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Revista Realidad 156, 2020
ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
ENSAYOS
No. 156, Julio-Diciembre de 2020, 35-82
Las salvadoreñas, las
primeras latinoamericanas
que votaron. 1921
Héctor Lindo
Fordham University
Resumen: Esta exploración del feminismo temprano en El Salvador describe
el entorno social en el que, desde nales del siglo XIX, las mujeres salvadoreñas
comenzaron a organizarse y a incidir en la vida política salvadoreña para
reclamar su derecho a participar como ciudadanas con derecho a voto. Al
estudiar la creciente participación de las mujeres en el mundo laboral urbano
y su involucramiento en las nuevas formas de sociabilidad de la época, la
investigación muestra que el feminismo temprano en El Salvador tenía una base
social amplia. El estudio muestra que guras icónicas como Prudencia Ayala no
trabajaban de forma aislada. Numerosas costureras, vendedoras de los mercados,
maestras, tipógrafas y mujeres de la élite organizaban asociaciones, escribían
artículos, asistían a manifestaciones y presionaban a los políticos para lograr sus
objetivos. La causa del unionismo fue un vehículo para que numerosos grupos de
mujeres participaran en la vida política y promovieran lo que fue su logro más
importante: la incorporación del sufragio femenino a la Constitución federal de
1921 y el ejercicio del sufragio en las elecciones de octubre de ese año.
Palabras claves: Feminismo, unionismo, movimientos sociales, sufragio
femenino, Prudencia Ayala
Abstract: This exploration of early feminism in El Salvador describes the social
environment since the late 19th century in which Salvadoran women began to
organize and inuence Salvadoran political life to claim their right to participate
as citizens with the right to vote. By studying the increasing participation of
women in urban workplaces and their involvement in the new forms of sociability
of the time, the research shows that early feminism in El Salvador had a broad
social base. The study shows that iconic gures like Prudencia Ayala did not work
in isolation. Numerous seamstresses, market vendors, teachers, typographers, and
elite women organized associations, wrote articles, attended demonstrations and
lobbied politicians to achieve their goals. The cause of unionism was a vehicle for
numerous groups of women to participate in political life and promote what was
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their most important achievement: the incorporation of female suffrage into the
federal Constitution of 1921 and the exercise of suffrage in the October elections
of that year.
Keywords: Feminism, unionism, social movements, women’s suffrage,
Prudencia Ayala.
“[C]uando la mujer se propone algo benéco y grandioso, no
hay nada que resista a su empuje. Los hombres, como dignos
compañeros de ella, habrán de disputarse el honor de secun-
darla y sostenerla”.
Delna Lagos, organizadora del Comité Unionista de Señoras
y Señoritas de Ahuachapán”, 1917
Introducción
Conocemos pocos nombres
propios. Los recuentos de la época
se reeren a ellas como mujeres
santanecas”. Pero estaban ahí, en El
Molino, a la entrada de Coatepeque,
agazapándose detrás de los árboles
de la montaña, disparando sus armas
de fuego, luchando hombro a hombro
con las tropas de los generales
Joaquín Pérez y Tomás Regalado.
Un soleado día de mayo de 1894
trataron de resistir sin éxito al “León
de la Frontera”, Antonio Ezeta, y sus
2,500 hombres. Ellas, que sintieron el
llamado a unirse a la revuelta contra
la tiranía del presidente Carlos Ezeta
y su hermano Antonio, lucharon con
osadía en el campo de batalla. El
general Regalado premió a varias
con rangos militares (Ejército de El
Salvador, 1894).
La batalla de El Molino terminó
en derrota, pero fue un revés
temporal. Después de un duro
mes de lucha, los hermanos Ezeta
salieron al exilio y llegó al poder
el general Rafael Antonio Gutiérrez.
Los libros de historia recuerdan con
admiración a los 44 hombres que se
pronunciaron contra los Ezeta. “Los
nombres de los 44 inmortales brillan
con resplandor de astros de primera
magnitud en el cenit del cielo
centro-americano decía el Boletín
del Ejército de 1894 (Ejército de El
Salvador, 1894, p. 5). En las páginas
de la narrativa ocial se vislumbra
a regañadientes la presencia de
algunas de las valerosas que
ayudaron en la empresa. El Boletín,
que enunció para la posteridad
los nombres y las hazañas de “los
44”, dedica unos cuantos párrafos
desperdigados al arrojo excesivo
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que nuestras mujeres presentan
en los campamentos […] sublimes
heroínas sin nombre” (Ejército de El
Salvador, 1894, p. 17).
Aunque sus nombres no
aparezcan en monumentos, estas
mujeres dejaron huella. Aurelia,
una de las heroínas de la batalla
de El Molino, era la madre de
Prudencia Ayala. Durante su infancia,
Prudencia escuchaba a las amigas
de su madre relatar las hazañas de
1894 mientras tomaban café (Ayala,
1928).
1
La biografía del ícono del
feminismo temprano en El Salvador
se entrelaza con las historias de
muchas mujeres borradas de la
historia. Ellas conquistaron una
victoria prácticamente desconocida
de las mujeres salvadoreñas. Antes
que cualquier otra latinoamericana,
la actividad política de las
salvadoreñas logró que las leyes
reconocieran su derecho a votar.
Triunfantes, muchas se presentaron
a las urnas electorales a nales de
1921. Nadie recuerda esta proeza.
El artículo cuenta esta historia
tomando como punto de partida un
hito histórico en la vida republicana
del país: las reformas liberales a partir
de la década de 1870. La apertura
del país al comercio y a inuencias
externas, la secularización y la
centralización del sistema escolar
crearon un espacio para la discusión
de la educación de la mujer y su
participación ciudadana. Parte de la
discusión fue entre intelectuales de
la élite, pero también hay que tomar
en cuenta las acciones de pioneras
como Aurelia Ayala que irrumpieron
de diversas maneras en el espacio
público. Estos temas se cubren en la
primera sección. La segunda parte
describe el contexto social en el
que se desenvolvieron las activistas
políticas que impulsaron el proyecto
del sufragio femenino. Se trata de
una sociedad que se urbanizaba,
donde empezaron a crearse
oportunidades para preparar a las
mujeres para el mundo laboral y en
el que ellas aprovecharon el impulso
asociativo imperante. La siguiente
sección describe la coyuntura
política del unionismo que las
mujeres salvadoreñas aprovecharon
brillantemente para posicionarse
en la vida política del país y lograr
el derecho al sufragio. El artículo
termina con las circunstancias que
rodearon la inclusión del sufragio
femenino en la Constitución
Política de la República Federal de
Centroamérica de 1921 y el momento
en que votaron las mujeres.
Mujer y ciudadanía
Las mujeres aumentaron su
participación en la esfera pública
en la segunda mitad del siglo XIX. A
la vez que se consolidaba el Estado
salvadoreño después de la ruptura
de la Federación, la economía se
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reorientaba hacia las exportaciones
y una nueva generación de liberales
con una agenda de secularización,
inspirados en el positivismo,
determinados a imponer orden y
progreso, tomaba las riendas. El
papel de la mujer en la cosa pública
fue tema de reexión y debate
(Vásquez Monzón y Tamayo-Acosta,
2014)
De acuerdo con Olga Vásquez, la
discusión del papel de las mujeres
como ciudadanas arranca en El
Salvador con el debate paralelo
sobre su educación y la laicización
del Estado. Alrededor de la década
de 1880, los intelectuales liberales
incorporaron a su discurso la
importancia de la educación de la
mujer, su ciudadanía y el derecho
al sufragio. Para 1880, al discutir el
programa de estudios de las escuelas
de maestras, un editorialista hablaba
de la posibilidad de que las mujeres
siguieran estudios avanzados
(Vásquez Monzón, 2013, pp. 15-16).
El Estado organizó colegios de
señoritas”, y la primera versión del
Colegio Normal de Señoritas. Esta
institución ayudó a que la enseñanza
se convirtiera en uno de los
principales vehículos de inserción
de las mujeres en el mundo laboral
urbano fuera de la esfera del hogar.
2
Algunos intelectuales” dice Vásquez,
comenzaron a perlar la ciudadanía
femenina como consecuencia lógica
del proceso de instrucción intelectual
de las mujeres” (Vásquez Monzón,
2013, p. 22).
3
Esta conversación desembocó
en el tema de la participación de
la mujer como ciudadana con la
posibilidad de votar. En 1881, en
la ceremonia de apertura del año
lectivo de la Universidad Central de El
Salvador, un ingeniero, el Licenciado
Pedro García, abogó a favor de
que la mujer fuera ciudadana con
derecho al voto. Sus palabras fueron:
“hagamos una mujer inteligente,
una mujer ciudadana que hable, que
escriba, que vote y enseñe sus hijos
a bendecir el dulce nombre de la
patria”.
El licenciado García hablaba en
tiempos de inestabilidad política,
en los que era evidente la voluntad
de las mujeres de hacer escuchar
su voz en los asuntos nacionales.
Los liberales que apoyaban a
Francisco Menéndez derrocaron al
gobierno de Rafael Zaldívar en lo
que los contemporáneos llamaron
la revolución de 1885”. A pesar
de la costumbre decimonónica de
invisibilizar a las mujeres de las
narrativas políticas, un reportaje
de la época nos da indicios
de un protagonismo femenino
considerable:
(...) tenemos que reconocer el civismo de los San Salvadoreños,
especialmente el muy caracterizado de que las señoras de la
capital han dado pruebas en esta ocasión. Ellas con su natural
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y nunca disputada inuencia han contribuido por su parte al
desenlace satisfactorio de la contienda que acaba de pasar, y
ellas fueron las que á la primera noticia de la aproximación
del ejército libertador á la capital, se aprestaron á recibirlo
cual correspondía, preparando especialmente las coronas con
que ellas, intérpretes en esta ocasión de la justicia, han querido
premiar el valor y el patriotismo. Honor al bello sexo de San
Salvador. La revolución de 1885, verdaderamente popular, ha
tenido también en su favor la opinión, el aplauso y el entu-
siasmo de la mujer, que no es ni debe ser en manera alguna
extraña a la suerte de la patria. ¡Que esa revolución logre en el
campo de la paz las aspiraciones del patriotismo! (“El Triunfo de
la revolución en Salvador”, p. 332.
Francisco Menéndez y sus
seguidores buscaron plasmar sus
ideales de un régimen liberal con
un Estado laico en la Constitución
de 1886. Irónicamente, el
debate sobre el Estado laico y la
participación política en la Asamblea
Constituyente abrió oportunidades
para que mujeres que defendían el
estatus quo manifestaran con vigor
sus puntos de vista. Un grupo de
salvadoreñas aliadas a la jerarquía
de la Iglesia Católica alzó la voz
para solicitar a los diputados de la
Asamblea que abandonaran las ideas
de separación entre iglesia y Estado
que querían incluir en la Carta Magna.
En su carta hablan con voz poderosa
para defender el mismo orden legal
que las mantenía circunscritas a la
esfera doméstica:
No extrañéis, Honorable Congreso, que el débil sexo, dejando el
recinto doméstico donde cumple constantemente sus deberes,
se presente hoy en la zona más alta del Poder público que
discute los asuntos más importantes de la Patria. No le traen
aquí la política ni los partidos, ni ambición de ninguna clase, ni
interés alguno que le sea ageno: el amor á su religión, la paz
de su hogar, la santidad de su matrimonio, los derechos de su
maternidad, el porvenir de sus hijos, gravemente amenazados
por ese proyecto, son los irresistibles estímulos que le traen
ante el Poder encargado de garantizar los derechos naturales
del individuo en el estado social. (Citado en Valdés Valle, 2010,
p. 71).
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Algunos liberales usaron este
tipo de activismo como excusa
para oponer la participación de las
mujeres en política por considerarlas
instrumentos del clero. Pero había
otro aspecto del activismo de las
católicas amigas de la jerarquía
eclesiástica que resultaba atractivo
para el proyecto liberal. Ellas
podían ser aliadas en la creación de
instituciones para avanzar políticas
sociales dentro de un proyecto
de higiene social.
4
Sara Guerra de
Zaldívar, la esposa del presidente
Rafael Zaldívar (1876-1885), es el
ejemplo más importante de una
católica conservadora de la élite
que desempeñó un papel crucial
en la organización de instituciones
lantrópicas dentro del modelo
liberal. Desde 1876, cuando su
intervención fue decisiva para la
fundación del Hospicio de Huérfanos,
hasta su muerte en 1911, doña Sara
impulsó la introducción de la Cruz
Roja, una escuela de artes y ocios
para mujeres pobres, la Sala Cuna,
el Dispensario Médico-Quirúrgico
y el Asilo de Ancianos que lleva su
nombre.
