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Estudios Centroamericanos
Los tipos de partidos políticos en la campaña 2021 de El Salvador
Vol. 77, núm. 768, año 2022, pp. 69-86
ISSN 2788-9580 (en línea) ISSN 0014-1445 (impreso)
Los tipos de partidos
políticos en la campaña
2021 de El Salvador
The type of political parties during the
2021 campaign in El Salvador
DOI: https://doi.org/10.51378/eca.v77i768.6680
Luis Eduardo Aguilar Vásquez
1
Palabras clave:
partidos políticos, notables,
atrapalotodo, masas, confesionales,
personalistas.
Keywords:
Political parties, party of notables,
catch-all, masses, confessional,
personalist.
Recibido: 28 de septiembre de 2021
Aceptado: 26 de noviembre de 2021
Resumen
A continuación, se presenta la forma en
que se catalogan los partidos compitieron en
las elecciones legislativas, municipales y del
Parlamento Centroamericano en El Salvador
1 Miembro del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Centroamericana José Simeón
Cañas (UCA) de El Salvador. Correo electrónico: laguilar@uca.edu.sv
en el año 2021. Se abordan los partidos
Nuevas Ideas, Arena, FMLN, GANA PCN,
PDC, Nuestro Tiempo y Vamos, presentados
en dicho orden, desarrollando sus antece-
dentes, resultados electorales, estrategias
de campaña, problemáticas y logros, para
terminar con una conclusión general. Para
la estructura de este escrito, se han tomado
como base artículos de este mismo autor
publicados en la revista
Proceso
, de la UCA,
así como en otros espacios digitales; esto
permitió dar seguimiento a los partidos
durante la coyuntura electoral. Esto texto se
considera importante para dejar documentado
de forma sistemática cómo pueden catalo-
garse los partidos políticos que participaron
en el proceso electoral de 2021 desde una
perspectiva de las ciencias políticas.
Abstract
This text presents a typology of the political
parties that competed in the Central American
legislative, municipal and parliament elections
in El Salvador in 2021. The characterization
of the political parties includes Nuevas Ideas,
Arena, FMLN, GANA PCN, PDC, Nuestro
Tiempo and Vamos with their antecedents,
electoral results, campaign strategies, problems
and achievements and finally a conclusion.
This writing takes different articles from the
Proceso
of UCA and other digital spaces, that
were published by this same author. Finally,
this text considers important to systematically
document how the political parties that parti-
cipated in the 2021 electoral process can be
classified from a political science perspective.
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Nuevas Ideas: un partido personalista
El partido Nuevas Ideas en su primera
participación en comicios ganó las elecciones
legislativas, municipales y del Parlamento
Centroamericano del 28 de febrero de 2021,
con una mayoría de candidatos descono-
cidos, pero apoyados por la figura del presi-
dente Nayib Bukele. En la campaña política,
el partido Nuevas Ideas promovió frases
como: “Vota por la N de Nayib” y “Nuevas
Ideas, el partido de nuestro presidente”, y se
presentó como una “tercera opción” frente
a los partidos tradicionales: Arena (Alianza
Republicana Nacionalista) y FMLN (Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional),
pero con muy pocas propuestas que fueran
más allá de la figura del presidente, por lo
que puede calificarse como un partido de tipo
personalista.
2
Los resultados le otorgaron a Nuevas
Ideas una victoria con amplio margen, esto
reconfigura el sistema de partido a uno de
tipo predominante,
3
que se enfrenta a una
oposición débil y fragmentada, y todo apunta
a que la competencia electoral podría ir
debilitándose y avanzar rápidamente hacia
un sistema de partido de tipo hegemónico.
4
En las legislativas, obtuvo 55 escaños, lo cual
tiene ciertas implicaciones que se explicarán
más adelante. Entonces, este nuevo escenario
plantea algunas preguntas: ¿por qué Nuevas
Ideas logró esta victoria? ¿Cuáles son los
efectos directos de esta victoria en el sistema
político? ¿Qué consecuencias sociales podría
traer esta situación?
2 Un “partido personalista” es aquel donde el carisma se vuelve la particularidad fundacional; presenta las si-
guientes características: primero, logra una coalición dominantemente cohesionada que se mantiene unida por
una delidad al líder; segundo, genera un partido basado en la improvisación organizativa y la incertidumbre de
los militantes; tercero, la organización y el proceso de toma de decisiones son centralizados; cuarto, presenta
conictos entre organizaciones autónomas que lo integran; quinto, insiste en el carácter antipartido y “movimen-
tista” de la organización; sexto, difícilmente consigue institucionalizarse, ya que el carisma se disuelve con el n
político del líder (Panebianco, 1988).
3 Los partidos predominantes se reconocen como partidos políticos con una inuencia mayor a la de otros par-
tidos, pero comparten el poder, y pueden perder elecciones. Además, necesitan de otras fuerzas para lograr
coaliciones de gobierno (Sartori, 2005).
4 Los partidos hegemónicos son aquellos que han monopolizado el poder; estos obtienen la mayoría de puestos
de elección popular, incluyendo los del Parlamento y otros puestos políticos clave. No necesitan de forma in-
dispensable a otras fuerzas políticas. A esto se agrega que se reeligen consecutivamente por muchos períodos
consecutivos (Sartori, 2005).
Para responder a la primera de esas inte-
rrogantes, es necesario resaltar un aspecto
ajeno a Bukele y Nuevas Ideas, referido
especialmente a la crisis de representación.
Instituciones como los partidos políticos y
la Asamblea Legislativa han sido percibidas
como ineficientes para enfrentar el desem-
pleo, la degradación de los servicios sociales,
la corrupción, la seguridad pública, etc. A
esto se suma que los partidos tradicionales
(Arena y FMLN) contaban con estructuras
altamente disciplinadas e institucionalizadas,
que no estaban abiertas a la crítica interna.
Además, no fueron coherentes con sus ideales
y redujeron la conexión con sus electores. De
ahí que los antiguos simpatizantes, apáticos e
inconformes, sintieran cada vez menor identi-
ficación con estos partidos.
Otro motivo, por demás significativo, es
la relación del partido Nuevas Ideas con el
presidente de la República. Nayib Bukele
cambió el discurso moderado de los “polí-
ticos tradicionales” por uno más disruptivo,
que buscaba mover el deseo de venganza de
gran parte de la población contra los líderes
políticos. Este fue efectivo para ridiculizar a
sus adversarios, a la vez que promovía sus
propios logros. Sus estrategias comunica-
cionales de mensajes llamativos, el anuncio
de obras monumentales (que no siempre se
ejecutan) y la promoción de temas de moda
a través de las redes sociales permitieron a
Bukele conectar con la población joven. Los
salvadoreños que se sentían abandonados
por los políticos tradicionales o “los mismos
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de siempre” ahora se sintieron defendidos.
Además, ya como presidente, Bukele ya
había despedido a varios funcionarios de “los
mismos de siempre” a través de Twitter, distri-
buyó “bolsas solidarias” con comida, dinero
y computadoras. También, adaptó el Centro
de Ferias y Convenciones (CIFCO) como
hospital para atender pacientes con covid-19,
lo que probablemente ayudó a consolidar su
popularidad y ganar las elecciones de 2021.
Ante este escenario, los efectos directos
de la victoria de Nuevas Ideas en el sistema
político pueden ser los siguientes. En El
Salvador, la Asamblea Legislativa está
compuesta por 84 escaños, de los cuales 43
constituyen mayoría simple y 56 mayoría
calificada. Con la mayoría simple, se pueden
decretar impuestos y tasas sobre bienes y
servicios. Con la mayoría calificada, pueden
ser elegidos magistrados del Tribunal Supremo
Electoral y de la Corte Suprema de Justicia.
Adicionalmente, pueden elegir al procurador
general de la República y al procurador
para la Defensa de los Derechos Humanos.
Asimismo, se pueden otorgar a privados
concesiones para la explotación de recursos
naturales y se puede aprobar el presupuesto
general del Estado. Esto puede hacer Nuevas
Ideas con sus 55 escaños, a los que se suman
los 6 de GANA. Estos resultados implican una
acumulación de poder más significativa para
Bukele.
