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Esperanza, autonomía e innovación social
Vol. 76, núm. 767, año 2021, pp. 479-500
ISSN 2788-9580 (en línea) ISSN 0014-1445 (impreso)
Esperanza, autonomía e
innovación social: punto de
partida para el análisis de
experiencias de producción
social de vivienda y hábitat
Hope, autonomy and social innovation:
starting point for the analysis of
experiences of Social Production of
Housing and Habitat
DOI: https://doi.org/10.51378/eca.v76i767.6473
Carlos A. Manzano Morán
1
Palabras clave
esperanza, autonomía, innovación
social, producción social, vivienda,
hábitat.
Keywords
Hope, Autonomy, Social innovation,
Social production, Housing, Habitat.
Fecha de recepción: 13/10/21
Fecha de aceptación: 11/12/21
1 Departamento de Organización del Espacio, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Correo
electrónico: cmanzano@uca.edu.sv
2 Los resultados presentados en el presente artículo se enmarcan en la tesis de doctorado Processes of Social
Innovation in Housing (SI-H) in Latin America: An approach for the comparative analysis of bottom-up innova-
tive practices of housing claiming, para el programa de Estudios Urbanos de la Universidad Milano-Bicocca,
Italia.Estafuepresentadaenfebrerodel2022.
Resumen
El objetivo del artículo es presentar una
exploración teórica que sirva como punto de
partida para la construcción de un modelo
para el análisis comparativo de experiencias
alternativas de producción de vivienda y
hábitat en la región latinoamericana
2
. Inicia
con una contextualización general donde
se puntualizan algunas de las principales
problemáticas del sector vivienda al interior
de los procesos urbanos contemporáneos,
enfatizando en la emergencia de experiencias
alternativas de autoproducción organizada y
en la necesidad de la puesta en diálogo de
la tradición empírica acumulada con teorías
urbanas y otras corrientes de pensamiento.
Posteriormente, se pasa a articular los
conceptos de producción social de vivienda y
hábitat (PSVH), innovación social (IS), espe-
ranza y autonomía, mediante la exploración
de aportes teóricos provenientes de distintos
campos (sociología, geografía, filosofía,
estudios urbanos, etc.), concluyendo en las
siguientes ideas: (1) el concepto de PSVH,
al contraponerse a la visión neoliberal de la
vivienda como bien de mercado, es muy útil
para categorizar experiencias de autoproduc-
ción de vivienda organizada, que respondan
a principios contrahegemónicos y que se
basen en una visión de derechos humanos;
(2) es posible referirnos a innovación social
de hábitat (IS-H), es decir, enmarcar las expe-
riencias de PSVH en procesos sociales más
amplios de innovación social, en tanto estas
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se dinamicen a partir de prácticas organizadas
arraigadas en el territorio, estén comprome-
tidas con procesos de desarrollo territorial y
cuando el suelo (su acceso y gestión) se iden-
tifique como producto y objetivo del proceso
reivindicativo y creativo de IS-H; (3) la espe-
ranza actúa como la fuerza dinamizadora y
orientadora de los procesos de IS-H cuando
se origina a partir de procesos reiterativos de
coproducción de conocimiento (desde la base
social) capaces de desencadenar procesos de
prefiguración espaciotemporales afianzados en
los recursos territoriales del presente y mate-
rializados en prácticas cotidianas orientadas
a la anticipación de un futuro que “aún no
es”, y (4) experiencias de IS-H se embarcan
en un proyecto de autonomía cuando estas
forman parte de un proyecto político de
organización de la esperanza comprometido
con la materialización de un proyecto de vida
alternativo y contrahegemónico, basado en la
autodeterminación y en la voluntad de romper
con condiciones estructurales de opresión y
desigualdad.
1. Contextualización general
La vivienda y el acceso al suelo se han
convertido en factores clave para el creci-
miento económico a escala global, mientras
que el mercado se ha establecido como el
principal mecanismo encargado de coor-
dinar tanto su producción, acceso, así como
también su localización y el abastecimiento de
infraestructura necesaria, todo en sintonía con
procesos de urbanización neoliberales (Van
den Broeck et al., 2020) que agudizan cada
vez más la condición de vulnerabilidad de los
pobres urbanos (y demás población frágil) al
enfrentarlos violentamente a mecanismos de
mercado que culminan en una encrucijada
financiera o en procesos de desplazamiento
forzoso o expropiación.
Ante esto, los autores King et al. (2017),
Maclennan & Miao (2017), Fields &
Hodkinson (2018) y Aalbers (2016) elaboran
sobre las principales problemáticas que
enfrenta el sector vivienda en la actualidad
(las cuales se ven particularmente agravadas
en contextos a las afueras del desarrollo
capitalista del norte global) y que de manera
general se pueden sintetizar en los siguientes
puntos: (1) agudización de la inasequibilidad
de la vivienda bajo la figura de propiedad
privada, por lo que se espera que la cantidad
de vivienda en situación de informalidad
continúe aumentando; (2) reafirmación de
la propiedad individual como el único meca-
nismo de acceso, que en conjunto con la
reducción del Estado de bienestar, excluye
a los pobres y representa desafíos especiales
para las mujeres, los migrantes y las minorías
étnicas; (3) políticas y regulaciones inade-
cuadas sobre el suelo tienden a empujar a
los más vulnerables hacia las periferias de
las ciudades debido al incremento excesivo
del valor del suelo, aumentando el poder de
los desarrolladores y propietarios a través de
procesos de especulación; (4) agudización
del fenómeno de la financiarización de la
vivienda, a través de la poca regulación y de
la compra de un número cada vez mayor de
unidades habitacionales por grandes finan-
cieras, desestabilizando la oferta existente
e incrementando aún más los precios; (5)
evidencia del retiro progresivo del aparato
público en las políticas de vivienda, descar-
gando nuevas responsabilidades financieras
sobre diferentes organismos y aumentando
las desigualdades gracias a las dinámicas
de mercado. Todos fenómenos sensibles a
las transformaciones a escala global y que,
además, se han visto intensificados a raíz de
las crisis económicas de las últimas décadas
y más recientemente gracias a los efectos de
la pandemia, la cual ha dejado entrever la
profunda fragilidad del sector habitacional y el
vínculo (ahora incuestionable) de la vivienda
con múltiples dimensiones del desarrollo
humano (salud, educación, empleo, segu-
ridad, movilidad, etc.).
