenta de esta obra.
Una mirada crítica
“Todo archivo deja de ser muerto,
cuando una mirada escrutadora
los indaga y busca en ellos alguna
huella reconocible en el presente”
(Schmucler 2019: 365). Desde luego
el autor marca la senda desde su
memoria para aclarar a los lectores
por qué busca la huella del autorita-
rismo; pero a quien esto suscribe no
deja de sorprender en este presente
del COVID19, encontrar un presi-
dente que sin escrutar en archivos
se encamina por la senda conocida
y solo de amenaza, por el momento,
dice actuará al margen de los poderes
democráticamente instituidos, mien-
tras juega al juez con los del “Estado
en las sombras” (Gledhill 2002).
Armación que sólo es mi apoyo
para decir que Monterrosa hace un
recorte historiográco, si bien perti-
nente, las evidencias procesuales eje
de su reexión (continuidad/discon-
tinuidad) lo hacen entrar en jaque.
El libro dividido en tres
partes también cuenta con tres
abordajes teóricos y cada uno en
mismo es suciente. La primera parte,
tiene un aparato crítico sustentado
en las ideas clasicatorias de los
regímenes políticos. Las siguientes
dos, sobre los preceptos funcionales
de uno de ellos: la democracia. El
aspecto crítico es que el autor no
hace un ajuste o explicación sobre
cómo estos tres corpus categoriales
encuentran complementariedad en
su explicación. Aunado a lo anterior,
en la primera parte, el autor usa una
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serie de categorías que se alejan del
utillaje conceptual delineado como el
de capital social” y hace armaciones
sobre el andamiaje que sostienen a
los pilares del martinato, la construc-
ción de una red clientelar desde lo
local, sobre los cuales debemos hacer
un acto de fe ya que no muestra docu-
mentación al respecto y -en otros
momentos- simplemente remite
al trabajo de Erick Ching. Para la
segunda parte en la que se discuten
los modelos de la democracia como
eje de reexión, son la diferenciación
liberalización/democratización y la
teoría del deshielo -dos categorías
residuales de los modelos expuestos-,
los que parecen tomar un papel
explicativo preponderante.
Otro aspecto que considerar
es que, si bien hace la crítica a
Przeworski con relación a que no
pueden ser previstos los resultados
del proceso político, no la hace así
cuando cita a Cansino y Covarrubias,
que él llama momentos lógicos”
(crisis, colapso, transición, instaura-
ción, consolidación y profundización
de la calidad democrática). En todos
los casos, estamos ante una visión
evolutiva del cambio político que,
en el fondo, se acepta acríticamente;
toda vez que es el marco teórico del
evolucionismo multilineal que le
permite la armación que el proceso
salvadoreño es una “transición auto-
ritaria” (Monterrosa Cubías, 2019, p.
218 y ss.). En algunos momentos, el
lector sentirá que lo encaminan a un
“lecho de Procusto teórico.
Si bien tenemos una mirada
regional, la multiplicación de
conictos en Centroamérica a inicio
de los 40, el autor no encuentra otra
explicación que la epidemiogica.
El Salvador fue el primer enfermo
que contagió el entusiasmo por
adoptar los principios de la Carta del
Atlántico (Monterrosa Cubías, 2019,
p. 112). A cuarenta años del coro-
lario Roosevelt (1904) a la Doctrina
Monroe (1823) desde ex parte prin-
cipis (perspectiva del gobernante),
vale preguntarse si no adoptaron la
estrategia de Vargas citada al inicio
de esta recensión. Y si el autor no
estará repitiendo un lugar común,
toda vez que ex parte populi (del
gobernado) los valores demandados:
“Elecciones libres, alternabilidad en
el poder, efectividad del sufragio e
independencia de los poderes esta-
tales” (Monterrosa Cubías, 2019, p.
132) se ajustan más a lo enunciado
en llamado “discurso de las cuatro
libertades”.
