.....
oC(
Mi
caminar con Ignacio
Ellacuría
U
Jon Sobrino, s.j.
LLI
D..
en
LLI
Universidad
Centroamericana
"josé
Simeón
Cañas"
1. Ignacio Ellacuría
Beascoetxea,
un
ser
humano
Mi
buen
amigo
Héctor
Samour
me pidió participar
en
el
Coloquio
internacional
conmemorativo
de
los
30
años
del
asesinato
de
Ignacio
fllacuría.
Mi
primera
respuesta
fue
que ya he
hablado
y escrito sufi-
cientemente
sobre Ellacuría y
que
no
tengo
nada
nuevo
que
decir, y
menos
en
un
Encuentro organizado
por
dos
instituciones
que
se
dedican
a
tareas
específicas. Una,a la
filosofía.
Otra, al
análisis
de
la
realidad
política
y
social.
Mi
amigo
Héctor insistió y
acepté. Después, al recibir la invita-
ción oficial,
caí
en
la
cuenta
que
el
encuentro pretende más en concreto
poner
al
día
y
evaluar
la vigencia
del
pensamiento
de
Ellacuría.
Me
parece
importante
y siempre
oportuno,
y les
felicito a
ustedes
por hacerlo.
Hablando con sinceridad no me
creo
suficientemente
capacitado
para llevar a
cabo
ninguna
de las
dos cosas.
En
lo
que
vaya
decir
no pretendo, pues,
poner
al día
el
pensamiento
de
Ellacuría
ni
evaluar
su
vigencia.
Me
voy
a concentrar
en
el
ser
humano
Ignacio Ellacuría
Beascoetxea, tal como
lo
conocí, con
quien
conviví, trabajé, gocé y
padecí
15
años,
en
comunidad
con
otros
jesuitas, cinco
de
ellos
asesinados
con él. Y con Ellacuría,
aunque
cada
uno
lo
h
izo
por su
cuenta,
con
él
tuve
dudas
sobre Dios y con
él
recé a Dios.
El
Ellacuría
pensante
y cientí-
fico
ciertamente
me impactó.
De
él
aprendí
muchas
cosas,
ya
través
de
él -como por
ósmosis-
también
creo
que
aprendí
algunas
cosas
de
Zubiri.
y pienso
que
él
también
aprovechó
algo
de
lo
que
yo pensaba, lo que
voy
a mencionar
para
enfatizar
que
nos
relacionábamos
sobre
todo
como
seres
humanos.
De
la
teología
que
yo traía
de
Alemania, le impactó
en
concreto
el
reino
de
Dios,
y me
vino a
preguntar
sobre ello.
En
un
encuentro
de
teólogos
en
Córdoba
en
1989,
dijo
que
"lo mismo
que
Jesús
vino a anunciar y realizar,
esto
es,
el
reino
de
Dios,
es
lo
que
debe
constituirse
en
el
objeto
unificador
de
toda
teología cristiana,
así
como
de
la moral y
de
la
pastoral
cris-
tiana: la mayor realización posible
'"
-'"
S
o
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'"
I
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VI
VI
Z
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'"
'"
Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 137
No.
155, E.nero-Junio
de
2020. 137-152
z
VI
!!1
del reino de
Dios
en
la
historia es
lo
que deben perseguí los verdaderos
seguidores de
Jesús".
y también
reaccionó
con
sorpresa
y aprobación ante
mi
audacia
-digamos-
de
añadir a
su
estu-
penda tríada de "hacerse cargo de
la
realidad", "encargarse de
la
realidad"
y "cargar con
la
realidad", una cuarta
cosa: "dejarse cargar por
la
realidad".
Saqué el tema en
la
defensa de
una tesis sobre Zubiri en
la
que él
era el presidente del tribunal y
yo
un
miembro, tal como él
me
pidió.
Le
pregunté al estudiante candi-
dato qué decía Zubiri de
la
gracia.
Ellacuría
se
volvió a
verme
con
un
cierto aire de sorpresa.
Yo
pensé que
mi
pregunta tenía sentido. Y que
lo
que es gracia bien puede formularse
en lenguaje de
lo
humano como
un
"dejarse cargar por
la
realidad".
Esto
lo
recuerdo para expresar
mi
convicción fundamental. Ellacuría
ciertamente era superior en ciencia
y en conocimientos a este servidor,
pero,
ante
todo,ambos nos movíamos
en el
ámbito
de
lo
humano.
Y
lo
que he recordado quizás ayuda a
comprender que en ese ámbito nos
podíamos relacionar.
En
definitiva, eso es
lo
que más
me
impactó de Ellacuría.
Su
huma-
nidad se expresaba en
su
pensar
e intelegir, e igualmente en
su
lucha por la justicia y los derechos
humanos, y más específicamente en
la
defensa de los oprimidos en contra
138
--Jon
Sobrino,s.j.
de sus opresores,
no
solo en
la
ayuda,
que
concreta o estructuralmente
buscan exterminarlos.
Así
habla
Puebla de
la
opción de
Dios
por
los pobres:
"Dios busca
su
defensa",
"y
los
ama".
Así
era el Ellacuría
misericordioso.
Muchas veces
me
han pedido
participar en encuentros sobre
Ellacuría
y,
si
mal
no
recuerdo, siempre
he
aceptado. Y por tener delante al
Ellacuría ser humano, quizás siempre
me
he
fijado en cosas que
no
suele
ser
lo
habitual en esos encuentros
-lo cual obviamente
no
quiere decir
que
mis
reflexiones
sean
mejores
ni
más útiles que
lo
que exponen otros.
pienso que son necesarias, y ojalá
sean útiles.
Por
ejemplo, en 1999,
en
un
libro que recogía artículos
importantes sobre
la
persona
de
Ellacuría,
me
pidieron escribir el
prólogo y
me
vino a
la
mente
un
tema
que
no
era tratado en los artículos:
la
fe
de
Ellacuría.
Al
escribir el prólogo,
lo
completé, titulándolo: "Monseñor
Romero
y
la
fe
de Ignacio Ellacuría':
En
2010 escribí
un
artículo que
titulé
"El
Ellacuría olvidado.
Lo
que no
se puede dilapidar".