Sin embargo, frente a esta condición y
desde ya hace algunas décadas, se ha venido
gestando un incremento paulatino de prácticas
alternativas e innovadoras de producción de
vivienda, las cuales hacen frente a la necesi-
dades, echando mano de recursos culturales
y territoriales ya existentes, activados a través
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de procesos de autoorganización, autogestión
y coaprendizaje, en gran medida contesta-
tarios a los valores del modelo neoliberal
y que encuentran en la autoproducción de
vivienda y componentes del hábitat el motivo
necesario para dar inicio a proyectos políticos
y de vida reivindicadores. Estas experiencias
son las que, además, han demostrado mayor
resiliencia y capacidad de respuesta ante
escenarios de crisis (económica, sanitaria
climática, etc.)
3
.
Frente a esto, en Latinoamérica, impor-
tantes esfuerzos de discusión y articulación
sobre procesos de autoproducción de vivienda
se han llevado a cabo en varios espacios,
que han resultado en importantes redes de
colaboración entre actores, en la construcción
de agendas políticas compartidas y en la insti-
tucionalización de espacios de representación
para la incidencia política. Asimismo, impor-
tantes aportes conceptuales, así como también
numerosos estudios, se han preocupado por
recoger experiencias empíricas a lo largo de
toda la región (e. g., HIC-AL/Grupo de trabajo
de PSH (2017), Centro Cooperativo Sueco.
Programa Regional de Vivienda y Hábitat
(2012), Junta de Andalucía. Dirección General
de Arquitectura y Vivienda (1999), Arnold
et al. (2020), etc.), los cuales han sido clave
para visibilizar prácticas, dibujar un panorama
regional y sobre todo describir detalladamente
los procesos estudiados.
Sin embargo, existen una menor cantidad
de esfuerzos que intenten la puesta en diálogo
entre las experiencias empíricas de autopro-
ducción de vivienda y aportes conceptuales
provenientes de históricos procesos de
construcción colectiva, con teorías urbanas y
otras corrientes de pensamiento, a manera de
construir un marco de análisis para el estudio
comparativo de prácticas empíricas a nivel
regional que dé paso a una eventual teori-
zación sobre las prácticas latinoamericanas
3 ElestudioporArnold&Quintas(2020)presentalosresultadosdeunaencuestamundialqueponeeneviden-
cia la resiliencia frente a los efectos de la pandemia covid-19 de proyectos de autoproducción de vivienda
(Community-led Housing Projects) organizados por los autores. Se destacan varias fortalezas categorizadas
en las siguientes áreas: seguridad en la tenencia del suelo, generación de ingresos, cooperación y solidari-
dad, sentido de comunidad y acompañamiento.
de autoproducción de vivienda. Ante esto,
aquí se presenta un esfuerzo por concebir un
punto de partida de este marco de análisis,
al articular cuatro conceptos que sentarán las
primeras bases sobre las cuales se pretende
continuar la construcción teórica: producción
social de vivienda y hábitat (PSVH), innova-
ción social (IS), esperanza y autonomía.
2. Producción social de vivienda y
hábitat (PSVH)
Con el propósito de presentar una apuesta
conceptual muy útil para posicionar la
vivienda en el discurso de derechos humanos
y desde una perspectiva del sur global, se
explora en el enfoque de PSVH, el cual ha
sido resultado de la reflexión colectiva sobre
decenas de experiencias empíricas de produc-
ción de vivienda y componentes del hábitat a
lo largo de toda Latinoamérica. Una síntesis
de las claves de la propuesta de PSVH se
presenta en la figura 1, la cual muestra una
aproximación útil para la comprensión de la
vivienda con base en dos enfoques polari-
zados: la vivienda como un bien de mercado
y la vivienda como un derecho humano.
Como resultado, se identifican dos subgrupos
de características que caen en estas dos cate-
gorizaciones (con algunas excepciones entre
ellas).
Bajo el primer enfoque (el de mercado), la
vivienda se entiende como un bien terminado,
comerciable y escaso, disponible y listo para
usar solo para quienes pueden permitírselo
bajo las reglas del mercado. Mientras que para
el segundo enfoque (el de PSVH), la vivienda
se entiende como un proceso social, una
especie de bien común potencialmente abun-
dante, es decir, como un espacio en constante
evolución, producido por y para el uso de las
personas. Sin embargo y para los autores, la
vivienda entendida como un satisfactor social,
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sea esta formal o informal, no se enmarca
completamente en ninguno de los enfoques
antes mencionados, principalmente porque
ambas características dependen del contexto,
los procesos y los mecanismos involucrados.
Figura 1. Comparación entre enfoques de vivienda
Fuente: elaboración propia con base en Centro Cooperativo Sueco. Programa Regional de Vivienda y
Hábitat (2012).
Desde la propuesta de PSVH, el hábitat se
define como un producto social y cultural que
implica la participación activa, informada y
organizada de los habitantes durante el desa-
rrollo y la gestión de todo el proyecto; PSVH,
entonces, se refiere a:
Todos los procesos implicados en la producción
de espacios habitables, componentes urbanos
y vivienda, bajo el control de auto productores
y otros agentes sociales sin fines de lucro […]
colocando al ser humano en el centro de sus
estrategias, toda acción engloba procesos de
innovación con profunda capacidad transfor-
madora social (Centro Cooperativo Sueco.
Programa Regional de Vivienda y Hábitat,
2012).
Con el objetivo de profundizar en la defini-
ción de PSVH, se puntualizan algunas de sus
características a partir de los mismos autores
(Ibid., 2012):
- Se basa en los principios de democracia,
participación y control social de las
decisiones.
- Tiene como objetivo aumentar la agencia
de los habitantes organizados, incluido su
control sobre todos los procesos involu-
crados en la producción de hábitat.
- Despliega en la comunidad todo tipo de
recursos provenientes de ahorros, prés-
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tamos y subsidios familiares, dinamizando
en el proceso la economía local.
- Abre nuevos espacios para la producción
de hábitat como práctica contrahege-
mónica y controlada por organizaciones
sociales.
- Favorece el desarrollo de capacidades de
los agentes locales, para que se respon-
sabilicen de controlar las diferentes fases
involucradas en PSVH (promoción, plani-
ficación, producción, distribución y uso).
- Se basa en los valores de solidaridad y
ayuda mutua, y fundamenta su trabajo en
la plena conciencia de las prácticas locales,
el contexto cultural y el entorno.
- Intenta enfocarse principalmente en las
necesidades de los más vulnerables (mino-
rías de género, étnicas y raciales), como
una forma de garantizar la satisfacción de
sus necesidades y hacer más productivo y
efectivo el esfuerzo social organizado.
