El Desarrollo Juvenil Comunitario: Una oportunidad para fortalecer los programas de
empleabilidad juvenil.
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Revista Realidad 157, 2021
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
ENSAYO
“Vivimos en una sociedad donde a
los jóvenes se nos están cerrando
puertas”
El Desarrollo Juvenil Comunitario:
Una oportunidad para fortalecer los
programas de empleabilidad juvenil.
“We live in a society that is closing
its doors to young people”. Youth
Development: an opportunity to
strengthen youth employment
programs
Luis Felipe Serrano Arias
Juan Carlos Villatoro Hernández
Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”
El Salvador
Serrano (lfelipeserrano@gmail.com)
Villatoro (00412317@uca.edu.sv)
Resumen : Este ensayo expone la necesidad de fortalecer los paradigmas de
formulación de los programas de empleabilidad juvenil, en los que predomina
un enfoque adultocéntrico, que se evidencia en las soluciones propuestas a los
jóvenes. El origen de dichas propuestas reside en satisfacer una necesidad de las
empresas por empleados capacitados con nes productivos (Teoría del Capital
Humano). Ante esto emergen perspectivas más integradoras como el Desarrollo
Juvenil Comunitario, que apuestan a un crecimiento juvenil más allá de lo econó-
mico; y que, si se incorporan como fundamento de dichos programas, permitirían
resultados más signi cativos. Estas valoraciones surgen de los hallazgos de una
investigación de índole cualitativa, fenomenológica e intensiva, realizada en los
años 2019 y 2020, que analiza mediante un estudio de caso, la formulación y
alcances de un Programa de Empleabilidad Juvenil Exitoso a la luz de los princi-
pios e indicadores del Desarrollo Juvenil Comunitario.
“Vivimos en una sociedad donde a los jóvenes se nos están cerrando puertas.
El Desarrollo Juvenil Comunitario: Una oportunidad para fortalecer los
programas de empleabilidad juvenil.
No. 157, Enero-Junio de 2021, 177-194
DOI: https://doi.org/10.5377/realidad.v1i157.12331
Recibido: 14/9/20 - Aceptado: 19/4/21
Luis Felipe Serrano Arias
Juan Carlos Villatoro Hernández
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Palabras clave: Juventudes, programas de empleabilidad, desarrollo juvenil,
formación profesional, educación no formal, capital humano, indicadores.
Abstract: This essay exposes the need to strengthen the paradigms for
formulating youth employability programs, in which an adult-centered approach
predominates. This is evidenced in the solutions proposed to young people,
whose origin is to satisfy a need of companies for employees trained for produc-
tive purposes (Human Capital Theory). Given this, more integrative perspectives
emerge, such as Community Youth Development, which bets on youth growth
beyond the economic; and that if they are incorporated as the foundation of said
programs, they would allow more signicant results. These evaluations arise from
the ndings of a qualitative, phenomenological and intensive research, carried
out in 2019 and 2020, which analyzes through a case study, the formulation and
scope of a Successful Youth Employability Program in light of the principles and
indicators of Community Youth Development.
Key Words: Youth, employment programs, youth development, vocational
training, non-formal education, human capital, indicators.
Introducción
En El Salvador, el abandono
prematuro de la educación formal por
los jóvenes, les complica la perspec-
tiva de empleabilidad, desarrollo y
calidad de vida (PNUD, 2018). Ante
esta realidad, una de las modalidades
del sistema educativo, la educación
no formal, ha permitido reducir las
brechas existentes a lo que respecta
a garantizar el derecho a la educación
a la población, además de favorecer
la incorporación al mercado laboral
de las juventudes (Serrano y Villatoro,
2020). En los últimos os, se ha
considerado a los venes como un
sector poblacional de mucha rele-
vancia en el marco de formulación
de políticas públicas, en el que se
ha invertido una cantidad signi-
cativa de recursos en programas y
proyectos que buscan dar respuestas
a los desafíos que este este grupo
poblacional enfrenta en la sociedad
actual. Uno de esos desafíos está
relacionado con la empleabilidad y
la continuidad educativa, por lo que
ha surgido como una alternativa para
responder a este, el apostar a los
programas de educación no formal
para la habilitación laboral de las
juventudes, dentro de lo que nivel
educativo se conoce como formación
profesional.
Los programas de empleabilidad
juvenil generalmente se formulan a
partir de una visión que considera a
los jóvenes como sujetos necesitados
de apoyo para insertarse por
mismos al mundo laboral; además es
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necesario resolver los problemas de
demanda de personal de las empresas
con la contratación de venes, los
que son considerados como pasantes
o aprendices. Con ello se le propor-
ciona al joven la experiencia laboral
que el mercado laboral exige para
ser contratado en mejores puestos
y a la empresa suplir su necesidad
de mano de obra calicada. Esto
puede asociarse a un paradigma que
considera a la juventud en general
como personas inacabadas y en
transición a la adultez
1
: demasiado
venes para unas cosas y demasiado
viejos para otras (Bourdieu, 2002),
con lo cual se propicia la exclusión
y la estigmatización como efectos
colaterales en la implementación de
procesos educativos para la emple-
abilidad.