Y mencioné tres
cosas de Ellacuría que pienso que
no
rara vez
se
solían olvidar:
1.
El
pueblo
crucificado
es
siempre
"el"
signo
de
los
tiempos.
2.
La
salvación
que
viene
de
abajo.
En
especial
"10
civilización
de
la
pobreza':
3.
"Con
Monseñor
Romero
Dios
pasó
por
El
Salvador':
Mi
inten-
ción
no
era
en
absoluto molestar a
nadie al hablar de olvidos, aunque no
si
siempre
lo
conseguí. Recuerdo
una
vez
que
al
analizar cómo se
puede
diagnosticar
la
enfermedad
de
la
realidad,
citando al mismo
Ellacuría
usé
el térm
ino
coproanálisis.
y después de
la
conferencia que
alguien comentaba -sin maldad y con
gracejo, pero
con
sorpresa-:
"Total,
nos hemos enterado
de
que Ellacuría
habló de coproanálisis".
y antes de continuar quiero decir
que del Ellacuría ser humano mucho
me
impactó el Ellacuría jesuita,
discípulo de san
Ignacio, seguidor de
Jesús.
El
Ellacuría que vivió largos
años a vueltas
con
Dios.
Y en los
últimos años -esa es
mi
convicción-
el Ellacuría convertido por Monseñor
Romero.
2. Caminar humana y cristianamente
Lo
que
he
dicho hasta ahora son
recuerdos personales de
Ignacio
Ellacuría quizás
no
muy
mencio-
nados
en
encuentros y
congresos.
Ahora
quiero mencionar
lo
que
en
mi
opinión
es,
o desearía
que
fuese,
un
"caminar
humano
y
cristiano".
En
este
contexto,
no
me
suele
venir
a
la
mente
el
atinado y hondo
caminar
existen-
cial
y
creador
de
Antonio Machado: Y
confieso que
me
encanta cómo canta
el
cam
inar Joan Manuel Serrat:
"Caminante,
son
tus
huellas
el
camino,
y nada
más;
Caminante,
no
hay
camino,
se
hace
camino
al
andar':
Más
bien pienso en el caminar
jesuánico
de Pedro Casaldáliga
"Camino
que
uno
es,
que
uno
hace
al
andar.
Para
que
otros
caminantes
puedan
el
camino
hallar.
Para
que
los
atascados
se
puedan
reanimar.
Para
que
los
muertos
no
dejen
de
estar':
Don
Pedro comparte
con
Machado
que el caminante
se
enfrenta -él
solo,
sin
un
camino programado-
con
el
caminar.
Pero,
a diferencia
de Machado, insiste en
lo
que debe
pretender el caminante:
Que
otros
caminantes
puedan
el
camino
hallar.
Que
los
atascados
se
puedan
reanimar.
Que
los
muertos
no
dejen
de
estar.
3.
Con
Ignacio Ellacuría
Vaya
decir tres cosas sobre el
ser humano
Ignacio Ellacuría que
yo
conocí, pienso que bastante bien.
Con
él conviví y trabajé cercana-
'"
-'"
S
o
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Z
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'"
'"
I
~
VI
VI
Z
'"'
'"
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'?
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'"'
'"
Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 139
mente
alrededor
de
quince años.
Tuve con
él
una
buena
am istad.
Con
cierta
frecuencia
hablamos
de
cosas
de
teología y
alguna
vez
de
filosofía, y
también
de
cosas
perso-
nales. Algunas
veces
me corrigió con
sensatez
y acierto, y a
veces
apro-
baba
lo
que
yo hacía, incluso con
alguna
alabanza.
Yo
le llamé la
aten-
ción, muy pocas veces, y le
agradecí
cuánto
aprendí
de
su modo
de
hacer
teología. Ahora me quiero
concentrar
en tres cosas
para
comprender
cómo
caminar
con Ignacio Ellacuría, y para
llevarlo a la práctica.
z
VI
!!1
3.1. "Ellacuría
se
convirtió"
Vaya
distinguir
tres
momentos
de
ese
proceso
que
no fue lineal.
Digamos
que
el
proceso
de
conversión
de
Ellacuría
en
una
primera
época
fue
un
cambio
impor-
tante
en
su
temperamento. A
él
mismo
le
contar, una vez pasado
ese
primer momento,
que
de
estudiante
jesuita tuvo discusiones fuertes con
sus
superiores
y con
el
rector
del
teologado
de
Innsbruck a
comienzos
de
los
sesenta.
Cuando ya
en
Madrid
estuvo
con Zubiri
preparando
el
doctorado
en
filosofía, al ver los
revuelos
que
causaba
Ellacuría
entre
los
estudiantes
de la universidad
de
Comillas, un jesuita
en
autoridad
le
preguntó: "¿No ha
pensado
usted
en
dejar
la Compañía?" Ellacuría le
contestó:
"Yo
no.
¿Y
usted?". Podía
ser
adusto
sin
contemplaciones.
Y
a
veces,
podía
ser
tan
firme
en
sus
convicciones
y decisiones
que
se
mostraba
duro y
prepotente.
Por otra parte, Ellacuría
también
podía ser
buen
amigo
y
aun
cariñoso.
Era
dado
a
defender
a los
jesuitas
140
~-Jon
Sobrino,s.j.
cuando
eran
atacados
por
poderosos
de
derecha o
cuando
eran
incom-
prendidos
dentro
de
la Compañía
por
defender
causas
justas,
lo
que
generaba
alborotos
al interior
de
las
comunidades.
Por otra parte, pienso
que
evitó
ser
injusto con nadie, y
que
no
deseaba
mal a nadie.
Con
los
años,
aunque
no
puedo
poner
fechas,
en
buena
medida se fueron limando
los excesos y las aristas, sobre
todo
su
dureza
y prepotencia.
Al
hablar
ahora
de
conversión
me
refiero al
cambio
que
se fue
operando
en
él
en
la
época
en
que
vivió
y
trabajó
en
El
Salvador
entre
finales
de
los
sesenta y finales
de
los
ochenta.
Para
ser
más
preciso
diría
que
cambió
en
dos
momentos
que
configuraron
otras
dos
épocas,
siendo
la
segunda
de
mayor profundidad personal. Y
quiero insistir
en
que
no
fue
solo
un
cambio
de
temperamento.