El poder, arma rituales y cultiva
el misterio. Y así, en el misterio, el
autor deja las deniciones de algunas
categorías analíticas importantes. A
manera de ejemplo, el autor utiliza
219 veces el término poder”, sin
denirlo; asimismo, al inicio del libro
habla de algo que él llama régimen
autoritario, mientras que en la página
34 cita la denición de Linz y más
adelante recurre a otros teóricos,
pero el lector nunca encuentra la
síntesis conceptual de Monterrosa.
Aunque es ritual enunciar la visión
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teleológica de la Historia, eso no
exime al autor que deja en el misterio
en su libro cuáles son los elementos
para potenciar los aspectos perfect-
ibles del sistema”.
Exhorto a la lectura
Estamos, felizmente, ante un
libro de Historia política que bien
podría leerse como una novela, y
cuando la Historia tiene la fuerza de
la creación literaria, invade espacios
que los puros documentos no saben
penetrar. En ese caso, el historiador,
el que busca y conoce, se eleva al
preeminente lugar del hacedor, el
poeta que lucha denodadamente por
la creación. Esto no quiere decir que
repite los lugares comunes nove-
lísticos sobre la existencia de los
“hombres fuertes centroamericanos
(Plutarco Eas Calles en México, Jorge
Ubico en Guatemala, Maximiliano
Hernández Martínez en El Salvador,
Tiburcio Caas en Honduras, Anastasio
Somoza en Nicaragua) como mari-
onetas” de los Estados Unidos, o
bditos de la oligarquía o poseed-
ores de un poder omnímodo. Al
tiempo que -al igual que Turcios en
el prólogo-, destaco que se trata de
una historia de carácter regional.
Entre las virtudes de la obra,
como ya lo señalé, realiza el paseíllo
con la sobrecogedora soberbia de
quien se sabe en sus reales” y destaca
la relevancia de la investigación que
nos presenta. En el primer tercio,
titulado “El martinato: conguración
y continuismo 1931-1944” (capítulos
1-4) capotea con maestría el ensam-
blaje entre las categorías de la ciencia
política con sus evidencias documen-
tales para mostrar cómo Martínez
logró orquestar una coalición domi-
nante y, en el momento de varas”
logró ahomar” bien, con la observa-
ción que el precio de la sangre fue
un factor que legitimó esta fase del
régimen autoritario, aún entre sus
adversarios. En el segundo tercio,
que lleva como título “La transición
democrática abortada de 1944”
(capítulos 5-8), asesta sin yerro las
“banderillas” multicolores, que, de
par en par, martillan” exacto sobre
el morrillo para mostrar los factores
que reaniman, en unos y otros, en
instituciones y jugadores con veto,
las ansias autoritarias. Tiene listo
al burel para citarlo a las suertes
de muleta”. Llegado el tercer tercio,
“El martinato sin Martínez” (capí-
tulos 9-11), con pases naturales de
muleta, lentos, elegantes y de vuelos
arrastrados, que muestra el “pase de
desprecio y sin olvidar manoletinas”,
“bernardinas” y arrucinas”, es cuando
se planta cual Silverio Pérez frente al
toro para describir los “trincherazos”
de los efectos del golpe de Estado y
el vuelco contra los opositores con
el espaldarazo internacional, que
ratica el momento fundacional que
le da a la política salvadoreñas el
martinato.
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En esta “faena”, el lector podrá
encontrar que en cada capítulo el
autor pasa revista a los trabajos de
otros historiadores que han abor-
dado la problemática particular
sobre la que desea llamar la atención
y constatar el amplio conocimiento
que tiene sobre la historiografía
salvadoreña. Así, se puede prever
una corrida” de calidad al identicar
que el encierro está constituido
por los puntos débiles, omisiones o
vacíos que se han dejado a n de
emprender su obra poética, creativa.