Entre los problemas que podría traer esta
situación están: en primer lugar, favorecer el
nepotismo, es decir, beneficiar a familiares o
amigos para obtener cargos en el Gobierno.
Ciertamente, Bukele denunció la corrupción
de los Gobiernos anteriores. Sin embargo,
colocó a sus familiares y personas de su
círculo cercano en puestos gubernamentales
cruciales sin evaluar su idoneidad profesional.
Además, algunos funcionarios aprovecharon
su posición en el Estado para postularse como
candidatos de Nuevas Ideas para las elec-
ciones recién pasadas. Muchos de ellos, hasta
hace poco, eran desconocidos, pero ahora
ganaron un cargo por su cercanía a Bukele.
Incluso algunos “viejos políticos” se volvieron
populares debido a su lealtad al presidente.
Por ejemplo, Walter Araujo, que en su etapa
como diputado firmó la Ley del Sistema de
Pensiones y la dolarización (que incremen-
taron las desigualdades económicas), y Will
Salgado, quien fue alcalde de San Miguel,
obtuvieron popularidad por su subordinación
a la figura de Bukele.
En segundo lugar, otro problema para el
nuevo escenario en que gobernará Nuevas
Ideas es la insostenibilidad de algunas
medidas implementadas por el Gobierno
y la falta de transparencia y rendición de
cuentas. Durante la gestión de Bukele, se han
desarrollado políticas de entrega de “bolsas
solidarias”, transferencias de dinero y compu-
tadoras, así como la construcción del Hospital
El Salvador. Aunque son propuestas muy
populares, estas provienen de fuentes insos-
tenibles, como préstamos internacionales que
no se han administrado de manera transpa-
rente. Tampoco se sabe públicamente cuánto
terminarán costando a largo plazo. Durante
la campaña, Bukele dijo que era necesario
deshacerse de la vieja política e incluso dijo:
Al que toque un centavo, yo mismo lo voy
a meter preso”; sin embargo, la prensa ha
publicado múltiples casos de corrupción del
Gobierno durante la cuarentena, sin que
ningún funcionario haya sido procesado
formalmente.
En tercer lugar, la concentración de poder
personalista deriva en una trampa autoritaria.
El Gobierno ha hecho repetidas referencias
a “cambiar el sistema”, para lo cual ha utili-
zado una retórica radical e incluso agresiva.
También ha otorgado un papel central a las
Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional Civil.
De igual forma, en reiteradas ocasiones, el
Gobierno ha violado derechos constitucio-
nales y ha dejado entrever que la legalidad
representa un obstáculo que es necesario
evitar. Sin embargo, muchos ciudadanos no
ven esas políticas autoritarias y militaristas
como una seria amenaza. No obstante, estas
propuestas simplistas e inmediatistas, que
utilizan la rudeza machista, el autoritarismo y
la retórica religiosa, podrían fácilmente debi-
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litar las instituciones y lograr la captura total
del Estado. La estructura política histórica en
El Salvador demuestra que el personalismo,
la concentración de poder y la intervención
militar en los asuntos públicos pueden destruir
el consenso social. En tal escenario, los más
afectados serían las grandes mayorías, porque
puede debilitarse el Estado de derecho.
Arena 2021: un partido de notables en
crisis
En la elección 2021, Arena sufrió un
importante revés electoral, lo que significó
la pérdida numérica y simbólica de varias
alcaldías y escaños legislativos. Por ejemplo,
en 2018, obtuvieron 37 diputaciones, pero
en 2021 pasaron a tener solo 14; además, en
el ámbito municipal, pasaron de ganar 139
alcaldías en 2018, a solo liderar 35 concejos
municipales en 2021. Ante dicho escenario,
surge la pregunta: ¿qué pasó con el partido
Arena en las elecciones 2021? Para contestar
esta interrogante, se considera necesario plan-
tear los antecedentes de Arena, las estrategias
utilizadas en la campaña de 2021, los desa-
fíos, las fortalezas con las que aún cuenta el
partido y, finalmente, unas reflexiones finales
acerca del futuro del mismo.
En primer lugar, en cuanto a los ante-
cedentes, Arena surgió en 1980, en plena
guerra civil, como un nuevo instrumento
político para enfrentar a las organizaciones
revolucionarias, y puede ser calificado como
un partido de notables.
5
Este era una especie
de reemplazo del PCN, ya que este último era
ya incapaz de mantener la confianza del elec-
torado. Entonces, Arena pasó a ser un actor
importante del sistema político; este, al tomar
el control del Ejecutivo en 1989, tuvo la capa-
cidad de amoldarse al proceso de negociación
de la paz con el FMLN, para luego legitimarse
5 Un “partido de notables” hace referencia a agrupaciones que giran en torno de una o varias personalidades,
cuentan con una organización de débil estructura interna y poco articulada territorialmente, y su organización
es más bien de carácter oligárquico. Están coordinados alrededor de un interés común para llevar a la práctica
un programa político generalmente poco articulado (Ostrogorsky, 1908).
6 Desde los Acuerdo de Paz de 1992, Arena perdió elecciones las legislativas de 2006, 2009 y 2021 (quedó en
todas en segundo lugar). En cuanto a las presidenciales, perdió las elecciones de 2009, 2014 y 2019 (es decir,
las últimas tres).
políticamente en la etapa posbélica. A partir
de los Acuerdos de Paz, Arena desarrolló un
discurso capaz de aglutinar al simpatizante de
derecha casi de manera exclusiva y también
fue capaz de superar electoralmente varias
veces a su principal rival, el FMLN.
Sin embargo, a medida pasaba el tiempo,
la insatisfacción en las encuestas de opinión
pública fue en aumento, sobre todo en
materia de seguridad pública, y de reduc-
ción de la pobreza; esto fue contrarrestado
con una propaganda eficaz y permanente,
con frases como: “El presidente de la paz”,
“Vamos todos a vivir mejor”, “Lo mejor
está por venir”, “Vamos a recuperar El
Salvador”, que le permitieron seguir teniendo
un apoyo popular. Finalmente, una exten-
dida percepción de descalabro económico
y de corrupción agotaron al partido y a
sus dirigentes, y luego de veinte años en el
Ejecutivo, perdieron la elección de 2009. En
ese momento, Arena entregó la Presidencia
de la República, para hacer transición una
pacífica a la oposición. En junio de 2019, se
cumplieron diez años desde que dejó la presi-
dencia y los resultados de la elección de 2021
parece que continúan haciendo evidente un
deterioro material y moral del partido, que se
hizo más visible en esta campaña de 2021.
6
En segundo lugar, en cuanto a las estra-
tegias políticas del partido en el 2021, su
campaña inició con una misa en la iglesia
Dolores de Izalco y, posteriormente, con
una reunión en el parque Bicentenario de la
capital (cabe destacar que tanto la Alcaldía
de Izalco como la de San Salvador las termi-
naron perdiendo). Sea por la pandemia o
no, llegó un reducido grupo de militantes,
que se percibían con sensación de desánimo.
En ese momento, se resaltaron las figuras de
los candidatos a alcaldes de San Salvador,
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Ernesto Muyshondt, y de Santa Tecla, Roberto
d’Aubuisson. Finalmente, ninguno de los dos
resultó electo.
El eslogan de campaña 2021 de Arena
fue “El Salvador nos une”, pero parecía más
un “sálvese quien pueda”. Esto porque el
descontento del electorado y la existencia de
listas abiertas en la boleta permiten a la gente
mostrar su preferencia seleccionando rostros,
personalizando el voto. De ahí que, en la
campaña, los candidatos de Arena compi-
tieran no solo contra los otros partidos, sino
entre ellos mismos, por ser el más amable,
sonriente o carismático, pero no era posible
reconocer una propuesta como bloque, y más
bien llegó a ser un concurso de popularidad o
belleza usando Photoshop.
Otro aspecto de la campaña es que los
candidatos no se valieron del partido en su
propaganda, muchos colocaban en pequeño
la bandera de Arena, casi de forma escon-
dida, y otros utilizaron los colores blancos,
amarillos y /o naranjas, abandonando el
clásico tricolor de Arena; incluso esto lo hizo
la popular candidata a alcaldesa de Antiguo
Cuscatlán, Milagro Navas, quien utilizó predo-
minantemente el color rosado. Pareciera que
los mismos candidatos reconocían el desgaste
de la marca partidaria. Dicha situación
pudo también influir en que se viera poca
propaganda de Arena, comparada a otros
años (aunque también se puede explicar
por la disminución de financistas, las deudas
vigentes de la campaña pasada o la falta de
pago del FODES).