No se puede negar que estos
programas apoyan al desarrollo eco-
nómico de los participantes involu-
crados en el proceso de formación y
que también puede medirse la efec-
tividad de estos, utilizando diversos
indicadores, en el cumplimiento de
sus metas; sin embargo, es nece-
sario reconocer que muchos de estos
esfuerzos tienen a la base la squeda
de un aumento en la productividad a
partir de la cualicación de la mano
de obra, que es lo que se conoce como
Te o r í a d e l C a p i t a l H u m a n o .
2
Dada esta realidad y ante la
formulación de políticas públicas
enfocadas en las juventudes que
promueven su protagonismo en su
desarrollo, es evidente la necesidad
de actualizar, contextualizar y forta-
lecer estos programas a partir de
paradigmas que permitan potenciar
los alcances y repercusiones que
logran actualmente, trascendiendo
la concepción de crecimiento enten-
dido únicamente como desarrollo
económico, es decir solamente enfo-
cado en la empleabilidad juvenil,
sin incidir en otros aspectos como
formación de ciudadanía, pensa-
miento crítico y comunitario, entre
otros. Dentro de concepciones con-
temporáneas del desarrollo juvenil,
se encuentra el “Desarrollo Juvenil
Comunitario (DJC) propuesto por Dina
Krauskopf. En este artículo se exponen
algunos resultados obtenidos inves-
tigación de índole cualitativa, fenom-
enológica e intensiva, realizada en
los años 2019 y 2020 que analizaba
mediante un estudio de caso, la formu-
lación y alcances de un Programa de
Empleabilidad Juvenil Exitoso (PEJE)
a la luz de los principios e indicadores
del DJC. Para este cometido se inicia
contextualizando aspectos referidos
a las juventudes y a la formación
profesional de Educación no Formal
dirigido a este segmento poblacional.
2. Los jóvenes como presente
Regularmente, para la sociedad
el ser adulto es el modelo ideal de
persona por el cual el sujeto puede
integrarse, ser productivo y alcanzar
el respeto en la sociedad (UNICEF,
2013, p. 18). Este argumento expone el
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enfoque adultocéntrico, una postura
que deja en desventaja a los venes
respecto a los adultos.Esto no es algo
reciente. Ha venido impidiendo un
relevo generacional participativo, en
donde las nuevas generaciones vayan
compartiendo posiciones de liderazgo
con las generaciones adultas, que
normalmente hegemonizan todos los
procesos y decisiones de desarrollo.
A pesar de esto se han venido
dando pasos en benecio a la super-
ación de esta postura, en las últimas
décadas. Por ejemplo en el derecho y
en la legislación para niños y adoles-
centes, cuando se introdujo una
nueva concepción de la infancia, en
la Convención sobre los Derechos del
Niño en 1994, que proponía trascender
de una Doctrina de Situación Irregular
en la que los menores” se consideran
“sujetos totalmente tutelados, impe-
didos de forma absoluta de actuar
por mismos en el mundo jurídico
o de asumir personalmente cual-
quier responsabilidad por sus actos
(Fundación Juan Vives Suriá, 2010) ; a
considerar una doctrina de protección
integral en la que debe reconocerse en
los niños, niñas y adolescentes capa-
cidad jurídica, de manera progresiva y
conforme a su desarrollo, para ejercer
personal y directamente sus derechos
y garantías, así como para cumplir con
sus deberes (Fundación Juan Vives
Suriá, 2010).
Paradójicamente, este impulso
enfocado a cambiar la percepción de
la niñez como personas con derechos,
ha incrementado la exclusión de los
jóvenes, al no ser les considerados
ni niños, ni adultos. Por lo tanto, los
coloca en una situación en la que
la juventud es solamente una etapa
transitoria en la cual su mayor aspi-
ración es llegar a ser adultos. Esto
permite que los programas de emple-
abilidad puedan formularse desde
esta perspectiva adultocéntrica, ya
que, en esencia, se les prepara para
ser adulto con trabajo, responsabili-
dades y una función en la sociedad a
la que pertenece.
No obstante, los jóvenes deberían
dejar de ser considerados desde
esta perspectiva, que no les permite
identidad propia, ni desarrollar
plenamente sus habilidades. Esta
apreciación surge desde la prác-
tica de tratar a los jóvenes de una
manera homogénea, sin comprender
la diversidad de sus situaciones;
impidiendo un mayor alcance de los
programas de empleabilidad juvenil,
que en ocasiones se han limitado a
la enseñanza de ocios, dejando de
lado potenciar otros aspectos que
incidan en su desarrollo integral, por
no identicar sus problemas y nece-
sidades reales, brindando apoyos
temporales y sin seguimiento a los
jóvenes.
Los jóvenes se han convertido
actualmente en una mayoría pobla-
cional, de mucho interés político,
pero sin garantía de mejores
oportunidades de desarrollo inte-
gral, ya que estas dependen de
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las instituciones que planican y
formulan programas de interven-
ción o políticas públicas. Los jóvenes
cuentan, en reducidas ocasiones, con
mecanismos consultivos que ayuden
a validar lo propuesto. Al no tener
en cuenta la diversidad como un
aspecto característico e intrínseco
de la juventud, en cuanto a su loca-
lización geográca, edad, situación
socioeconómica, género y reali-
dades complejas como la violencia,
la situación de minorías excluidas,
desplazamientos entre otros; todo
esfuerzo que se pueda emprender,
sin considerar este aspecto clave, se
quedaría prácticamente a nivel de
declaraciones de buenas intenciones
dirigidas a ellos.
