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Celebración eucarística del XXXII Aniversario de los Mártires de la UCA
eca
Estudios Centroamericanos
Vol. 76, núm. 767, año 2021, pp. 553-558
ISSN 2788-9580 (en línea) ISSN 0014-1445 (impreso)
Celebración eucarística del XXXII Aniversario
de los Mártires de la UCA
13 de noviembre 2021
Preside el P. Andreu Oliva, rector de la UCA
Eucharistic Celebration on the XXXII anniversary of the UCA
Martyrs
November 13, 2021
Presided by Fr. Andreu Oliva, president of the UCA
Palabras claves
martirio, palabra de Dios, seguimiento a Jesús.
Key words
Martyrdom, Word of God, Discipleship.
DOI: https://doi.org/10.51378/eca.v76i767.6591
Fecha de recepción: 20/1/22
Fecha de aceptación: 20/1/22
Resumen
Basados en los textos bíblicos que se leyeron en la celebración eucarística
en ocasión del XXXII aniversario de los mártires de la UCA, la homilía
subraya cómo la palabra de Dios mantiene su actualidad hoy como palabra
viva que ayuda a discernir entre el bien y mal y es eficaz cuando se escucha
y se vive desde las realidades históricas. Esta palabra despierta el deseo de
servir al proyecto de Dios para la humanidad, servicio que puede desembocar
en el martirio, como muestra de un amor y que se manifestó en la fidelidad
de los mártires de la UCA a este proyecto. Se ofrecen reflexiones sobre las
manifestaciones del verdadero amor que motiva a los mártires a brindar
la vida por el bien de los demás, lo que contrasta con el amor fingido de
otros que prefieren la mentira y el ocultamiento de la verdad. Los mártires
guiaron su vida y actuar por los siguientes valores: la verdad, la compasión,
la misericordia, la justicia, la defensa de los pobres, la libertad y la dignidad
humana, la solidaridad y la construcción de un país donde todos nos
pudiéramos llamar hermanos y hermanas, y vivir como tales.
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Abstract
Based on the Scripture readings proclaimed during the Eucharistic
celebration on the occasion of the 32
nd
anniversary of the UCA Martyrs,
the homily underscores how the word of God maintains its relevance today
as a word that is alive and that helps discern between good and evil, and
that is efficacious when it is listened and lived from historical realities. This
word awakens the desire to serve God’s project for humanity, that may
end in martyrdom, as a sign of a love manifested in the fidelity of the UCA
Martyrs to this project. Some reflections are offered contrasting true love
that motivates offering one’s love for the wellness of the people, and a fake
love of others that prefers lies y hiding the truth. The martyrs led their lives
and their acts guided by the following principles: truth, compassion, mercy,
justice, the defense of the poor, freedom and human dignity; solidarity and
the building of a country where all can call themselves brothers and sisters
and live as such.
Primera lectura: 1.
a
Carta a los Corintios 13, 1-6
Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me
falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios —el
saber más elevado—, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si
me falta el amor nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero
para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve.
El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no
aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se
deja llevar por la ira y olvida lo malo.
No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad.
Palabra de Dios
Salmo responsorial: Salmo 15
R/ Solo el de conducta intachable, el que practica la justicia, dice la verdad.
Señor, ¿quién entrará bajo tu tienda y habitará en tu montaña santa?
El que es irreprochable y actúa con justicia, el que dice la verdad de
corazón y no forja calumnias;
El que no daña a su hermano, ni al prójimo molesta con agravios;
El que menosprecia al criminal, pero honra a los que temen al Señor;
El que no presta dinero a interés, ni acepta sobornos para perjudicar al
inocente.
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Lectura del santo Evangelio según San Juan 8, 31-41a. 42.
En aquel tiempo, Jesús decía a los judíos que habían creído en él:
“Ustedes serán verdaderos discípulos míos si perseveran en mi palabra;
entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
Le respondieron: “Somos descendientes de Abrahán y nunca hemos sido
esclavos de nadie. ¿Por qué dices: ‘Ustedes serán libres’?”.
Jesús les contestó: “En verdad, en verdad les digo: el que vive en el
pecado es esclavo del pecado. Pero el esclavo no se quedará en la casa para
siempre; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por tanto, si el Hijo los
hace libres, ustedes serán realmente libres.
Yo sé que ustedes son descendientes de Abrahán, pero mi palabra no
tiene acogida entre ustedes, y por eso tratan de matarme. Yo hablo de lo
que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su
padre”.
Ellos le cortaron la palabra: “Nuestro padre es Abrahán”. Entonces Jesús
les dijo: “Si ustedes fueran hijos de Abrahán, actuarían como Abrahán. Pero
viene alguien que les dice la verdad, la verdad que he aprendido de Dios,
y ustedes quieren matarme. Esta no es la manera de actuar de Abrahán. Si
Dios fuera su Padre, ustedes me amarían a mí, porque yo he salido de Dios
para venir aquí. No he venido por iniciativa propia, sino que Él mismo me
ha enviado”.