En
la
primera
época,
de
1968
a
1977, Ellacuría como ser humano,
jesuita y cristiano, hizo una opción
por los pobres, una opción radical
por
la
justicia, y llevó a cabo una
lucha contra
la
injusticia que empo-
brecía a las mayorías. Sobre
lo
que
ocurría en
El
Salvador, defendió
la
validez de
la
huelga de maestros de
1971 sobre
la
que
la
UCA
publicó
un
libro poco después. Denunció el
fraude electoral de 1972, sobre
lo
que, junto con otros, publicó el libro
El
año
político.
En
1976 defendió las
promesas de reforma agraria, por
pequeñas y aun falaces que fueran,
de
parte del gobierno del presidente
Malina.
Y cuando éste
se
echó para
atrás, Ellacuría escribió
su
conocido
editorial,
''A
sus órdenes
mi
capital".
En
todo ello estaba muy presente el
Ellacuría pensador, filósofo y teólogo.
A nivel de
su
vida interior, son
muestra
de
conversión
en
aquellos
años los ejercicios
de
san Ignacio
que impartió en 1969, abiertos a
todos los jesuitas de
la
provincia, y
los de 1971 a los jesuitas jóvenes
recién llegados de sus estudios.
En
1977,
con
el
asesinato
de
Rutilio
Grande,
Ellacuría
entró
en
una
segunda
época
en
la
que
el
cambio
llegó
a ser
muy
radical.
Personalmente desde
ese
momento me gusta usar
el
térm
ino
conversión
al hablar de
Ellacuría, como
lo
hice
al hablar de
Monseñor
Romero.
Esto
comencé
a
notarlo en que hablaba de
Dios
de
una manera diferente, y que desde
el
Dios
que
avizoró
con
Monseñor
Romero,
profundizó y radicalizó
su
opción por el pueblo y por
la
justicia,
y
su
disposición a que
le
diesen
muerte
en
el empeño.
Las
muestras visibles de esa
conversión
son
abundantes.
Las
resumo
en
tres
cosas
que
tienen
que
ver
con
su
visión radicalmente
nueva de Monseñor Romero:
1.
La
carta que
le
escribió el 9 de abril de
1977.
2.
El
reconocimiento público
de que Monseñor era superior a
la
UCA,
y obviamente a
su
persona:
"él
era
la
voz,
nosotros el
eco",
dijo en
1985.3.
La
veneración que tuvo por
Monseñor
Romero
hasta el
final.
Con
esto quiero decir que
no
basta,
como
suele
ser
normal, tener
a Ellacuría, aun con limitaciones y
defectos, como una gran persona,
muy
capaz,
ciertamente
con
gran
inteligencia, tenaz y audaz, excep-
cional.
Pensar
así
no
es
desatino,
pero puede ser empobrecedor en
algún grado
si
no
se
tiene en cuenta
que Ellacuría, viviendo
la
realidad
de
El
Salvador, con pobres, víctimas
y mártires, y
con
Monseñor
Romero,
se
convirtió.
3.2.
"Ellacuría
puso a
Monseñor
Romero
en
estrecha
reLación
con
Dios"
Ellacuría escribió una vez: "difícil verse forzado a hablar del
pueblo".
Y
hablar de Monseñor
Romero,
sin así
lo
hizo.
Siguiendo
la
lógica de esa
'"
-'"
S
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I
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VI
Z
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'"
Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 141
z
VI
!!1
formulación, afirmamos ahora que
para Ellacuría
fue
"difícil hablar de
Monseñor
Romero
sin
verse
forzado
a hablar de
Dios".
He
encontrado tres textos
en los que Ellacuría relaciona a
Monseñor
Romero
explícitamente
con
la
realidad de
Dios.
Cuando
los
leí,
me
llamó
la
atención que
Ellacuría menciona simplemente
a
Dios
de
forma distinta a como
lo
hacía normalmente.
Para
expresarlo
de
alguna manera habló de
Dios
a
secas,
como
si
no
quisiera tergiversar
o disminuir de alguna forma
su
realidad hablando del
Dios
bíblico,
ni
siquiera del
Dios
de
Jesús
-aunque
hay que añadir que en las palabras
finales
de
su
último escrito mencionó
"el
Dios
salvador, el
Dios
liberador".
El
primer
texto
es
de
los inicios del
ministerio arzobispal
de
Monseñor
Romero.
Está
en
la
carta
de
Ellacuría
a Monseñor
el
9
de
abril de
1977.
El
segundo
está en
un
artículo que
le
pidió
la
revista
Razón
y
Fe
pocos meses
después
de
su
asesinato.
El
tercero,
y más
rad
ical,
son
las palabras que
pronunció
en
la
homilía
de
la
misa del
funeral
de
Monseñor
en
la
UCA.
En
estos textos, Ellacuría rela-
ciona
a Monseñor
Romero
con
Dios
a
secas,
pero justifica ampliamente
lo
que
dice
mencionando
una
serie
de
realidades llevadas a cabo por
Monseñor cada una de las cuales
es
expresión de
lo
cristiano,
expre-
sión esta que
le
gustaba usar a
142
~~Jon
Sobrino,s.j.
Ellacuría. A veces abrevio y a veces
me
alargo para llegar más al fondo
del ser humano y cristiano
Ignacio
Ellacuría.A continuación recojo en
lo
sustancial
lo
que dije ante
un
grupo
de estudiosos del pensamiento de
Ellacuría cuando
se
reunieron
en
San Salvador el 12 de agosto de
2013, y
lo
que escribí en
mi
libro
Conversaciones
con
Jan
Sobrino,
PPC,
Madrid
2018. Veamos los tres textos.
a)
"He
visto
en
la acción de usted el
dedo de
Dios"
"Desde este lejano exilio quiero
mostrarle
mi
admiración y respeto";
así
com
¡enza
la
carta
que
escribió
a monseñor
Romero
el 9 de abril
de 1977, desde
su
exilio en
Madrid.
y menciona tres aspectos que ha
captado en
la
actuación de Monseñor,
en los que aparece
lo
cristiano
..
"El
primer
aspecto que
me
ha
impresionado es el de
su
espíritu
evangélico...