Los venes más que el futuro, son
el presente de sus sociedades, no sólo
por su alto valor demográco sino por
la capacidad de innovación, creatividad
y resiliencia que deberían ser poten-
ciadas desde su formación, tanto en el
sistema formal como en educación no
formal, siendo esta última considerada
como una gran oportunidad para
generar cambios por su exibilidad,
cobertura y acceso para las personas
independientemente su edad.
Pero, en realidad, ¿la formación
profesional a través de los programas
de empleabilidad juvenil representas
una oportunidad de desarrollo multi-
dimensional y por ende de transfor-
mación de las condiciones de calidad
de vida para los venes? ¿Cuál es
el contexto y la situación de los
programas de estos programas?
2.1. El contexto y el éxito de los programas de
empleabilidad juvenil
Es necesario recalcar que los
programas de empleabilidad juvenil
están ubicados en el ámbito de la
Educación no Formal y dentro de
este en el sector que se conoce como
Formación Profesional, denida por
la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) como: “las actividades
que tienden a proporcionar la capa-
cidad práctica, el saber y las acti-
tudes necesarias para el trabajo en
una ocupación o grupo de ocupa-
ciones en cualquier rama de acti-
vidad económica” (OIT, 2017, p. 7).
En el caso de aquellos progra-
mas de esta índole dirigidos a los
jóvenes existe una oferta diversa
en los distintos países de la región
latinoamericana con una gran
participación de los jóvenes en ellos,
el Centro Interamericano para el
Desarrollo del Conocimiento en la
Formación Profesional (CINTERFOR)
de la OIT, es la institución que recopila
y procesa información vinculada
con estos programas, para presentar
datos estadísticos que son utilizados
por distintos actores en este ámbito
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educativo. CINTERFOR reportaba
para 2017 que en El Salvador 322,534
jóvenes estaban participando en
programas de formación profesional
para la empleabilidad, representando
el 25.99% de la totalidad de jóvenes
entre 15 y 24 años (OIT, 2017, p. 28).
Se trata de un dato signicativo en
cuanto al número de participantes,
pero con una representatividad un
tanto baja con respecto a la totalidad
de la población. Con ello, se plantea
un desafío para las organizaciones
que ofrecen esta formación, tomando
en cuenta también que estos datos
fueron reportados a partir de la
información suministrada por el Ins-
tituto Salvadoreño de Formación
Profesional (INSAFORP). Dicha insti-
tución tiene mucha presencia en
programas de formación profesional;
aunque en El Salvador, también las
diversas agencias de cooperación
internacional ejecutan programas
orientados a la empleabilidad juvenil.
En efecto, la oferta de programas
de empleabilidad juvenil ha sido en
los últimos años amplia y diversa, en
cuanto sus fundamentos psicopeda-
gógicos, metodológicos y socioemo-
cionales. Entre estos, se encuentra el
programa integral jóvenes en situ-
ación de vulnerabilidad educativa-
laboral conocido como TICONGLE, así
como proyectos tales como Jóvenes
con Todo, Jóvenes Constructores,
Puentes para un Empleo, El Proyecto
Educación para la Niñez y Juventud o
Neo El Salvador y los programas del
INSAFORP. Dentro de esta variada
oferta, se encuentra el programa
analizado por la investigación que
sirve de referencia para este artículo,
del cual se hablará más adelante.
Llegado a este punto en la dis-
cusión, es necesario reexionar sobre
el éxito que tienen los programas
de empleabilidad juvenil, tema de
mucho interés para los actores invo-
lucrados en ellos, sobre todo para
los que los nancian. En marzo de
2016, la Fundación Nacional para
el Desarrollo (FUNDE), presentó un
informe técnico titulado Mejores
prácticas en los programas de emple-
abilidad con población en alto riesgo,
en donde se exponen los resultados
de una investigación exploratoria
de siete programas de esta índole,
orientados para contrarrestar la
condición de pobreza y violencia que
viven los jóvenes en el país.
Es importante comentar que
estos programas, según el informe,
compartían en general sus objetivos
en términos generales, diferencián-
dose en la manera en que buscaban
alcanzarlos: Unos, a través de la
empleabilidad, otros por medio del
autoempleo, otros con una visión más
solidaria con las comunidades en
donde se ejecutaban, para mencionar
algunos aspectos. Todo esto dependía
de la visión y el espíritu con el que
las organizaciones responsables de
su ejecución, les imprimían en la
práctica.
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Llama la atención en un primer
momento que, más allá de indagar
las repercusiones sociales que estos
programas tenían en sus participantes,
lo que se buscaba con la investigación
era establecer relaciones de costo y
benecio para cada esfuerzo, como un
parámetro que expusiera el éxito de
los mismo. Este aspecto coincide con
una visión economicista para medir
los alcances de los programas de
empleabilidad juvenil, coincidiendo
plenamente con los principios de la
teoría del capital humano, de la cual
se ha venido hablando en este artí-
culo. Incluso, más allá de la nalidad
del informe, llama la atención que
en él se arma que algunos de esos
programas investigados nalizaron
al agotarse el nanciamiento de los
mismos, por la dicultad de conse-
guir patrocinadores a largo plazo; y
los que continuaron operando son
aquellos que estaban vinculados
con empresas privadas, que obtenían
algún benecio a cambio de su
aporte, como lo es la formación de
mano de obra calicada.