5
En las zonas rurales también
podemos encontrar ejemplos de
mujeres prestas a hacer escuchar su
voz. Patricia Alvarenga relata en su
trabajo el caso del enfrentamiento
entre Inés Perdido y el comisionado
cantonal Julián Argueta en 1885. Si
el comisionado albergaba el sueño
patriarcal de mujeres sumisas y
tímidas se llevó una gran sorpresa
con Inés. Cuando Argueta llegó
a su casa ella lo recibió con una
avalancha épica de insultos. Los
legajos del proceso legal que siguió
a la visita del comisionado registran
la actitud de constante desafío de
Inés (Alvarenga, 1996, p. 183).
En este mundo nisecular
encontramos a una pionera, una
joven llamada Antonia Navarro, que
aprovechó la pequeña apertura que
mostraron algunos intelectuales
en el entorno universitario. En
1887 se inscribió en la escuela de
ingeniería donde llegó a graduarse.
Desafortunadamente su prematura
muerte en 1891 no le permitió
dejar un legado como profesional o
mentora de una nueva generación.
Sin embargo, su éxito muestra
una cierta anuencia en círculos
intelectuales a la educación
universitaria de la mujer. Algunas
publicaciones de la época resaltaron
su logro. Cinco años después de la
muerte de la joven profesional, la
revista El Porvenir de Centroamérica
publicó su foto con un brevísimo
perl biográco que resaltaba que
coronó su carrera de doctora en esa
facultad [de ingeniería] con mucho
mérito y grandes honores […] su
muerte fue muy sentida y las ciencias
perdieron con ella una de sus más
adictas y constantes admiradoras”
(“Antonia Navarro, p. 388).
La iniciativa y valentía moral que
demostró esta mujer de los grupos
medios urbanos (el padre de Navarro
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era boticario) tuvo su contraparte
militante durante el episodio de la
revuelta de 1894 que se menciona
en la introducción. Los informes
militares de la época dan testimonio
de la variedad de formas en que las
mujeres participaron en la lucha
contra los ejércitos de Antonio y
Carlos Ezeta.
Los vencedores en el conicto
publicaron un número especial del
Boletín del Ejército para dar a conocer
al pueblo su versión de los hechos.
El Boletín, además de dar un aura
de heroísmo a sus autores, dedica
algún espacio a comentar sobre el
arrojo excesivo que nuestras mujeres
presentan en los campamentos. En
lo más crudo del combate, cuando la
muerte siembra el estrago cortando
vidas, pero dando ejecutorias para la
inmortalidad, las mujeres, sublimes
heroínas sin nombre, penetran
hasta el centro de la refriega a
llevar auxilios a los que se baten,
infundiendo el más alto valor a los
soldados” (Ejército de El Salvador,
1894, p. 17). “Hasta las mujeres
toman el fusil” manifestaba el
Boletín. La única luchadora que el
texto menciona con nombre propio
es Petrona Villeda quién con su
arrojo e intrepidez electrizaba a
los soldados que viendo en medio
de ellos una mujer de tales brillos,
se lanzaban con nuevos ímpetus a
la batalla. Mujeres como Petrona
Villeda son indispensables en los
momentos del fuego (Ejército de El
Salvador, 1894, pp. 32, 35).
Más adelante aparecieron en la
prensa referencias esporádicas que
conrman el involucramiento de
mujeres en el movimiento contra
Ezeta. En 1912 el Diario del Salvador
daba la noticia de la muerte de
Isabel Carranza Monterrosa quien en
la revolución de 1894, que Santa Ana
sostuvo hasta derrocar la tiranía de
los Ezeta, peleó como el hombre más
aguerrido en las diferentes acciones
de armas que entonces se libraron,
alcanzando el grado de capitana
del ejército de la República. Sus
funerales incluyeron la presencia de
una banda de guerra y los honores
de una compañía del ejército (“Una
capitana del ejército salvadoreño.
Peleó valientemente en 1894”, p. 1).
A pesar de las noticias esporádicas,
la memoria ocial de la revolución
de “los 44” (todos hombres) y de la
ciudad heroica” de Santa Ana relegó
al olvido a esas combatientes que
tan importantes fueron en el triunfo
contra los Ezeta. ¿Quién recuerda
ahora a Petrona Villeda y a Isabel
Carranza Monterrosa? Hubo una
persona que aludía en sus escritos a
las luchadoras santanecas y que las
tomó como inspiración. Prudencia
Ayala, en sus memorias, menciona
cómo parte de su identidad el hecho
de que era hija de la coronela
Aurelia Ayala que había recibido
rango militar por su bravura en 1894.
En las conversaciones familiares
la madre de Prudencia raticaba
la popularidad del régimen liberal
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democrático de Menéndez con las
mujeres. Ella contaba que “Los Ezetas
fueron traidores del presidente
general Francisco Menéndez,
gobernante honrado. Los Ezetas
no habían de haberse portado mal
con él, en n ellos tiranizaron al
pueblo salvadoreño (Ayala, 1928,
p. 86). La casa de las Ayala recibía
visitas de las antiguas compañeras
de batalla de Aurelia. “Llegaban a
visitarla ya una, ya otra de las que
componían el reducto femenino y
se decían ‘¿recuerdas Aurelia de los
días amargos que pasamos oyendo
el ruido infernal de los cañones y
fusiles y lamento de los heridos?’”.
Las amigas de Aurelia incluían a
Lola Soliz, la negra Macaria, Teresa
Santa María, Ricarda Interiano y
Anita Álvarez que habían luchado
en las batallas de El Molino y el
Portezuelo. Prudencia recuerda
la respuesta de su madre cuando
le preguntó si no había tenido
temor durante la batalla: Algún día
comprenderás lo que es una buena
opinión o un sentimiento en defensa
de una buena causa en pro de los
intereses del bien general de un
pueblo. (Ayala, 1928, pp. 84-87). Y
así fue. Las memorias de las hazañas
de su madre estuvieron presentes en
primera línea cuando Prudencia se
lanzó a la aventura más importante
de su vida, la campaña presidencial
de 1930. En esa ocasión concedió una
breve entrevista al periódico Patria
en el que mencionó la disponibilidad
de las mujeres de luchar por la patria
en momentos de peligro y continuó
diciendo mi madre se batió en
Santa Ana contra los Ezetas y se le
dio el grado honoríco de coronel.
Como ése, abundan los casos en
nuestra historia” (“Prudencia Ayala
deende una causa justa y noble,
cual es el derecho de la mujer a ser
elector y ocupar altos puestos”, p. 1)
El recuerdo de mujeres que habían
tomado las armas para defender sus
derechos y luchar contra una tiranía
acompañó a Prudencia Ayala durante
toda su vida política.
A las disrupciones de mujeres
como Antonia Navarro, Inés Perdido,
Aurelia Ayala, Lola Soliz y sus amigas
se puede añadir liderazgo femenino
transgresor en las esferas sociales
más altas. Victoria Magaña de
Fortín presidía una familia con gran
prestigio social en el departamento
de Santa Ana. Su esposo, el próspero
abogado de origen hondureño
Miguel Fortín, fue entre otras cosas
encargado de negocios y cónsul de El
Salvador en Guatemala y presidente
del Ateneo de El Salvador. Sus
descendientes todavía se destacan
en la vida social y política del país.
En sus ratos libres, ella escribía
artículos feministas que publicaba
en La Prensa de Santa Ana bajo el
seudónimo de Olimpia. Para 1902, ya
tenía sucientes publicaciones para
recopilarlas e imprimirlas en forma
de libro. Sus artículos demuestran
que se informaba regularmente
de los movimientos feministas
en Europa y estaba al tanto de
las discusiones políticas sobre la
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ciudadanía de la mujer.
7
En uno
de sus trabajos habla del congreso
socialista en Bruselas de 1891 en
el que se que hizo un llamado a
todos los países para la armación
enérgica en sus programas de la
igualdad completa para ambos
sexos: a que pida se otorguen a la
mujer los mismos derechos civiles
y políticos que al hombre” (Magaña
de Fortín 1910, p. 35). Es decir, esta
mujer de la élite leía periódicos
europeos sin importar la orientación
ideológica buscando argumentos
para promover la participación
política de la mujer.
Olimpia no trabajó en total
aislamiento ni fue víctima del
ostracismo social. La recopilación
de artículos que publicó en 1902
fue iniciativa de su esposo, quien
admiraba su trabajo intelectual y
su actitud luchadora. En 1910, don
Miguel Fortín dedicó a su esposa
un poema en el que la anima a
seguir lidiando por la igualdad
de la mujer: Adelante! A luchar!
Nada de miedo/Hasta obtener de
la igualdad la palma” (Magaña de
Fortín 1910, p. 269). Olimpia recibía
el reconocimiento de algunos
intelectuales prominentes en el
medio. El conocido positivista, don
Santiago Barberena, escribió que le
correspondía a ella ponerse al frente
del movimiento feminista de Centro
América” (Magaña de Fortín 1910, p.
16). En el informe de la exposición
nacional de 1904, su organizador,
David J. Guzmán recomendaba sobre
todo los artículos literarios sobre
la mujer de doña Victoria de Fortín
(Olimpia)” (Moncada 1907, Anexos
xxiv).
Posiblemente una mujer de
la élite como doña Victoria tenía
acceso fácil a la prensa extranjera,
pero aun aquellas que no se
podían dar ese lujo tenían acceso a
información sobre los movimientos
feministas en Europa y Estados
Unidos. Periódicos locales como el
Repertorio del Diario del Salvador
(una revista quincenal vinculada al
Diario del Salvador) y la Revista de la
Enseñanza divulgaban artículos de
precursoras del feminismo como la
española Carmen de Burgos Seguí, la
cubana Aurelia Castillo de González
y noticias sobre las actividades de las
sufragettes en Londres y Nueva York
(Burgos Seguí, 1 de octubre de 1906,
p. 201, y 1 de diciembre de 1906, p.
2183). Publicaciones como el Diario
del Salvador imprimían artículos, con
frecuencia anónimos, que abogaban
por la igualdad de sexos ( “La mujer
colaboradora, no esclava”, p.2).
Además, durante la Primera Guerra
Mundial las mujeres en Europa y
Estados Unidos se incorporaron al
mundo del trabajo y aumentaron
su participación de forma sin
precedentes. Las noticias sobre estas
transformaciones sociales llegaban a
El Salvador y deben de haber servido
de inspiración para las lectoras
locales.
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Los ejemplos anteriores
muestran la existencia temprana
de un contexto político y social en
el que se observaban retoños de
un movimiento feminista, pero eran
eso, retoños. El Salvador no ofrecía
un ambiente de gran apertura para
la participación de la mujer. Pero
poco a poco, a todo nivel social,
había grupos donde maduraban las
ideas sobre la igualdad de sexos y la
importancia de la ciudadanía plena
para la mujer.
Mujeres trabajadoras y nuevos espacios de sociabilidad
El creciente interés de las
mujeres en la participación política
como ciudadanas se daba a la par de
un cierto crecimiento de los espacios
urbanos, con el cual aumentaba su
número en el mundo laboral de las
ciudades, aparecían nuevos espacios
de sociabilidad y se ensanchaba la
esfera pública.
10
En El Salvador, al igual que en
otros países latinoamericanos, la
creciente feminización del magisterio
creó oportunidades para que muchas
educadoras, a quienes se entregaba
explícitamente la tarea de “formar
ciudadanos”, buscaran la ciudadanía
plena para ellas mismas y se unieran
a movimientos feministas.
11
En esta
área, convergieron el trabajo fuera
del hogar, un sentido de pertenencia
e identidad profesional y la búsqueda
de igualdad y derechos ciudadanos.
La feminización del magisterio
comenzó en la segunda mitad
del siglo XIX y, para nales de
siglo, el número de mujeres
que habían entrado al mundo
laboral trabajando como maestras
aumentó considerablemente. Con la
centralización del sistema escolar
durante los gobiernos liberales,
también se dieron pasos para la
profesionalización del magisterio.
Uno de los hitos en este proceso
fue el Primer Congreso Pedagógico
Centroamericano que se celebró en
Guatemala en 1893. La delegación
salvadoreña al evento incluyó al
subsecretario de instrucción pública
don Nicolás Aguilar. Las discusiones
de la reunión de pedagogos
incluyeron nueve temas, incluyendo
la importancia que se debía dar
a las Escuelas Normales y cómo
organizarlas. A los nueve temas que
se habían planeado de antemano,
se añadió uno sobre la educación
de la mujer, posiblemente debido
a la presencia en el evento de un
buen número de maestras (Congreso
Pedagógico Centroamericano, 1894).
Un año después del Congreso,
las autoridades salvadoreñas
reorganizaron el Colegio Nacional
de Señoritas y le dieron de nuevo
el nombre de Colegio Normal de
Maestras con un currículo más
acorde con los avances de la
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pedagogía (“Editorial”, p. 730).