Esto
me
hace ver
un
segundo
aspecto: el de
un
claro
discernimiento cristiano
...
El
tercer
aspecto
lo
veo como una conclusión
de los anteriores y como
su
compro-
bación.
En
esta ocasión y apoyado en
el martirio del padre Grande, usted
ha
hecho Iglesia y
ha
hecho unidad en
la
Iglesia.
Bien
sabe usted
lo
difícil que
es hacer esas dos cosas hoy en
San
Salvador.
Pero
la
m
isa
en
la
catedral y
la
participación casi total y unánime
de todo
el
presbiterio,de los religiosos
y
de
tanto pueblo de
Dios
muestran
que en esa ocasión
se
ha
logrado.
No
ha
podido entrar usted con mejor
pie
a hacer Iglesia y a hacer unidad en
la
Iglesia dentro de
la
arquidiócesis.
No
se
le
escapará que esto era
difícil.
Y
usted
lo
ha
logrado. Y
lo
ha
logrado
no
por los caminos del halago o
del disimulo, sino por el camino del
Evangelio: siendo
fiel
a
él
y siendo
valiente con
él.
Pienso que mientras
usted siga en esta línea y tenga como
primer criterio el espíritu de
Cristo
martirialmente
vivido,
lo
mejor
de
la
Iglesia
en
San
Salvador estará con
usted y
se
le
separarán quienes
se
le
tienen que separar.
En
la
hora de
la
prueba
se
puede ver quiénes son
fieles hijos de
la
Iglesia, continuadora
de
la
vida y
de
la
m
isión
de Jesús,
y quiénes son los que
se
quieren
servir de ella.
Me
parece que en
esto tenemos
un
ejemplo en
la
vida
última del padre Grande, alejada de
los extremismos de
la
izquierda, pero
mucho más alejada de
la
opresión y
de
los halagos
de
la
riqueza injusta,
que
dice
san
Lucas".
A Ellacuría esto
le
llevó a decir
que en Monseñor
ha
visto
"el
dedo
de
Dios".
Desconozco por qué usó
estas últimas palabras, pudiendo
usar otras.
Lo
que
me
impacta es que
Monseñor
Romero
hizo
que Ellacuría
"se
viese
movido y
aún
forzado a
hablar de
Dios".
b)
"Monseñor
Romero
fue
un
enviado
de
Dios
para
saLvar
a
su
puebLo"
Los
textos que siguen a conti-
nuación
insisten
en
tres
cosas.
Una
es el
martirio
de
monseñor
Romero.
La
segunda
es
que
monseñor
Romero
fue y
trajo
salvación.
La
tercera es que
monseñor
Romero
ha
sido
gracia
para
el
pueblo.
Ellacuría
se
detiene en describir el
martirio de monseñor
Romero."Un
24
de
marzo,caía ante el
altar
monseñor
Romero.
Bastó
con
un
tiro al
corazón
para acabar con
su
vida mortal.
Estaba amenazado hacía meses y
nunca buscó
la
menor protección.
Él
mismo
manejaba
su
carro
y vivía
en
un
indefenso apartamento adosado
a
la
iglesia donde
fue
asesinado.
Lo
mataron
los m ismos
que
matan
al
pueblo, los m ismos que en este año
de
su
martirio llevan exterminadas
cerca de diez
mil
personas,
la
mayor
parte de ellas jóvenes, campesinos,
obreros y estudiantes, pero también
ancianos,
mujeres y
niños
que
son
sacados de sus ranchos y aparecen
poco después torturados,
destro-
zados,
muchas
veces
irreconocibles.
No
importa determinar quién
fue
el
que disparó.
Fue
el
mal,
fue
el pecado,
fue
el anticristo, pero
un
mal,
un
pecado y
un
anticristo históricos, que
se
han
encarnado
en
unas
estruc-
turas injustas y en unos hombres que
han elegido el papel de
Caín.
Solo
tuvo tres años de vida pública como
arzobispo de San Salvador. Fueron
suficientes para sembrar
la
palabra
de
Dios,
para hacer presente en
su
pueblo
la
figura de Jesús; fueron
demasiados para los que
no
pueden
tolerar
la
luz
de
la
verdad y el fuego
del
amor'".
'"
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S
o
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Z
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VI
VI
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'"'
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Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 143
z
VI
!!1
Estas palabras
no
necesitan
comentario.
Son
Ellacuría puro.
Com
ienza con
la
pasión, pero a
continuación
se
sigue
pregun-
tando qué había hecho en
su
vida
monseñor
Romero.
Y en formula-
ción concentrada -muy querida para
Ellacuría,
"lo
que
hizo
monseñor fue
traer
salvación
a
su
pueblo".
"No
trajo
salvación como
un
líder político,
ni
como
un
intelectual,
ni
como
un
gran orador", dice Ellacuría.
Se
puso
a anunciar y realizar el Evangelio
con
plena encarnación y
en
toda
su
plenitud, puso a producir
la
fuerza
histórica del Evangelio.
Comprendió
"de
una vez por todas" -dice Ellacuría
con
fuerza
y
criticando
la
ausencia
habitual de
lo
que dirá a continua-
ción-
"que
la
misión de
la
Iglesia es
el anuncio y
la
realización del
Reino
de
Dios,
que pasa ineludiblemente
por el anuncio de
la
Buena
Nueva
a
los pobres y
la
liberación de los opri-
midos. Monseñor buscó y trajo una
salvación real del proceso histórico.
Habló
a favor del pueblo para que él
mismo
construyese
críticamente
un
mundo nuevo, en el cual los valores
predominantes fueran
la
justicia, el
amor,
la
solidaridad y
la
libertad".
Ellacuríavio
en
monseñor
Romero
don ygracia.
"Fue
un
enviado", dice,
no
mero producto de nuestras manos.
Se
convirtió -no para todos por igual- en
el gran
"regalo de
Dios",
y
un
regalo
muy
especial.
"Los
sabios y prudentes
de
este
mundo,
eclesiásticos, civiles
y militares, los ricos y poderosos de
este mundo decían que hacía polí-
144
--Jon
Sobrino,s.j.
tica.
Pero
el pueblo de
Dios,
los que
tienen hambre y sed de justicia, los
limpios de corazón, los pobres con
espíritu, sabían que todo eso era
falso
...