En todo caso, el informe hace
hincapié en que no todos los progra-
mas tenían indicadores claramente
denidos que midiesen su nivel de
éxito y que primaban las percep-
ciones subjetivas de los mismos
participantes, por ejemplo, la expre-
sión de sensaciones individuales
de orgullo, logro y, sobre todo, si se
había alcanzado un empleo perma-
nente para el joven, sin que hubiera
compromiso alguno de seguimiento
de parte de los oferentes de estas
iniciativas. Esto indica el horizonte al
que aspiran los diseñadores y formu-
ladores de los programas para sus
participantes, como medida de éxito.
Para terminar este comentario al
informe de la FUNDE, este dejó en
evidencia que aquellos programas
que se enfocaban más en aspectos
sociales y de mejora de la calidad
de vida, no alcanzaron la meta de
un empleo sostenible; en cambio,
los que lo lograron, son aquellos
que se promovieron enfocándose en
la productividad y en aspectos nan-
cieros. Esto, a pesar de la promoción
de los primeros como respuesta a
necedades comunitarias, aparejado
con la petición de una mayor partici-
pación en la identicación de sus
necesidades y formulación de estos
programas para darles respuesta.
Luego de estas consideraciones,
se retoma el programa que se selec-
cionó para la investigación que fun-
damenta este artículo, el cual para
efectos prácticos y de divulgación,
se le ha denominado como PEJE, uno
de los más emblemáticos represen-
tantes de esta modalidad educativa,
por su antigüedad (más de veinte
años en ejecución), la valoración que
de él hacen los participantes y por
los resultados obtenidos en cuanto
a empleabilidad, colocando laboral-
mente en promedio a 1,696 venes,
en el año que han terminado su
formación (BID, 2018).
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En referencia a sus caracte-
rísticas, en primer lugar, en cuanto
a su metodología dual, es decir una
parte de la formación se recibe en
los centros que sirven el programa
y la otra en las empresas asociadas
al mismo, en donde los jóvenes que
participan en el programa realizan
prácticas laborales en calidad de
aprendices, en una variedad de
carreras técnicas, de acuerdo a la
demanda empresarial. En segundo
lugar, al utilizar la gura de aprendiz
para realizar las prácticas, automáti-
camente estas se regulan mediante
un contrato de trabajo, bajo la norma-
tiva del Código de Trabajo, lo que les
da derecho a los jóvenes de ganar un
sueldo de acuerdo a una escala sala-
rial vigente expresada en el contrato
mismo y les permitiría acceder al
goce de prestaciones socia- les,
tales como seguro social, cotizar
en las Administradoras de Fondo
de Pensiones (AFP), ser sujetos de
créditos, entre otros. En tercer lugar,
se garantiza la calidad del programa
mediante el seguimiento de proto-
colos estandarizados desde la
promoción del mismo, por ejemplo, el
reclutamiento, la formación alterna y
el monitoreo continuo de los partici-
pantes. Finalmente, el programa
brinda la posibilidad, al nal del
mismo, de que los aprendices puedan
ser contratado en la empresa donde
desarrollaron sus prácticas o en su
defecto ganar experiencia laboral
acreditable en las carreras ofrecidas,
cuya duración no sobrepasa los vein-
ticuatro meses.
Todos estos aspectos, entre
otros, han hecho que el programa
se considere como exitoso, no solo
a nivel de las instituciones relacio-
nadas con él, sino que también a la
vista de los jóvenes en formación y
a punto de egresar, ya que genera
en ellos una sensación de bienestar,
lealtad y satisfacción al representar
una oportunidad de superación
y desarrollo personal con efectos
directos en sus grupos familiares.
Estas valoraciones cuentan con el
respaldo de las evaluaciones que se
han hecho del programa, que revelan
un índice de colocación muy superior
a otros con nes similares o al que
tuvieran las personas si no hubiesen
participado en él. Por tanto, la opinión
generalizada respecto de él, es muy
positiva y lo hace altamente reco-
mendable para aquellos jóvenes que
buscan abrirse paso en el mundo del
trabajo de manera práctica y con una
carrera técnica como valor agregado,
garantizando dos derechos funda-
mentales: a la educación y al trabajo.
A pesar de todos estos bene-
cios y buenos resultados expuestos,
además de la información recabada
durante el proceso investigativo,
cuyos hallazgos se comentarán
más adelante, puede armarse con
certidumbre que la inclusión de
los principios e indicadores del
Desarrollo Juvenil Comunitario en
los programas de empleabilidad
juvenil de Educación no Formal
podría ayudar a potenciar sus resul-
tados y consolidar su labor.