12
La
necesidad de profesionalización
de las maestras saltaba a la vista
(Diario Ocial, pp. 1175-1176). A las
puertas del siglo XX, hubo avances
en el número de maestras y en su
espíritu profesional como mujeres
trabajadoras. Las estadísticas de
1894 para el departamento de
Cuscatlán muestran 27 plazas en
las escuelas para hombres y 24 para
mujeres. Había en el departamento
siete directores, siete subdirectores,
cinco directoras y siete subdirectoras.
La situación en el departamento de
La Paz era muy similar (Barberena,
1912, p. 128).
Ya en 1912 los hombres estaban
en minoría en el magisterio. Ese año
había 531 mujeres en la docencia
en comparación con 444 hombres.
(Barberena 1912, p. 128). Además,
la tendencia era creciente tanto
por el aumento en la proporción de
mujeres maestras como por el mayor
número de escuelas. Para el n de la
primera década del siglo la Escuela
Normal de Maestras matriculaba
a casi 300 futuras docentes
que al compartir experiencias
y aspiraciones comenzaban a
formar una comunidad profesional
(Fonseca, Primer Anuario Estadístico
de San Salvador 1910, p. 83
13
. El
creciente sentido de una comunidad
profesional especíca de maestras se
manifestaba en iniciativas como la
revista La Escuela de El Salvador, que
empezaron a publicar en 1895 un
grupo de maestras bajo el liderazgo
de Adela Orantes, directora de la
Escuela Superior de Niñas (Flores
Montalvo, 2013).
Durante estos años muchas
jóvenes aprovecharon un incremento
gradual de opciones de capacitación
para el trabajo en otras áreas. En
1904, el Estado tomó la iniciativa
de crear un nuevo centro educativo
en San Salvador para preparar a
la mujer para el mercado laboral:
el Colegio Técnico Práctico de
Señoritas. La institución fue un éxito
inmediato.
14
En uno de sus informes
Adela Orantes, la directora del
Colegio, explicaba que su objetivo
era buscar nuevos derroteros para la
mujer salvadoreña” y “formar mujeres
aptas para la lucha por la existencia”.
Para cumplir con su misión el
colegio impartía clases de tipografía,
telegrafía, telefonía, fotografía,
grabado y encuadernación; además
de temas más tradicionalmente
“femeninos” como corte y confección,
ores de lienzo y arte culinario.
(El Salvador. Ramo de Instrucción
Pública 1917, p. 76). Las aulas de
la institución desbordaban con
estudiantes que llegaban de los
diferentes departamentos de la
República. En 1913, el personal
docente tuvo que hacer una solicitud
formal para que les dieran un local
más amplio (El Salvador. Ramo de
Instrucción Pública 1914, p. 24).
15
Más de 200 muchachas asistían en
enero de 1915.
Héctor Lindo46
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La popularidad del Técnico-
Práctico se mantuvo durante el
periodo que cubre este artículo. Para
1920 tenía 300 alumnas. Algunas
de ellas eran centroamericanas que
se habían desplazado desde sus
países, atraídas por su fama (Diario
Ocial, 20 de marzo de 1920, p. 482).
La sección de tipografía del Colegio
tenía su propia revista llamada La
Mujer Salvadoreña (López Vallecillos
1964, p. 234).
Ante la dicultad de obtener
estadísticas precisas sobre la
composición de género del personal
en los diferentes sitios de trabajo,
las fotografías pueden arrojar
alguna luz. En la Figura 1 se puede
observar la presencia signicativa
de mujeres en la Imprenta Nacional.
La foto, que probablemente se tomó
en 1912, sugiere que las graduadas
de los nuevos centros educativos
encontraban colocación en el campo
que escogían.
FIGURA 1
Como la idea de una formación
“técnico-práctica” para capacitar a
mujeres para el mundo laboral tuvo
buena acogida, pronto surgieron
imitadores. En 1917 se fundó en
Santa Ana un anexo al Asilo Santa
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Narcisa de las hermanas betlemitas
con una escuela técnico-práctica
para jovencitas (“Vida Salvadoreña”,
p. 7141). Ese mismo año una
escuela privada de San Salvador
que se promovía como “Escuela
de Comercio abrió otra entidad
que ofrecía complementación con
carácter profesional para mujeres”
y la Escuela de Complementación
anexa a la Escuela Superior de Niñas
“Froebel” daba clases de contabi-
lidad, dibujo topográco y mecano-
grafía.
16
La profesión de enfermera
también era una opción para las
mujeres. A principios de siglo
también comienzan a darse intentos
para elevar su nivel educativo. En
1917, el gobierno contrató en París
a la profesora obstétrica, señorita A.
Auramboux para dirigir una escuela
de parteras y enfermeras (El Salvador.
Ramo de Instrucción Pública, 1918, p.
16) La escuela se mantuvo pequeña
en los primeros años (En 1919 tenía
20 alumnas), pero abrió el camino
para la profesionalización de la
enfermería (Diario Ocial, “Memoria
de Instrucción Pública”, p. 485.)
Las mujeres también
aprovecharon las oportunidades de
formación profesional en la Escuela
de Artes Grácas que se fundó en
1913. Aunque no contamos con
estadísticas precisas, podemos ver
en una foto de un grupo de alumnos
tomada alrededor de 1921 (Figura 2)
que aproximadamente una tercera
parte eran mujeres. Esta escuela,
famosa por su formación de artistas,
también impartía clases de mecano-
grafía y estenografía, materias útiles
para entrar al mundo laboral en el
comercio y ocinas privadas y guber-
namentales. (“Nuestro Centro de
Enseñanza” , p. 1645).
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FIGURA 2
La creciente incorporación de
mujeres a nuevas ocupaciones se
dio en un periodo en el que había
un considerable ímpetu asociativo
en las ciudades y pueblos del
país. El presidente Escalón se
refería en un discurso al creciente
espíritu de asociación que ha
venido despertándose entre las
clases obreras” (“Mensaje del señor
presidente de la República del
Salvador”, p. 282.) Este empuje que
Escalón observaba en 1904, se aceleró
en las dos décadas siguientes. Entre
1900 y 1920 se organizaron gran
número de asociaciones de ayuda
mutua de artesanos y obreros. Estas
asociaciones eran prácticamente
inexistentes antes del siglo XX, pero
al terminar la segunda década del
siglo había al menos 78 repartidas
por todo el país.
17
El gremio
de tipógrafos, donde había una
presencia femenina signicativa, era
uno de los más activos políticamente
de la época.
Abundan los ejemplos de mujeres
que se habían incorporado al mundo
del trabajo y querían participar en
esta nueva forma de sociabilidad.
Las maestras se encontraron entre
las primeras en incorporarse a
asociaciones profesionales. En
Las salvadoreñas, las primeras latinoamericanas que votaron. 1921 49
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1904 la membresía de la Sociedad
Pedagógica de El Salvador incluía
a varias de ellas incluyendo a Adela
Orantes. (Flores Montalvo, 2013)
Por su lado, varias empleadas de
establecimientos de San Salvador
tocaron a la puerta de la Sociedad
de Empleados de Comercio. La
agrupación las eximió de los cinco
pesos de inscripción (“Gremios y
corporaciones”, p. 3). Cuando se
organizó la Sociedad Central de
Maestros en 1914, maestras como
Josena Mendoza y Teresa Masferrer
quisieron estar entre sus primeros
miembros. (El Salvador. Ramo de
Instrucción Pública 1915, p. 91)
El siguiente paso era organizar
asociaciones exclusivamente para
ellas. Éstas podían ser de señoras
de estratos sociales altos, como el
Club Femenino Reformista” fundado
en la ciudad de San Miguel en 1918
(El Nuevo Tiempo, p. 9283) También
podían ser obreras organizadas en
una sociedad de ayuda mutua, como
la que presidía María Martínez en
1917 (“Fundación de una sociedad
de ahorros y protección mutua de
jóvenes obreras”, Diario del Salvador,
p. 2) Las costureras se reunieron en
San Salvador en 1920 para establecer
una organización con el objetivo de
el mejoramiento, moral intelectual y
económico de la clase trabajadora en
general y en particular el gremio de
costureras”. El titular del periódico
que anunciaba al nuevo grupo lo
calicaba de movimiento feminista
salvadoreño (“Movimiento feminista
salvadoreño. Se constituye la
sociedad de mujeres trabajadoras” p.
1). En 1921, el Diario Ocial publicó
la aprobación de los estatutos de
la Sociedad Femenil “El Porvenir de
la Mujer”, que organizó un grupo en
Santa Ana. Los estatutos eran muy
similares a los de las asociaciones
de ayuda mutua de obreros que
promovían el principio del ahorro
y el auxilio mutuo. La diferencia
es que el criterio para pertenecer a
esta sociedad no era ser parte de un
gremio especíco, sino ser mujer con
una profesión, arte, ocio, industria,
renta” o manera lícita de ganarse
la vida (“Estatutos de la Sociedad
Femenil ‘El Porvenir de la Mujer’”, p.
265.)
Estas mujeres preparadas,
que trabajaban fuera del hogar e
integraban organizaciones, buscaban
incidir en el debate político,
aportando sus puntos de vista. Un
ejemplo de esto es Teresa Masferrer.
La brillantez de su hermano
Alberto ha opacado injustamente
sus contribuciones pioneras como
autora y activista. Ella era una
intelectual por derecho propio y sus
contemporáneos la reconocían como
tal. Cuando se alió a la Sociedad
Central de Maestros al fundarse la
asociación en 1914, esta maestra
ya tenía una trayectoria que se
destacaba por su iniciativa, actitud
progresista y sensibilidad social. Su
libro Nociones de higiene, publicado
en 1911, fue un importante esfuerzo
de síntesis de conocimientos
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higiénicos que ella adaptó con gran
habilidad al contexto salvadoreño. La
obra fue muy bien recibida al grado
que se utilizó como texto escolar por
más de una década (Masferrer, 1911).
Las sociedades de artesanos la
invitaban a sus reuniones anuales a
hablar sobre temas variados, desde al
alcoholismo (tema que discute en su
libro), hasta el unionismo. En 1912 se
había hecho cargo de la dirección de
una escuela nocturna para obreras.
El año siguiente fue la única mujer
en el grupo de intelectuales que
fundó el Ateneo de El Salvador. Más
adelante participó en el proyecto de
la Universidad Popular, una iniciativa
de la Sociedad de Obreros de El
Salvador Confederada, con el apoyo
de intelectuales como Salvador
Merlos para ilustrar a artesanos y
obreros.
Encontramos esta voluntad de
incidencia en el espacio público en
mujeres de todos los grupos sociales.
Cuando el presidente Araujo visitó
Zacatecoluca en enero de 1913, las
señoras del mercado le dieron la
bienvenida presentándose a mismas
como obreras y actores políticos por
derecho propio. Construyeron un
hermoso arco triunfal de bienvenida
y su representante pronunció un
elaborado discurso para darle la
bienvenida ofreceros nuestro hogar,
qué como de obreras, es humilde,
pero en cuyo seno se rinde culto a
lo noble, a lo bueno, a lo grande, a lo
justo. A lo largo del discurso continuó
reriéndose a su grupo como obreras
(“La simpática manifestación de las
señoras del mercado. Entusiasta
discurso de una señorita”, p. 1.)
Las vendedoras de los mercados
se hacían presente en los momentos
más relevantes de la vida cívica. En
febrero de 1916, cuando la Junta
Patriótica de Obreros organizaba
una manifestación en homenaje a
la memoria del doctor Araujo en el
tercer aniversario de su asesinato,
el comité de señoras del mercado
decidió, de forma paralela, extender
su propia invitación al evento (“La
manifestación obrera en homenaje
al doctor Araujo, p. 1). Así dejaban
en claro que eran actores políticos
autónomos.
Mujeres que se dedicaban a la
tipografía, posiblemente algunas de
ellas graduadas del Colegio Técnico-
Práctico, se aliaban a la Sociedad de
Tipógrafos. Sus intervenciones en los
debates no siempre eran bienvenidas
en una sociedad patriarcal. En 1914
el comportamiento de la señorita
Gutiérrez Muñoz irritó tanto a sus
colegas tipógrafos que tres de
ellos solicitaron su expulsión por
disociadora (“No ha sido expulsada
de la sociedad de tipógrafos la
señorita Gutiérrez Muñoz”, p. 2).
A la convención de asociaciones
obreras en enero de 1921 asistieron
representantes de la Sociedad de
costureras “El Despertar”. Ellas no
estaban en la convención como
meras oyentes, una de sus miembros,
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la señorita Ana María Bonilla,
era la tesorera del evento y fue
delegada para asistir a una reunión
con el presidente de la República.