De la misma manera, los autores identi-
ficaron tres grupos de actores que tradicio-
nalmente han fomentado y fortalecido los
procesos de PSVH en Latinoamérica:
El primer grupo lo constituyen las enti-
dades autoproductoras, que involucran a
todo tipo de organizaciones civiles o empresas
sociales legalmente constituidas que realizan
actividades orientadas a atender la problemá-
tica habitacional de sus integrantes. Entre las
más desarrolladas, se encuentran: coopera-
tivas y asociaciones de vivienda.
En el segundo grupo, se incluyen las
entidades productoras sin fines de lucro,
que agrupan desarrolladores sociales, ONG,
cooperativas (que brindan servicios o asis-
tencia técnica de algún tipo) y otras organi-
zaciones sociales y profesionales que cuentan
con capacidad legal y técnica para brindar
asistencia a lo largo del proceso de produc-
ción de viviendas o componentes del hábitat.
Y, finalmente, el tercer grupo se define
como las instituciones de apoyo a la PSVH,
que incluyen centros o instituciones, fede-
raciones, organizaciones de voluntariado
y empresas socialmente responsables, que
pueden brindar algún tipo de apoyo o repre-
sentación en etapas específicas durante el
proceso de producción o en espacios especí-
ficos (por ejemplo, espacios de representación
política).
Dentro del primer grupo de entidades
autoproductoras, que promueven y repro-
ducen experiencias PSVH en Latinoamérica,
las cooperativas de vivienda cobran especial
relevancia, sobre todo cuando toman la
forma de lo que algunos autores denominan
cooperativas de capital limitado, cooperativas
de vivienda de usuarios o variaciones como
las cooperativas de vivienda de ayuda mutua.
Vidal (2019) describe este tipo de coopera-
tivas de la siguiente manera:
Son una forma de propiedad colectiva en la
que el paquete de derechos que proporciona
la propiedad se desarma y distribuye entre los
miembros individuales de la cooperativa, la
cooperativa de vivienda en sí y las autoridades
públicas que establecen el marco regulatorio
más amplio… [de esta manera] restricciones
sobre las formas de apropiación individual
abren características del parque de viviendas
cooperativas que pueden conceptualizarse
como un bien común. El término bienes
comunes se refiere a una relación social colec-
tiva y no mercantilizada que se establece entre
un recurso natural o creado por el hombre, en
este caso el parque de viviendas, y una comu-
nidad de referencia (Hodkinson, 2012; Bruun,
2015; Huron, 2015; Larsen & Lund Hansen,
2015, citados en Vidal, 2019; Harvey, 2012).
Para el caso latinoamericano, una de las
experiencias protagonizadas por entidades
autoproductoras de vivienda y hábitat que
resulta especialmente relevante es la red de
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Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua,
una experiencia que algunos académicos
categorizan como “lo mejor que hay”, pero
también lo más exigente en términos de
capacidad de producción y organización
social para llegar a otra forma de hábitat
(Sugranyes, 2020), pues, por un lado,
acuerpa todas las características del enfoque
de PSVH; mientras que, por otro, es un caso
ejemplar donde experiencias locales de orga-
nización comunitaria han logrado tejer redes
de cooperación internacional, instituciona-
lizarse en figuras de segundo y tercer grado
e insertarse en los sistemas de gobernanza
territorial. Adicionalmente, tanto el enfoque
conceptual de PSVH (como su expresión en
la red de Cooperativas de Vivienda por Ayuda
Mutua) han sido reconocidos en diferentes
instrumentos políticos nacionales; además,
organizaciones de base social comprome-
tidas con esta tarea han sido incorporadas
activamente en el marco institucional de la
vivienda de diferentes países, promoviendo
discusiones sobre la problemática actual de
la vivienda e incluso configurando políticas,
programas y convenios con el fin de cambiar
la comprensión de la vivienda como un
derecho humano y garantizar el acceso de la
mayoría vulnerable.
Todas ellas razones por las cuales la puesta
en diálogo de estas experiencias empíricas
con otras corrientes teóricas resulta relevante
para ampliar y profundizar en su análisis y,
además, reflexionar sobre tendencias a nivel
regional.
3. Innovación social de hábitat (IS-H)
De acuerdo con los procesos contempo-
ráneos de urbanización, es en la “ciudad”
donde se espera que muchas de las nece-
sidades humanas sean satisfechas. Sin
embargo, es en estos entornos (en gran
medida hostiles) donde un gran número de
personas se enfrentan a retos cotidianos,
donde sus necesidades no son satisfechas, sus
opciones son limitadas y donde oportunidades
para alcanzar un estado de bienestar se ven
constantemente socavadas por complejas
dinámicas socioeconómicas a escala global.
Es aquí donde la acción colectiva, organizada
y territorializada figura como la única salida.
Con el fin de abordar teóricamente la
comprensión de estas acciones, se explorará el
“innovación social” (IS). Un concepto que, de
acuerdo con De Muro et al. (2008), citado en
Hamdouch & Galvan (2019), ayuda a brindar
una “perspectiva relevante para estudiar los
cambios institucionales, organizacionales y
de comportamiento con el fin de combatir
la exclusión y la pobreza dentro un contexto
territorial desfavorecido”.
Según los mismos autores, IS proporciona
un marco útil para comprender una amplia
gama de actividades y prácticas orientadas a
abordar problemas sociales o satisfacer necesi-
dades humanas. Con ayuda de otros autores,
definen las prácticas de IS como “inicia-
tivas particulares, acciones y movilizaciones
que pueden contribuir a mejoras o incluso
provocar cambios significativos en las estruc-
turas de gobernanza y fortalecer el empode-
ramiento de las personas” (Moulaert et al.,
2013, citado en Ibid., 2019). Una definición
que resalta el carácter colectivo del concepto
y su orientación a promover transformaciones
profundas.
En la misma línea, el trabajo de Nyseth &
Hamdouch (2019) afirma que el objetivo de
las prácticas de IS se basa en el cambio social,
lo que supone el empoderamiento y la acción
directa de los más desfavorecidos:
[El objetivo de la IS] es empoderar a los ciuda-
danos marginados y cambiar las relaciones
de poder. Es una perspectiva que se opone al
neoliberalismo y sus efectos devastadores en el
desarrollo urbano […] el poder transformador
de la IS, como una dinámica territorialmente
arraigada, se deriva de su potencial de cambio,
localmente y en contextos institucionales,
políticos, socioeconómicos y culturales espe-
cíficos […] imagina soluciones socialmente
innovadoras que abordan las necesidades de
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las personas, especialmente de aquellas margi-
nadas (Nyseth & Hamdouch, 2019).