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2.2. El Desarrollo Juvenil Comunitario y sus indicadores de
medición
Inicialmente, y sin el afán de
presentar un compendio estadístico
relacionado con las juventudes
-lo cual puede considerarse más
exhaustivamente en otro artículo o
en sus fuentes primarias-, pero con
la nalidad de fortalecer la incor-
poración de nuevos paradigmas de
formulación de programas de emple-
abilidad para jóvenes, se comparten
algunos datos que pueden utilizarse
como evidencia de la realidad de
este grupo poblacional, en relación
con los aspectos abordados a lo
largo de este artículo. El Informe
de Desarrollo Humano (IDH), ¡Soy
joven!, ¿y ahora qué?, del Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) detalla que en 2017 habían
1.98 millones de jóvenes,lo cual
representaba el 30% de la población
mundial; además, el 41.8 % de los que
se encontraban entre 15 y 29 años,
vivían en hogares pobres multidi-
mensionales. Según cifras del mismo
documento, un 27% de los venes
pensaba en emigrar para buscar opor-
tunidades académicas y laborales.
Otro dato relevante se reere a que
el 42% del 39.7% del total de jóvenes
que estudiaban, no había terminado
la Educación Media..Y, nalmente,
solo dos de cada diez jóvenes
que forman parte de la Población
Económicamente Activa, poseían un
trabajo considerado como “decente”.
A pesar de esto, en 2017 sólo el 25%
de este grupo etario participó en
programas de Formación Profesional,
según la Organización Internacional
del Trabajo (OIT).
A los datos anteriores, se agregan
consideraciones importantes, tales
como que la juventud está lejos de ser
un grupo homogéneo en cuanto a sus
necesidades, intereses y realidades.
Al contrario, es un grupo dinámico y
heterogéneo (Aldeas Infantiles SOS-
LAAM, 2017, p. 15), aspecto de suma
importancia al diseñar propuestas
de solución de los problemas que
enfrentan, es decir, al plantear e imple-
mentar programas que responden a
una necesidad de manera estándar
sin conocer la situación especí-
ca de su población meta, en este
caso las juventudes, no teniendo en
cuenta factores directos y asociados
a ellos, podría llevar al fracaso de la
ejecución o en la obtención de resul-
tados favorables e incluso limitar
los alcances de dichas iniciativas. Lo
mismo sucede si no se cuenta con
indicadores
3
especícos que midan
los resultados de estos programas, tal
y como lo arma Krauskopf (2011):
“Cuando se ha reconocido la falta de
indicadores de progreso en juventud,
se considera metodológicamente que
es el mismo vacío que se presenta
con comunidades culturales espe-
cas como las etnias o sectores con
situación diferenciada en la realidad
social, como son los migrantes”
(Krauskopf, 2011, p. 54).
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Por lo anterior, se puede inferir
que es necesario que los paradigmas
de formulación de estos programas
puedan ser actuales e integradores
que permitan diseñar y renovar
las perspectivas de éxito en los
programas de formación para el
trabajo dirigidos a los jóvenes, esto
permitiría que estas intervenciones
puedan ser más pertinentes a su
realidad. También se deben considerar
e incluir procesos más adecuados de
monitoreo y evaluación a partir de
una serie de indicadores que provean
información más precisa para la toma
de decisiones en el marco de las
políticas públicas. Consideramos que
uno de estos paradigmas que podría
seleccionarse en la formulación de
estos programas es el ya mencionado
Desarrollo Juvenil Comunitario
(DJC); que resulta de combinar el
ámbito juvenil con el concepto de
desarrollo comunitario, entendido
como toda intervención que genera
dinámicas participativas de actores e
instituciones orientadas al bienestar
de una comunidad (Camacho, 2012,
p. 209).
Se entiende por Desarrollo Juvenil
Comunitario todo proceso en donde
los jóvenes participan de manera
directa y democrática en la mejora
de su calidad de vida que permita
la transformación, junto con otros
actores, de las condiciones sociales,
políticas y económicas, de su entorno,
combatiendo la desigualdad y la
exclusión de toda índole (Krauskopf,
2011, p. 53).
Lo que se busca con estos para-
digmas emergentes es intentar
superar la estigmatización, exclusión,
desvalorización y adultocentrismo
con el que se han construido algunas
políticas para los jóvenes (Alpízar y
Bernal, 2013). Esto tiene a la base la
falta de apertura a la participación
de la juventud en el diseño de
soluciones que den respuesta a sus
necesidades y la oposición para la
distribución generacional del poder
(Krauskopf, 2011, p. 56). Es por esto
que la fundamentación de planes,
proyectos y programas, utilizando
estos modelos es un desafío para los
formuladores de políticas públicas,
ya que se pretende, entre otras cosas,
el rompimiento del status quo
vigente por décadas.
Sin embargo, no es suciente la
adopción de nuevos paradigmas rela-
cionados con los jóvenes, sino que
también es necesario el diseño de
un sistema de indicadores o señales
que permiten captar aspectos de la
realidad (Tiana, 2009), un sistema
adecuado que permita la medición
permanente de los alcances y
resultados de los programas, corri-
giendo posibles desviaciones de
los objetivos formulados. En ese
sentido, Krauskopf propone algunas
categorías para el diseño de estos
indicadores que revelen, en la
medida de las posibilidades, la reali-
dad s allá de los meros. Entre
estas categorías están:
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1. Indicadores de situación, expre-
sión dedigna del contexto
juvenil.
2. Indicadores de política, partici-
pación real de los venes y otros
actores.
3. Legislación, marco jurídico norma-
tivo y su aplicación real.