Me parece no solo loable sino ejem-
plar su tozuda fe a lo largo del libro
en citar al ruedo lo que pasó con la
lucha opositora al régimen, con los
actores que se situaban en el primer
tendido de la ola democratizadora.
En efecto, parafraseo a Héctor
“Toto Schmucler para decir que
la democratización se nutre en la
“voluntad general” e invenel Terror
en nombre de su trascendencia fun-
dadora. La democratización consagra
su razón sin percibir la impronta reli-
giosa de su acto fundante: el nombre
de la democratización ocupa el
lugar de lo sagrado. Así. la voluntad
general” y el establecimiento de
las condiciones de la poliarquía es
un más allá”, que emana de todos,
con lo cual, en su nombre, todo es
posible” (Schmucler 2019: 318).
Evocación y voluntad que, como
formas trascendentes de la verdad
que hace mella en el espíritu de este
lector, el de la voz, mexicano que,
en la lectura, en la historia política
salvadoreña y centroamericana,
reconoce la Historia de guras de
bronce de su país y de Latinoamérica.
Un autoritarismo que se legitima
necesario como parte de la fragua
que dejó en el crisol lo más puro
que forjó a nuestras naciones, de
una búsqueda de explicaciones del
por qué entre la crisis del 29 y los
acuerdos de la conferencia de Yalta,
la arcilla humana fue moldeada con
el espíritu viril”, con el sello del
autoritarismo.
En nuestra región, la búsqueda
de ella misma es una constante
histórica: Yo os encargo y mando
que con mucha diligencia procuréis
saber si ay el dicho estrecho y enviéis
personas que lo busquen e os traigan
larga e verdadera relación de lo que
en ello se hallase porque como beis
esto es una cosa muy importante a
nuestro servicio.
Con esas palabras, el Rey
Carlos V ordenó a Hernán Cortés
en 1523, “buscar el estrecho
dudoso. La ejecución de tal orden
provocó legendarias disputas con
otras búsquedas que ya habían
sido decretadas [por la corona y
realizadas] desde el sur por Pedrarias
Dávila o llevadas a cabo por Gil
González Dávila” (Berger 2002: 18).
Disputas que hoy día no terminan.
Este libro y su “diestro tienen seguro
salir en hombros” de plaza, más no
con rabo y orejas”; seguro el “Juez
de plaza -usted, lector, que siempre
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es el mejor juez-, podesperar para
aumentar el suspenso se levanten
pañuelos blancos para otorgar el par
de apéndices.
Sea, pues, que sin mandato real,
pero buscando respuestas a las
tensiones contemporáneas es que
Luis Gerardo Monterrosa Cubías escu-
driña en archivos, novelas, diarios,
panetos, folios sueltos y otros estu-
dios históricos para develar la arcilla
humana con la que se ha moldeado
la historia del estrecho dudoso, de
esa cintura del continente del cual
formamos parte.
Referencias bibliográcas
Gledhill, J. (2002). Una nueva orientación para el laberinto: La transfor-
mación del Estado mexicano y el verdadero Chiapas. Relaciones. Estudios
de historia y sociedad, volumen XXII, número 90, pp. 203-257.
Gobierno de Guatremala (1931). Discurso del señor general don Jorge Ubico
ante la Asamblea Nacional Legislativa, al tomar posesión de la Presidencia
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La sombra del martinato. Autoritarismo y lucha opositora en El Salvador 1931-1945, de
Luis Gerardo Monterrosa Cubías
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Revista Realidad 157, 2021
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
Notas
1. Período que va de 1928 con los
gobiernos de Emilio Portes Gil (sustituto,
1928-1930), Pascual Ortiz Rubio (electo,
1930-1932) y Abelardo L. Rodríguez
(sustituto, 1932-1934) bajo la guía del
“Jefe Máximo de la Revolución”, Plutarco
Elías Calles, hasta su expulsión el 10 de
abril de 1936 durante la presidencia del
General Lázaro Cárdenas del Río (electo,
(1934-1940).