
eca
Estudios Centroamericanos
518
Planificación territorial en Centroamérica en el siglo XXI
Vol. 76, núm. 767, año 2021, pp. 501-524
ISSN 2788-9580 (en línea) ISSN 0014-1445 (impreso)
de los procesos de planificación partici-
pativa que involucran a actores públicos,
privados y de la sociedad civil. Sin embargo,
la participación se implementa de diversas
maneras. El Plan GAM incluyó una serie de
reuniones bilaterales entre planificadores y
partes interesadas, como la Cámara de la
Construcción de Costa Rica, asociaciones
profesionales y grupos de ciudadanos orga-
nizados. El POT de Guatemala dio un paso
adelante de lo puramente informativo, ya
que contempló la elaboración de los planes
barriales con la participación de vecinos y la
participación consultiva de los mismos en la
emisión de permisos de construcción críticos.
En el PDT-AMSS, la OPAMSS compartió
la responsabilidad de elaborar el plan con
dos organizaciones de la sociedad civil: la
Fundación Guillermo Ungo, un tanque de
pensamiento local interesado en políticas
públicas, y la Universidad Centroamericana
(UCA) como instancia académica, además
de realizar reuniones bilaterales, talleres y
presentaciones con el sector privado inmo-
biliario y organizaciones de sociedad civil.
El PQD 2014-2019, en El Salvador, destaca
por su enfoque participativo, consumado a
través de casi 200 reuniones de consulta con
más de 4,300 participantes y la organización
del Consejo Consultivo Ciudadano (CCC),
con responsabilidades de monitoreo y segui-
miento de la ejecución del plan. Finalmente,
el PDM-OT de Puerto Cortés incorporó en su
formulación la participación de asociaciones
comunitarias o “patronatos”, que resultó en
una ordenanza local que creó el Consejo
Municipal de Desarrollo y Ordenamiento
Territorial (CMDOT) con la participación del
sector privado, organizaciones de la sociedad
civil y agencias clave del gobierno nacional.
Una vez aprobado el plan, ha sido en el
marco de este Consejo que la municipalidad
y los patronatos han priorizado la inversión
pública en las comunidades, garantizán-
doles una participación activa a través de la
consulta, la toma de decisiones conjuntas, el
seguimiento y la evaluación de los proyectos.
De acuerdo con los informantes, a pesar
de estas declaraciones y prácticas partici-
pativas alineadas con las agendas interna-
cionales y los principios de la resiliencia,
los procesos de planificación analizados
han derivado en numerosas disputas entre
los agentes involucrados, especialmente los
habitantes. En la GAM, fue una coalición de
ciudadanos, profesionales y empresas desarro-
lladoras la que impugnó el plan en los tribu-
nales y detuvo su entrada en vigor durante
cuatro años. En ese mismo período, en Costa
Rica, ha cobrado fuerza la movilización de
calle de los llamados “colectivos” motivados
por temas relacionados con la planificación
urbana como: espacio público, seguridad
ciudadana, movilidad blanda o la protección
de los ríos urbanos (PEN-CONARE, 2018). En
Guatemala, después de 10 años de vigencia
del POT, solo se había aprobado un plan
barrial elaborado por iniciativa empresarial
y no de vecinos; mientras las tensiones se
han exacerbado en barrios privilegiados en
torno al cambio de usos del suelo, densifi-
cación y pérdida de exclusividad. Conflictos
parecidos se han identificado en el AMSS
con la participación de habitantes, sus
asociaciones y desarrolladores. A pesar de
los mecanismos de participación previstos, el
PQD no pudo evitar los conflictos recurrentes
alrededor del acceso al agua, a la tierra ni las
disputas entre comunidades y productores
agrícolas, particularmente cañeros. En esa
misma línea, en Puerto Cortés persisten las
tensiones provocadas por la expansión de las
actividades portuarias, mineras y la palma
africana, aunque ello ha contribuido a unir
en un mismo frente a la municipalidad y a
organizaciones comunitarias.
Los casos confirman, entonces, la insufi-
ciencia de los mecanismos de incorporación
de la población organizada y de grupos
empresariales en los procesos de planificación
territorial en Centroamérica. Esto a pesar
de que los planes analizados se acercan al
paradigma de la “racionalidad comunica-
tiva” y buscan “crear condiciones para el
diálogo y la colaboración” entre los agentes
(Rodríguez et al., 2013). No obstante, como
lo afirman Manzanal et al. (2009), el terri-
torio es un espacio en disputa. De ahí que