dades
con
tal radicalidad.
Las
pala-
bras pueden extrañar y sorprender a
creyentes, y el impacto de monseñor
Romero
en Ignacio Ellacuría también
a
no
creyentes. Pudieran parecer
poco
científicas y poco universita-
rias,
y,
aunque teologales, quizás
no
suenen
en
exceso
religiosas y
piadosas, alejadas del lenguaje de
Calcedonia. Pero debo confesar que
para
mí
son verdaderas y son fructí-
feras.
Al
menos expresan más verdad
y producen más frutos que otras
que
he
escuchado sobre monseñor
Romero.
Ellacuría
vio
en
la
historia de
Monseñor una ultimidad y una
radicalidad que, en ese grado,
no
encontró en ninguna otra realidad,
aunque esas realidades fuesen
la
verdad y
la
libertad,
la
democracia y
el socialismo,
ni,
que
yo
recuerde, en
otras personas del pasado, por muy
venerables que hubiesen
sido.
Vio
que el paso de
Dios
en Monseñor
producía bienes, personales
y,
nove-
dosamente, bienes sociales difíciles
de
conseguir, y una vez conseguidos,
difíciles de mantener. Producía
justicia
sin
ceder ante
la
injusticia.
Producía defensa y liberación de
los oprimidos, y producía compa-
sión y ternura hacia los indefensos.
Producía verdad
sin
componendas,
no
aprisionada por
la
mentira,
ni
por
el eterno peligro de ceder a
lo
polí-
ticamente
correcto.
Y mantenía
una
esperanza
que
no
muere
...
A Ellacuría, monseñor
Romero
le
habló, de
un
Dios
de pobres y
mártires, ciertamente, liberador,
exigente, profético y utópico.
En
un
palabra,
le
habló de
lo
que en
Dios
hay de "más
acá".
Pero
también
le
habló de
lo
que en
Dios
hay de
inefable,
no
adecuadamente histori-
zable, de
lo
que en
Dios
hay de "más
allá",
de m isterio insondable y bien-
aventurado.
y a quien el término "
Dios"
le
resulte extraño, piense
en
otras
palabras de Ellacuría:
"Lo
último de
la
realidad
es
el bien y
no
el
mal".
Eso
es
lo
que
con
monseñor
Romero
pasó por
El
Salvador.
3.3. Ellacuría fue
Llevado
por la fe de Monseñor Romero
Quiso
caminar-
pienso
que
sin
decírselo a sí mismo explícitamente-
con
y como Monseñor
Romero.
Y
aunque de estas cosas solo
se
puede
hablar con temor y temblor y solo
se
puede entrar en ellas de puntillas,
pienso
que
su
ilusión
fue
creer
como
Monseñor
Romero.
El
no
era dado a
hablar de estas cosas, pero eso es
lo
que capté y
se
me
impuso, sobre todo
después del asesinato de Monseñor.
No
fue
siempre así. Hasta 1977,
fueron años
de
desencuentro entre
ambos. Baste una muestra.
Por
encargo de
la
Conferencia Episcopal
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Mi
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con
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