Como se ha señalado, el entonces alcalde
de San Salvador, Ernesto Muyshondt, fue la
figura más visible del partido en la campaña,
que utilizó dos estrategias electorales: la
primera fue mostrarse cercano a Nayib
Bukele, incluso haciendo campaña con una
foto “codo a codo” con el presidente en mupis
y vallas. Esta fue una de las varias muestras
de “coqueteos políticos” con el mandatario,
tal como en su momento lo hicieron los
diputados Arturo Magaña, Milena Mayorga,
Gustavo Escalante y Felissa Cristales, que
terminaron defendiendo la causa de Bukele.
Sin embargo, no hubo más acercamientos
ni mayor reciprocidad con Bukele, pues, a
mitad de la campaña, Muyshondt terminó
llamando “Piraña peinada” al ministro de
Hacienda, Alejandro Zelaya, y Mario “Basura”
Durán al candidato de Nuevas Ideas. Es
decir, Muyshondt tuvo una estrategia difusa,
que terminó siendo poco atractiva e incluso
contraproducente, incluso meses después
terminó siendo acusado por los funcionarios
del presidente por varios delitos. Esto ha sido
calificado por varios medios y analistas como
persecución política.
En tercer lugar, se plantean los desa-
fíos que tiene el partido Arena. Este debe
asumir que ahora no tiene el monopolio
en la derecha y que sus votantes ahora
experimentan con otros partidos conserva-
dores como GANA (desde hace varias elec-
ciones), a lo que se suman Nuestro Tiempo,
Vamos e incluso Nuevas Ideas, quienes han
conseguido atraer a votantes de derecha
descontentos. Además, Arena debe asumir
la responsabilidad por las secuelas sociales y
los descontentos de las reformas neoliberales
que dejaron descontentos a una mayoría.
Sus gobiernos, que por un tiempo gozaron
de buen nombre y cierta autoridad cívica,
después fueron desbordados por la incon-
formidad popular y su enemigo natural, el
comunismo, desapareció. Ya no se enfrentan
a la izquierda, sino a una “nueva derecha”
rupturista que mezcla innovación y conser-
vadurismo, y a la que no han podido superar
electoralmente.
En cuarto lugar, se plantean las fortalezas
con las que aún cuentan. Por ejemplo, aún
recibe apoyo de algunos grupos de una
vieja derecha “oligárquica” asociada a una
hegemonía local todavía renuente; algunos
manejan espacios mediáticos tradicionales,
pero deben competir con las redes sociales,
que tienen una mayor rapidez y capacidad
para simplificar los problemas y las expec-
tativas populares. Además, puede que aún
cuente con cuadros jóvenes (que frecuenten
universidades conservadoras y tienen vínculos
con el Partido Republicano de los Estados
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Unidos), que propician encuentros con otros
cuadros de la derecha internacional.
En conclusión, Arena, como “partido de
notables”, monopolizó la afirmación del poder
de la clase burguesa durante muchos años. En
este se vieron representados una oligarquía y
varios grupos de privilegio (como los estratos
industriales y comerciales de este país). Sin
embargo, conflictos de intereses y diferencias
entre grupos poderosos ahora se ven refle-
jados en esta pluralidad de ofertas partidarias
de derecha (más allá de Arena). Además,
los liderazgos, como los del fundador de
Arena, ya no son incuestionables por nuevos
electores identificados con la derecha y estos
demandan nuevos liderazgos. Ante esto son
varios posibles escenarios, de los cuales se
destacan dos. El primero es que Arena vuelva
a surgir y que esta solamente sea una crisis,
es decir, que Arena se logre adaptar al nuevo
escenario, donde ya no gozará del monopolio
de la derecha en El Salvador, pero donde
buscaría nuevas causas, liderazgos y adver-
sarios (en este último, uno que vaya más
allá del comunismo). El segundo es que la
incapacidad de adaptación que termine con el
descalabro del partido, por tanto, a tener poca
trascendencia, para ceder el protagonismo a
nuevos partidos derecha. En cualquiera de los
dos escenarios, es un “sálvese quien pueda”
para los que aún son miembros del partido y
que tienen algún cargo público.
FMLN 2021: el desgaste de un partido
de masas
A finales de 2020, la dirigente y dipu-
tada del FMLN Nidia Díaz declaró en una
entrevista televisiva: “Esta es nuestra décima
participación a nivel electoral desde 1994.
Seguimos en la línea de mantener los actuales
23 escaños”. Ya en enero de 2021, Óscar
Ortiz, secretario general del partido, expresó:
“Para las próximas elecciones, esperamos
7 El partido de masas basa su fuerza en el número de aliados. Estos partidos extienden su estructura, de forma
espacial y temporal, hasta ser de carácter permanente y con una estructura consolidada y estable. Su ideología
es el elemento que vincula a la mayoría de sus miembros, que participan del ideario y los objetivos programáti-
cos (Duverger, 1957).
obtener, al menos, un diputado por departa-
mento”, con lo que dejó entrever que consi-
deraba que perderían únicamente 9 de los 23
escaños que obtuvieron en la elección ante-
rior. Finalmente, el partido obtuvo en 2021
solamente cuatro escaños legislativos a nivel
nacional, su peor resultado desde que compite
como partido político. De ahí que surja la
pregunta: ¿qué ha pasado con el FMLN?
Para responder esa interrogante, se consi-
dera necesario revisar el recorrido del partido,
que podría dividirse en tres períodos. En
primer lugar, el partido fue una oposición
privilegiada (1994-2009). En este período,
acogieron una agenda programática ideo-
lógica de un partido de masas
7
con origen
armado. Esto les permitió ser una organiza-
ción bastante disciplinada y numerosa que,
a pesar de los cismas, nunca puso en peligro
su existencia ni su importante posición en el
sistema político. En esta etapa, logró cimentar
su identidad como partido de masas y tuvo
un rol de oposición demandante e incómoda
frente a Arena. En un segundo período
(2009-2019), el FMLN consolidó sus triunfos
legislativos y municipales, a lo que se añade
la obtención de la Presidencia de la República,
pero también el partido se vio obligado a
cerrar sus círculos de toma de decisiones y a
ser menos ambicioso con las promesas que
hacía. Además, en este período, también
surgieron problemas de democracia interna
en torno a la elección de liderazgos y una
percepción de que la cúpula del partido utili-
zaba los recursos del Estado para su propio
interés, lo que Katz & Mair (1995) llaman en
ciencia política “partido cartel”. Estas situa-
ciones generaron un desapego de una parte
importante de sus simpatizantes.
En una tercera etapa (2019-), el FMLN
regresó a su rol de oposición, pero mermado
en su capital electoral y con una imagen
desgastada. Aunque su plan Construyamos
con la Gente tiene propuestas de salud,
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bienestar familiar, empleo, soluciones ambien-
tales, democracia, derechos humanos y
transparencia, esto no parece ser suficiente
para volverse atractivos electoralmente. Las
encuestas dan números poco alentadores
para el partido en cuanto a las preferencias
electorales. A esto se suma que, para algunos
cargos, el FMLN compite con candidatos
poco conocidos, como es el caso de Rogelio
Canales, aspirante a la Alcaldía de San
Salvador.
Aquí también cabe destacar que incluso
otras candidaturas del partido, que tienen
mayor visibilidad, se han visto en problemas
para promover su imagen y han tenido que
recurrir a la búsqueda de apoyos en otros
partidos. Por ejemplo, Miguel Pereira, candi-
dato a la Alcaldía de San Miguel, recibió el
respaldo de un grupo de base de Nuevas
Ideas y también de un candidato a alcalde
del CD para buscar el aumento de su arrastre
electoral. Además, el FMLN ha reducido signi-
ficativamente su campaña electoral. Apenas se
han visto unos pocos
spots
televisivos, mupis
y vallas para promover el voto por el partido.
De hecho, la organización Acción Ciudadana
confirma que ha habido un bajo gasto en
propaganda electoral por parte del Frente.