(“Convención de sociedades Obreras”,
p. 2). Un incidente en la Universidad
Popular alrededor de 1924 da una idea
de la creciente presencia de mujeres
en actividades obreras. Un grupo
al interior de Sociedad de Obreros
Federada provocó una disrupción
seria en las clases. Algunos temían
que el incidente era parte de una
conspiración contra la iniciativa de
la Universidad. Afortunadamente
para la nueva institución, el Dr.
Merlos, con la energía y oportunidad
que se requiere en tales casos, hizo
reponer las vacantes con decididas
señoritas presentes y amantes de la
instrucción, haciendo comprender,
en su alocución comedida, que si los
hombres niegan su contingente en
la obra de regeneración obrera, las
mujeres pueden también sustituirlos
con resultado feliz” (Federación de
Obreros de El Salvador, 1924, p. 43).
Unionismo
Al acercarse la década de
1920, se encuentran cada vez más
ejemplos de mujeres que se abrían
camino, saltando barreras y haciendo
oír su voz en los principales temas
de interés nacional. Sus intereses
iban más allá de preocupaciones
gremiales. La principal causa que
inspiraba el accionar político
de mujeres organizadas era el
antiimperialismo, que se fusionaba
en el discurso político de la época
con el unionismo.
El entusiasmo de las mujeres
con la causa unionista no se explica
por solo. El contexto lo daban los
enormes cambios geopolíticos en la
zona de Centroamérica y el Caribe.
Los centroamericanos nunca habían
abandonado la idea de regresar a la
federación. Los primeros intentos de
reunicar el istmo fueron vehículos
para ambiciones caudillistas. Primero
del guatemalteco Justo Runo Barrios
(1885) y luego del nicaragüense José
Santos Zelaya (1895-1898) trataron
de unir a los países del istmo. Pero
al mismo tiempo que fracasaba la
República Mayor de Centroamérica
que promovió Zelaya, el equilibrio de
poder hemisférico estaba cambiando
radicalmente. Salvador Mendieta, el
principal pensador unionista de la
época, reconoció el signicado del
momento: se acercaba el peligro
yanqui”. En 1903 escribió que “tras
la conquista de Cuba y Puerto Rico
por los Estados Unidos vendría la
Héctor Lindo52
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conquista de Santo Domingo y tras
la de este, el avance yanqui sobre
el codiciado centro de América”
(Mendieta, 1903, p. 139)
En efecto, después de la Guerra
Hispano-estadounidense (1898),
Cuba y Puerto Rico quedaron bajo
el control político de Washington.
En menos de una década los
intereses del imperio separaron a
Panamá de Colombia y comenzó la
construcción del canal. Ésta era la
obra de ingeniería más importante
del mundo y colocaba al istmo
centroamericano en el vértice de
enormes intereses geopolíticos
y comerciales. Más cerca de El
Salvador, en Nicaragua, el gobierno
era poco más que un títere del gran
poder del norte. La población de El
Salvador se alarmó sobremanera,
particularmente después de que los
marines desembarcaron en costas
nicaragüenses en 1912. Todo indicaba
que la soberanía salvadoreña estaba
en peligro. La vulnerabilidad ante
el poderío estadounidense provocó
sentimientos antiimperialistas y
renovó el sueño de la unión de
Centroamérica. El sentimiento
general era que los cinco países
unidos tendrían más posibilidades
de resistir con éxito las ambiciones
hegemónicas de Estados Unidos.
La idea de revivir la federación
centroamericana se convirtió en
tema urgente. De esta forma el
movimiento unionista de principios
del siglo XX iba de la mano de
la causa antiimperialista. A partir
de 1912, después de la invasión
estadounidense a Nicaragua, la
agitación popular alrededor del tema
antiimperialista fue considerable.
Las asociaciones de artesanos,
obreros, estudiantes y profesionales
se movilizaron para hacerle frente
a la amenaza imperial. Estas eran
las mismas asociaciones a las que
se estaban aliando las mujeres
urbanas. Las primeras causas que
ellas abrazaron fueron las del
antiimperialismo y el unionismo.
Una sucesión de acontecimientos
después de la invasión de
Nicaragua inamó periódicamente
el sentimiento antiimperialista.
Primero, la negociación del Tratado
Chamorro-Bryan con onerosas
concesiones nicaragüenses a
Estados Unidos. El acuerdo afectaba
a El Salvador con la posibilidad de
una base en el Golfo de Fonseca.
Luego la rma del tratado (1914), su
raticación (1917) y, nalmente, el
proceso legal en contra de este que
prosiguió el gobierno salvadoreño
fueron causa de mucha agitación
popular.
Después de la raticación del
tratado en 1917, el presidente
de Honduras, Francisco Bertrand,
propuso la unión de Centroamérica,
proyecto que, aunque tuvo corta
vida, dio lugar a mucho trabajo
organizativo. Al llegar 1920, la
proximidad de la importante
efeméride de 1921, el primer
Las salvadoreñas, las primeras latinoamericanas que votaron. 1921 53
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centenario de la independencia
de Centroamérica, dio impulso a
la idea de revivir la Federación. La
coyuntura era favorable, porque el
gobierno guatemalteco, después de
la caída del dictador Estrada Cabrera
en 1920, tenía una fuerte agenda
unionista. Ese año, los presidentes
de Centroamérica acordaron enviar
representantes a una reunión en
Costa Rica para escribir un pacto de
Unión.
El Pacto de Unión que se rmó
el 19 de enero de 1921 planteaba
escribir una Constitución Federal
que debía de estar lista para el
centenario. Las dicultades que
rodeaban al pacto eran enormes.
Los nicaragüenses, bajo presión
estadounidense, se negaron a rmar
el documento. los costarricenses
rmaron, pero luego la legislatura
de ese país no quiso raticarlo.
Solamente quedaron Honduras,
Guatemala y El Salvador. A pesar
de la oposición interna en cada
país, los tres países continuaron su
compromiso con el pacto.
Las salvadoreñas pusieron de
maniesto su voluntad de ser oídas
en cada uno de los hitos de esta
historia, desde la percepción de la
amenaza imperialista y la renovación
del unionismo hasta el Pacto de
Unión y la Constitución Federal. El
trabajo de Patricia Fumero muestra
que las centroamericanas utilizaron
la esfera pública en el contexto de las
celebraciones del centenario para
abordar sus inquietudes y presentar
sus identidades públicamente”
(Fumero-Vargas 2005, p. 32) Se
puede añadir que cuando llegaron
las celebraciones del centenario ya
estaban activas en las causas del
antiimperialismo y el unionismo.
Uno de los primeros ejemplos
de salvadoreñas participando en
la causa unionista con una agenda
de carácter feminista se encuentra
en 1911, durante las celebraciones
del centenario del Primer Grito de
Independencia. En esos días las
maestras del Colegio de Señoritas
de Ahuachapán decidieron formar un
club unionista femenino. Enviaron
una carta al Comité Unionista
de Ahuachapán mencionando la
corriente feminista en países de
Europa y el norte de América y
lamentando que en El Salvador
ninguna participación se ha dado
al sexo femenino en la resolución
de los problemas políticos y sociales
que entrañan el porvenir cada vez
más amplios de los pueblos cultos
y civilizados”. Sin embargo, ellas no
estaban dispuestas a quedarse al
margen y estaban decididas a formar
un grupo unionista solamente de
mujeres (“Campaña unionista. Una
nota del comité de Ahuachapán”, p.
1).
El deseo de emular el movimiento
feminista, particularmente del
mundo anglosajón, se reejaba en
publicaciones ocasionales en los
periódicos. En 1911 un artículo que
apareció en el periódico Vox Populi
intitulado “Habla una señorita”
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abogaba por la participación de la
mujer en la solución de los grandes
problemas sociales y políticos de la
región diciendo que “Puede la mujer
centroamericana terciar de algún
modo en la persecución del gran ideal
que se ventila en la actualidad, cómo
es el de la Unión Centroamericana.
(“Habla una señorita”, p. 1.).
La amenaza imperial que daba
tanto impulso al movimiento
unionista se hizo sentir con
particular fuerza cuando fuerzas
estadounidenses invadieron
Nicaragua en 1912. Los rebeldes
nicaragüenses que se enfrentaban
a los marines invasores contaron
con el apoyo de salvadoreños
antiimperialistas que viajaron al
país vecino a incorporarse a la lucha.
Entre estos últimos se encontraba
Lucila Matamoros. Ella se destacó
tanto que le dieron un rango de
ocial en el ejército nicaragüense.
Desafortunadamente, la capturó el
enemigo y terminó ahorcada (“Las
heroínas de la revolución libertadora
de Nicaragua”, p. 2). Prudencia Ayala
la menciona en sus memorias como
modelo de conducta.
Las mujeres buscaban diferentes
mecanismos para expresar su
antiimperialismo. Uno de ellos era a
través de las carrozas que deslaban
en las estas patronales. Siguiendo
una tradición muy antigua en El
Salvador, durante las estas de los
patronos de ciudades o pueblos se
organizaban desles de carrozas
que llevaban alegorías religiosas
o con contenido político. En 1912,
por ejemplo, el desembarco de los
marines en el puerto de Corinto
coincidió con las estas agostinas
de San Salvador. En esa ocasión
las señoras del barrio Cisneros
organizaron una carroza de desafío
al imperialismo en la que cinco
muchachas representando a los
países de Centroamérica se rodeaban
con un defensor armado, un niño
con un cañón (“Días agostinos”,
p. 1.). Este tipo de performance de
resistencia enraizada en tradiciones
locales se repetía en todo el país,
invariablemente con mujeres como
protagonistas.
Al terminar el conicto de
Nicaragua, la llegada de refugiados
nicaragüenses, en su mayoría
miembros de las fuerzas rebeldes
derrotadas, dieron una oportunidad
más para que las salvadoreñas
demostraran su antiimperialismo. Las
obreras del mercado se apresuraron a
auxiliar a los derrotados organizando
colectas y hasta donando puros de
tabaco. (“Las obreras del mercado y
los emigrados de Nicaragua”, p. 4.)
Una nueva ebre antiimperialista
y unionista siguió a la iniciativa
de unión del presidente Bertrand
en 1917. El Comité Central
Unionista hondureño envió a El
Salvador a Rafael Alduvín como
delegado para promover la idea
(“Nuestros delegados”, p. 2). Alduvín
encontró excelente acogida entre
Las salvadoreñas, las primeras latinoamericanas que votaron. 1921 55
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las salvadoreñas. En el pueblo
de Guazapa, departamento de
San Salvador, un grupo organizó
el “Club Unionista de Señoritas
Bellos Horizontes” para apoyar la
iniciativa hondureña (“El patriotismo
de la mujer salvadoreña”, p. 5). En
occidente la asociación “Mengalas
Unionistas en Ahuachapán” tenía el
mismo propósito.
18
Más prominencia
social tenían Delna Lagos y Cristina
Padilla, ambas organizadoras del
Comité Unionista de Señoras y
Señoritas de Ahuachapán” (Comité
Unionista de Señoras y Señoritas de
Ahuachapán”, p. 2). Las distinguidas
ahuachapanecas invitaron a
los delegados hondureños para
entregarles una medalla de oro que
habían concedido al mandatario
hondureño. En el discurso de entrega,
Delna Lagos, presidenta del grupo,
realizó malabarismos retóricos con
la idea patriarcal de la mujer como
compañera del hombre: “Estamos
dispuestas a ayudaros en todo,
dijo doña Delna, pues creemos
que cuando la mujer se propone
algo benéco y grandioso, no hay
nada que resista a su empuje. Los
hombres, como dignos compañeros
de ella, habrán de disputarse el
honor de secundarla y sostenerla.
Las unionistas de Ahuachapán
demostraron un compromiso
admirable con la causa y viajaban a
los pueblos a fundar comités locales.
A ellas se debió la organización de
las mujeres de San Pedro Puxtla,
una pequeña población al este de
la ciudad (“Actitud patriótica del
comité de señoras y señoritas de
Ahuachapán”, p. 1).
19
La iniciativa de Bertrand fue
otro intento que fracasó, pero los
unionistas no se daban por vencidos.
A nales de 1918, el Partido Unionista
de Salvador Mendieta celebró una
convención en el puerto de La Unión.
Al evento asistieron los unionistas
salvadoreños más distinguidos,
incluyendo a Alberto Masferrer
y Salvador Merlos, pero no había
mujeres entre los representantes
ociales. Incidentalmente, la
convocatoria enfrentó problemas
debido a la pandemia de inuenza
que había cobrado muchas víctimas.
La delegación guatemalteca no
conrmó su asistencia hasta última
hora debido a la pandemia (“La
convención en el Puerto de La
Unión”, p. 9266).
Muchas mujeres, que ya para
entonces se habían perlado como
uno de los puntales del movimiento
unionista, se encontraban entre el
público que se allegaba a escuchar
las deliberaciones de la Convención.