4. Institucionalidad, localización
dentro del aparato estatal de las
instituciones relacionadas con la
juventud.
A manera de ejemplo, y tomando
como base las categorías anterio-
res para medir los alcances de un
programa de empleabilidad juvenil, se
pueden considerar la inclusn de los
siguientes indicadores acompañados
de sus signicados (Serrano y Villatoro,
2020, p. 65):
- Toma de decisiones: Nivel de
involucramiento de los venes
en las decisiones del programa y
su nalidad
- Participación democtica: Grado
de apertura de espacios de parti-
cipación juvenil antes, durante
y después de la ejecucn del
programa.
- Autonoa: Nivel de motivacn
que tienen los jóvenes para
asumir su destino.
- Capacidad innovadora: Grado
en que el programa propicia la
creatividad e innovación en los
participantes.
- Proyectos personales: Medida en
que el programa permite propiciar
procesos de desarrollo personal y
comunitario.
Estos indicadores permiten que
puedan considerarse otros aspectos
relacionados a la vida cotidiana de
los venes, sobre todo en aspectos
sociales, económicos e incluso polí-
ticos en los que las juventudes nor-
malmente no son consideradas y
son los que se buscó indagar con la
investigación realizada a la que se
hace referencia en este artículo.
3. Hallazgos y conclusiones: Una apuesta para potenciar los
programas de empleabilidad juvenil
El diseño del proceso de investiga-
ción permitió agrupar los hallazgos
en dos grandes categorías. Para
efectos de divulgación en este artí-
culo, se les ha identicado, en primer
lugar, como aquellos que tienen que
ver con los ámbitos doctrinal, legal
y administrativo de la formulación y
ejecución del programa, obtenidos a
partir de las entrevistas realizadas
con los actores que lo gestionan. Y, en
segundo lugar, se encuentran los que
tienen que ver con la experiencia de
los beneciarios o participantes del
PEJE, es decir los jóvenes.
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En el caso de los actores se
encontró lo siguiente:
-Fue imposible identicar clara-
mente una política educativa que sirva
de marco de referencia. Sin embargo,
al hacer un análisis de la Teoa del
Capital Humano puede evidenciarse
un acoplamiento, a partir de la infor-
mación recabada con uno de sus
principios de esta teoría, con uno de
aspectos que propician la ejecución
del programa, como es satisfacer la
necesidad de productividad como
formación profesional (Falgueras,
2008).
-A pesar de lo anterior, el PEJE
tiene respaldo legal mediante el
Sistema de Formación Profesional y
su ley orgánica, que se fundamentan
en el artículo 40 de la Constitución
de la República de El Salvador.
En consonancia con lo anterior,
fue posible percibir un enfoque de
formulación adultocéntrico, es decir,
orientado desde los adultos hacia los
jóvenes, bajo una lógica de satisfac-
ción empresarial y empleabilidad.
Ello limita la participación de los
venes en las distintas dimensiones
del mismo, a pesar de la valoración
positivas que hacen de él por los
benecios que obtiene, lo que lo que
lo convierte en un referente exitoso.
En el caso de los jóvenes, cabe
concluir lo siguiente:
En primer lugar, se constató la
realidad de falta de oportunidades
tanto educativas y laborales para los
venes, por lo que consideran al PEJE
como una oportunidad de estudio,
crecimiento y desarrollo personal. El
PEJE representa para ellos la opor-
tunidad y motivación para continuar
estudiando a nivel superior, a pesar la
situación económica de precariedad
que algunos enfrentan y que les
impide ser autónomos.
En cuanto a sus aspiraciones, los
jóvenes maniestan un gran interés
en alcanzar mayores niveles de
participación en la toma de decisiones
relacionadas con su formación. Ello,
además de mostrar una gran respon-
sabilidad en el desempeño laboral,
aunque ven limitado su crecimiento y
desarrollo creativo innovador.
A pesar de que el programa les
permite de alguna forma diseñar sus
proyectos personales de vida, ven una
necesidad de reforzar estos con una
dimensión comunitaria, es decir la
posibilidad de trascender los bene-
cios individuales a unos más colec-
tivos.
Esto, sin duda, se corresponde
con la realidad de los programas de
empleabilidad ejecutados en la actu-
alidad, en los cuales se demuestra
que, tienen un enorme efecto positivo
en las vidas de sus participantes y su
núcleo familiar, ya que están estruc-
turados para iniciar a los jóvenes
en el medio productivo de manera
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efectiva; es decir, cuentan con los
mecanismos para identicar los
sectores productivos que necesitan
empleados, planicar los programas
formativos a impartir y vincular a
los participantes del programa con
los empleos en los que se requiere
personal calicado. Sin embargo, esta
perspectiva no permite el involucra-
miento de los venes en la toma de
decisiones relevantes del programa,
ya que, como se constató, la estructura
organizativa del programa responde
a las instituciones ociales, en las
que las líneas de trabajo se formulan
verticalmente, es decir, diseñadas por
los tomadores de decisiones que,
en la mayoría de casos, tienen poca
relación con quienes forman parte de
la ejecución de los programas y los
participantes mismos. Se evidenció
que la articulación entre los actores es
algo que aún se encuentra pendiente,
y no hay una relación directa entre
el Ministerio de Educación, Ciencia
y Tecnología con la implementación
de Programas de Empleabilidad, ya
que no se identicó con claridad una
Política Educativa orientada a este
tema.