En enero de 2021, Nuevas Ideas ha gastado
alrededor de $3,670,527.46 en propa-
ganda, mientras que el FMLN apenas gastó
$17,821.26. Lo anterior permite suponer
que los resultados electorales del partido
serán más modestos que los alcanzados en
elecciones anteriores. Entonces, planteado
este escenario, ¿por qué es importante poner
atención a este desgaste partidario del FMLN?
Construir un proyecto como el del Frente
ha sido complicado y costoso (en términos
de tiempo y de vidas humanas). Hay que
recordar que este proyecto surgió como una
respuesta a la exclusión política y económica
en una parte importante de la población.
Con los Acuerdos de Paz, el partido logró
incorporarse con éxito a la vida política, pero
sus esfuerzos no fueron suficientes para la
reducción de las desigualdades sociales ni
para combatir la concentración de la riqueza
ni la corrupción. Sin embargo, es de reconocer
que el FMLN impulsó algunos proyectos foca-
lizados a las mayorías y/o grupos vulnerables,
como el aumento al salario mínimo, una
reforma de salud, la Ley de Medicamentos, el
acceso a la información pública y la prohibi-
ción a la minería metálica.
Por otro lado, aunque habían señalado
al neoliberalismo como problema, también
promovieron acciones que contradecían sus
ideales, por ejemplo: la promoción de las
zonas económicas especiales (que benefi-
ciaban a sobre todo a capital privado por
sobre el interés público), los asocios públi-
co-privados, la administración de capitales
y empresas bajo la ideología “de finalidad
social”, etc. Además, el FMLN trató con
desdén los señalamientos de corrupción
dentro del partido, el nepotismo, la imposi-
ción de candidaturas, el pago de favores con
puestos en el Gobierno, el “descabezamiento
y cooptación de líderes del movimiento social,
entre otros. Pero, probablemente, el mayor
descontento se dirige hacia aquellos dirigentes
de izquierda que se aferran a su pasado
revolucionario, pero que tienen prácticas
“pequeñoburguesas” y que continúan dentro
del partido. Esa cúpula (cuasi inamovible)
—que se sirvió para sí “con la cuchara más
grande”— son quienes ponen en la situación
más complicada al partido.
Esto no significa que la izquierda ya no
sea pertinente. Por el contrario, la necesidad
de cambios estructurales para combatir la
desigualdad económica y la exclusión política,
que motivaron su surgimiento, aún persisten.
A largo plazo, este contexto debería ser una
oportunidad para construir un nuevo proyecto
político de izquierdas, que no consagre
privilegios de cúpulas, que no sea tibio en
temas como los derechos de las mujeres, de
la diversidad sexual y la defensa del medio
ambiente por sobre los intereses económicos
minoritarios.
Sin embargo, en el corto plazo, estos
nuevos proyectos políticos de izquierda son
inexistentes como opción electoral. Por su
parte, el FMLN debería reconocer que no será
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capaz de encabezar procesos de transforma-
ción social, pero al menos podría aspirar, en el
futuro inmediato, a ser un contrapeso momen-
táneo desde la oposición ante la amenaza de
concentración de poder y de los abusos perso-
nalistas y autoritarios que están sucediendo
desde el Ejecutivo. El electorado debe estar
consciente de que si el FMLN no logra cons-
tituirse como un contrapeso importante (ya
sea porque no logran los escaños suficientes
o porque sus diputados en la Asamblea no
ejercen un papel contralor) los principales
perjudicados no serán los dirigentes de los
partidos, sino que, nuevamente, las grandes
mayorías.
GANA: un partido “atrapalotodo”.
¿Ganó o perdió en 2021?
En estas elecciones de 2021, GANA pasó
de tener 11 escaños que consiguió en 2018
a solo seis en la Asamblea Legislativa: cinco
los obtuvo únicamente con su propia bandera
y uno en coalición con Nuevas Ideas. El
ganador absoluto fue el partido de la N, que
logró 55 diputados (quedando solo a uno de
la mayoría calificada). Esto se aleja mucho
de las expectativas que el dirigente de GANA
Guillermo Gallegos tenía en la campaña
cuando expresó en Twitter: “Nuevas Ideas
quedará en una posición por encima de los
demás, pero entre Arena y GANA nos dispu-
taremos el segundo lugar. GANA saldrá muy
bien en estas elecciones” (23 de febrero de
2021). Incluso llegó a decir que esperaban
entre 17 y 20 diputados. Sin embargo, con
los resultados finales, ellos mismos afirmaron
quedar insatisfechos.
A pesar de ello, GANA también ha
cantado victoria por sentirse un aliado de
Bukele, como lo ha expresado Gallegos en
Twitter en más en una ocasión: “Mi apoyo
siempre será incondicional con el presidente
Bukele. Primero porque él pertenece y está
8 Kirchheimer (1966) denominó partido “atrapalotodo” a aquel que renuncia a incorporar moral e intelectualmente a
las masas en torno a sus postulados ideológicos, tratando ahora de abarcar a todo el electorado en vez de tener
una “clientela” especíca; sacrica una penetración ideológica por una aceptación más amplia y genérica, y un
éxito electoral más inmediato.
inscrito en GANA; segundo porque es mi
amigo; y tercero porque creo en él y por todo
lo bueno que está haciendo por El Salvador”
(22 de febrero de 2021). De ahí surge la
siguiente pregunta: ¿ganó o perdió GANA en
las elecciones de 2021?
Antes de responder, considero importante
revisar brevemente la trayectoria de GANA,
que se puede dividir en etapas. En primer
lugar, su nacimiento, a partir de su disidencia
de Arena y su posterior colaboración con el
FMLN; pero, sobre todo, con el presidente
Funes (2009-2014). En este período, lograron
hacer alianzas no solo en la Asamblea
Legislativa, sino en algunos concejos muni-
cipales. Fue tan fuerte su identificación
con Funes que, incluso, cuando terminó la
presidencia en 2014, este recibió un ofreci-
miento para una candidatura como diputado
por GANA en San Salvador. En este punto
se autoproclamaron como un “partido de
derecha social”, pero más bien por su trayec-
toria su calificativo debería de ser un “partido
atrapalotodo
8
.
En una segunda etapa, GANA formó
parte de Unidad, un conjunto de tres partidos
políticos (junto con el PCN y el PDC) que
apoyaron la candidatura del expresidente
Antonio Saca a la presidencia de 2014-2019.
La coalición resaltó la experiencia, la perso-
nalidad y los recursos de Saca, destacando
sus logros como presidente en el pasado. Sin
embargo, en ese momento, no le alcanzó
para superar ni a Arena ni al FMLN en las
presidenciales. No obstante, se mantuvieron
como aliados importantes del FMLN en la
Asamblea en políticas como las del vaso de
leche, uniformes, útiles escolares y zapatos.
Una tercera etapa comenzó en 2019, a
raíz de la candidatura presidencial de Nayib
Bukele. Él había utilizado desde hace tiempo
el símbolo de la golondrina y el color cian
como alcalde de Nuevo Cuscatlán y de San
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Salvador, lo que fue tomado por GANA
como propio. Durante la campaña, Bukele
y Félix Ulloa pedían el voto por la “golon-
drina” y no por el partido GANA, y usaban
como fondo la imagen de una golondrina
sin el nombre o alguna referencia al partido.
Cuando Bukele ganó la presidencia, los once
diputados mostraron su apoyo incondicional
y dijeron ser diputados comprometidos con el
presidente.
En las legislativas de 2021, GANA no
volvió al color naranja y mantuvo el celeste y
la golondrina. Además, formalmente compitió
con Nuevas Ideas por puestos de diputados
y alcaldes en varias circunscripciones (en
nueve, en cuanto a diputados), aunque con
este partido también formaron varias alianzas
en algunos territorios. En este sentido, GANA
creyó que nuevamente la figura de Nayib
Bukele le ayudaría a tener un buen resultado
electoral. Incluso usó frases como “Así votaste
por presidente, así vota por diputados”.
Sin embargo, tanto en la cantidad de votos
recibidos como en los diputados obtenidos,
este 2021 fue la peor elección de su historia,
ya que nunca habían tenido menos de diez
diputados.