Nunca habían sentido a
Dios
tan cerca, al espíritu tan aparente,
al
cristianismo tan verdadero, tan lleno
de gracia y de verdad".
"Todo
ello
le
ganó el amor del pueblo oprimido y
el odio del opresor.
Le
ganó
la
perse-
cución,
la
misma
persecución
que
sufría
su
pueblo.
Así
murió y por eso
lo
mataron".
En
lo
personal, pocas palabras de
Ellacuría o de Rutilio o de Monseñor
me
han impactado más que estas.
En
Monseñor
Romero
"nunca habían
sentido a
Dios
tan
cerca".
A Ellacuría
esto
le
llevó a decir que Monseñor
Romero
fue
"un
enviado de
Dios".
el
"Con
monseñor
Romero,
Dios
pasó
por
EL
SaLvador"
El
pensamiento de Ellacuría
sobre Monseñor alcanzó
su
punto
culminante en sus conocidas pala-
bras
"Con
monseñor
Romero,
Dios
pasó
por
El
Salvador':
Las
pronunció en
la
hom
ilía
en el funeral que tuvimos
en
la
UCA.
Ellacuría
se
expresa con
máxima radicalidad lingüística y
conceptual:
con
monseñor
Romero
Dios
se
hizo
presente en
la
historia
salvadoreña -como
con
Jesús
de
Nazaret
Dios
pasó
por Galilea y Judea.
En
estas palabras hay genialidad de
pensamiento, y
no
conozco pastores
ni
teólogos,
ni
filósofos
ni
políticos,
que conceptualicen y formulen reali-
dades
con
tal radicalidad.
Las
pala-
bras pueden extrañar y sorprender a
creyentes, y el impacto de monseñor
Romero
en Ignacio Ellacuría también
a
no
creyentes. Pudieran parecer
poco
científicas y poco universita-
rias,
y,
aunque teologales, quizás
no
suenen
en
exceso
religiosas y
piadosas, alejadas del lenguaje de
Calcedonia. Pero debo confesar que
para
son verdaderas y son fructí-
feras.
Al
menos expresan más verdad
y producen más frutos que otras
que
he
escuchado sobre monseñor
Romero.
Ellacuría
vio
en
la
historia de
Monseñor una ultimidad y una
radicalidad que, en ese grado,
no
encontró en ninguna otra realidad,
aunque esas realidades fuesen
la
verdad y
la
libertad,
la
democracia y
el socialismo,
ni,
que
yo
recuerde, en
otras personas del pasado, por muy
venerables que hubiesen
sido.
Vio
que el paso de
Dios
en Monseñor
producía bienes, personales
y,
nove-
dosamente, bienes sociales difíciles
de
conseguir, y una vez conseguidos,
difíciles de mantener. Producía
justicia
sin
ceder ante
la
injusticia.
Producía defensa y liberación de
los oprimidos, y producía compa-
sión y ternura hacia los indefensos.
Producía verdad
sin
componendas,
no
aprisionada por
la
mentira,
ni
por
el eterno peligro de ceder a
lo
polí-
ticamente
correcto.
Y mantenía
una
esperanza
que
no
muere
...
A Ellacuría, monseñor
Romero
le
habló, de
un
Dios
de pobres y
mártires, ciertamente, liberador,
exigente, profético y utópico.
En
un
palabra,
le
habló de
lo
que en
Dios
hay de "más
acá".
Pero
también
le
habló de
lo
que en
Dios
hay de
inefable,
no
adecuadamente histori-
zable, de
lo
que en
Dios
hay de "más
allá",
de m isterio insondable y bien-
aventurado.
y a quien el término "
Dios"
le
resulte extraño, piense
en
otras
palabras de Ellacuría:
"Lo
último de
la
realidad
es
el bien y
no
el
mal".
Eso
es
lo
que
con
monseñor
Romero
pasó por
El
Salvador.
3.3. Ellacuría fue
Llevado
por la fe de Monseñor Romero
Quiso
caminar-
pienso
que
sin
decírselo a mismo explícitamente-
con
y como Monseñor
Romero.
Y
aunque de estas cosas solo
se
puede
hablar con temor y temblor y solo
se
puede entrar en ellas de puntillas,
pienso
que
su
ilusión
fue
creer
como
Monseñor
Romero.
El
no
era dado a
hablar de estas cosas, pero eso es
lo
que capté y
se
me
impuso, sobre todo
después del asesinato de Monseñor.
No
fue
siempre así. Hasta 1977,
fueron años
de
desencuentro entre
ambos. Baste una muestra.
Por
encargo de
la
Conferencia Episcopal
'"
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S
o
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Z
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I
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VI
VI
Z
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'"
Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 145
z
VI
!!1
de
El
Salvador, en 1974, Monseñor
Romero
escribió
una
recensión
del
libro de Ellacuría
Teología
Política.
La
recensión
fue
crítica. Estaba basada
en argumentos teológicos de los
años
cuarenta,
con
lógica,
pero
sin
el espíritu de Medellín.
En
cualquier
caso estaba escrita con respeto y
educación,
lo
cual
no
ocurría siempre
cuando hablaban los obispos.
Ellacuría a
su
vez
fue
crítico de
Monseñor, pues, aunque este acep-
tase teóricamente a Medellín por ser
un
documento de
la
jerarquía ecle-
siástica,
no
parecía
que
se sintiese
cómodo con Medellín y menos con
las teologías latinoamericanas que
lo
pusieron a producir.
Esto
llevó a
Romero a mostrar fuerte descon-
fianza y a expresar fuertes críticas
contra el clero, seminaristas, comu-
nidades, también contra
la
UCA,
que
buscaban ponerlo en práctica.
Con
el asesinato de
Rutilio
Grande
el 12 de marzo de 1977 ocurrió
con
claridad
el cambio y
la
conversión
de
Monseñor
Romero.
Y
yo
empecé
a percibir también
un
inicio de
conversión en
Ignacio Ellacuría.
El
encuentro entre
Romero
y Ellacuría
se
hizo,
desde entonces, cada vez
más
coincidente
en
la
visión histó-
rica
de
la
sociedad salvadoreña, en
lo
que debía ser el seguimiento de
Jesús y
la
praxis de
la
Iglesia. Y a
la
base estaba
la
comprensión de
Dios
como
Dios
de vida en lucha con los
ídolos de muerte.