No salieron decepcionadas.
El corresponsal del periódico
hondureño El Nuevo Tiempo
informó: “La Convención reconoció
los derechos políticos, dentro del
Partido Unionista, de la mujer
centroamericana (“La convención
unionista de El Salvador”, p. 9290).
Además, el delegado salvadoreño,
Alberto Masferrer, habló de forma
elocuente de la necesidad de apoyar
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el magisterio, tema que era de
indudable interés para las mujeres
(“La convención unionista de El
Salvador”, p. 9290).
Los delegados a la convención
de La Unión pensaban que el n
de la Primera Guerra Mundial
podía presentar una coyuntura
internacional favorable al
movimiento unionista, pero no fue así.
El proyecto tenía muchos obstáculos,
empezando por la oposición regional
en países como Guatemala, donde
al presidente Estrada Cabrera
solamente le interesaba una unión
de Centroamérica bajo su control
personal. Esta situación cambió
cuando un poderoso movimiento que
incluía a estudiantes, profesionales y
mujeres derrocó al dictador y llevó al
poder a Carlos Herrera. El ideal del
unionismo fue uno de los principales
aglutinadores del movimiento contra
la dictadura y las mujeres, grandes
campeonas del ideal, desempeñaron
un papel prominente en el proceso.
Según relata Salvador Merlos,
“las mujeres marchaban a la par de
los hombres en aquellas jornadas
memorables que abrieron nuevos
horizontes al pueblo guatemalteco;
y después, cuando la tiranía
descargó sobre el pueblo la furia
de sus metrallas, la mujer estuvo
presente y sopor con estoicismo
las inclemencias de aquella lucha
desigual” (Merlos 1921, p. 86).
Este espíritu se transmitió a las
salvadoreñas que, como hemos visto,
ya eran favorables a los ideales de
Morazán.Y ahora que el unionismo
pasea sus banderas victoriosas en la
sección de Guatemala, dice Merlos,
“la mujer salvadoreña ha recogido el
eco de aquellos himnos libertarios y,
pletórica de entusiasmo, ha entrado
en la campaña unionista dándole
todo el fuego de su corazón […] En
Santa Ana, en Chalchuapa, en Santa
Tecla y en numerosas poblaciones
del Estado, los centros femeninos de
propaganda unionista han surgido
como manantiales de esperanza”
(Merlos 1921, p. 88)
Entre las salvadoreñas que
recogieron el eco de aquellos himnos
libertarios”, la más prominente fue
Prudencia Ayala. Ella se involucró
tanto en el movimiento guatemalteco
que terminó encarcelada en 1919,
episodio que relata en un folleto
intitulado Escible. Aventuras de un
viaje a Guatemala, que menciona
en sus memorias (Ayala, 1925, p.
106).
20
Ella escribe sobre el triunfo
de la lucha contra Estrada Cabrera
como inspiración para continuar
con la causa no solamente del
unionismo sino también de una
verdadera transformación política:
qué hermoso el porvenir que veo
despuntar en cuanto se lleve a
cabo la unión de Centro América
en una sola República. La vida
será progresar y no tiranizar, desde
ese momento en que la justicia
nacional va alcanzando libertad y
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fraternidad en la buena voluntad de
los sentimientos del hombre” (Ayala,
1925, p.108; Ticas 2001, p. 42).
En el discurso de Ayala las causas
del antiimperialismo, el unionismo
y los derechos políticos de las
mujeres estaban vinculados. En sus
obras ella reproduce los artículos
que publicaba en los periódicos de
Santa Ana donde elaboraba estas
ideas. Vale la pena citar con cierta
extensión un artículo que publicó en
el Diario de Occidente a mediados
de 1918:
“¿Qué dirá el señor presidente Wilson de la mujer centroame-
ricana? ¿Qué dirá de los comentarios qué hace de sus palabras
ante la situación europea y de la violación de los derechos de
nuestra querida Centroamérica? ¿Comprenderá que el ciuda-
dano centroamericano, cuenta con una mujer, no solamente
para el ejercicio del hogar, sino también para ayudarle a preo-
cuparse en el momento histórico presente de lo interesante de
la patria? ¿Comprenderá que en el corazón de la mujer centroa-
mericana, está prendido en ese fuego del más leal y acendrado
patriotismo, como lo prueban los hechos, la vida de la heroica
y valiente Lucila Matamoros, que dio pruebas de su amor y
lealtad a la patria y a la libertad? Comprenderá que así como
hay hombres que venden su honor para cubrir de vergüenza el
rostro, hay también hombres de carácter concienzudo que saben
estimar y defender las leyes y sacricarse en derecho en aras
de la justicia con patriotismo espartano. (Ayala, 1925, p. 134).
21
Por lo menos desde sus tiempos
en Guatemala, y posiblemente
desde mucho antes. Ayala hablaba
del sufragio femenino, tema que en
1920 estaba particularmente visible
con la aprobación de la enmienda a
la constitución estadounidense que
otorgaba el derecho al voto a las
mujeres de ese país. Reriéndose a sus
actividades políticas en Guatemala
uno de sus escritos autobiográcos
dice: “No he tenido otro interés, que
el bien todos, puesto que bien sabéis
que no goza del sufragio que en
justicia merece la mujer, para tomar
parte en los comicios electorales con
toda garantía a su vida e interés, y
ocupar puestos que sus actitudes
pueden desempeñar” (Ayala, 1925, p.
112). Sonia Ticas resume la postura
política de Prudencia Ayala cuando
dice que para ella, la ciudadanía no
consistía puramente del derecho al
sufragio, sino requería de una fuerte
militancia política para garantizar las
prácticas y principios democráticos”
(Ticas, 2009).
La subida al poder de un
gobierno abiertamente unionista
Héctor Lindo58
Revista Realidad 156, 2020
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en Guatemala y la cercanía de 1921
centenario de la independencia, dio
un nuevo impulso al movimiento
tanto en círculos ociales cómo
entre los grupos antiimperialistas
y unionistas que llevaban años
luchando por la causa.
En junio de 1920, después
de meses de presión popular, la
cancillería salvadoreña puso en
marcha el proceso con la convocatoria
de una reunión de plenipotenciarios
en Costa Rica para tratar el tema
de la unión de Centroamérica.
22
El tema pasó al centro del debate
nacional. La Prensa, que apoyaba
con entusiasmo la causa unionista,
hizo un llamamiento a un congreso
de representantes de todos los clubs
unionistas de Centroamérica (“Res
non verba: esto exige el unionismo
del momento, p. 1).
Del 5 al 7 de noviembre hubo una
convención del partido unionista en
San Salvador, en el Teatro Nacional.
La segunda sesión la presidió la
señorita Carlota Herrera Otondo,
que fungía cómo cuarta vocal de la
directiva. En los meses anteriores se
habían organizado numerosos grupos
unionistas y uno de los propósitos de
la convención era darle coherencia
al movimiento político. Varios de
esos grupos eran de mujeres lo que
explica la presencia de dos de ellas
en la directiva de la convención, la
tercera vocal, Dolores de Turcios y
la cuarta vocal, la señorita Herrera
Otondo (“Detalles de la convención
del partido unionista celebrada en
San Salvador el 5 de noviembre”, pp.
1, 5).
La reunión de plenipotenciarios
comenzó en Costa Rica en diciembre
de 1920. Los grupos de la sociedad
civil, conocedores de las dicultades
del proyecto de unión, decidieron
que era necesario dar a conocer al
gobierno el sentimiento popular. Es
así como poco antes de que saliera
la delegación salvadoreña con
destino a San José, un grupo de 83
señoras de Ahuachapán, entre las
que se encontraban los apellidos
más distinguidos de la ciudad como
Magaña y Morán, escribieron a los
diputados de la Asamblea Nacional
urgiéndoles para que apoyaran la
unión de Centroamérica. Entre ellas
estaba Estefanía Juhl, una de las
damas que había dado la bienvenida
a los hondureños en 1917 (“La
mujer salvadoreña en la campaña
unionista”, p. 2).
Salvador Merlos explicaba de
la siguiente manera el entusiasmo
asociativo de las mujeres: “Las
agrupaciones políticas que se forman
cada 4 años, generalmente para
disimular falsas electorales, no han
merecido la participación femenina,
qué busca siempre, en un campo
ideal, las más altas manifestaciones
del espíritu. […] Pero hoy, estando
de por medio el ideal morazánico,
la mujer ha encontrado un orido
sendero por dónde echar a correr
su fantasía, un campo lleno de
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esperanzas, una bandera limpia y
redentora” (Merlos, 1921, pp. 82-83).
Merlos añade que el activismo
político de mujeres era un fenómeno
centroamericano que incluía el club
unionista femenino de Tegucigalpa,
la participación de las mujeres
en Nicaragua para conservar la
autonomía, el papel de las maestras
del colegio normal de Costa Rica en
la revolución contra la dictadura de
los Tinoco, y el papel de las mujeres
en Guatemala para derrotar a Estrada
Cabrera (Merlos, 1921, p. 85).
Los plenipotenciarios en Costa
Rica no llegaron a un acuerdo
sobre la unión antes de que
terminara 1920, como era su
meta. El principal obstáculo tenía
que ver con los compromisos del
gobierno de Nicaragua con Estados
Unidos. Mientras estaban reunidos
los diplomáticos en la cancillería
costarricense, los grupos unionistas
continuaron con su propaganda de
apoyo a la renovación de un pacto
federal.
Prudencia Ayala ejercía
un liderazgo notorio en este
movimiento. Una de sus actividades
era dar conferencias públicas en los
teatros. Sus presentaciones, como la
que hizo el 3 de enero en el Teatro
Principal, recibían profusos aplausos
del auditorio. Esta mujer de origen
muy humilde, con poca educación
formal, había destacado tanto por su
oposición al imperialismo y apoyo al
unionismo, que la invitaban a hablar
en un teatro donde se presentaban
intelectuales como Alberto
Masferrer.
23
Es útil ampliar el contexto de estas
conferencias en el Teatro Principal
porque este es un fenómeno que
ahora nos resulta ajeno. Un teatro
como el Principal, o el Colón, donde
también hablaba Prudencia Ayala, se
utilizaba de formas diversas. Era el
escenario para compañías extranjeras,
principalmente mexicanas que
presentaban obras de teatro. En él se
daban conciertos de música popular
y clásica y se presentaban películas
de cine mudo. Hace 100 años el
entretenimiento que, a principios
del siglo XXI, encontramos frente
al televisor, requería la asistencia a
un teatro. Siguiendo esta analogía
con la pantalla de televisión, las
conferencias públicas equivalían a
los programas en los que diferentes
expertos discuten los problemas
del momento para informar a los
televidentes. En las conferencias
de los teatros se presentaban
intelectuales como Alberto Masferrer,
Raúl Contreras, Prudencia Ayala y
Salvador Merlos, que hablaban sobre
los temas de interés del momento
que a principios de la década de
los 20 incluían al unionismo. Este
formato tenía la ventaja de que no
requería saber leer y por lo tanto
llegaba a buena parte de la población
urbana donde todavía existía un
buen porcentaje de analfabetismo.
24
Héctor Lindo60
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Entre el público se encontraba gente
de todas clases sociales.
Las conferencias en los teatros
no eran costumbre exclusiva de la
capital. Una noticia del pueblo de
Quezaltepeque describe parte de la
audiencia en una de ellas. Entre los
asistentes se encontraban “Sufridas
y abnegadas mengalas qué, tras las
rudas faenas de la máquina ‘Singer’,
van gozosas y entusiastas a dar vida
al salón de conferencias, con su voz
que es sinceridad y con su sentir que
es el patriotismo (“Cómo celebró
Quezaltepeque la rma de la Unión”,
p. 3).
Ante estos públicos, Prudencia
Ayala explicaba sus ideales que
combinaban el unionismo con la
importancia de la participación
política de las mujeres. Sus palabras
deben de haber resonado con las
mengalas”, como se les decía a
las trabajadoras urbanas de las
clases más pobres.
25
En una de sus
conferencias decía: viva el triunfo
del patriotismo femenino viva el
progreso viva la gloriosa unión de
nuestra amada patria Centroamérica
vivan los gobernantes que cumplen
con su deber de realizar la causa
viva contestó el auditorio. Así era
el liderazgo que ejercía Prudencia
Ayala el año del centenario de la
independencia.
Los plenipotenciarios en Costa
Rica rmaron el Pacto de Unión
el 19 de enero. El siguiente paso
era la raticación de parte de las
legislaturas de cada país. Ni en El
Salvador ni en los demás países
había certeza sobre dicha raticación,
razón por la cual el liderazgo del
movimiento unionista decidió
mantener la presión con propaganda,
celebraciones y manifestaciones que
a la vez que celebraban la rma del
documento era una demostración de
fuerza.