Entonces, ¿perdió o ganó GANA en
las elecciones de 2021? Parece ser que un
poco de ambas. Perdió porque de los cinco
departamentos en los que Nuevas Ideas hizo
coalición con GANA, los diputados electos son
los de las casillas 1 y 3, que corresponden al
partido de la N. Los candidatos que corrieron
en la casilla 2, que eran los miembros de
GANA, no obtuvieron curul en Chalatenango,
Cuscatlán, La Unión y San Vicente, y GANA
solo obtuvo uno en Cabañas. Es decir, la
alianza con Nuevas Ideas le costó a GANA
cuatro diputados. Esto indica que probable-
mente algunos de sus antiguos simpatizantes
se cambiaron a Nuevas Ideas, lo que ya
había ocurrido con otros miembros como
Peter Dumas, Osiris Luna o Walter Araujo.
Con estos resultados legislativos, GANA,
por sí mismo, se vio empequeñecido a nivel
legislativo, incluso perdiendo “la llave” para
la mayoría simple. Incluso pasa a no ser indis-
pensable para la mayoría calificada, ya que
Nuevas Ideas puede obtener ese voto ya sea
del PCN, del PDC o de otro partido.
Sin embargo, GANA continúa siendo el
partido en control del Ejecutivo, ya que Nayib
Bukele está afiliado formalmente a GANA.
Además, el presidente continúa expresando la
importancia de la alianza entre Nuevas Ideas
y GANA. Para este último, es importante que
Guillermo Gallegos, la figura más mediática
del partido, aún mantenga su curul. Otros
ganadores son la familia Salgado, con Numan
Salgado, quien se mantiene como diputado,
y Wil Salgado, que regresa a la Alcaldía
de San Miguel. Un ganador inesperado es
Romeo Auerbach, que resultó elegido como
diputado por La Libertad con GANA (luego
de no haber sido seleccionado por Nuevas
Ideas en las primarias). Otro aspecto que
debo destacar es que GANA, en el ámbito
municipal, gobierna 34 alcaldías desde el 1
de mayo de 2021, siete más que las 27 que
obtuvo en 2018. El control político municipal
aumentó para GANA.
Finalmente, aunque GANA no ha sido
favorecido de manera directa con más dipu-
tados, se ve indirectamente beneficiado por
su alianza con el presidente. Y aunque en la
Asamblea serán aritméticamente poco rele-
vantes, podrían desarrollar una relación de
comensalismo político con Nuevas Ideas. Es
decir, una asociación entre los dos para bene-
ficio de uno de ellos o de ambos, sin causarse
perjuicio. Este sería el escenario ideal para
ambos partidos. Sobre todo para GANA, ya
están acostumbrados a sacrificar una ideología
propia y aliarse con el partido que más les
convenga, para asociarse a un éxito electoral
más inmediato.
Sin embargo, por tales motivos, hay elec-
tores que colocan a GANA en el club de “los
mismos de siempre”, por tener prácticas que
la gente rechaza como: tener diputados que
legislan para su beneficio económico personal,
la contratación de familiares, que hagan
“viajes fantasmas” con fondos del Estado o
la percepción de tener más empleados de los
necesarios por diputado.
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En este 2021, GANA perdió creyendo que
podía sacar nuevamente ventaja de Bukele.
Pero no le fue suficiente y terminó devaluado
electoralmente. Con el tiempo se podrá
observar si esta alianza continúa existiendo
o si Bukele será crítico de las prácticas de
nepotismo y clientelismo de su aliado GANA,
al cual parece ya no necesitar del todo.
PCN 2021: la importancia y el peligro
de un partido “satélite”
Con los resultados de la elección 2021,
el PCN obtuvo 16 alcaldías y dos diputados
(con Reynaldo Cardoza y Serafín Orantes).
Así, el PCN en lo legislativo no tiene la
capacidad de “chantaje político
9
que tuvo
en el pasado, pero aún conserva una cuota
de poder, esta vez alrededor de la bancada
de Nuevas Ideas-GANA, con la diferencia
de que ya no es un partido indispensable;
por tanto, puede decirse que es un “partido
satélite”
10
. Debido a esto surge la pregunta:
¿por qué es importante analizar al PCN? Para
responderlo, este escrito considera necesario
plantear los antecedentes históricos del PCN,
su estrategia de campaña en 2021, su tipifica-
ción como partido, hasta finalmente describir
los problemas de ser calificado como partido
satélite.
En primer lugar, algunos de sus antece-
dentes. El PCN se funda el 30 de septiembre
de 1961 con respaldo de los militares;
el siguiente año, 1962, el coronel Julio
Adalberto Rivera ganó las elecciones presi-
denciales (1962-1967). Durante los sesenta
y los setenta, el PCN fue el partido político
predominante en El Salvador y logró colocar
a cuatro presidentes de la república. En la
9 Presión que hace un actor político para sacar algún provecho de otro a partir de alguna debilidad; generalmente
las negociaciones no son del dominio público y pueden reñir con la ética y/o la legalidad. Es usual utilizar eufe-
mismos como gobernabilidad, cuoteo, acuerdos o consensos (Mejía Acosta et al., 2010, p. 292). Una mezcla de
herramientas poco decorosas que se vuelven un arma al servicio de la política (IDH, p. 283).
10 Según Fuentes Díaz (1996), un “partido satélite” es un partido minoritario que apoya a un partido mayoritario.
También se puede llamársele oposición invisible, ya que da sensación de pluralidad cuando existe un partido
hegemónico, al que no busca arrebatarle el poder.
11 Según Bolívar Meza (2020), el término «“partido bisagra”» solo se ha utilizado “en textos coyunturales sin un
referente conceptual”, y es asociado más bien a “textos casuísticos, pero sin sustantivos fondos teóricos”. Se
encuentra «“asociado al abordaje de partidos minoritarios”.
década de los noventa, luego de los Acuerdos
de Paz, nunca logró ser mayoría simple ni
calificada, ni tampoco tuvo el Ejecutivo. Pero,
desde 1991 hasta 2018, nunca obtuvo menos
de cuatro escaños, incluso llegó a obtener
16 en 2003, aprovechando el residuo elec-
toral (obtenido por el cálculo de la llamada
fórmula Hare). Estos resultados fueron clave
para que los pecenistas dificultaran o propi-
ciaran algunas decisiones políticas de los otros
partidos y se volvieran un jugador de veto
(Mejía Acosta
et al.
, 2011).
El PCN con el partido Arena casi cogo-
bernó sin ningún reparo en tiempos de
Cristiani y Calderón Sol (Departamento
de Sociología y Ciencias Políticas de la
Universidad Centroamericana José Simeón
Cañas, 2008, p. 1), ya durante el gobierno de
Francisco Flores por momentos se alió con el
FMLN (lo que generó como consecuencia una
serie de vetos del entonces presidente). En
varias legislaturas, el bloque pecenista se por
como un “partido bisagra”
11
; esto significa
que funcionaba entre otros dos partidos más
grandes a los que condicionaba su apoyo para
formar coaliciones, porque no tenía la fuerza
suficiente para llegar al gobierno, pero sí para
esperar su oportunidad para “negociar” con
los partidos mayoritarios y poner la balanza a
favor de uno u otro.
Con la aparición de GANA en 2010,
su cuota de “chantaje político” disminuyó
durante varias legislaturas. Ahora en el 2021,
la Asamblea Legislativa está formada mayo-
ritariamente por el bloque Nuevas Ideas/
GANA —que se bastan a sí mismos para
tener mayoría simple y calificada—, por lo
que la influencia del PCN es mínima, aritmé-
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ticamente hablando. Sin embargo, sus dos
diputados —aunque no son indispensables—
han decido apoyar al presidente. Este respaldo
fue premiado por el oficialismo brindando un
cargo en la junta directiva de la Asamblea
Legislativa al PCN, mientras dejaba afuera a
partidos políticos con mayor número de dipu-
tados, como Arena, que tiene 14 diputados, o
el FMLN, con cuatro.