A partir de esta afirmación, es posible
destacar dos características relevantes: la
primera, la dependencia de las prácticas de
innovación de IS del contexto socioespacial
y temporal en el que se desarrollan; mien-
tras que la segunda es la especificidad de las
acciones de IS, en otras palabras, el hecho de
que la IS se orienta a la resolución práctica de
necesidades puntuales a través de acciones
colectivas.
Es a partir de aquí que resulta posible
comenzar a establecer vínculos con las prác-
ticas de PSVH, pues la vivienda constituye
una necesidad en gran parte insatisfecha
tanto por modelos de producción públicos
como privados y cuyos desafíos se agravan
cada vez más gracias a las dinámicas urbanas
contemporáneas. Aquí, el trabajo presentado
por Brokking et al. (2017) brinda una lectura
profunda de este vínculo al acercarse a casos
prácticos que abordan la problemática de
la vivienda en diversos territorios urbanos;
ellos argumentan que “iniciativas solidarias
y formas alternativas de acceso servicios
que han sido reducidos o completamente
recortados, incluida la vivienda, comparten
muchas de las características que se analizan
como innovación social […] y conceptualizada
como parte de la movilización social destinada
a contrarrestar la exclusión de grupos sociales
enteros y el desmantelamiento del estado
de bienestar al mismo tiempo que se intenta
forjar lazos sociales en una sociedad fragmen-
tada” (Ibid., 2017).
Por otra parte, Moulaert et al. (2005)
presentan una categorización de cinco enfo-
ques disciplinares de IS útiles para el posi-
cionamiento y la profundización del vínculo
entre prácticas de IS y vivienda. Estos cinco
enfoques son: IS en ciencias empresariales; IS
en la articulación entre ciencias empresariales
y la investigación científica; IS en arte y creati-
vidad; IS en el desarrollo territorial o regional,
orientada a la satisfacción de las necesidades
humanas, e IS en prácticas de gobernanza
política, donde se destaca el potencial de
cambio social de nuevas instituciones y prác-
ticas para promover el desarrollo responsable
y sostenible de las comunidades, así como
estructuras de gobernanza más democráticas.
A partir de los cinco enfoques presentados
por los autores, y considerando el objetivo de
enmarcar las prácticas de PSVH en procesos
de IS, se podría por lo tanto argumentar que
el enfoque disciplinar mediante el cual es
posible comprender y analizar estas expe-
riencias es el de “desarrollo territorial”. Aquí,
según los autores, se debe prestar especial
atención a la escala local, particularmente
al papel de los actores locales, las redes
de cooperación y los cambios en las diná-
micas de gobernanza que hacen posibles los
cambios. También, desde una perspectiva
más amplia y en casos particulares, como por
ejemplo los proyectos de Cooperativas de
Vivienda de Ayuda Mutua en El Salvador y
su pertenencia a la Red Latinoamericana de
Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua,
donde la práctica de PSVH está interrelacio-
nada con una movilización social más amplia
en búsqueda de transformaciones estructurales
profundas, la comprensión podría realizarse
también desde un enfoque de “gobernanza
política” que, según Moulaert et al. (2005), se
guía por la idea de “otro mundo es posible”,
donde IS se entiende como un acto contrahe-
gemónico de prefiguración.
Otra categorización útil, para continuar la
exploración del vínculo entre SI y PSVH, es la
presentada por Vicari & Tornaghi en el capí-
tulo “A transversal reading of social innovation
in European cities”, citado en Moulaert et al.
(2013). Aquí los autores realizan un ejercicio
al posicionar experiencias de IS vinculadas
al hábitat urbano al interior un universo
más amplio de otras prácticas de IS, para
ello introducen dos dimensiones que buscan
describir y enmarcar las prácticas de IS.
La primera dimensión introducida por
los autores es la “orientación de valores”: se
refiere al conjunto de valores que pertenecen
a los ámbitos de la justicia y la equidad
social, la igualdad de género, el cuidado del
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medio ambiente, la democracia y el empo-
deramiento; suelen estar orientadas hacia un
cambio social progresivo en la dirección de
la “ciudad justa” (Fainstein, 2010, citado en
Ibid., 2013). Generalmente, estas iniciativas
toman formas de urbanismo alternativo, radi-
calmente democráticas, socialmente justas y
sostenibles (Brenner et al., 2009, citado en
Ibid., 2013). Esta primera dimensión, según
los autores, sirve como “combustible” de la IS,
ya que proporciona la motivación para actuar.
La segunda dimensión está relacionada
con el “proceso de institucionalización”, es
decir, la extensión a la que las prácticas inno-
vadoras penetran en la esfera pública. Según
los autores, sirve como el “motor” de la IS
e incluye dos niveles de cambio; el primero
se alcanza cuando las prácticas innovadoras
demuestran ser capaces de penetrar en la
esfera pública e informar el discurso público
y la cultura con diferentes visiones y modelos;
mientras que el segundo nivel se alcanza
cuando las prácticas innovadoras suscriben
acuerdos relativamente estables y sostenibles
con la administración pública. Este proceso de
institucionalización en dos niveles es particu-
larmente útil para comprender la ampliación
de algunas experiencias y cómo estas pueden
alcanzar transformaciones más profundas a lo
largo de este proceso; también ayuda a evitar
una posible reducción a “localismo” de la IS,
al identificar la interacción constante entre las
prácticas de IS e instituciones externas que
desafían las relaciones de poder en las que se
encuentran inmersas.
Continuando con la propuesta de Vicari
& Tornaghi, los autores proceden a graficar
un modelo donde las dimensiones de
orientación de valores” y “nivel de institu-
cionalización” son representadas en dos ejes
perpendiculares entre sí al interior de un plano
cartesiano, donde las prácticas de IS pueden
ser localizadas a partir de un análisis bidimen-
sional. Siguiendo la lógica presentada por los
autores, son particularmente relevantes las
prácticas de IS que poseen una orientación
de valores fuertes y progresistas, y que al
mismo tiempo estén insertas en estructuras de
gobernanza sólidas y estables que permitan
su participación directa en procesos de toma
de decisión. Estas iniciativas, como expresan
los autores, se asemejan a los conceptos
de Working Utopies o Spaces of Hope que
“sustentan culturas de resistencia frente al
consenso hegemónico del neoliberalismo,
mercantilización de espacios y valores de
mercado. Ampliando y reforzando el frente de
la innovación social” (Harvey, 2000; Crossley,
1999, citado en Moulaert et al., 2013).