En
lo
personal,
pienso que
la
relación entre ambos
146
__
Jon
Sobrino,s.j.
llegó a ser muy cercana.
En
el caso
de Ellacuría, a quien conocí más de
cerca,
su
relación
con
Monseñor
fue
entrañable. Ellacuría llegó a tener
veneración
por
Monseñor
Romero.
Por
decirlo en otras palabras
creo que
Ignacio Ellacuría deseaba
ser discípulo de Monseñor.
Cuando
tenía 47 años y llevaba trabajando
10 en
la
UCA
a Ellacuría
se
le
"apareció"
-opthe-,
Monseñor
Romero.
y uso el térm
ino
"aparecer", lenguaje
en que
se
narran las apariciones del
resucitado, conscientemente, para
expresar, con todas las analogías del
caso,
lo
que en ello hubo de inespe-
rado,
no
cuánto de destanteador,
y ciertamente muy mucho de biena-
venturado.
No
fue
el primer encuentro que
tuvo Ellacuría con personas a quienes
consideró
maestros,
mentores o
padres en el espíritu: Miguel Elizondo
en el noviciado, Aurelio Espinosa
Polit en el estudio de las huma-
nidades en Quito, el poeta vasco-
nicaragüense Martínez Baigorri.
Por
lo
que toca a
la
teología durante
cuatro años
fue
alumno de Rahner
en
Innsbruck. Y por
lo
que toca a
la
filosofía estudió y trabajó con
Zubiri,
fue
su
colaborador intelectual más
cercano,
y
de
varias
formas
inspi-
rador
suyo
hasta
su
muerte.
Ellacuría les estuvo agradecido, y
les podía reconocer
-lo
que decía con
claridad en el caso de Zubiri- supe-
rioridad en el quehacer intelectual.
Pero,
de
algún
modo,
también
podía
considerarse
"colega"
de
quienes
habían sido
sus
mentores. Sin
embargo, nunca se consideró
colega
de Monseñor Romero. Para Ellacuría,
Monseñor fue un
referente
que
iba
delante.
Solía decir: "Monseñor ya se
nos había adelantado".
En
1985,
reconoció pública, explí-
cita y
solemnemente,
la superioridad
de Monseñor Romero sobre la
UCA.
El
22
de
marzo, a los cinco
años
de
su
martirio la
UCA
concedió a Monseñor
un
doctorado
póstumo
honoris
causa
en
teología.
En
esta
ocasión, Ellacuría
tuvo
un
importante discurso sobre
Monseñor. Quiso
contestar
a las
acusaciones
de
que
la
UCA
mani-
pulaba
a Monseñor Romero, y sobre
todo
quiso confesar
públicamente
la importancia
de
Monseñor para la
UCA
y la superioridad
de
Monseñor
sobre la
UCA.
"Se
ha
dicho
malintencionadamente que
Monseñor
Romero
fue
manipulado
por
nuestra
universidad.
Es
hora
de
decir
pública
y solemnemente
que
no
fue
así.
Ciertamente
monseñor
Romero
pidió
nuestra
colaboración
en
múltiples
ocasiones
y
esto
repre-
senta y
representará
para
nosotros
un
gran
honor,
por
quien
nos
la
pidió
y
por
la
causa
para
la
que
nos
la
pidió
f.
..
],
pero
en
todas
esas
colaboraciones
no
hay
duda
de
quién
era
el
maestro
y
de
quién
era
el
auxiliar,
de
quién
era
el
pastor
que
marca
las
directrices
y
de
quién
era
el
ejecutor,
de
quién
era
el
profeta
que
desentrañaba
el
misterio
y
de
quién
era
el
seguidor,
de
quién
era
el
animador
y
de
quién
era
el
animado,
de
quién
era
la
voz
y
de
quién
era
el
eco':
Ellacuría
confesaba
humilde-
mente
-a
lo
que
no era
dado-
y
agra-
decidamente
-a lo
que
era
dado-
la
deuda
de
la
UCA
con Monseñor.
y
es
importante
recordar
qué
fue
lo
más
específico
de
ese
impacto.
Ciertamente le impactó, como a
muchos
otros, su profecía y denuncia,
su
compasión
y
esperanza,
su
cercanía a los
pobres
y su lucha por
la justicia, su disponibilidad a
que
le
arrebatasen
la vida, y
el
mantenerse
fiel
hasta
el
final sin
dejarse
desviar
por ningún riesgo
ni
amenaza.
Por
lo
que
toca
a
esto
último,
en
contra
de
lo
que
decían
algunos
amigos
de
Monseñor, Ellacuría
aprobaba
los
riesgos que este asum
ía,
e insistía.
"Monseñor debe aceptar correr esos
riesgos.
Es
lo
que
debe
hacer".
Pero pienso
que
el
impacto
más
novedoso, y
el
más
poderoso, se lo
produjo la
fe
de
Monseñor Romero.
La
fe
de
Monseñor Romero
suponía
para Ellacuría
alguna
forma
de
discontinuidad mayor. Pienso
que
Ellacuría sintió
que
en
Monseñor
'"
-'"
S
o
~
Z
w
'"
'"
I
~
VI
VI
Z
'"'
'"
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'?
~
'"'
'"
Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 147
z
VI
!!1
Romero había algo diferente,
supe-
rior,
no
sólo cuantitativa
sino
cualita-
tivamente. A él, no le
empequeñecía,
pero le
ayudaba
a
saberse
y ubicarse
mejor
como
ser
humano.
Lo
que
acabamos
de
decir
lo
podemos
reformular, con sencillez
y algo
de
audacia, diciendo
que
Ellacuría fue "discípulo
de
Monseñor
Romero
en
la
fe".
Dando un paso más,
un paso más, "Ellacuría fue llevado
en
la
fe
y por la
fe
de
Monseñor".
Lo
he dicho
muchas
veces.
En
1969
en
una reunión
en
Madrid le
decir: "Rahner lleva con
elegancia
sus
dudas
de
fe",
con
lo
cual ven
ía
a decir -esa fue mi convicción- que
tampoco
para
él
la
fe
era algo obvio.