En segundo lugar, en cuanto a su campaña
legislativa y municipal de 2021, esta presentó
una particularidad en torno a dos posturas:
una que resaltaba la figura de Nayib Bukele
y a su vez desincentivaba el voto por rostro,
fomentando votar por la N de Nayib, o por
el partido del presidente (hecha por Nuevas
Ideas, GANA y CD), y otra que criticaba
la figura del mandatario, y que motivaba a
votar por rostros y no por un partido (como
era el caso de Arena, FMLN, Vamos, Nuestro
Tiempo y Rodolfo Parker, del PDC).
En ese contexto, el PCN quizás fue
el único partido político que no entró en
ninguno de esos bloques, ya que no utilizó la
figura del presidente en su campaña, ni para
atacarlo, ni para defenderlo de forma contun-
dente. Incluso algunos de sus diputados —en
el tiempo de campaña— combinaban críticas
y halagos al presidente. Por ejemplo, Mario
Ponce (diputado del PCN y presidente de
la Asamblea Legislativa 2018-2021), por un
lado, dijo: “Si yo tuviera la actitud del presi-
dente Bukele, no sé dónde estaría el país”, y
criticó la “falta de transparencia del Gobierno
en la gestión de fondos de emergencia por la
covid-19”. Sin embargo, el mismo diputado
durante la campaña electoral afirmó que el
Gobierno estaba teniendo “resultados posi-
tivos” en seguridad y que estaba dispuesto a
tender puentes para intentar resolver la crisis
“en función del país”. El entonces presidente
de la Asamblea se declaró como “un político
al que no le gusta meterse en problemas”. Y
dijo mostrarse con ganas de negociar.
Otro ejemplo de este doble discurso lo hizo
Raúl Beltrán Bonilla (diputado 2018-2021).
Por un lado, se mostró desafiante diciendo:
“Hacemos un alto en el camino para recordar
el 9F, [aquí] se rompió el Estado de derecho
al ingresar con armas a la Asamblea”. Sin
embargo, antes de terminar su período
como diputado, dijo sentirse satisfecho “por
haberle aprobado [al presidente] todo para
la pandemia” y que “el PCN nunca fue un
estorbo para aprobar lo que el señor presi-
dente le solicitó a la Asamblea”.
En tercer lugar, se plantea la transición en
la identidad partidaria del PCN. Inicialmente,
se resalta su afinidad con la Fuerza Armada,
para luego volverse casi inmediatamente un
partido predominante en los sesenta y los
setenta; luego pasó a ser un partido bisagra
en los noventa y la primera década del siglo
XXI porque, debido a la cantidad de dipu-
tados que obtenía, mantenía una cuota de
poder importante y, sin importar el partido
político que gobernara, continuaba siendo
un aliado estratégico que se alió tanto con
Arena como con el FMLN. Ahora en 2021,
el PCN solo obtuvo dos diputados en la
Asamblea Legislativa y ha pasado a adoptar
las características de un partido satélite, sus
diputados han dicho: “el PCN no bloqueará
el trabajo del presidente Nayib Bukele y
“[a Arena y al FMLN] les duele que ahora
estemos apoyando al pueblo salvadoreño
y a Nayib Bukele”. Además, a nivel local,
mantienen su liderazgo político de tipo clien-
telista. Por ejemplo, Reynaldo Cardoza, con
sus máquinas desgranadoras de maíz en
Chalatenango, ha tomado ventaja política de
la necesidad en el sector rural para obtener
votos y conservar su curul.
Finalmente, el PCN al ser considerado un
partido satélite, se convierte en un “pequeño
aliado que apoyan las acciones del bloque
más grande, pero sin la capacidad de ejercer
presión para negociar, ni tampoco amenaza
con competirle el poder al bloque oficialista.
Sin embargo, el problema es que su parti-
cipación puede reducirse a solo simular un
mercado de partidos; por tanto, su rol puede
ser solo consolidar al partido mayoritario
y/o hegemónico, incluso hasta legitimar un
régimen político autoritario. Hay ejemplos en
México cuando el PRI controlaba el Ejecutivo
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y surgieron partidos satélites como el Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana. Otro
caso es el de Nicaragua, donde existen
partidos de “oposición” legalmente inscritos,
pero que en la práctica no buscan realmente
competirle el poder al FSLN de Daniel Ortega.
Un partido hegemónico y/o autoritario
no necesita formalmente satélites, pero le
son importantes porque le hace parecer
más incluyente y dar credibilidad al régimen
(sobre todo aprovechan cuando la verdadera
oposición es deficiente). Los partidos satélites
no son una oposición creíble, pueden dar
apariencia de democracia, pero su rol es más
bien legitimar un sistema de partidos poco
competitivos o incluso regímenes autoritarios.
Este es el peligro de este tipo de partidos para
la democracia.
PDC: un partido minoritario
pragmático
Antes de que Arena y el FMLN llegaran
a la Presidencia de El Salvador, también lo
hizo el Partido Demócrata Cristiano (PDC).
Después de llegar al poder, el PDC perdió su
credibilidad y apoyo electoral por no satisfacer
las esperanzas suscitadas en la población. De
ahí que quien lee este escrito puede pregun-
tarse: ¿por qué dedicar esfuerzos a reflexionar
sobre el PDC? El sacerdote Francisco Javier
Ibisate, quien en vida fuera catedrático y
rector de la UCA, comentaba en 1994: “Para
contrarrestar la publicidad emocional es nece-
sario recurrir a la historia... se trata de evaluar
a los partidos políticos. Hay que leerlos desde
su historia pasada y no desde la publicidad
artificial”. A razón de esto, se ha considerado
abordar dos puntos: revisar brevemente el
recorrido y legado de la democracia cristiana
en El Salvador, y las lecciones que brinda
para analizar la actualidad política.
Para analizar la historia del partido, se
han establecido tres etapas. En primer lugar,
su nacimiento, el 12 de octubre de 1960. En
ese entonces, el PDC abanderó una postura
en contra del régimen militar. Durante los
sesenta y los setenta, el PDC logró amplia
credibilidad para reivindicar ciertas causas
justas. Luego, en su segunda etapa, llegó a
su punto más alto. Después de varios intentos
fallidos donde sufrió fraudes electorales—,
el PDC alcanzó la Presidencia de la República
con el Ing. José Napoleón Duarte en 1984.
Posteriormente, en las elecciones legislativas
de 1985, logró la mayoría simple en la legis-
latura al obtener 33 de los 60 escaños de la
Asamblea Legislativa, con lo que se ganó
el apelativo de “la aplanadora verde”. Sin
embargo, la mala gestión gubernamental y los
señalamientos de corrupción en los ochenta le
hicieron perder su voto duro.
La tercera etapa del partido es la del
declive. Esta comienza a partir de 1988,
cuando empezó a caer en la preferencia
electoral de la población. Esta disminución se
profundizó en 1994, cuando es desplazado
por el FMLN como segunda fuerza política del
país. Luego, en 1999, el PDC se convirtió en
un partido casi unipersonal cuando Rodolfo
Parker asumió como secretario general y
poco a poco fue perdiendo relevancia. Sin
embargo, su punto más bajo llegó el año
2011, cuando el partido fue cancelado y tuvo
que competir en las elecciones legislativas
y municipales del 2012 con el nombre de
Partido de la Esperanza (PES). A partir de
entonces, el PDC disminuyó aún más sus
posibilidades de ser competitivo electoral-
mente, en medio de un sistema de partidos
donde predominaban Arena y el FMLN.
En los últimos años, el PDC ha buscado
mantenerse en la política por medio del
establecimiento de alianzas, algunas de ellas
con su antiguo rival, el PCN. En 2011, los
dirigentes del PDC, al igual que los del PCN,
demandaron ante la Corte Suprema de
Justicia (CSJ) al Tribunal Supremo Electoral
por haber efectuado la cancelación del
partido. La resolución de la CSJ fue favorable
para ambos partidos y pudieron recuperar
sus símbolos y su nombre original. A partir
de ese momento, el PDC podría ser calificado
como un partido satélite, es decir, una orga-
nización cuyo propósito fundamental es darle
soporte a otro proyecto político más grande.
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En 2014, el PDC formó una coalición política
llamada Movimiento Unidad, junto con la
Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA)
y el Partido de Concertación Nacional (PCN).
Ya en el 2019, nuevamente, participaron en
coalición con el PCN, esta vez alrededor del
candidato de Arena, Carlos Calleja.