Por lo tanto, a partir de las categorías
presentadas hasta ahora, no solo es posible
posicionar los procesos de PSVH en un marco
conceptual más amplio de IS, sino también
abordarlo desde una vertiente disciplinaria
según el tipo de transformación que busca,
comprendiendo su carácter progresivo a través
del reconocimiento de los valores adoptados
y el nivel general de institucionalización de la
experiencia.
Espacio e innovación social
Para la PSVH, el espacio constituye un
elemento clave, especialmente si este es
comprendido desde una concepción lefeb-
vriana donde su reapropiación es un acto
político en búsqueda de la (re)producción
valores alternativos y contrahegemónicos,
por lo que la exploración de vínculos entre
IS y el concepto de “espacio” resulta también
pertinente.
Moulaert et al. (2013) argumentan que
“[el espacio] es el objeto de las estrategias [de
IS]. La mayoría de los innovadores sociales
invierten en el espacio, tratando de darle
forma, modificarlo, hacerlo más inclusivo.
Suelen utilizarlo como palanca para la inno-
vación social”. Al respecto, Moulaert (2021)
destaca la importancia histórica de la relación
entre el espacio (suelo) e IS, al referirse a
una serie de experiencias empíricas que han
fracasado por la inaccesibilidad al mismo. Este
fenómeno se ha enfatizado en la actualidad
por las prácticas neoliberales relacionadas
con el despojo de tierras, tales como como la
expropiación, las dinámicas de especulación,
el desplazamiento forzoso, la explotación agro-
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forestal, etc., que han acentuado la fragilidad
de la relación entre la IS y el espacio.
En el libro Communities, Land and Social
Innovation (Van den Broeck et al., 2020), los
autores argumentan que en los procesos de
urbanización, particularmente en los tiempos
del posfordismo, el suelo y la vivienda se han
vuelto centrales para la economía global, “el
hambre por el suelo en muchas ciudades
que se están transformando rápidamente es
difícil de saciar, los intereses en competencia
del gran capital privado o del capital estatal
alimentan la lucha por la propiedad y el uso
del suelo urbano” (Ibid., 2020). Sin embargo,
como reacción a esto último, se han gestado
paulatinamente las condiciones para el
surgimiento de una variedad de experiencias
sociales innovadoras que intentan recuperar
y asegurar el acceso al suelo, especialmente
desde los años 70, donde las comunidades
se comprometen, no solo con proyectos de
desarrollo urbano estrechamente vinculado al
acceso y gestión del suelo, sino también a la
generación de impactos políticos importantes.
En el libro, los autores presentan una serie de
experiencias empíricas (la mayoría de ellas
en el llamado sur global), donde el vínculo
entre el suelo e IS se ejemplifica mediante
diferentes mecanismos de tenencia y gestión.
Como afirman:
Han surgido prácticas experimentales o
comunes que ilustran cómo las comunidades
pueden mejorar o tomar el control del suelo y
cómo se pueden establecer sistemas de gober-
nanza adaptados y controlados por las personas
(Ibid., 2020).
[En la forma de] (re) conceptualización de
medidas como reparto de suelo, fideicomiso
de suelo comunitario, títulos de propiedad y
reajuste de suelo, entre otros, para facilitar la
distribución del espacio urbano en condiciones
de transformación urbana (Ibid., 2020).
Particularmente relevante es el capítulo
elaborado por Geoffrey Payne que, al hacer
una extensa revisión de casos empíricos,
afirma que gracias al proceso de globaliza-
ción se comparte la noción de que el suelo
es y se comporta como cualquier otro bien
en el mercado, lo que significa que la lógica
detrás de su gestión responde a la generación
de la mayor rentabilidad económica posible.
También destaca cómo los diferentes meca-
nismos de tenencia de la tierra pueden facilitar
o limitar aún más los procesos de desarrollo
en territorios particulares, presentando una
interesante categorización de una variedad
de mecanismos (algunos de ellos comunales),
que se han implementado para mejorar la
seguridad de la tenencia del suelo en distintas
realidades. Tal y como Ibid. (2020) afirma:
La tenencia de suelo no se trata solo de quién
posee y usa la tierra; también se trata de quién
decide y regula lo que se posee, qué derechos
de uso se le atribuyen, cuándo y por cuánto
tiempo, cómo se definen y garantizan discursi-
vamente estos derechos, y quién tiene el poder
y los recursos para determinar todos estos
elementos.
Los capítulos elaborados por Luis Ángel
Flores y Giulia Testori resultan igualmente
relevantes, pues a través de estudios de casos
profundizan en la innovación y complejidad
de formas tradicionales de tenencia y gestión
del suelo, en México y Ecuador, respectiva-
mente. Primero, Luis Ángel Flores presenta
la figura del ejido, argumentando que estas
formas de acceso y gestión del suelo “tienen
la potencialidad de fomentar la innovación
social mediante la reinstalación de la función
social en el suelo; capaz de empoderar los
movimientos sociales que retan la variada y
extendida neoliberalización en las ciudades
latinoamericanas” (Janoschka, 2011, citado
en Ibid., 2020). Además, el autor afirma que
la mayor fuerza de sistemas como el ejido
radica en su territorialidad, es decir, en su
relación con el suelo, porque le “da la posi-
bilidad a sus custodios in situ de participar
de facto en la gestión y transformación de un
territorio bien definido”.
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Por otra parte, Giulia Testori presenta
la tradición andina de la minga, la cual se
caracteriza por prácticas de ayuda mutua
entre los miembros de la comunidad, quienes
a través de la organización han podido
enfrentar históricamente desafíos como la
provisión de vivienda, el acceso a servicios,
la protección contra riesgos ambientales,
etc. A lo largo de su trabajo, estudiando a
profundidad un caso en Ecuador, Giullia
Testori demuestra cómo esta forma tradi-
cional de organización no solo ha permitido
la satisfacción progresiva e histórica de las
necesidades de la comunidad, sino que
también ha fortalecido las redes de solida-
ridad, fomentado la formación de “valores
y sentimientos colectivos de uso compartido
frente a lo privado, individual y al lucro de
mercado” (Ibid., 2020).
Aquí, nuevamente, resalta el vínculo
entre IS, el acceso y la transformación del
suelo (en la forma de reproducción de terri-
torialidades) y el desarrollo de proyectos de
vida más amplios. Sobre esto, Moulaert et al.
