Distancia de rescate, de Samanta Schweblin 259
Revista Realidad 156, 2020
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ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
MONSTRO, es cualquier parto
contra la regla y orden natural, como
nacer el hombre con dos cabeças,
quatro brazos, y quatro piernas;
como aconteció en el condado de
Urgel, en un lugar dicho Cerbera, el
año 1343, que nació un niño con dos
cabeças, y quatro pies. Los padres y
los demás que estavan presentes a
su nacimiento, pensando supersti-
ciosamente pronosticar algún gran
mal, y que con su muerte se evitaría
le enterraron vivo. Sus padres fueron
castigados como parricidas, y los
demás con ellos. (Bustos, A. 18 de
diciembre de 2014).
Lo monstruoso aparece desde el
temor que expresa Amanda sobre su
pequeña hija: “Estaba convencida de
que le faltaba un dedo” (Schweblin,
2018, p. 16), hasta la procesión de
niños envenenados en un sanatorio
(Schweblin, 2018, pp. 107-108):
“Son chicos extraños. Son, no sé,
arde mucho. Chicos con deforma-
ciones. No tiene pestañas, ni cejas,
la piel es colorada, muy colorada, y
escamosa también. Solo unos pocos
son como vos.
¿Cómo soy yo, Amanda?
No sé, David, ¿más normal? Ya
cruza el último” (Schweblin, 2018, p.
108).
Un aviso, una amonestación de
los dioses. La monstruosidad de
David, el dedo falsamente perdido de
Nina, la hija de Amanda, es el castigo
divino en virtud del cual la muerte
avanza por el cuerpo de la narra-
dora. Lo monstruoso también es lo
que abre la posibilidad de una revel-
ación. Como en la pieza dramática
Los reyes (Cortázar, 2001), en la que
Julio Cortázar nos deja ver que el
Minotauro no es el monstruo, sino
Teseo, el héroe. La monstruosidad
del héroe se expresa en su abomi-
nable normalidad: su ambición, su
deseo de gloria, que se contrastan
con la inocencia de Minotauro.
La monstruosidad sería, pues, la
advertencia divina de que el orden
natural de la realidad ha sido trans-
gredido. Esta ofensa es punible. El
único castigo válido es la muerte.
Hay anuncios de ello: desde la ya
mencionada mutilación imaginaria
del dedo y la procesión de los niños
anormales, pasando por el encuentro
con una niña que tiene una pierna
más corta que la otra (Schweblin,
2018, p. 43), hasta aquel pasaje en el
que se oye a Nina decir: “Soy David”
(Schweblin, 2018, p. 56 ), y, una de las
cosas más siniestras: el entierro del
pato y de otros animales por parte
de David (Schweblin, 2018, p. 71),
animales que mueren sin que éste
los toque, mientras Nina canta frené-
ticamente “nos encanta, nos encanta,
nos encanta” (Schweblin, 2018, p. 73).
Amanda y Carla intentan huir
de la maldición, pero están atadas.
No solo por los efectos progresivos