Como se ha descrito, el PDC ha sufrido
una serie de crisis internas que lo llevaron
a convertirse en un partido político mino-
ritario
12
. Para sobrevivir se ha cambiado
de nombre, ha hecho alianzas eventuales,
se ha vuelto partido personalista (pero de
poco arrastre), se ha convertido en uno sin
ideología clara y, más bien, se ha vuelto prag-
mático. Para resaltar este último punto, en la
campaña legislativa y municipal de 2021, el
PDC dijo promover el diálogo y el respeto
por las instituciones democráticas e incluso
buscaron resaltar candidaturas como las de
Sulen Ayala y Roberto Ugarte, que denun-
ciaban lo que consideraban mal uso de
los fondos públicos y la forma autoritaria de
actuar del Ejecutivo. Lo mismo hizo Rodolfo
Parker. Incluso el mismo día de las elecciones
dijo: “Bukele violando la ley en cadena
nacional, pidiendo el voto, difamando con
falsedades y supuestas informaciones”.
Irónicamente, el único diputado electo
para la legislatura 2021-2024 fue Reynaldo
Carballo, quien ha apoyado al presidente
Bukele en diferentes iniciativas como el Plan
de Control Territorial (desde su período ante-
rior como diputado). Dicho apoyo continuó
en firme en decisiones como la destitución de
los magistrados de la Sala de lo Constitucional
y del fiscal general, el pasado 1 de mayo.
En la práctica, Carballo vota junto con las
bancadas de Nuevas Ideas, GANA y PCN,
con el que forma parte del bloque oficialista.
La postura del diputado contrasta con la
postura oficial del PDC, que ha denunciado
12 González & Solís (1999, p. 212) dicen que un partido minoritario tiene una pequeña membresía o una reducida
cantidad de votos en elecciones ociales, o a las dos situaciones simultáneamente. Dentro de un sistema polí-
tico, son partidos pequeños sin posibilidades de llegar al poder o de liderar la oposición. Estos tienen muy poca
inuencia respecto a otras fuerzas políticas y muy pocos puestos de elección popular. Un partido minoritario
podría o no mantenerse rme a sus principios e ideales. Y no todos pueden calicarse como “partidos satélite”,
ya que pueden con sus propios recursos buscar la subsistencia, sin depender de otro partido más grande.
en reiteradas ocasiones el proceder de Bukele;
sin embargo, el partido no ha sancionado
ni ha expulsado a Carballo. Esto demuestra
que el partido continúa en esta etapa de
declive, sin establecer elementos ideológicos
o programáticos, sino únicamente elementos
pragmáticos.
Finalmente, la historia del PDC puede dar
algunas lecciones para reflexionar sobre la
actualidad política del país. Como se ha dicho,
en sus inicios, el PDC denunció la corrup-
ción de otros partidos y los abusos de poder.
También fue un partido que generó esperanza
en la población y que desarrolló discursos
en favor de las causas populares. Esto les
permitió posteriormente controlar tanto el
Ejecutivo como el Legislativo. Además, tuvo
en Duarte una especie de líder mesiánico, que
en su momento fue justificado por la pobla-
ción con frases como “Con Duarte, aunque
no me harte”, pero que finalmente terminó
dando la sensación de ser un gobierno lleno
de oportunistas y corruptos. La “aplanadora
verde” es recordada por obras que fueron
símbolo de corrupción, como la carretera de
Oro, y que gobernó en un tiempo considerado
como “la década perdida”.
En una búsqueda de balance, es de
reconocer que el PDC contribuyó por casi
tres décadas a impulsar algunos cambios
en la implementación de la democracia. No
obstante, por todo su recorrido histórico,
actualmente está desgastado como partido y
ahora parece ser bastante pragmático con la
cuota pequeña de representación que ha obte-
nido. La experiencia del gobierno del PDC no
le permite volverse creíble en sus promesas,
a pesar de las causas nobles que defendió,
de todo el poder que concentró, y de los
múltiples y fieles seguidores que tuvo Duarte.
De ahí que, a partir del ejemplo del PDC,
cabe preguntarse si nuevamente ocurrirán los
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problemas surgidos después del gran entu-
siasmo que causó la “aplanadora verde”.
Nuestro Tiempo: ¿un taxi electoral?
Nuestro Tiempo es un partido reciente
de oposición que participó por primera vez
en los comicios de 2021 y logró obtener una
curul con el diputado Johnny Wright Sol. Sus
dirigentes más visibles han dicho que en él
caben todas las ideologías. Por ejemplo, Aída
Betancourt, una de las dirigentes y actual
candidata a diputada por el departamento
de La Libertad, expresó en una entrevista
televisiva el 26 de julio de 2020: “La diver-
sidad dentro de nuestro partido nos da una
gran ventaja. Intentamos integrar y articular
diferentes formas de pensamiento”. Estas
declaraciones dan la pauta para preguntarse:
¿qué tipo de partido es Nuestro Tiempo?
Según la ciencia política, a Nuestro
Tiempo se le podría clasificar como un
“partido de notables”. Cabe recordar que
Juan Valiente, Johnny Wright Sol y Andy
Failer, entre otros, fueron miembros orgánicos
de Arena. De hecho, Aída Betancourt fue
vetada del mismo partido cuando buscaba
una candidatura como diputada suplente de
Juan Valiente en 2017. Pese a ello, ahora
buscan proyectarse como líderes de una plata-
forma política de relevancia social, económica
e incluso más profesional e inclusiva. Sin
embargo, parece que ellos mismos rechazan
esta etiqueta de “notables” (de ser un grupo
reducido con estatus); más bien, su apuesta
es proyectarse como partido de centro que
ven en la diversidad una ventaja (debido al
desprestigio de los partidos de derecha y de
izquierda). Tampoco podrían ser un partido
de masas, ya que no plantean posturas
contra una élite económica, ni tampoco se
ha propuesto —explícitamente— la integra-
ción de diferentes gremios de trabajadores
a puestos de toma de decisión dentro del
sistema político.
Entonces, descartadas esas opciones —y a
partir de lo dicho por sus líderes—, a Nuestro
Tiempo se le podría clasificar como un
partido “atrapalotodo”. Estos partidos, en
la práctica, reducen (o dice anular) su ideo-
logía y se centran más en competir en unas
elecciones, con objetivos pragmáticos y/o
construidos estrictamente alrededor de un
líder. Sin embargo, aunque voces en Nuestro
Tiempo dicen no tener ideología, tampoco
logran ser verdaderamente pragmáticos en
construir una identidad en torno a un fin.
En su afán de mostrarse abiertos y diversos,
no consiguen ponerse de acuerdo en temas
como el de la idea de familia. Por ejemplo,
uno de sus candidatos a diputado ha presen-
tado su postura en torno al “diseño original
de la familia” e incluso ha compartido memes
en contra del aborto. Estas acciones se
contraponen a las ideas que han impulsado
algunos de los miembros más visibles del
partido, quienes han promovido un discurso
progresista que busca reivindicar los derechos
sexuales y reproductivos.
La clasificación de un partido es impor-
tante, ya que permite identificar el conjunto
de ideas y valores comunes que dirigen el
actuar de sus miembros. Esto es la ideología.
Sin embargo, aunque Nuestro Tiempo ha
intentado construir un discurso antipartidos
tradicionales, anticorrupción e incluso anti-
Bukele, este no se ha convertido en un rasgo
identitario del partido, ya que otros partidos
nuevos como Vamos también han promovido
este mismo tipo de discurso. Su distintivo
identitario —que era la defensa de los dere-
chos sexuales y reproductivos— aparente-
mente solo es un discurso de candidatos con
carisma, que hubieran resultado igualmente
competitivos como candidatos no partidarios
o en otros partidos. Ningún partido debería
aspirar a ser un reflejo exacto de la diversidad
ideológica que existe en la sociedad, sino que
debería juntar ideales, principios laborales,
doctrinas económicas, mitos, símbolos o prác-
ticas que permitan identificar a su bancada
y militancia. El problema de promover un
proyecto tan “plural” es que corre el riesgo
de ser utilizado por personas que aspiran a
una candidatura para un cargo de elección
popular únicamente para cumplir un requisito
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de inscripción, y de volverse un mero taxi
electoral.