(2013) argumentan que “las experiencias de
gobernanza autónoma parecen estar impac-
tando las relaciones socioespaciales de tal
manera que la autonomía local se incrementa
en la construcción de futuros”. Esta afirma-
ción no solo vincula la IS con el espacio,
sino también destaca su importancia en un
proceso general de autonomía y construcción
de esperanza (ver las siguientes secciones
sobre esperanza y autonomía). Por lo tanto,
parece que el espacio (como concepto
amplio) no solo se convierte en el escenario
donde tiene lugar la IS, sino también en el
habilitador y el mismo resultado de la IS,
es decir, un productor y un producto de los
procesos de IS.
Finalmente, Brokking et al. (2017) sostiene
que el barrio urbano (como la principal escala
espacial donde tiene lugar la IS en hábitat)
“emerge como una escala importante, aunque
no única, en el proceso de afrontamiento de
la crisis, una escala en la que la se desarrollan
prácticas alternativas bottom-up o bottom-
linked. Estas prácticas van desde la asistencia
mutua, hasta complejas redes de solidaridad”.
En otras palabras, frente al hecho de que las
necesidades habitacionales son insatisfechas,
y estas se agravan a causa de las dinámicas
urbanas contemporáneas, innovadoras expre-
siones a nivel barrial y municipal tienden a
emerger, encontrando expresión en espacios
alternativos (es decir, autoconstruidos y auto-
gestionados), y en nuevas configuraciones
sociales y organizativas.
Por lo tanto, la IS representa un marco
conceptual adecuado para acercarse a la
comprensión de experiencias de PSVH,
porque, por un lado, reconoce el carácter
contestatario de las iniciativas, poniendo
especial énfasis en el empoderamiento de
los actores locales y en nuevas formas de
gobernanza; mientras que, por otro lado,
también destaca la importancia del “espacio
(su acceso y gestión) como el habilitador y el
producto de procesos de IS, al reconocer la
interdependencia del contexto socioespacial
en del proceso de IS e identificar al “espacio
como el escenario que alberga tanto los
medios como los objetivos de la propia expe-
riencia de IS.
4. Esperanza y vivienda
Una nueva mentira se nos vende como historia.
La mentira de la derrota de la esperanza, la
mentira de la derrota de la dignidad, la mentira
de la derrota de la humanidad […]
En lugar de humanidad nos ofrecen índices en
las bolsas de valores, en lugar de dignidad nos
ofrecen globalización de la miseria, en lugar de
esperanza nos ofrecen el vacío, en lugar de vida
nos ofrecen la internacional del terror.
Contra la internacional del terror que repre-
senta el neoliberalismo, debemos levantar la
internacional de la esperanza […].
Primera Declaración de La Realidad. Contra
el neoliberalismo y por la humanidad (Ejército
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Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas,
México, 1996).
Esta cita, hecha por quizás una de las
experiencias contrahegemónicas y autó-
nomas más radicales de América Latina, el
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN), hace un fuerte llamado internacional
a la acción colectiva y a la lucha inspirada
en valores opuestos al modelo neoliberal. Un
llamado que resuena con las necesidades que
enfrentan las comunidades más vulnerables
y excluidas en contextos urbanos en tensión
y las cuales son además insatisfechas tanto
por el sector público como por el privado.
Resulta entonces evidente que está situación
demanda de algún tipo de organización social,
pero ¿cuáles son los factores necesarios para
inspirar dicha acción colectiva, la ruptura
de la inercia y, sobre todo, el compromiso
de la lucha frente a valores hegemónicos
alienantes?
A partir del concepto innovación social
(IS), algunos autores como Healey &
Gonzales (2005), Moulaert (2009) y Brokking
et al. (2017) reconocen la importancia de
los llamados cracks, aquellos espacios o
momentos de oportunidad para el surgimiento
de prácticas insurgentes o alternativas. No
obstante, llegar a reconocer dichos espacios,
las oportunidades que estos representan, y
además apropiarse de ellas, parece un proceso
arbitrario y hasta cierto punto externo a los
actores en contextos locales.
Frente a este cuestionamiento, el concepto
de “esperanza”, explorado por filósofos,
antropólogos y sociólogos, con el objeto de
describir procesos de visualización de una
realidad aún inexistente (pero posible) y de
actuar de forma práctica para alcanzarla,
resulta sin duda interesante para considerar y
explorar con mayor profundidad.
El concepto de “esperanza” tiende a
desencadenar inicialmente un conjunto de
significados que a menudo hacen referencia
a experiencias individuales vinculadas a
creencias religiosas o incluso divinas. De ahí
que se argumente un esfuerzo por presentar
nuevas perspectivas capaces de desvincular
el concepto de este significado y de presentar
nuevos enfoques que lo caractericen como
una construcción colectiva y práctica. En
este sentido, y para comenzar a explorar el
concepto de “esperanza”, es especialmente
relevante el trabajo de Miyazaki & Swedberg
(2017), quienes en su trabajo destacan la
importancia del conocimiento como condición
clave para el surgimiento de la esperanza,
donde el primero es producto del reconoci-
miento de los límites racionales de la realidad
y de la importancia de la incertidumbre. Para
los autores:
La esperanza se convierte en conocimiento a
partir de un sentido específico. La esperanza
es un paso paradójico en el proceso apren-
dizaje mediante la aceptación de los límites
del conocimiento. La economía de la espe-
ranza [un concepto acuñado por los autores]
requiere de un trabajo continuo, interactivo y
performativo, un compromiso de generación
de conocimiento, mientras se reconoce la
misma incapacidad humana para conocer. La
esperanza [entonces] aparece en los límites del
conocimiento en este doble sentido (Miyazaki &
Swedberg, 2017).
De ahí y según su propuesta, que el
conocimiento y la esperanza coexistan, refor-
zándose mutuamente en la búsqueda del
momento en donde el ejercicio mismo de la
reflexividad sea suficiente para promover un
cambio, una especie de reorientación de la
propia realidad, pero, para que eso suceda,
un tipo particular de conocimiento debe
emerger. Según las propuestas de Miyazaki
& Swedberg (2017) y de Dinerstein (2015),
ambos haciendo referencia a las ideas prove-
nientes de la obra The Principle of Hope, del
filósofo alemán E. Bloch, el tipo de conoci-
miento necesario dentro de esta dinámica de
coexistencia, es el conocimiento de “lo que
aún no es”, es decir, el reconocimiento de un
futuro que aún no ha llegado a ser, pero que
es, sin embargo, posible. La obra de Bloch
ha sido fundamental en la reorientación del
concepto de “esperanza”, ya que representa
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uno de los primeros intentos filosóficos en
comprender dicho concepto desligándolo de
la religión, en cambio busca entender la espe-
ranza como una fuerza humana que inspira la
prefiguración de futuros posibles, que están
ocultos, pero que se fermentan en el presente
(Dinerstein, 2015, 2016, 2021).