Palabra del Señor
Homilía
“Solo en la confluencia de justicia y de verdad puede hablarse de
plena libertad” (Ignacio Ellacuría)
Dice la Carta a los Hebreos que la palabra de Dios es viva y eficaz, y
más cortante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma
y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y
las intenciones del corazón (Hebreos 4, 12) ¡Qué gran verdad! La palabra
de Dios es viva porque es siempre actual, aun aquella que fue pronunciada
hace dos mil años es una palabra que ilumina nuestra vida y nos ayuda a
discernir el bien y el mal que hay en ella. Es una palabra eficaz, porque no
nos engaña, nos lleva a descubrir la verdad, llega hasta el alma y descubre
las intenciones del corazón de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
El evangelio de Juan pone en boca de Jesús que no hay mayor amor que
dar la vida por los amigos (Juan 15,13). Y ello nos permite afirmar, en esta
noche en la que recordamos a los mártires de El Salvador, que su vida y su
muerte estuvo transida por el amor, por el deseo de servir, de ser fieles a su
fe cristiana, al proyecto de Dios para la humanidad. Los mártires son aquellos
hombres y mujeres que dieron la vida por amor a su pueblo, por amor a Dios
y por amor al prójimo, y en ese dar la vida, mostraron cuán grande era su
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amor. Según el evangelio, no se puede mostrar mayor amor que llegar hasta
dar la vida por aquellos a los que se ama.
Sin duda que la multitud de mártires salvadoreños, el padre Rutilio
Grande, Nelson, Manuel, fray Cosme Spessoto (que pronto serán beatifi-
cados), san Óscar Romero, Julia Elba y su hija Celina, y los seis compañeros
jesuitas que fueron asesinados en este campus, habían mostrado con creces
en su vida, en su trabajo, que lo que daba sentido a sus vidas era el amor,
el compromiso con el evangelio, el servicio a su pueblo. Ellos hicieron carne
el amor del que habló Jesús y que san Pablo descubrió como lo más valioso
en la vida del ser humano. No hay nada más grande que el amor y es el
amor el que nos hace ser plenamente humanos y plenamente cristianos.
“Sin amor nada somos” (1.
a
Carta a los Corintios 13, 2).
Esta lectura nos ayuda a saber distinguir cuándo se ama de verdad o
cuándo se finge amar. El apóstol Pablo nos da los criterios para conocer el
amor verdadero: “El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no
tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio
interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto,
sino que se goza en la verdad” (1.
a
Carta a los Corintios 13, 4-6).
¡Qué importante es revisar a la luz de estos criterios la verdadera intención
del corazón de aquellos que dicen amar a su pueblo, para saber si es verda-
dero amor o un amor fingido o un falso amor! Hoy podemos preguntarnos,
a la luz de estas palabras de la 1.
a
Carta de Pablo a los Corintios, qué vemos
en nuestros gobernantes: ¿vemos ese amor paciente y comprensivo? ¿Vemos
un amor que se goza con la verdad? Lamentablemente, tenemos que afirmar,
con tristeza y dolor, que lo que vemos es mucha apariencia, deseo de poder y
de riquezas, auténtica vanagloria. Vemos que se prefiere la mentira y el ocul-
tamiento a la verdad. Vemos acciones llenas de bajeza (difamaciones, falsas
acusaciones, tergiversación y violación a la ley, condenas sin fundamento) con
el fin de lograr intereses mezquinos. Vemos un afán para destruir a los que ya
han calificado de enemigos, solamente porque les señalan su falsedad, sus
corrupciones, sus injusticias, sus verdaderas intenciones y son una piedra de
tropiezo para sus proyectos perversos. Vemos en nuestros gobernantes mucha
ira, una total incapacidad de perdonar, un gran deseo de venganza, de dividir
más y más a este pueblo, de llenarlo de odio, que es lo contrario al amor.
Los gobernantes de una nación pueden gobernar para buscar con since-
ridad el bienestar de su pueblo, o para satisfacerse a sí mismos, enriquecerse
a costa de su pueblo, seguir sus propios intereses y vanagloriarse de su poder.
Es trágico que lo segundo es más común que lo primero, y así lo hemos
constatado por siglos en El Salvador, y qué lamentable es que aquellos que
prometieron gobernar bien y respetar la ley, y así engañaron a todo un pueblo
para lograr su voto y alcanzar el poder, una vez en el poder, estén haciendo
lo contrario de lo que prometieron. Y qué triste es que no solo están repi-
tiendo lo mismo de siempre, sino que superen con creces la maldad de los
gobiernos anteriores y sean más eficaces en sus deseos de someter a todo
un pueblo bajo su yugo opresor. Ya lo avisó san Óscar Arnulfo Romero en
su homilía del 6 de enero de 1980: “Yo creo que los que verdaderamente
quieren gobernar al pueblo para un verdadero bien, tienen que contar con la
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sincera participación del pueblo noble de El Salvador y no usar ese nombre
solo como escalera para subir” (Romero, 1980). Una vez más se ha utilizado
el nombre del pueblo para intereses mezquinos en lugar de gobernar para
un verdadero bien.