Para los jóvenes, evidentemente,
estos programas son como una luz al
nal del túnel, una alternativa para
poder seguir desarrollándose, al no
haber tenido acceso a oportunidades
de educación superior; el participar
en un PEJE, según sus opiniones,
les ayudará a costearse una carrera
universitaria en el futuro cercano
gracias a los ingresos obtenidos de
su trabajo. Lo que represente una
aspiración individual, sin considerar
sus efectos comunitarios, lo que se
evidencia la falta de pensamiento
colectivo o de cooperación, o, en su
defecto, que su progreso personal
incida en la transformación de su
entorno.
Para nalizar, se comparten
algunas consideraciones que podrían
tomarse en cuenta de parte de los
formuladores de estos programas
u otros actores involucrados en la
ejecución de los mismos. Ante la
pregunta de si era posible poten-
ciar los programas de empleabilidad
juvenil, sin incluir el enfoque de
DJC -la cual fue una de las inqui-
etudes que motivó la presente
investigación-, se puede responder
de forma armativa. Ello se debe a
que el enfoque de DJC se orienta a
la promoción de la participación
democrática y directa de mejora de
la calidad de vida de los jóvenes y
combatir la desigualdad y la exclu-
sión que experimentan. Al combinar
los alcances que tiene el programa y
la percepción que los jóvenes tienen
del mismo, como una gran opor-
tunidad de desarrollo y empleabi-
lidad, se propicia la ocasión para su
revisión y fortalecimiento, mediante
procesos de mejora continua.
El punto de partida de la argu-
mentación anterior, está en la
constatación de dos hechos: El
primero es que el PEJE es un programa
exitoso desde la óptica de la Teoría
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del Capital Humano, por cuanto
produce altos niveles de empleabi-
lidad, mejora la condición económica
de los participantes, resuelve las
necesidades productivas empresaria-
les, entre otros aspectos. Lo ante-
rior le ha permitido permanecer
en el ámbito educativo por más de
veinte años. El segundo, es que pudo
percibirse, durante la investigación,
un enfoque adultocéntrico en su
formulación, al considerarse como
la solución apropiada y económica
para los participantes, ante lo que se
identican como sus problemas más
acuciantes tales como la violencia, el
consumo de drogas, los embarazos
no planicados entre otros.
Denitivamente, los programas
de empleabilidad responden a
una lógica común que privilegia la
formación profesional para la obten-
ción de un empleo a corto plazo.
Ello es válido, sobre todo, para los
jóvenes, que actualmente repre-
sentan un sector de la población
históricamente relegado y estigma-
tizado que lucha fervientemente
por encontrar su camino y su voz
en una sociedad donde no tienen
un rol participativo o decisivo, y que
dependiendo de su situación socio-
económica, pueden disponer o no
de garantías fundamentales para el
desarrollo de una vida plena como el
acceso a la educación, el derecho a
un empleo digno entre otras.
Sin duda, es el momento de
ampliar los horizontes y las metas
propuestas por estos programas, a
partir de sus cimientos o paradigmas
de formulación, trascendiendo de un
paradigma menos inclusivo -en el
cual se les proporciona a los jóvenes
respuestas a lo que, desde un punto
de vista ajeno a ellos, se considera
que son sus necesidades-, a otro en el
que los jóvenes expresan claramente
cuáles son sus desafíos y junto con
otros actores diseñan las respuesta
a estos; incluyendo, por ejemplo,
consideraciones relacionadas con la
condición de las mujeres jóvenes,
la cual es una realidad que suele
invisibilizarse. Esto es un reto para
la educación y la formación profe-
sional en este siglo, el DJC permite
considerar aspectos referentes a la
formación de ciudadanía, la construc-
ción de habilidades blandas indis-
pensables en el ámbito laboral, el
fomento la inclusión, la participación
democrática y el pensamiento comu-
nitario, elementos que pueden ayudar
a la reconstrucción de las relaciones
entre sociedad y juventudes que han
sido afectadas por la estigmatización
y marginación.
La inclusión de paradigmas como
el DJC permite que los programas de
empleabilidad poco a poco puedan
ir acercándose a resolver las exigen-
cias de una nueva sociedad, porque
la teoría del capital humano es
funcional y brinda resultados, pero
estos resultados corresponden al
tiempo en los que fueron propuestos.
Un programa de empleabilidad
con veinte años de mantenerse en
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ejecución sin dudas es un ejemplo
de un caso exitoso. Sin embargo, si
el programa no se revisa ni se refor-
mula a partir de los desafíos actua-
les, éste podrá resolver situaciones y
demandas de contextos anteriores,
pero no estará considerando los
problemas que enfrentan las nuevas
generaciones. Posiblemente, hace dos
décadas habría sido innecesario
replantearse el papel de los jóvenes
en la sociedad. Sin embargo, hoy más
que nunca, losvenes encuentran, en
las tecnologías de comunicación, pla-
taformas y espacios de expresión que
antes no tenían y que contribuyen en
el proceso de formación de opinión
publica respecto a temas especícos,
entre estos, los que tienen que ver
con sus necesidades de trabajo y
educación
Te n i e n d o e n c u e nt a e s t o, p o d e m o s
pensar en la reconceptualización del
trabajo..Actualmente, ¿qué consid-
eran los venes como una oportuni-
dad laboral o cuáles son los nichos
de especialización en los cuales se
sienten llamados a formarse para
emplearse posteriormente en ellos?