Sus
palabras
no me sorprendieron,
pues
aquellos
eran
años
recios para
la fe, la m
ía
propia y la
de
otros
compañeros e
incluso
profesores.
Como
muchos
otros
en
aquellos
años, pienso
que
Ellacuría
anduvo
a
vueltas
con
Dios.
En
palabras
de
la
Escritura, pienso
que
luchó
con
Dios,
como Jacob.
Lo
que
creo
que
ocurrió
años
después
es
que
Monseñor
Romero, sin
proponérselo
Ellacuría,
le impulsó y le capacitó para
ponerse
activamente, y mantenerse, ante
el
misterio último
de
la realidad.
De
Monseñor le impresionó
profundamente cómo
se
remitía
a Dios, no solo
en
la reflexión y
en la predicación, sino en la más
profunda realidad
de
su vida. Dios
era
para Monseñor
absolutamente
real.
Y Ellacuría vio
que
con
ese
Dios
Monseñor humanizaba a
personas
y traía salvación a la historia.
La
fe
de
monseñor
Romero
se
le
impuso
a Ignacio Ellacuría como algo
bueno
y
humanizante.
Se
alegraba
de
que
Monseñor fuese hombre
de
fe,
y
de
que
esa
fe
fuese contagiosa. Algo
o mucho -en definitiva, sólo Dios
lo
sabe-
pienso
que
se le
pegó
a
Ellacuría.
El
m isterio cobró novedad
y cercanía.
y
ese
Ellacuría
mencionaba
a
"Dios" con
toda
naturalidad
para
dar
fuerza a una idea,
también
cuando
no
tenía
por
qué
hacerlo.
En
una
dura
crítica escribió: "todo importa
más
que
escuchar realmente
la
voz
de
Dios
que
[ ... ] se
escucha
en
los
sufrimientos como
en
las
luchas
de
liberación
del
pueblo". Y
más
allá
de temas concretos, remitiéndose al
pensar
y sentir
de
Monseñor Romero
Ellacuría hablaba con toda natura-
lidad
de
la
trascendencia.
Citamos
un
texto, significativo porque incluye
muchos
temas
importantes, que
culmina con la trascendencia de
Dios.
"Monseñor
Romero
nunca
se
cansó
de
repetir
que
los
procesos
políticos,
por
muy
puros
e
idealistas
que
sean,
no
bastan
para
traer
a
los
hombres
la
liberación
integral.
Entendía
peifecta-
mente
aquel
dicho
de
san
Agustín
que
para
ser hombre hay
que
ser
"más"
que
hombre.
Para
él,
la
historia que
solo
fuese
148
--Jon
Sobrino,s.j.
humana,
que
solo
pretendiera ser
humana,
pronto
dejaría
de
serlo,
Ni
el
hombre
ni
la
historia se
bastan
a
mismos,
Por
eso
no
dejaba
de
llamar
a
la
trascendencia,
En
casi
todas
sus
homilías salía este
tema:
la
palabra
de
Dios,
La
acción
de
Dios
rompiendo
los
límites
de
lo
humano':
Monseñor
Romero
vino
a
ser
para
Ellacuría como
el
rostro
del
misterio
que
asoma
en
nuestro
mundo.
Con
exquisita
delicadeza
Monseñor le
ofrecía
aquello
en
lo
que
él
era
eximio
yen
lo
que los
demás
somos
mucho
más
limitados,
Un
día
en
1983, al regreso
de
su
segundo
exilio,
estando
refugiada la
comunidad
en
Santa
Tecla, Ellacuría
presidió la eucaristía y nos habló
del
"Padre celestial",
No
era
lenguaje
muy suyo, pero algo
importante
y
bueno
quería decir con
estas
pala-
bras
el
Ellacuría
cerebral
y crítico,
Pero
también
pasó por oscuridad,
Nunca
sentí
que
caía
en
desespera-
ción,
pues
siempre
se
le
ocurría
cómo
seguir trabajando, pero
sentía
en
él
un
malestar
personaL Las
cosas
no
marchaban
nada
bien para
el
país, y
Ellacuría no parecía
sentir
un
asidero
seguro para su lucha por
el
diálogo,
Una vez me dijo, como
de
pasada,
"solo
queda
la estética",
Como
Monseñor,
tomó
en
serio
la
posibilidad
de
una
muerte
violenta,
No
hablaba
de
eso, y
ciertamente
no
para darse importancia.
Pero
era
muy
consciente
de
esa
posibilidad,
Conmigo habló
alguna
vez, Meses
antes
de
su
muerte
me dijo; "ahora
que trabajo por
el
diálogo y la
nego-
ciación
mi
vida
corre
más
peligro
que
cuando
me
tenían
por izquier-
dista
y revolucionario",
Y,
cual estoico
ilustrado, me dijo
también:
"Me
han
dicho
que
el
dolor
de
un disparo solo
dura
veinte
segundos",
En
medio
de
estas
experiencias personales sobre
el
sentido
y sinsentido
de
la vida,
Ellacuría siguió luchando,
El
talante
de
constatar
y
desen-
mascarar
la negatividad
de
la
realidad le
acompañó
hasta
el
final
de
su vida,
En
su último discurso
el
6
de
noviembre
de
1989, al recoger
en
Barcelona
el
premio Comín, dijo:
"nuestra
civilización
está
grave-
mente
enferma
y [",] para evitar
un
desenlace
fatídico y fatal,
es
necesario
intentar
cambiarla
desde
dentro
de
misma",
De
ahí, la impe-
riosa necesidad
de
revertir
la
historia,
Sin embargo, Ellacuría insistió
también
hasta
el
final
en
que
en
la
negatividad
puede
haber
principio
de
salvación, Escribió
repetidas
veces
sobre la salvación que trae
el
siervo
de
Jahvé, sufriente y
destro-
zado;
los
mártires
asesinados,
una
iglesia
de
pobres
y
oprimidos,
Y
en
el
discurso
de
Barcelona para
sanar
a
la sociedad
enferma
se remitió a lo
que
está
abajo
en
la
historia,
"Sólo
utópica y
esperanzadamente
uno
puede
creer
y
tener
ánimos
para
'"
-'"
S
o
~
Z
w
'"
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I
~
VI
VI
Z
'"
'"
'"
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~
'"
'"
Mi
caminar
con
Ignacio
.Ellacuría~
.I
49
z
VI
!!1
intentar
con
todos
los
pobres
y historia, subvertirla y lanzarla
en
otra
oprimidos
del
mundo
revertir la dirección".
