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Vol. 77, núm. 768, año 2022, pp. 7- 14
eca
Estudios Centroamericanos
Rutilio Grande y compañeros: una fiesta religiosa con significado social
ISSN 2788-9580 (en línea) ISSN 0014-1445 (impreso)
seminario, sus diálogos y seguimiento de los seminaristas, sus conversaciones
con su amigo Mons. Romero, fueron formando ese carácter abierto a las
necesidades de la gente, empático con todos, respetuoso con las tradiciones
populares y capaz de desafiarlas desde el Evangelio y la hondura del senti-
miento popular. Sin darse plenamente cuenta, se iba construyendo en su vida
esa dimensión profética que después estalló en plenitud martirial en Aguilares.
Porque Rutilio Grande fue, efectivamente, un profeta de fuertes raíces
sociales. En la dura explotación que predominaba en el campo, se esforzó no
solo en crear conciencia entre los campesinos, sino también en empoderarlos
y animarlos a organizarse y buscar soluciones a sus problemas. El acapara-
miento de la tierra en pocas manos, la pobreza, la marginación en el campo
educativo eran realidades permanentes e hirientes, que llevaban al reclamo,
al enfrentamiento y, en un primer momento, a la violencia represiva. Rutilio
sabía que el Evangelio de Jesús no era un recetario espiritualista, sino que lle-
vaba siempre a la fraternidad y a la justicia. Los mecanismos de avance en la
denuncia y la consiguiente propuesta de un mundo diferente la propugnaban
desde algunos años antes los jesuitas de la UCA. Sin olvidar las características
propias de una pastoral parroquial, a Rutilio le gustaba conversar y apoyarse
en los análisis de sus compañeros universitarios, y contrastar los análisis con
su propia experiencia de cercanía con los pobres. Pues, aunque escuchaba
con respeto e interés a sus compañeros universitarios, el lenguaje, la cerca-
nía humana, la transmisión del Evangelio y la simbología de apropiación y
difusión del mensaje evangélico eran muy propios de Rutilio. La religiosidad
y la cultura popular que dominaban la zona se convirtieron en él, así mismo,
en instrumento de anuncio de los valores del Evangelio. La fiesta del maíz,
recuperada conjuntamente con la gente (hombres y mujeres de maíz, como
tantas veces se les ha nombrado a los campesinos desde el tiempo de los
mayas), señalaba esa intensa conjunción de los valores culturales y cristianos.
Los campesinos se apropiaban conscientemente de su propia identidad y dig-
nidad en torno a la fiesta del maíz y hacían presentes sus valores evangélicos
de solidaridad, cercanía humana, compartiendo y convirtiendo en banquete
común la fiesta de la cosecha. La mujer, especialmente, recuperaba en estas
fiestas el protagonismo y la dignidad de la creadora de vida. La elección de la
“reina” de las fiestas del maíz no se elegía desde la apariencia física externa,
sino desde el trabajo y la calidad de los productos compartidos.
La lectura, reflexión y discusión comunitaria del Evangelio en los cantones
y caseríos iban señalando el camino de la hermandad y de la defensa de los
propios derechos básicos. La discusión del Evangelio se conectaba de tal
manera con la vida real que muchos campesinos quisieron aprender a leer
para poder tener acceso personal al Nuevo Testamento. Rutilio, en el proceso
de aprendizaje de la lectura, impulsó la metodología de Paulo Freire, que
acababa de publicar poco antes la
Pedagogía del oprimido.
Y el Evangelio le
ofrecía la posibilidad de poner valores fraternos y deseados como contrapunto
de una realidad de pobreza y marginación. El espíritu profético crecía y se
iban conjugando las dos grandes capacidades de Rutilio y Ellacuría unidas
posteriormente en la generosidad del martirio. Todo el tono, la frase y el es-
píritu de Rutilio era profecía. Ellacu, como le decían sus compañeros desde