Figura 2. Categorización de la esperanza
Fuente: elaboración propia con base en Miyazaki & Swedberg (2017).
Una categorización útil para comenzar
a reconocer diferentes tipos de esperanza
(afuera de su significado religioso), y para
hacer un intento de introducir y trazar algunos
vínculos con experiencias de PSVH enten-
didas como procesos de IS, es siempre presen-
tada por Miyazaki & Swedberg (2017) que,
con base en el trabajo de Gen y Dahrendorf,
identifican la diferencia entre “esperanza
utópica” y “esperanza realista”, siendo la
última fruto de la desigualdad social, lo que
sirve como importante incentivo para que
grupos sociales se embarquen en la búsqueda
de mejorar sus condiciones. Con base en esta
idea, los autores han construido una catego-
rización útil que propone que, en la intersec-
ción de “esperanza inspiradora y activa”, se
genera un terreno fértil para la emergencia
de acciones económicas creativas, en otras
palabras, un espacio de oportunidad para la
praxis de IS (ver figura 2).
Sin duda, este último planteamiento arroja
luz sobre la dinámica virtuosa entre cono-
cimiento, esperanza y la práctica de IS; sin
embargo, aún es posible preguntarnos ¿dónde
y por quién se produce este conocimiento? Y,
además, ¿cómo se puede activar este círculo
virtuoso?
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Una perspectiva útil para abordar estas
preguntas se explora en el trabajo de
Appadurai, quien toca el vínculo entre la
vivienda y la esperanza a través del estudio de
experiencias empíricas en la India. Appadurai
comienza a abordar este tema recordando el
concepto de “ciudadanía” y más específica-
mente lo que él llama “ciudadanía vacía”, una
categoría que usa para describir la condición
de los pobres urbanos:
Sugiero que las grandes masas de pobres
urbanos han sido, en este mismo sentido,
empujadas a un estado de “ciudadanía vacía”
en las sociedades en las que viven. Se han
vuelto, hasta cierto punto, invisibles a los ojos
de la ley, despojados de muchos derechos y
privilegios y colocados en el mismo estatus que
los refugiados, prisioneros de guerra, extran-
jeros y otros “ciudadanos vacíos” (Appadurai,
2013).
Al utilizar este concepto, Appadurai sugiere
que los pobres urbanos han sido despojados
de sus derechos básicos, incluido el de una
vivienda adecuada, incidiendo en la reduc-
ción de su voz, poder, participación política e
incluso su dignidad como seres humanos. En
este sentido, para Appadurai la vivienda va
más allá de la infraestructura y se convierte
en una categoría espacial que conecta a las
personas con un “estado de ciudadanía” y
con otras dimensiones clave para el bienestar
humano como la salud, la educación y el
empleo.
A partir del estudio de experiencias empí-
ricas en India, donde comunidades pobres en
zonas urbanas se han organizado con éxito
para hacer reclamos políticos y resolver su
problema de vivienda, Appadurai, comienza
explorar una idea a la que llama la “capa-
cidad de aspirar”, que define como “una
capacidad de navegación a través de la cual
los pobres pueden redefinir los términos de
intercambio entre reconocimiento y redistribu-
ción, a través de la confrontación y negocia-
ción con los poderes políticos y económicos,
demostrando su capacidad para construir
esperanza colectiva” (Appadurai, 2013). A
partir de esta definición, dos ideas parecen
relevantes y útiles para continuar explo-
rando: capacidad de navegación y esperanza
colectiva.
En cuanto a la capacidad de navegación,
el autor sugiere que esta se encuentra incrus-
tada en la cultura y representa una especie
de red de recursos, oportunidades y capaci-
dades culturales que, en el caso de los pobres
urbanos, parece estar constreñida por su
condición de “ciudadanía vacía”. En conse-
cuencia, el autor sostiene que la capacidad de
navegación de los pobres debe fortalecerse y
expandirse a través del empoderamiento y la
movilización, y es aquí donde para Appadurai
entra en juego el papel del conocimiento. Para
el autor, un tipo de conocimiento producto
de la interacción constante entre los propios
actores locales, la construcción de redes y
los intercambios entre pares es clave para
fomentar el empoderamiento, promover la
movilización y, consecuentemente, ampliar la
capacidad de navegación. En otras palabras,
el tipo de conocimiento requerido para activar
la dinámica virtuosa para desarrollar un tipo
de esperanza inspiradora y activa es el que
viene “de abajo”, es decir, un conocimiento
que proviene de la reflexividad colectiva
basada en la experiencia de la vida cotidiana.
En cuanto a la esperanza colectiva,
Appadurai sostiene que esta se pone en
marcha a través de dos estrategias principales:
la política de la espera y de sentar prece-
dentes. Para el autor, la política de la espera
representa el acto de convertir el mero acto de
esperar en un acto de paciencia activa de cara
a un horizonte previamente fijado; el autor
afirma que:
La esperanza políticamente organizada es capaz
de mediar entre la emergencia y la paciencia
y produce en los “ciudadanos vacíos” los
recursos internos para verse a sí mismos como
participantes activos en el proceso mismo de
la espera. La esperanza en este contexto es
la fuerza que convierte la condición pasiva de
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“esperar a” a la condición activa de “esperar
para”: esperar para moverse, esperar para
reclamar derechos (Appadurai, 2013).