13
Vamos, ¿otro partido confesional?
Después de los Acuerdos de Paz en El
Salvador, los partidos similares a Vamos, hasta
el momento, habían sido aquellos partidos
nuevos”, con un líder bien identificado (casi
unipersonales), autoidentificados como de
centro o de derecha, que se proclamaron de
“inspiración cristiana”, a los cuales también se
les puede llamar partidos interconfesionales
14
y que participaron con pocas o nulas opor-
tunidades contra los ya consolidados Arena
y FMLN.
Algunos de estos partidos minoritarios han
sido el Partido Pueblo Unido Nuevo Trato
(PUNTO), de Francisco Ayala de Paz; Fuerza
Cristiana (FC), de Mauricio Meyer; el Partido
Salvadoreño Progresista (PSP), del coronel
René Hurtado, o el Fraternidad Patriota
Salvadoreña (FPS), de Óscar Lemus. De
estos, ninguno logró ser competitivo. En esta
lista, hay que agregar casos especiales como
el Movimiento de Unidad (MU), de Jorge
Martínez, y el Movimiento de Solidaridad
Nacional (MSN), de Edgardo Engelhard, que
sí alcanzaron algún escaño legislativo, pero
que tuvieron una duración breve.
Sin embargo, actualmente existe una
crisis de representación (entendida como
una pérdida de confianza hacia los partidos
tradicionales) que ha golpeado tanto a Arena
como al FMLN. Estos partidos han dismi-
nuido su capacidad para movilizar opiniones
favorables a ellos y para atraer la simpatía
de votantes insatisfechos, lo que ha abierto
oportunidades a nuevos partidos. Dicho en
forma concreta, Vamos tiene una serie de
13 Un “partido taxi” es aquel que solo es usado como un vehículo para nes de cumplir con el requisito de inscrip-
ción de una candidatura (Estrada, 2019)
14 “Partidos interconfesionales” son partidos políticos de adhesión moral política y social, mas no religiosa, ya
que pueden incluir católicos y protestantes e incluso laicos; estos compiten en elecciones para cargos públicos
(Bobbio et al., 1988). Aunque su análisis es complejo (porque son numerosos y no son uniformes, suelen
confundirse con ciertas formaciones conservadoras), tienen su base en una estructura (o líder) de una iglesia
y pregonan valores cristianos, familia tradicional y educación religiosa, así como su oposición a favor de la
diversidad sexual, el derecho al aborto y la educación sexual (Vaggione, 2014).
ventajas que le permiten ser optimista en
este escenario: (a) compite en un contexto
de crisis de representación partidaria, (b) sus
discursos se proyectan contra las prácticas
de los partidos tradicionales (que cuentan
con poca confianza de la opinión pública).
Sin embargo, aunque estas condiciones son
necesarias para que compitan nuevos partidos
políticos, no resultan suficientes para volver a
Vamos un partido atractivo para el electorado,
ya que estas condiciones también las poseen
otros partidos nuevos. Entonces, ¿qué le falta
a Vamos para ser competitivo?
En primer lugar, a Vamos le hace falta
establecer una identidad con figuras fuertes
que le cohesionen. En las elecciones 2019,
Vamos coqueteó con la “etiqueta” de ser
un partido confesional o de tipo religioso,
liderado por Josué Alvarado (su fundador y
financista principal), pero obtuvo resultados
bastante pobres. Para la campaña electoral
de 2021, el rol de Alvarado ha pasado a
segundo plano y no ha sido retomado contun-
dentemente por ningún otro liderazgo del
partido. A partir de ello, se puede afirmar que
el partido busca construir una nueva ideo-
logía, con nuevos líderes que lo sostengan.
Existen esfuerzos como los de Claudia Ortiz,
quien obtuvo un escaño de diputada por San
Salvador, o de Roberto Rivera Ocampo, quien
fue candidato a diputado por La Libertad,
entre otros, que buscan proyectar candida-
turas profesionales que también apuestan
por lo que llaman “un humanismo cristiano
de centro, que defiende la vida y la familia”,
pero ellos mismos han dicho que este no es
un asunto central de sus planes, sino más bien
un asunto
cuasi
periférico. Así parece que su
identidad y liderazgos todavía se encuentran
difusos y sin una idea totalmente clara de su
proyecto.
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En segundo lugar, a Vamos le falta colo-
carse en la agenda del público, los medios
de comunicación y de sus rivales políticos.
Las candidaturas de Vamos, en general, han
buscado mostrarse como coherentes, sobrios y
alejados de “un uso populista de la religión” y
de cierta manera lo han logrado. Sin embargo,
han tenido poca capacidad para llamar la
atención. Por un momento, el público se
interesó en redes sociales por un video de
Claudia Ortiz en el que insultaba a sus oposi-
tores o por un anuncio de Vamos que jugaba
con la idea de que los candidatos de Nuevas
Ideas en realidad son igual a los mismos de
siempre, porque provienen de Arena, FMLN
y GANA; esto no parecería ser suficiente para
hacerlos despegar en preferencias electorales.
Ante la disminución de las lealtades tradicio-
nales, llamar la atención de los medios y de
los opositores políticos es importante, pero no
es suficiente, ya que los otros partidos apenas
los mencionan y no son parte importante
de la agenda de los medios tradicionales de
comunicación.
Por tanto, Vamos debería analizar sus
oportunidades y debilidades para consolidar
su proyecto político y evitar el mismo destino
de otros partidos similares que compitieron
en el pasado. Esto es todo un reto en un país
donde se avecina una dramática caída de los
partidos tradicionales establecidos y que aún
conserva muchos problemas en el área social,
económica y ahora sanitaria por la pandemia
de covid-19. Dichos problemas apenas son
mencionados en la campaña.
Conclusión
En las elecciones de 2021, es posible tipi-
ficar a cada uno de los partidos en contienda.
Nuevas Ideas se califica como un partido
personalista que obtuvo una victoria tan
abrumadora por la crisis de representación de
los tradicionales (Arena y FMLN), pero sobre
todo por la popularidad del presidente Bukele;
esto atrajo a un gran número de votantes. Los
candidatos de Nuevas Ideas mostraron lealtad
incondicional al presidente; el partido carece
de un esquema programático, por lo que se
vuelve proclive a la falta de transparencia y
rendición de cuentas. Por tanto, como efecto
directo de esta victoria, se vuelve un partido
predominante, acumulando más control del
sistema político.
Por otro lado, Arena a pesar de catalogarse
como un partido de notables, carece de un
proyecto y un liderazgo actualizado. Ante la
opinión pública es percibido como ejemplo
de ineficacia del sistema político tradicional
y de sus instituciones. Además, tiene desgas-
tada su credibilidad, aún legitima una forma
de gobernar que no respondió a las necesi-
dades y demandas sociales, que no estuvo a
la altura de sus promesas, lo que le ocasionó
un revés electoral en 2021, esto a pesar de
ser el mayor partido de oposición, ya que
su representación municipal y legislativa es
minoritaria.
En cuanto al FMLN, este pasó de ser un
partido de masas con origen armado, para
luego pasar a uno tipo cartel cuando tuvo
control del Ejecutivo. En la elección de 2021,
se hizo evidente su reducción de simpatizantes
y votantes, y ahora parece desgastado como
partido. En cuanto a GANA, se le califica
como un partido atrapalotodo, que renuncia
a postulados ideológicos y busca un éxito
electoral más inmediato; por tanto, sigue
asociado a Bukele y Nuevas Ideas. En relación
con el PCN, luego de ser partido bisagra en
los noventa y la primera década del siglo XXI,
ahora se le considera partido satélite. El PDC
ha sido catalogado como un partido minori-
tario pragmático.
En el caso de Nuestro Tiempo, no puede
ser catalogado como un partido de nota-
bles y, aunque tiene características de taxi
electoral, parece más bien un partido atra-
palotodo. Finalmente, Vamos es un partido
de los “nuevos”, que comenzó con un líder
bien identificado (casi unipersonales), que
coqueteó con la idea de ser confesional en
2019, pero que en 2021 parece un partido
minoritario de derecha conservadora que está
en oposición a Bukele, pero que no es fácil de
clasificar.
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