Qué distintamente actuaron los mártires. El salmo 15, que hemos escu-
chado, define perfectamente la vida de los mártires: fueron irreprochables,
actuaron con justicia y exigieron justicia para todos. En su corazón no había
lugar para las calumnias, ni para dañar a nadie, ni para agraviar al prójimo,
ni menospreciar al criminal (pues deseaban su conversión) y mucho menos
se dejaron sobornar para perjudicar al inocente. Al contrario, defendieron
con su vida al pobre, al inocente, se entregaron de lleno a la búsqueda de la
justicia, la verdad y la paz, a la plena libertad.
Para los mártires, la verdad, la compasión, la misericordia, la justicia, la
defensa de los pobres, de la libertad y la dignidad humana, la solidaridad y
la construcción de un país donde todos nos pudiéramos llamar hermanos y
vivir como tales, fueron las actitudes que guiaron sus vidas y su actuar. Por
ello, los mártires han entrado en la morada santa de Dios y participan de su
gloria eterna.
El evangelio de esta liturgia nos avisa cuál es el camino que debemos
seguir nosotros si queremos ser discípulos de Jesús: “Ustedes serán verda-
deros discípulos míos si perseveran en mi palabra; entonces conocerán la
verdad y la verdad los hará libres” (Juan 8, 31). Perseverar en la palabra
de Jesús es seguir sus enseñanzas, es realizar en nuestras vidas el proyecto
de Dios para la humanidad, es trabajar, todos los días, para que se haga
realidad que este mundo esté bajo el reinado de Dios y no bajo el imperio
del mal, es hacer lo posible para que nuestra sociedad esté organizada
y fundamentada en el amor, en la justicia, en la verdad. Amar desde la
concepción cristiana es tomar como tarea prioritaria buscar el bien, el de
nuestra familia y el de todos los demás, poniendo los ojos en lo que las
personas necesitan para superar la pobreza, la marginalidad, la injusticia,
la falta de libertad y de participación. Esta es una tarea eminentemente
cristiana, como nos lo enseñó Jesús en su descripción del juicio final: “Les
aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de estos, mis humildes
hermanos, conmigo lo hicieron” (Mateo 25, 40). Amar es optar por el bien
y rechazar el mal, cualquier mal, todo tipo de mal.
Que no nos pase a nosotros como a aquellos judíos que habían decidido
seguir a Jesús, que habían aceptado su liderazgo, qué habían creído en Él,
pero todavía no se habían dado cuenta de lo que eso significaba. Habían
hecho una opción por Jesús, pero no habían reconocido que eran esclavos
del pecado y que necesitaban ser liberados de esa esclavitud. Pensaban que
por ser hijos de Abraham ya eran libres. Jesús les recuerda que para alcanzar
la verdadera libertad se requiere un cambio de mentalidad, un cambio de
corazón, un cambio de mirada, es dejarse agarrar por el Espíritu de Jesús y
abrirse al amor de Dios, dejarse amar por Dios para que podamos nosotros
prodigar amor, un amor que se manifieste más en obras que en palabras —
nos dirá San Ignacio—, un amor que nos transforma y nos empuja a amar
a Dios y al prójimo. A un amor eficaz, un amor como el de los mártires,
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hasta dar la vida. Un amor que se hace tarea y que, en palabras de Ignacio
Ellacuría, nos impulsa a trabajar para construir una sociedad:
[...] en el cual todos los hombres, no solo unos pocos, puedan disfrutar de las
condiciones mejores para ser más personas, más felices, más humanos, para que
todas las personas vivan dignamente como hijos del mismo Padre y hermanos
entre sí; para que el mundo quede estructurado no desde la fuerza y el poder del
pecado, sino desde la fuerza y poder del amor divino y de la gracia, para que sea
posible la plena libertad de todos, por un proceso de liberación de la concupis-
cencia, de la ley, del pecado y de la muerte, para que el mundo y la sociedad
en vez de ser un lugar inhóspito donde predomina el egoísmo, el hombre sea un
lobo para el hombre, se idolatren y absoluticen valores relativos, llegue a ser una
nueva ciudad en la que cohabiten, sin dañarse, el león y el lobo con las ovejas,
en donde las armas se conviertan en arados, en donde los pobres y los débiles
sean los más favorecidos, en donde se busque el camino de la felicidad, más por
el dar que por el recibir, en donde predomine el espíritu de las bienaventuranzas
y de todo el sermón de la montaña (Ellacuría, 1988)
1
.
Cuando lo logremos, entonces, podremos decir que somos plenamente
libres, porque la justicia y la verdad unidas son las que conducen a la verda-
dera libertad. Que así sea.
1 “LainspiracióncristianadelaUCAenladocencia”,IgnacioEllacuría(1988).https://
www.uca.edu.sv/centro-documentacion-virtual/wp-content/uploads/2015/03/C27-c22-.
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