Presentación
El año del Bicentenario de la Independencia es ocasión oportuna para
una reflexión sobre el lugar de la educación y la escuela en la vida del
país. La investigación histórica ha puesto de manifiesto el descuido de la
educación popular por parte del estado en un largo primer trecho de la vida
independiente. Aún después de que se estableciera finalmente un sistema
educativo público, este siguió siendo frágil, limitado y excluyente, pese a lo
encendido de la retórica oficial, que no se concreta mucho más allá del papel
impreso que contiene planes altisonantes.
No fue sino hasta los regímenes militares de la modernización autoritaria
de la segunda mitad del siglo XX, que se pusieron recursos y se elaboraron
políticas para una expansión a gran escala de la educación pública. Prueba
de ello fue la célebre y polémica Reforma Educativa impulsada por Walter
Béneke, ministro de Educación durante el gobierno del general Fidel
Sánchez Hernández (1967-1972). Sin embargo, aún en estos momentos de
mayor euforia, pareciera que la ampliación de cobertura estuvo reñida con la
calidad. Esto se confirma en el conjunto de reformas realizadas a lo largo de
la década de 1990, luego de la firma de Los Acuerdos de Paz, que redujeron
los os de bachillerato por razones pragmáticas y definieron la educación en
función de metas más bien minimalistas, como las de lograr las competencias
básicas para una rápida inserción de los graduados al mercado laboral.
Paradójicamente, esta apuesta por lo útil se hizo a la vez que se desmante
el sistema de bachilleratos técnicos de la época de Béneke.
La deuda del estado salvadoreño con el derecho a la educación y la cultura
de la población se manifiesta no sólo en una débil preparación académica,
sino también en una aún más frágil formación ciudadana. La deficiente
formación, pero también la inseguridad ciudadana y el renacer sorpresivo de
imaginarios autoritarios muestran la endeblez de nuestro sistema educativo
y su dificultad para responder a las necesidades del país.
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DOI: https://doi.org/10.5377/realidad.v1i157.12308
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ISSN 1991-3516 e-ISSN 2520-0526
De allí la importancia del presente Dossier titulado “Políticas educativas
salvadoreñas: casos para el debate”, editado por Olga Vásquez Monzón.
En esta selección de artículos, se reúnen investigaciones realizadas en el
marco del programa del Posgrado en Política y Evaluación Educativa de la
Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA). Las investigaciones,
cuyos resultados se presentan en el presente dossier, responden al espíritu de
la universidad de producir, transferir y comunicar conocimiento a la sociedad
salvadoreña. La “Presentación del Dossier”, elaborado por la editora invitada,
da más detalles sobre sus contenidos. Sin embargo, es importante destacar
que en ellos está presente la preocupación, no lo por la incidencia práctica
del trabajo académico, sino la reflexión, tanto teórica como metodológica,
al igual que el cuestionamiento ético del lugar desde el que se produce y
enuncia el conocimiento.
En este número, Luis Rodríguez Castillo comenta el recién publicado
libro titulado La sombra del martinato, autoritarismo y lucha opositora en El
Salvador 1931-1945, de Luis Gerardo Monterrosa Cubías. Con la reseña de
esta obra, queremos destacar el importante esfuerzo de revisión y ampliación
del conocimiento de la historia salvadoreña que viene realizando un grupo
nutrido de historiadores, tanto nacionales como internacionales.
Al igual que en ediciones anteriores de Realidad, la ilustración de la
portada presenta una producción de arte visual contemporáneo que pueda
establecer, desde la especificidad de su lenguaje, un diálogo con el tema
de la revista. En este caso, tenemos nuevamente la colaboración de Ronald
Morán, artista salvadoreño cuya obra “Entre las flores” acompañó el número
153, que dedicamos a la memoria histórica del conflicto político-militar
en El Salvador. Como señalamos en esa ocasión, Ronald Morán tiene una
importante trayectoria con exposiciones colectivas e individuales tanto en
El Salvador como en el extranjero. Inició su carrera en la década de 1990
como pintor y dibujante, pero pronto se dedicó a explorar nuevas formas y
modos de hacer arte, que permitieran una interacción poética con problemas
actuales como la migración o la memoria histórica. La obra que el artista nos
ha permitido gentilmente colocar en nuestra portada nos invita a reflexionar
sobre la violencia social en los espacios cotidianos, como la escuela.“Salón de
clases” se presentó en Miami en el año de 2006, en una exposición realizada
por la revista de arte contemporáneo latinoamericano ArtNexus. Es parte
de la serie “Hogar, dulce hogar” que el artista venía realizando desde años
atrás. En esa serie se presenta una serie de objetos y sus entornos habituales
recubiertos de espuma de poliéster. Son objetos que encontramos en cocinas
o habitaciones infantiles, de apariencia inofensiva pero que potencialmente
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pueden dar lugar a explosiones de violencia en la vida cotidiana. La espuma
de poliéster es un elemento irónico, que resalta cómo mbolos de violencia
tales como cuchillos, armas de fuego reales o de juguete, se presentan
como inofensivos, formando parte del tejido de vida en que nos movemos.
“Salón de clases” hace referencia al fenómeno de la violencia estudiantil, tal
como aparecía en las noticias de los Estados Unidos, cuando referían casos
de estudiantes a quienes se les confiscaban armas de fuego dentro de los
recintos escolares, o incidentes en los que estudiantes llegaban a usar esas
armas para agredir a sus compañeros o profesores. Con el paso del tiempo,
esta realidad se manifestó agigantada entre nosotros, con la violencia de
pandillas que no ha dejado indemne el espacio de las escuelas.
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