La población de Sonsonate
celebró con gran entusiasmo.
Al enterarse de la noticia, las
sonsonatecas organizaron una
carroza que transitó las calles de
la ciudad llevando a la señorita
Marina Gallont representando
a Centroamérica. Más adelante,
el Comité Unionista de Señoras
organizó un baile muy suntuoso
(“Manifestaciones populares por la
Unión”, p. 5).
Quezaltepeque celebró con una
manifestación en la que participó
de manera prominente el Comité
Unionista Femenino del pueblo
qué se hizo cargo de entonar los
acordes del himno centroamericano
(“Celebrando la rma del Pacto de
Unión centroamericana”, p. 4).
El reportaje periodístico sobre
una manifestación que hubo en
Chalchuapa subrayaba la asistencia
de gran número de señoras y
señoritas (“Solemne manifestación
unionista en Chalchuapa”, p. 4).
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Camino al sufragio
La siguiente iniciativa fue
la organización de una gran
convención unionista que se celebró
a mediados de febrero en Santa
Ana, ciudad que se había convertido
en el epicentro del movimiento. La
población santaneca recibió a los
unionistas con entusiasmo. Para
celebrar el acontecimiento, las
vendedoras adornaron el edicio del
mercado con millares de gallardetes
y guirnaldas con los colores
federales” (Cardona, 1921, p. 19). El
día de la inauguración los delegados
recorrieron las calles acompañados
por la Banda Marcial. A las ocho de
la noche, acompañados por inmensa
muchedumbre, los delegados de
toda Centroamérica entraron al
suntuoso teatro de la ciudad.
26
El
público abarrotaba los balcones, se
habla de más de 4000 espectadores
que asistieron a la inauguración
donde pudieron escuchar la oratoria
de ardientes unionistas incluyendo
a la salvadoreña Hercilia Linares
(Cardona, 1921, p. 21).
La mayoría de las delegaciones
representaban una región geográca,
pero el Comité Femenino Unionista
tuvo una delegación separada, que
incluía a María Álvarez de Guillén
y a Heraclia Bonilla. La primera era
miembro de familia terrateniente
y la segunda maestra. Por su lado,
la Sociedad El Porvenir de la Mujer
tenía dos delegadas (“La próxima
convención unionista que se
celebrará en la ciudad de Santa Ana,
p. 4).
Durante una de las sesiones
de la convención pidió la palabra
la representante de San Miguelito,
Prudencia Ayala, para presentar
una moción a favor del sufragio
femenino.
27
A pesar de la sorpresa
y oposición inicial de muchos, su
iniciativa tuvo éxito. Una de las
resoluciones del evento unionista fue
que se gestione en la forma debida
para que a la mujer se le conceda el
derecho de sufragio. (Cardona, 1921,
p. 25)
Al salir del evento en Santa Ana,
los unionistas tenían muy claro que
su objetivo primordial” era mantener
lo pactado en San José de Costa Rica”.
(Merlos, 1921, p. 42). Las mujeres
habían encontrado en el proyecto
unionista una coyuntura favorable
para la participación política y la
ampliación de sus derechos legales,
incluyendo el sufragio.
A juzgar por una noticia de
Quezaltepeque, el entusiasmo sobre
lo que podría lograr el protagonismo
de las mujeres era considerable y
ellas formulaban planes ambiciosos.
Héctor Lindo62
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Un grupo de mujeres del pueblo
propuso la idea de celebrar una
gran convención de mujeres
centroamericanas, procurándose el
mayor número de Nicaragua, a n
de que allá principie la revolución
moral en contra de los enemigos
de aquel país hermano digno de
mejor suerte. Una vez celebrada
la convención, ésta pediría a las
mujeres norteamericanas su valiosa
inuencia a n de exhibir a los
Chamorro en la tierra de Jorge
Washington. (“Labor de nuestro
corresponsal en Quezaltepeque”, p.
4).
El entusiasmo era grande. La
Asamblea Nacional Legislativa
aprobó el Pacto de Unión dándole un
fuerte impulso al proceso. Miles de
personas salieron a las calles de San
Salvador para celebrar el decreto
legislativo. Las mujeres llevaban en
los brazos los colores azul y blanco
de la Federación. (“La imponente
manifestación unionista de anoche”,
p. 1).
Las señoras del mercado, que
habían mostrado tanto interés en
el movimiento unionista, también
se ocupaban de los otros problemas
políticos del momento. El mismo
día en que asistían a la gran
manifestación unionista ofrecieron
apoyo a los zapateros que se habían
declarado en huelga. La acción
de los zapateros era totalmente
extraordinaria y subrayaba la
seriedad de la crisis económica y
social por la que pasaba el país. El
n de la Primera Guerra mundial, el
comienzo de una recesión en Estados
Unidos y desaciertos en la política
monetaria crearon una atmósfera de
angustia que estalló con los motines
del 28 de febrero.
El detonador de los motines
fue un decreto que desmonetizaba
la moneda fraccionaria de plata.
Para efectos prácticos, todos
aquellos que tenían ahorros en
moneda fraccionaria veían que
ésta desaparecía. Las señoras del
mercado, insumisas como siempre,
estuvieron al frente del movimiento,
y el 28 de febrero convocaron a
una protesta frente a la Asamblea
Nacional. Los sucesos del día fueron
extraordinarios por su dramatismo
y por el liderazgo femenino. “Las
mujeres de San Salvador, decía una
nota periodística publicada en Costa
Rica, en pacíca manifestación,
llegaron al Palacio Nacional y
en la puerta fueron apaleadas”
(“Los sangrientos sucesos de San
Salvador”, p. 4). Las bravas mujeres
que lograron entrar al edicio
llevaban banderas federales para
indicar su apoyo al unionismo. Al
llegar al Salón Azul, donde estaba
reunida la Asamblea Nacional, con
gritos y amenazas obligaron a los
diputados a suspender el decreto de
desmonetización.
Un grupo de mujeres de Santa
Tecla respondió a la convocatoria
de las señoras del mercado, pero
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al llegar a la capital el ejército las
detuvo con disparos. La líder de este
grupo cayó abatida a balazos. El
heroísmo de las manifestantes y la
crueldad de la represión inspiraron
a estudiantes universitarios y de
escuelas secundarias para unirse a
la marcha. Las piedras sueltas de la
calle eran su única arma defensiva
ante las fuerzas del gobierno y las
utilizaron sin titubeos. Por lo menos
diez policías murieron apedreados.
La multitud era tan intimidante
que muchos policías cambiaron
sus uniformes por ropa de civil y
corrieron despavoridos. Se desconoce
el número total de víctimas civiles
de la jornada, se habla de al menos
dieciséis muertos y, posiblemente,
más. Sabemos que entre los
fallecidos se incluían varias mujeres.
Una de las principales líderes de
las vendedoras del mercado, quizás
la principal, era doña Concepción
Cornejo de Figeac, que también
estaba activa en el movimiento
unionista ( “Los sangrientos sucesos
de San Salvador”, p. 4 y Figeac, 1947,
p. 123).
A raíz de los motines de febrero
el gobierno decretó el estado de
sitio y llevó a cabo represión a gran
escala. En medio de un ambiente
de crispaciones políticas y penurias
económicas el proyecto de la
Federación continuaba. Guatemala,
El Salvador y Honduras raticaron
el Pacto de Unión, no así Nicaragua,
que nunca rmó, ni Costa Rica, donde,
a última hora, la raticación fracasó,
al no contar con sucientes votos
en la legislatura. Los tres países
raticantes nombraron diputados
para una Asamblea Constituyente
que comenzó sus sesiones en el
Teatro Nacional de Tegucigalpa el
20 de julio.
Las reuniones de la Asamblea
eran multitudinarias. El teatro se
abarrotaba de gente que quería
escuchar los argumentos de los
diputados. Dado el papel que
habían jugado las mujeres en toda
Centroamérica para apoyar la unión
no es de extrañar que el primer
proyecto de constitución incluyera
el tema del sufragio femenino.
Las mujeres habían sido un apoyo
importante para el frágil proyecto de
unión el cual tenía grandes enemigos
dentro y fuera de la región.
La discusión del sufragio femenino
desper pasiones. Un reportaje en
el Diario del Salvador describe cómo
el día en que se discutió este tema
el público llenaba los corredores y
galerías del teatro para hacer barra
a sus oradores favoritos.
28
Había
muchos que se oponían a la idea.
Uno de los delegados por Guatemala,
José Astúa Aguilar, se opuso diciendo
que las damas sufragistas “eran muy
feas” idea que atribuyó a pensadores
ingleses” para darle legitimidad.
29
Su
intervención recibió tantas críticas
que tuvo que retractarse. Miguel
Navarro, de Honduras, dijo que “Para
Héctor Lindo64
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las mujeres que fuman puro, ¡para
esas, señores, será el voto! El derecho
que pretendemos otorgar ahora a la
mujer es ridículo y criminal”. Pero
había otras intervenciones más
ilustradas. Otro hondureño, Ricardo
Alduvín, argumentó que por muy mal
que desarrolle sus funciones políticas
[la mujer] nunca lo hará tan mal
como los hombres de Centroamérica.
Que una mujer, por ladrona que
sea, no podrá robar tanto como han
robado nuestros Administradores de
Rentas”. La barra en la galería recibió
sus palabras con estruendosos
aplausos y pidió que siguiera. “Habrá
de seguro más nobleza política en
cualquiera de nuestras mujeres,
que en un diputado que pide para
votar instrucciones al Presidente
de la República o vende su voto a
compañías extranjeras” continuó
Alduvín. Para concluir señaló que él
había “contemplado en Santa Ana, El
Salvador, un formidable movimiento
político unionista encabezado por un
gran número de mujeres. Ellas tienen
en las luchas políticas algo que casi
siempre carecemos los hombres:
patriotismo y serenidad.
El diputado por El Salvador,
doctor Castro Ramírez, ofreció
argumentos muy mesurados a favor
del sufragio femenino. Su posición
era que “la igualdad jurídica de los
sexos, que descansa en igualdad de
capacidad, autoriza para hacer esa
concesión Qué tiene su fundamento
en la tendencia moderna de dar
participio en la vida colectiva a
quienes son elementos de progreso
y de adelanto en la sociedad, cómo
que son la fuente de la vida, no sólo
en su aspecto material, sino en todas
las demás altas manifestaciones
del espíritu humano. (“Lo que dijo
el diputado Dr Castro Ramírez al
defender en la Constituyente el voto
femenino, p. 1).
Otro diputado salvadoreño,
Eduardo Álvarez, usó el siguiente
argumento: “Todo centroamericano
reconoce el espíritu de trabajo
de nuestra mujer; todos saben de
su modestia y de su honradez sin
tacha… ¿Por qué no darle el derecho
de sufragio? ¿Por qué no darle el
derecho de participar en la obra del
Estado? Señores: lo único bueno
que queda en Centro América es
la mujer, salvemos nuestra obra de
reconstrucción centroamericana
engrandeciendo a la mujer para que
sea la mejor sostenedora de nuestros
trabajos”. (Citado en Ticas, 2009).
Los argumentos sobre la
pertinencia de incluir el sufragio
femenino en la Constitución
Federal rebasaban los salones del
Teatro Nacional de Tegucigalpa. Los
periódicos salvadoreños terciaban
con columnas de opinión e inclusive
con humor gráco. La caricatura
en la Figura 3 presenta al sufragio
femenino como una amenaza
para los hombres que terminan
emasculados por mujeres que han
ganado poder en el hogar. Una de las
ideas que se repetía con frecuencia
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era que el derecho al voto introducía un elemento disociador en la familia
tradicional.
FIGURA 3
Las posiciones a favor del sufragio
también estaban presentes en la
prensa. El Diario del Salvador invitó
a la veterana feminista Olimpia a
dar su opinión sobre el tema. En su
artículo ella demostraba con creces
que había seguido informándose
sobre las experiencias en otros
países del mundo, hablaba de los
benecios que se habían dado en
los lugares donde se permitía el
voto femenino y además respondía
a quienes sostenían que las mujeres
no estaban listas para la ciudadanía:
“Nosotras preguntamos, cuando
se le otorgó [el derecho al voto] al
hombre ¿estaba sucientemente
preparado? […] Comprendemos
que la mayor parte de los hombres
adversarán nuestra causa y que
muchos, desconociendo la dignidad
que encierra, serán hostiles y
tratarán de ridiculizarla, pero esto no
demostrará más que la impotencia
para defender sus opiniones”. (“El
sufragio femenino en Centroamérica.
A la Asamblea Constituyente Federal”,
p. 5).
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La Constitución Política de la
República Federal de Centroamérica
estuvo lista para el 15 de septiembre.