En los últimos años, hemos obser-
vado con nuestros propios ojos que
el crecimiento de las economías
creativas -tales como el desarrollo de
los vídeojuegos y materiales audio-
visuales de diferentes tipos- están
tomando fuerza en las economías
mundiales. Esto ha hecho que muchos
venes hayan dejado de relacionar
el concepto de trabajo con ocios
regulares y, en su mayoría, manuales
como la panadería, la obra de banco,
la mecánica automotriz y otros simi-
lares. Más bien, relacionan el trabajo
con aspectos más relacionados con la
producción de contenidos en redes
sociales y el auge de los empren-
dimientos tecnológicos. Ello hace que
los venes se interesen en temas
como la formación en lenguajes de
programación, el uso de programas
para animación bidimensional o tridi-
mensional, entre otros aspectos rela-
cionados con estos temas.
Estas observaciones pueden
desarrollarse a profundidad en otros
artículos. Sin embargo, es necesario
mencionar que un programa de
formación profesional formulado en
otra época, como el analizado en
estas páginas, difícilmente puede
adaptarse a este tipo de necesidades
y requerimientos. No obstante, si
los programas de empleabilidad,
además de los estudios de mercado
laboral que tradicionalmente se real-
izan (o deberían realizarse), incluyen
mecanismos de consulta con la
población meta, estos pueden fortal-
ecerse y actuar sobre la retroalimen-
tación que reciba del grupo al que
pretende formar. Desde una visión
más inclusiva, considerando por
ejemplo, la realidad de las mujeres
jóvenes, que, por adquirir más respon-
sabilidades, por aspectos de índole
cultural ( como el cuidado del hogar,
entre otros), es muy distinta a la
de sus compañeros varones y, sin
embargo, participan de manera iguali-
taria junto con estos, cumpliendo
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con las exigencias de los programas
de formación y de las empresas en
donde realizan sus prácticas.
Es importante que se reex-
ione respecto a la situación de los
jóvenes en la actualidad, ya que,
como se mencionó al inicio del
presente escrito, la deserción escolar
y el desempleo juvenil han permitido
que los jóvenes, en especial, aquellos
que se encuentran en situación de
vulnerabilidad, se formen una imagen
de un futuro poco esperanzador, al
no contar con las posibilidades de
continuar con sus estudios y buscar
incorporarse tempranamente al mer-
cado laboral. .Ante esta situación,
la formación profesional, mediante
estos programas de empleabilidad
juvenil, les permite solventar nece-
sidades económicas y de realización,
impactando en su grupo familiar.
Por tanto, el DJC es una perspec-
tiva que debe tomarse en cuenta
en la formulación de programas de
empleabilidad, y hasta en políticas
públicas, orientadas a las juventudes,
que no se contrapone a los benecios
individuales que aportan las inter-
venciones diseñadas en la actua-
lidad, ya que estas siguen respondi-
endo a problemas sociales que aún
se mantienen como el desempleo, la
pobreza, violencia y otros; además a
la necesidad de la empresa de traba-
jadores calicados. Sin embargo, el
DJC aporta a los programas la calidad
de hacer una intervención integral
e inclusiva al considerar aspectos
individuales como la autonomía y
la toma de decisiones por parte de
los jóvenes; y aspectos colectivos,
como la participación democrática,
el desarrollo comunitario, el género,
atención a la diversidad y las consid-
eraciones relacionadas con la reali-
dad femenina como protagonistas
de su desarrollo. Ello permite que
los resultados de los programas de
empleabilidad sean más signica-
tivos, no sólo para los jóvenes partici-
pantes, sino también para la sociedad
a la que pertenecen, aumentando,
así, las valoraciones positivas hacia
los mismos por parte de los actores
involucrados y, concomitantemente,
su vigencia en el tiempo.
Finalmente, es necesario el esta-
blecimiento de sistemas de monitoreo
y evaluación que trasciendan los
controles administrativos y nan-
cieros, como se constató en algunas
fuentes consultadas. Dichos sistemas
se han aplicado, generalmente, a los
inversionistas y empresas patrocina-
doras. Es importante dar paso a unos
procesos que permitan dar un segui-
miento real a los jóvenes participantes,
a manera de acompañamiento, para
medir de manera dedigna y, en base
a indicadores especícos, los impactos
que estos tienen en sus comunidades.
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Notas
1. Enfoque adultocéntrico.
2. Teoría del Capital Humano: La producti-
vidad de un trabajador viene dada por
su habilidad y formación, al aumentar
esta última su destreza y capacidad de
innovación se optimizan beneciando
el rendimiento de la empresa y la capa-
cidad de los individuos de negociar los
intercambios económicos por sus habili-
dades (Falgueras, 2008).
3. Los indicadores son señales que permiten
captar aspectos de una realidad a la que
no es posible acceder directamente por
un observador y sirven para proporcionar
información relevante una porción de la
realidad (Tiana, 2009).