Recordando desde enero o mayo. Memoria y olvido en El Salvador a partir del
estudio estético de dos monumentos de la posguerra
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Revista Realidad 156, 2020
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ISSN 1991-3516 – e-ISSN 2520-0526
de Los pasajes. Ver: W. Benjamin (2006b)
Dirección única. En: Obras IV-1. Madrid:
Abada; W. Benjamin (2005). El libro de los
pasajes. Madrid: Akal.
11. El monumento a la Reconciliación de
2017 vino a reemplazar a otro monu-
mento que, hasta entonces, daba forma
a la heurística ocialista de la guerra.
Se trata del monumento de La Paz,
inaugurado en 1994 en ocasión de los
Juegos Deportivos Centroamericanos y
construido, en parte, a base a la fundi-
ción de casquillos de bala y fusiles
pertenecientes a ambos bandos. En sus
primeros años, el monumento funcionó
como lugar de conmemoración de los
Acuerdos de Paz.
12. Esta auto-(re)presentación busca
propagar un cierto culto a los rmantes,
a sus dicultades, buenos sentimientos,
capacidad de diálogo, la cual, según
Jorge Juárez (2011), va de la mano con la
necesidad de crear nuevos mitos funda-
cionales y próceres nacionales.
13. Susan Buck-Morss (1993) basa su clásico
comentario sobre el ensayo de La obra
de arte en la época de su reproductibi-
lidad técnica en el juego de palabras
estética-anestésica. Desde la relación
entre estética-anestésica-fascismo
estudia la problemática de la estatización
de la política.
14. Las fantasmagorías son una tecno-esté-
tica, que proporcionan percepciones lo
sucientemente «reales», pero con una
función social compensatoria. La meta
es la manipulación del sistema sinesté-
sico mediante el control de los estímulos
medioambientales. Tiene como efecto
anestesiar el organismo, no entume-
ciéndolo, sino inundando los sentidos.
Estas simulaciones sensoriales alteran
la conciencia casi como una droga, y sus
efectos se experimentan colectivamente,
no de modo individual. En consecuencia,
y de modo distinto a como sucede con
las drogas, la fantasmagoría adquiere
una posición de hecho objetivo. Busca
convertirse en la norma social. La adic-
ción sensorial a una realidad compensa-
toria, se convierte en medio de control
social (Bucks-Morss, 1993, pp. 75-81).
15. Heindrun Zinecker (2011) estudia el
enigma de la violencia en Centroamérica,
desde la observación de que los postcon-
ictos en la región están marcados
por una violencia mayor a muchos de
los periodos de las guerras civiles y
conictos armados vividos en el istmo
en la segunda mitad del siglo XX. La
experiencia cotidiana de la muerte y
la violencia estructural es resumida en
una frase de Hellen Moodie, citada por
Sprenkels en uno de sus trabajos: “la
paz es peor que la guerra”. Al respecto,
comenta Sprenkels: “Si bien no hay
monumentos que proclamen que “la paz
es peor que la guerra” […] ideas simi-
lares se expresan en otros productos
culturales y mnemónicos, por ejemplo,
en las artes plásticas o en la literatura
centroamericana” (Sprenkels, 2017, p. 32).
Las novelas de Castellanos Moya o la
exposición de Mayra Barrera, “100 días
en la república de la muerte” pueden ser
un ejemplo de esta armación.
16. Según Dagoberto Gutiérrez (2015),
al nalizar la guerra civil, se abre un
momento histórico de ausencia de
guerra y de paz. Este particular momento
fue usado para construir una nueva
economía de capitalismo neoliberal y
privatizadora, un nuevo Estado sometido
al mercado, un mercado dueño del poder
total y organizador de la nueva sociedad.
Este contexto genera nuevas formas de
violencia, como la pandilleril y la de
la Policía Nacional Civil. Las elevadas
tasas de homicidios diarios, junto a la
falta de oportunidades para superar la
pobreza, empujan diariamente a cientos
de jóvenes a la migración ilegal, sobre
todo hacia los Estados Unidos, dejando
el campo vacío y aumentando el desen-
canto hacia formas de organización
social. Cfr. D. Gutiérrez (04.02.2015).
Guerra Social. Código y clave. Rebelión.
Recuperado de: http://www.rebelion.org/