4.
Ignacio Ellacuría Beascoetxea,
una
antorcha
En
el
afiche
de
an iversario
de
este
año
se dice
de
los
mártires
de
la
UCA
que "llenan
de
luz
la historia". Y
está
muy bien dicho.
Yo
prefiero
hablar
de
ellos
como
antorcha
antes
que
como
luz.
Una cosa
es
destapar
la
verdad
enterrada
vilmente
con la mentira, y
otra
desentrampar
la
verdad,entram-
pada por multitud
de
intereses
que
están
dispuestos
a
todo
para
que
la
verdad no salga a la luz. Siguiendo
con metáforas, para
lo
primero
es
necesario, y
puede
bastar,
ser
una
especie
de
lámpara
que
ilum ina. Para
lo
segundo
es
necesario ser
antorcha
que ilum ine y
que
arda
para mover
el
corazón y eliminar
lo
que
impide
ve
ver.
Una
antorcha
surge con
alguna
persona
de
extremada
lucidez
en
su
juicio
sobre
cómo
es
y
cómo
está
objetivamente
la realidad, cómo
hay que
encargarse
de
ella, cómo
hay
que
cargar
con
ella
y cómo hay
que
dejarse
cargar
con ella. Ente
nosotros,
antorcha
fue
el
Padre
Rutilio Grande y Monseñor Romero.
Antorcha fue
Ignacio Ellacuría.
Y,
aunque
de
diversa forma,
antorcha
fue Rufina Amaya.
En
sus últimos años escuché
a Ellacuría
tres
frases
que
lo
mostraban
con la lucidez y
el
vigor
de
una antorcha.
Las
recuero muy
brevemente.
"La
necesidad
de
una
tercera
¡uelZa':
Lo
mencionó
en
una
cátedra
de
realidad nacional.
No
gustó
a la
derecha,
lo
cual no
era
sorpresa, pero
tampoco
a varios
de
la izquierda,
pues
Ellacuría habría caído
en
tercerismo, en
un
tercer sistema
entre
socialismo y capitalismo.
La
tercera fuera era una fuerza social
en
la que
todos
-al
menos
un grupo
numerOSQ-
estuvieran totalmente de
acuerdo
en
una
cosa:
ni
un
muerto
más.
Lo
que
Ellacuría
buscaba
es
acumular
voluntades
que
quisieran
que
terminase
la
guerra
y la
muerte
en
el
país,
aunque
cada
uno pudiese
mantener
sus
propias ideas y utopías.
En
lo
personal
me pareció una idea
genial, cosa típica
de
Ellacuría, y que
mantuvo a
pesar
de
las críticas. Y me
recordaba a Monseñor Romero
que
veía
lo
peor
de
lo
que
estaba
suce-
diendo
en
el
país
en
que
los
campe-
sinos salvadoreños se matasen
unos
a
otros.
"Hay
que
empujar
el
carro
de
la
historia:
Varias
veces
pronunció
esta
metáfora
para
responder
a la
pregunta
de
lo
que
hay
que
hacer.
Tal como
lo
entendí,
Ellacuría exigía
una
actitud
humana
-y cristiana-
de
150
~-Jon
Sobrino,s.j.
lo
que
debía
estar
transida
cualquier
actividad para
cambiar
y revertir la
historia.
Para explicar mejor
en
qué
consiste
el
carro
de
la historia, suelo
parodiarlo
de
esta
manera.
El
carro
puede
ser
un
carro
normal,
un
carro-
mato, casi nunca un Cadillac. Puede
rodar
por
buenas
autopistas,
rara
vez,
o por
caminos
pedregosos
o
emba-
rrados. Pero
lo
que
hay
que
empujar
es
siempre
el
carro
de
la historia
real,
tal
como la vivimos.
Ya
esa
realidad
no solo hay
que
conocer
y juzgar, sino
empujar.
y hay
que
empujar
de
atrás
para
adelante,
con
nuestras
fuelZas
sea cual fuere
el
agotamiento
propio.
Lo
que
no
podemos
dejar
de
hacer
es
empujar.
"Salva
la
civilización
de
la
pobreza':
Ellacuría
estaba
convencido
que
un
mundo configurado por la civiliza-
ción
de
la riqueza,
que
se construye
acumulando
y
en
que
se disfruta
gozando
de
lo
acumulado, solo podrá
ser salvado por
una
civilización
de
la pobreza. Creo
que
ya he dicho
que
desde
1980
a
1989,
Ellacuría
abordó
el tema en cinco ocasiones.
Admiradores
de
Ignacio Ellacuría,
entre
ellos
Pedro Casaldáliga y
González Faus, prefieren no usar
el
lenguaje
de
"civilización
de
la
pobreza", sino
otro
lenguaje
en
la
línea
de
"civilización
de
la
austeridad
compartida". Sin
embargo,
Ellacuría
nunca
cambió
el
térm ino
pobreza,
para
proclamar
una
civilización
que
salve y sane a una
sociedad
enferma
de
muerte.
A esas actitudes,
con
esa clari-
videncia y precisión, las he
llamado
antorcha.
Termino. Ellacuría dijo
una
vez:
"En
tiempos
como estos, no hay cosa
más
práctica que la teología".
¿Y
Dios?
El
último artículo
que
publicó
en
la
Revista
Latinoamericana
de
Teologíaen
agosto
de
1989
trataba
de
utopía y profetismo. Ellacuría
terminó
con
estas
palabras:
"Estos
hombres
nuevos
siguen
anunciando
firmemente,
aunque
a
oscuras,
un
futuro
siempre
mayor,
porque
más
allá
de
los
sucesivos
futuros
históricos
se
avizora
el
Dios
salvador,
el
Dios
liberador:
En
estas
palabras, percibo
el
aliento
de
Monseñor Romero.
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Mi
caminar
con
Ignacio E.llacurí0--------l. 151