Su aprobación representaba la forma
más signicativa de conmemorar el
centenario de la independencia. El
artículo 29 de la nueva Carta Magna
decía: “Podrán ejercer el derecho
de sufragio las mujeres casadas o
viudas mayores de 21 años, que
sepan leer y escribir; las solteras
mayores de 25 que acrediten haber
recibido la instrucción primaria, y
las que posean capital o renta en la
cuantía que la Ley Electoral indique.
Como dice Patricia Fumero en un
trabajo pionero sobre el tema, con
la aprobación de este artículo los
diputados reconocieron el decisivo
papel político de las mujeres y
su papel en la esfera pública de
Centroamérica” (Fumero-Vargas
2005, p. 207).
La observación de Fumero
contradice lo que dijeron algunos
legisladores durante la discusión
en la Asamblea Constituyente de
Tegucigalpa. Para diputados como
el hondureño Miguel Navarro,
otorgar el voto a las mujeres era una
concesión que hacían los hombres,
pues, a excepción de “tres o cuatro
débiles solicitudes de agrupaciones”,
ellas realmente no lo pedían y, por
el contrario, lo rechazaban (“En la
Asamblea Constituyente Federal.
Discusión sobre el voto femenino, p.
6). El activismo de mujeres unionistas
como Prudencia Alfaro desmiente
vigorosamente las aserciones de
Navarro. El resumen de asociaciones
de mujeres que se mencionan
anteriormente en este texto (ver
Cuadro 1) muestra con claridad que
a partir de 1917, e incluso antes,
en todas las esquinas del país
ellas comenzaron a organizarse de
forma acelerada para incidir en las
decisiones políticas. Hay que tener
en cuenta, además, que esta lista es
muy parcial. No sabemos cuántos
periodistas consideraron que la
formación de una organización
femenina no era noticia que
mereciera espacio en su publicación.
Tabla 1. Resumen de asociaciones de mujeres mencionadas en el texto
Asociaciones unionistas Otras asociaciones
Nombre Primera
mención encon-
trada
Nombre Primera
mención encon-
trada
Club
Unionista
Femenino,
Ahuachapán
1911 Club
Femenino
Reformista, San
Miguel
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Mengalas
Unionistas,
Ahuachapán
1917 Sociedad de
Costureras “El
Despertar”
1920
Club
Unionista de
Señoritas Bellos
Horizontes”,
Guazapa
1917 Sociedad
Femenil “El
Porvenir de la
Mujer”
1921
Comité
Unionista de
Señoras y
Señoritas de
Ahuachapán
1917
Comité
Unionista de San
Pedro Puxtla
1917
Comité
Unionista de
Señoras de
Sonsonate
1921
Comité
Unionista
Femenino de
Quezaltepeque
1921
Comité
Femenino
Unionista de San
Salvador
1921
Comité
Femenino
Unionista de
Santa Ana
1921
Los gobiernos de El Salvador,
Guatemala y Honduras raticaron
la Constitución Federal, de forma
que por unos meses del año del
centenario volvió a existir, aunque
fuera de forma parcial, la República
Federal. El siguiente paso después de
raticar la Constitución era elegir a las
autoridades ejecutivas y legislativas
del nuevo gobierno federal. En El
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Salvador se organizaron de forma
apresurada unas elecciones que se
llevaron a cabo a nales de octubre
y principios de noviembre. En las
semanas precedentes los periódicos
y las autoridades debatieron si ante
la ausencia de una ley electoral
federal podían votar las mujeres
(“Las próximas elecciones federales.
El voto de las mujeres”, p. 1).
La nueva Constitución decía con
claridad que las mujeres podían
votar. Por otro lado, ante la ausencia
de una ley electoral a nivel federal
se podía suponer que regía la
salvadoreña que no decía nada sobre
el sufragio femenino, aunque no lo
prohibía. La discusión continuó hasta
el último momento. Como la Ley
Reglamentaria de Elecciones daba
a las autoridades municipales la
responsabilidad de llevar el registro
de ciudadanos, un columnista del
Diario del Salvador instó a las
mujeres a que se registraran en las
alcaldías como ciudadanas: Cuanto
antes, acudan de prisa y corriendo
a las alcaldías, a inscribirse como
ciudadanas, en los libros respectivos,
pero esto, antes del último del
mes en curso, para que puedan
votar autoridades federales” (“La
calicación ciudadana de la mujer ,
p. 4).
30
El llamamiento para elecciones
federales se hizo tan cerca de la fecha
de los comicios que no había habido
tiempo para identicar candidatos
de consenso. Los unionistas no
conaban en los candidatos que
quería promover el gobierno y
querían promover a sus candidatos.
Como había mucho por coordinar,
el Partido Unionista organizó
precipitadamente una convención en
Santa Ana para discutir su estrategia.
Solamente faltaba una semana para
las elecciones y seguía abierto el
tema del voto femenino. Francisco
Martínez Suárez, candidato para el
Consejo Federal, hizo una moción
para que la convención declarara su
posición al respecto. La situación fue
tensa. La señorita Carlota Herrera
Otondo, que presidía la sesión, se
veía en problemas para mantener
el orden durante las acaloradas
intervenciones. Un público
numeroso llenaba el local. Abogados
prominentes aseguraron que era
posible que votaran las mujeres para
ello sólo se necesita que la mujer
pase al municipio a inscribirse si es
que reúne las condiciones prescritas
por la ley” (“La sesión de clausura”,
p. 4).
Los periódicos no cubrieron los
comicios, posiblemente porque el
gobierno de Jorge Meléndez, que
mantenía una fuerte censura de
prensa desde los motines de febrero,
era hostil a los unionistas que
incluían a los grupos más progresistas
del país. Pero las salvadoreñas
votaron. En 1921 muchas mujeres
en El Salvador acudieron a las
municipalidades a registrarse como
ciudadanas y acudieron a las urnas.
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La prueba de que votaron se
encuentra en un artículo rmado
con el seudónimo de Floriano en
un periódico que era parte de la
propaganda política previa a las
elecciones presidenciales de 1923.
31
Lo publicaban los partidarios del
Dr. Alfonso Quiñónez, uno de los
candidatos. Floriano hacía historia de
los comicios de 1921. Reriéndose a
la Constitución Federal, decía:
“En virtud de la Ley citada un gran número de mujeres del país
se inscribieron en los Registros de ciudadanos de las Alcaldías
Municipales, para ejercer el sufragio y ya inscritas, en las elec-
ciones del mes de noviembre del año próximo pasado [1921],
concurrieron en el mayor orden y compostura y eligieron a los
Diputados Federales del Estado con toda libertad, votando por
los candidatos de su agrado y, quedando ya sentada, esa foja de
servicios políticos de las mujeres salvadoreñas.
Epílogo
Las elecciones no garantizaban
el éxito del proyecto unionista.
Los obstáculos saltaban a la vista.
La nueva Federación contaba con
todo tipo de enemigos y enfrentaba
sospechas. Para empezar, los
gobernantes salvadoreños temían
la pérdida de poder y tenían
incertidumbre sobre el papel que
les correspondería en una nueva
estructura política. En Guatemala, el
gobierno prounionista se encontraba
bajo la amenaza de una oposición
poderosa. Estados Unidos mostraba
poco entusiasmo por el proyecto,
pues creaba dicultades para ejercer
hegemonía sobre la región. Por este
motivo, los unionistas continuaron
haciendo demostraciones de fuerza
para impresionar a las autoridades
en San Salvador.
El contingente femenino
hizo su parte para apoyar a la
nueva Federación con actos
propagandísticos. Una semana
después de los comicios, se organizó
un nuevo Comité Femenino
Unionista en San Salvador con
Victoria Magaña de Fortín al frente.
Una de las secretarias era Ana
María Bonilla, de la Sociedad de
Costureras “El Despertar”. Sesenta
señoras y señoritas rmaron el acta
de fundación en un solemne acto
en los salones de la Confederación
de Obreros de El Salvador (“Comité
unionista de señoras y señoritas”, p.
4). El amante comité capitalino tuvo
un papel protagónico dos semanas
más tarde durante la apoteósica
visita del Comité Femenino
Unionista de Santa Ana. El 21 de
noviembre llegó a la estación de
occidente el tren de las santanecas
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quienes traían un pabellón federal
para entregarlo al comité de San
Salvador. Durante su recorrido por la
Avenida Independencia estuvieron
rodeadas por “las banderas federales
que portaban los diferentes
comités unionistas femeninos” (“El
recibimiento de la comisión de
señoras unionistas y delegación de la
junta directora del Partido Unionista
de Santa Ana”, p. 1).
La ceremonia de entrega del
pabellón federal estaba programada
para las 8:00 de la noche en el Teatro
Principal. La auencia de público
fue tal que hubo que trasladar
el programa al parque Bolívar. El
reportaje del Diario del Salvador
destacaba qué entre la audiencia se
encontraban damas y señoritas de
la aristocracia, mengalas y mujeres
del pueblo (“Movimiento femenino
unionista en El Salvador. Delegación
femenina de Santa Ana”, p. 2).
Las directivas de los respectivos
comités se colocaron frente al Palacio
Nacional para escuchar, en medio
de grandes aplausos y vivas, los
discursos de Doña Rosaura de Rivas
Vides, la señorita Carlota Herrera
Otondo y otras. La Prensa, que era el
más unionista de los periódicos del
país, le dio gran cobertura a la visita
de las santanecas.
Al día siguiente el grupo de
Santa Ana se dirigió al mercado. Al
llegar las unionistas recibieron una
cálida bienvenida llena de aplausos
y aclamaciones. El discurso principal
estuvo a cargo de la indudable líder
de las señoras del mercado, la señora
Concepción Cornejo de Figeac,
que pronunció un fogoso discurso
lleno de entusiasmo, expresando
el sentimiento popular y la rme
decisión que todo el mercado tiene
de secundar los esfuerzos de las
mujeres de Santa Ana” (“Hoy en el
mercado, p. 1).
Así tenemos que la causa del
unionismo reunía en el mismo
evento a la mujer que había sido
líder de los motines de febrero y
a las damas más encopetadas de
la región cafetalera. Esa noche las
señoras del mercado obsequiaron
a las unionistas santanecas con un
concierto que incluyó arias de Verdi
y piezas de fox-trot. (“Por todas
partes el aura popular se levanta
en torno de las gentiles musas de la
Federación Centroamericana”, p. 1).
Entre las instituciones que
desconaban del proyecto de unión
se encontraban las autoridades del
catolicismo que habían intentado
que la Constitución Federal
colocara a su Iglesia en una
posición privilegiada y no lo habían
logrado. Cuando algunos sacerdotes
utilizaron el púlpito para criticar la
nueva Federación, las señoras del
comité de San Salvador no dudaron
en dirigirse al obispo y protestar en
una carta abierta. El escrito era una
forma sutil además de refutar la
vieja idea liberal de que las mujeres
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eran marionetas de la Iglesia. La
carta rmada por doña Victoria de
Fortín, dirigida al Arzobispo de San
Salvador, Monseñor Pérez y Aguilar,
utiliza un tono muy diplomático
pero rme destacando que “la mujer
salvadoreña, en cuyo espíritu arde
el fuego del sincero patriotismo no
ha podido mostrarse indiferente en
esta hora de resurgimiento de la
Patria Grande”, y luego se quejaba
de que algunos sacerdotes “trabajen
hoy decididamente contra la Unión,
adversando la Carta Fundamental,
qué es la base sobre qué descansa
aquella” (“El Comité Unionista
Femenino se dirige con una solicitud
a los prelados de El Salvador y
Honduras”, p. 8).
32
La defensa que hizo doña Victoria
de la Constitución Federal llegó
en momentos en que el proyecto
de unión estaba naufragando. El
gobierno de Carlos Herrera, que había
sido pilar fundamental del Pacto de
Unión, se había estado tambaleando
todo el año. Su caída con el golpe de
Estado del 5 de diciembre puso en
marcha el n de la Federación.
Estos eventos sirven de
antecedente para evaluar la validez
del artículo de Floriano que menciona
que las mujeres realmente votaron
durante las elecciones federales de
nales de octubre de 1921. Para
nales de 1922 el Pacto de Unión y
la Constitución Federal eran papel
mojado. Había llegado el momento
de escoger un nuevo presidente
de la República de El Salvador.
La publicación donde apareció el
artículo, El 29 de Agosto. Periódico
Político, era uno de varios órganos
de propaganda durante la furiosa
competencia entre el candidato
ocialista Alfonso Quiñónez y su
opositor Miguel Tomás Molina. Este
último era favorito de los unionistas
puesto que había rmado el Pacto de
Unión por parte de El Salvador. La
presencia del artículo en el material
de campaña de Quiñónez refuerza
su credibilidad. Los quiñonistas eran
hostiles a quienes habían apoyado
al unionismo y durante la campaña
política atacaron físicamente a las
mujeres organizadas. A nales de
noviembre de 1922, la Liga Roja,
el grupo de choque de la campaña
de Quiñónes, atacó a golpes a unas
mujeres de Izalco que apoyaban la
candidatura de Molina. Peor todavía
fue el comportamiento de la Liga
unas semanas más tarde, cuando
protagonizó la famosa masacre de
Navidad en San Salvador. En esa
ocasión, atacó con armas blancas
y de fuego la manifestación de
mujeres a favor de Molina dejando
en la calle a numerosos muertos y
heridos (Lindo-Fuentes, 2014).
La publicación de Floriano
apareció entre los dos ataques a
las partidarias de Molina. El artículo
mencionaba la votación de 1921
como argumento para que las
mujeres votaran nuevamente en las
elecciones de 1923:
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“Estando como están inscritos, esos ciudadanos, [las mujeres] en
los Registros municipales o Cantonales, desde aquella época, sin
que hasta la fecha se les haya cancelado su inscripción, creemos,
que ellas tienen perfecto derecho para votar en las próximas
elecciones de Supremos Poderes, pues habiendo adquirido por
aquella Ley, el derecho político del sufragio y no ha habido una
ley que ordene la cancelación de su inscripción de ciudadanas,
ni ellas han renunciado espontáneamente ese derecho, y puesto
que, los derechos adquiridos no pueden violarse o revocarse,
ni por ley, ni por consentimiento expreso de las partes, esas
ciudadanas inscritas, si quieren pueden votar en los próximos
comicios electorales, toda vez que, el derecho del sufragio como
la emancipación civil y la manumisión por Derecho Romano,
habiéndose dado a los favorecidos, no puede quitárseles; salvo
el caso en que concurrieren las causales del Art. 30 de la Ley
citada. (“El voto electoral de las mujeres salvadoreñas”, p. 3).
En circunstancias en que la Liga
Roja estaba en abierta batalla con
las mujeres unionistas, el artículo
del quiñonista Floriano, abogando
por el sufragio femenino, lo colocaba
en posición que contradecía a sus
correligionarios. Aunque ocultaba su
identidad detrás de un seudónimo,
en el San Salvador de la época era
difícil mantener secretos. Floriano
sabía que estaba defendiendo una
causa poco popular en su partido y
no podía inventar detalles sobre algo
tan importante y conocido por todos
como la votación del año anterior. Se
puede armar que su artículo deja
pocas dudas que las salvadoreñas
votaron en 1921 y por lo tanto
fueron las verdaderas pioneras del
voto femenino en Latinoamérica.
Conclusiones
Podemos concluir en primer
lugar que hay suciente prueba
documental para decir que las
salvadoreñas fueron las primeras
latinoamericanas en votar. Los
trabajos estándar sobre esta temática
indican que las ecuatorianas fueron
las primeras latinoamericanas que
ejercieron el derecho al sufragio,
pero ellas lo hicieron en 1929
(Deere y León de Leal, 2014, p. 47).
Hay quienes preeren citar el caso
de mujeres que votaron en Yucatán
en 1923, o en Uruguay en 1927. Pero,
aunque éstas fueron votaciones
legales, eran a nivel local (Alejandre
Ramírez y Torres Alonso, 2016, p. 73;
Altman, 2018, p. 150). En 1921 las
salvadoreñas votaron en elecciones
federales al amparo de una
Constitución raticada y vigente. El
hecho de que haya desaparecido la
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República Federal de Centroamérica
no le quita validez al voto legal que
emitieron las salvadoreñas.
Una segunda conclusión es
que el feminismo temprano en El
Salvador es un área de estudio
potencialmente muy fructífera. El
artículo 29 de la Constitución federal
no fue un regalo de los hombres”,
como decían algunos políticos de
la época, fue un logro político de
mujeres políticamente activas. No
cabe duda sobre la visión estratégica
y la capacidad de organización de
las mujeres que, al haber trabajado
denodadamente por la unión de
Centroamérica, demostraron que eran
una fuerza política que no se podía
ignorar. En los equilibrios de poder
de 1921, las mujeres demostraron
que era conveniente tenerlas como
aliadas. Así funciona la política, ellas
inclinaron la balanza a su favor.
Llama la atención, por ejemplo, la
existencia de alianzas estratégicas
que trascendían las barreras
ideológicas, raciales y de clase.
Doña Concepción Cornejo de Figeac,
agitadora de grupos subalternos
durante los motines de febrero tenía
poco en común con las santanecas
de clase alta del Comité Unionista.
Había enormes diferencias entre
los salones donde departía Victoria
Magaña de Fortín y los mesones
donde se hospedaba Prudencia
Ayala. El mundo económico de la
membresía del “Comité Unionista de
Señoras y Señoritas de Ahuachapán”
estaba a gran distancia del de
las “Mengalas Unionistas en
Ahuachapán”. Necesitamos nuevas
investigaciones para comprender
cómo se producían estas coaliciones.
Quisiéramos saber mucho más sobre
las acciones de Petrona Villeda en
1894, sobre la Sociedad de Costureras
“El Despertar” y su líder María Bonilla,
sobre las mengalas que asistían
a salones de conferencias, sobre
Victoria Magaña de Fortín y Teresa
Masferrer. El conocimiento limitado
que tenemos de su desempeño
político es suciente para saber
que el sufragio femenino no fue
preocupación exclusiva de damas de
las clases altas inuenciadas por lo
que ocurría en Inglaterra o Estados
Unidos.
Más investigación sobre el
feminismo temprano ayudaría a
atar cabos”. Las investigaciones de
Alvarenga, Vásquez Monzón, y Valdés
Valle sobre el siglo XIX, las de Ticas,
Henríquez Consalvi, Navas y Fumero
para la segunda década del siglo
XX, se apreciarán mejor cuando
se llenen las lagunas existentes
y se comprenda mejor el entorno
social, político e intelectual en que
se movían las protagonistas, hasta
ahora invisibles, del feminismo
temprano en El Salvador.
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Salvador.
Vida Salvadoreña(23 de enero de 1917). El Nuevo Tiempo, p. 7141.
Notas
1. Esta obra, junto con la recopilación más
completa de obras, documentos, recortes
y fotografías relacionadas con Prudencia
Ayala se encuentra en el Museo de la
Palabra y la Imagen.
2. Esta primera institución se transformó
en el Colegio Nacional de Señoritas
donde se le quitó el énfasis a su aspecto
de institución especializada.
3. Esta discusión se dio alrededor del mismo
tiempo en el resto de Centroamérica
(Rodríguez, 2006).
4. El papel de las mujeres en las políticas
sociales del Estado liberal los discute
Las salvadoreñas, las primeras latinoamericanas que votaron. 1921 81
Revista Realidad 156, 2020
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Eugenia Rodríguez (Rodríguez 2006, p.
562).
5. Un resumen de la actividad lantrópica
de Sara de Zaldívar aparece en “Oración
pronunciada por el Sr. Inspector General
de los establecimientos de benecencia,
p. 3.
6. Para los antecedentes familiares de
Navarro, ver Cañas Dinarte (2018).
7. En su artículo “Feminismo hace un
estudio comparativo del movimiento
feminista en Europa (Magaña de Fortín
1910, p. 85).
8. Publicar un libro era todo un aconteci-
miento. El total de títulos que se publicó
en 1914 fue de veintitrés (Fonseca,
1915).
9. Ver por ejemplo “Las mujeres hacen
municiones”, p, 1. El artículo discute en
gran detalle el impacto de la Primera
Guerra Mundial en el movimiento femi-
nista en Costa Rica(Arias Mora, 2018).
10. Es claro que en El Salvador las mujeres
siempre participaron en el mundo
laboral rural y en el trabajo artesanal.
Para los propósitos de este artículo el
grupo de mujeres trabajadoras a las que
hay que prestar atención son las que su
situación en zonas urbanas les permitía
participar en los movimientos sociales
de la época.
11. Para el contexto latinoamericano, ver
Lionetti (2006).
12. Las escuelas normales para maestras
fueron un poco inestables. La primera
fue la Escuela Normal de Institutrices
de 1874. Para 1881, se llamaba Colegio
Normal de Señoritas. Además, los cole-
gios de señoritas daban clases de
bachillerato en ciencias y letras. Para
más detalles sobre la evolución de las
escuelas normales para maestras ver
Vázquez Monzón (2011).
13. En 1910 la matrícula total de la insti-
tución incluía 182 alumnas de la ense-
ñanza normal, 113 en la sección prepa-
ratoria.
14. Esta institución aparece por primera
vez en la Ley de Presupuesto para
1904-1905 con el nombre de Escuela
técnico-práctica de la mujer. Ver Diario
Ocial, 30 de mayor de 1904, 295. La
iniciativa de su fundación la tuvo del Dr.
Nicolás Aguilar, encargado de la cartera
de instrucción pública del gobierno del
general Escalón. (Moncada 1907, 32)
15. Orantes fue fundadora de la revista La
Escuela de El Salvador.
16. En el Diario del Salvador del 1 de febrero
de 1917, p. 2, aparece el anuncio comer-
cial de la “Escuela de comercio para
señoritas” fundada por Emilia Angulo.
La noticia sobre la escuela de comple-
mentación aparece en “Información
Salvadoreña”, El Nuevo Tiempo, 16 de
febrero de 1917, 7220. Para la escuela
anexa a la Froebel, ver El Salvador. Ramo
de Instrucción Pública (1918, p. 372)
17. Para el número de asociaciones en 1921
ver Fumero-Vargas (2005, p. 66). Para
una discusión más extensa de estas
asociaciones ver Lindo-Fuentes (2019,
pp. 11-19).
18. Este grupo aparece en la lista de orga-
nizaciones obreras que se encuentra en
Bermúdez (1917, p. 172).
19. En 1917 se dio un fenómeno similar de
organización de mujeres unionistas en
Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Patria,
el periódico unionista que se publicaba
en Honduras, contiene numerosas refe-
rencias a estos grupos, particularmente
los hondureños. Ver también Fumero-
Vargas (2005, p. 50).
20. Parece que no han sobrevivido copias de
Escible.
21. Publicado originalmente en el Diario
de Occidente, Santa Ana, 28 de junio de
1918.
22. La presión popular se menciona en
“Maniesto de la convención del partido
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Revista Realidad 156, 2020
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unionista de El Salvador a sus correligio-
narios”, p, 5.
23. Sonia Ticas sugiere que Prudencia Ayala
era principalmente autodidacta (Ticas
2001, cap. 2). Este capítulo del libro de
Ticas ofrece un útil esbozo biográco y
análisis de sus escritos. Una de las prin-
cipales fuentes de información sobre la
vida de Prudencia Ayala es Henríquez
Consalvi (2009).
24. Según el censo de 1950, solamente
el 67.5% de los hombres urbanos y el
26.3% de las mujeres urbanas nacidos
entre 1896 y 1905 estaban alfabeti-
zados. (Lindo-Fuentes, 2019, p. 6).
25. La palabra mengala podía tener conno-
taciones despectivas, pero aparente-
mente se podía usar también de forma
meramente descriptiva de una categoría
social nueva.
26. La Prensa describió el primer día de la
convención. Ver “Grandes manifesta-
ciones unionistas en la heroica ciudad
de Santa Ana”, p. 1.
27. En una entrevista que le hizo el Diario
del Salvador en diciembre de 1930, ella
menciona que, cuando hizo la moción
en el seno de la convención, fue reci-
bida con la inmediata oposición de los
señores representantes. El Museo de la
Palabra y la Imagen tiene un recorte de
periódico con la entrevista.
28. La descripción y las citas textuales que
siguen se encuentran en: “En la Asamblea
Constituyente Federal. Discusión sobre
el voto femenino, p. 6.
29. Astúa Aguilar era un prominente
abogado liberal costarricense exilado
en Guatemala. La delegación guatemal-
teca incluía a un diputado más de otro
país centroamericano, el nicaragüense y
ferviente unionista Salvador Mendieta.
30. La Ley Reglamentaria de Elecciones
vigente era la de 1886. En la sección
sobre calicación de ciudadanos
(Capítulo II) dice solamente “La cali-
cación se hará por las respectivas
municipalidades”. “Ley Reglamentaria de
Elecciones”, p. 1049.
31. Este artículo apareció en El 29 de
Agosto. Periódico Político, 2 de diciembre
de 1922, p. 3. Otros periódicos de los
comités quiñonistas: Alma salvadoreña,
órgano del subcomité de obreros quiño-
nistas del partido; El vencedor, órgano
del comité departamental del Partido
Nacional Democrático; El pueblo, órgano
quincenal de propaganda a favor del
Dr Alfonso Quiñones Molina; Opinión
Obrera, periódico de propaganda política,
órgano del Comité Central de obreros
pro Quiñones
32. Aunque el titular menciona al prelado de
Honduras, la carta no lo menciona.