Sin duda, para afrontar la problemática de
la vivienda a través de la organización social,
los pobres urbanos deben pasar por procesos
prolongados de espera y es aquí cuando
el acto de esperar se convierte también en
un acto político de resistencia. Y es en este
proceso donde, según el autor, se desarrolla la
otra estrategia de la política de la esperanza:
la de sentar precedentes. En pocas palabras,
sentar precedentes engloba todo tipo de
procesos (negociación, construcción de redes,
participación política, puesta en práctica de
capacidades de gestión, etc.), necesarios para
provocar transformaciones en una diversidad
de dimensiones, incluida la política, la econó-
mica y la física; además, involucrando todo
tipo de ejercicios colectivos practicados a
distintas escalas y escenarios. También, para el
autor, sentar precedentes implica “la creación
de un espíritu de confianza y toma conjunta
de riesgos, en el que los habitantes de los
barrios marginales y otros agentes aprenden a
compartir y distribuir los riesgos” (Appadurai,
2013). De esta manera, sentar precedentes
implica, por un lado, un proceso continuo
de desarrollo de capacidades colectivas que
permite a la comunidad local y sus miem-
bros poner en marcha sus estrategias, y, por
otro lado, el desarrollo de un nuevo tipo de
autogobierno basado en nuevos conjuntos de
valores que han demostrado ser claves para
identificar los escenarios donde eventualmente
se llevarán a cabo las acciones para sentar
precedentes.
Retomando, momentáneamente, la idea
de que la condición de “ciudadanía vacía”
restringe la capacidad de navegación de
los pobres urbanos, condicionando así la
construcción de un tipo particular de espe-
ranza activa, parece relevante introducir la
discusión presentada por Alacovska et al.
(2020), quienes buscan alejarse del concepto
de esperanza “irreal”. Ellos inician citando
argumentos de algunos autores (Bascetta,
2016; Berlant, 1997; Duffy, 2017; Mackenzie
& McKinlay, 2020; Neff, 2012, citados en
Ibid., 2020), quienes comparten visiones
críticas sobre el concepto de “esperanza”,
describiéndola como ilusoria, optimismo cruel,
apego cruel, resultado de tecnologías de la
paciencia o fábricas de sueños. Estas críticas
argumentan en contra de la economía política
de la promesa, la cual tiende a constreñir a
las personas a estados precarios bajo la idea
de un “futuro mejor”, que convierten así a las
personas en los cómplices de su propia vida
de precariedad.
Como respuesta, Alacovska et al. (2020)
elaboran sobre el trabajo de otros académicos
quienes analizan un tipo de esperanza más
cotidiana, que se traduce en prácticas diarias,
donde “el horizonte temporal de la esperanza
se desplaza de un futuro exuberante y alegre,
hacia un presente desesperado y desalentador.
El enfoque analítico se ha movido […] a un
proyecto moral de esperanza en el aquí y
ahora” (Anderson, 2006; Lindquist, 2006;
Mattingly, 2010; Zigon, 2009, citados en
Ibid., 2020). De una forma similar, Dinerstein
(2021) también presenta algunas críticas
contra el concepto de “esperanza”, desta-
cando la crítica presentada por Žižek, quien
argumenta que “el sueño de una alternativa
es un signo de cobardía teórica, que funciona
como un fetiche que nos impide pensar a
fondo para poner fin a nuestras dificultades”
(Žižek, 2018, citado en Dinerstein, 2021). A
esto la autora reacciona elaborando en base
al trabajo de Ernst Bloch, argumentando que
las críticas (como la presentada por Žižek) se
acercan de forma muy limitada al concepto
de “esperanza”, ya que esta no es solo un
“deseo”, sino más bien una fuerza humana
motora capaz de incitar cambios en base a
las posibilidades del presente. Ella argumenta
que la esperanza no es un “deseo”, sino una
“voluntad” (Ibid., 2021).
Esperanza, tiempo y espacio
En ambos trabajos, Miyazaki & Swedberg
(2017) y Appadurai (2013), se reconoce la
importancia del tiempo, ya sea como una
reorientación temporal del conocimiento que
moviliza el surgimiento de la esperanza activa,
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o como un acto político de espera. De manera
similar, para Alacovska et al. (2020), el tiempo
también es relevante en la comprensión de
la esperanza, argumentan que “los reajustes
temporales de los horizontes epistemológicos
requieren una agencia práctica y un compro-
miso diario y esperanzador con las dificultades
y adversidades presentes para recrear la espe-
ranza”. Aquí, una vez más, el reconocimiento
de un futuro que “aún no es”, pero que, sin
embargo, es posible mediante prácticas coti-
dianas de resistencia, actúa como el principal
fermento para el surgimiento de esperanza
(activa e inspiradora).
Sobre eso, Dinerstein (2016) agrega que
las cualidades anticipatorias y prefigurativas
de la esperanza son claves para movilizar
acciones por un “mundo mejor” en un
contexto de lucha social y política; además,
destaca la no linealidad del tiempo, ya que
el futuro no responde a una secuencia lineal
pasado-presente-futuro, sino que “es una
forma no realizada del presente que puede
ser anticipada por movimientos a través de
la acción colectiva” (Dinerstein & Deneulin,
2012; Dinerstein, 2016). De manera similar,
en palabras de Lefebvre (2003): “Este [el
futuro que aún no es] es un espacio para-
dójico donde la paradoja se convierte en lo
opuesto a lo cotidiano” y “cuando se habla
de lo urbano, lo posible también es parte de
lo real y le da un sentido de dirección, una
orientación, un camino despejado hacia el
horizonte”.
De la última cita, también es posible
advertir que, acompañando a la idea de
temporalidad, se encuentra la idea del
“espacio” es decir, que el reconocimiento de
las prácticas cotidianas con posibles futuros se
interrelaciona con la producción (y transfor-
mación) del espacio. Este fenómeno también
es explorado por Harvey, quien, al acuñar el
término de “utopismo dialéctico”, afirma que
la producción del espacio y el tiempo debe
incorporarse al pensamiento utópico, convir-
tiéndolo así en un proceso espaciotemporal.
Para él (y de manera muy similar a las ideas
sobre la esperanza discutidas anteriormente)
un utopismo dialéctico “está arraigado en
nuestras posibilidades actuales (procesos polí-
ticos económicos, capacidades tecnológicas,
derecho, conocimiento y creencias políticas)
al mismo tiempo que apunta hacia dife-
rentes trayectorias de desarrollos geográficos
desiguales” (Harvey, 2000). Además, Harvey
identifica algunas ideas que ponen en movi-
miento el proceso espaciotemporal utópico:
primero, expresa que el cambio real surgirá
cuando se produzcan cambios simultáneos
y vagamente coordinados en el pensamiento
y la acción en varias escalas (simultánea o
secuencialmente), y, en segundo lugar, enten-
diendo cómo la actividad y el pensamiento
en los diferentes teatros de la acción social se
relacionan, combinan y se disuelven entre sí
para crear una totalidad evolutiva de la acción
social. Ambas ideas que una vez más ponen el
foco en el cambio de la dinámica de la gober-
nanza, y que se relacionan con experiencias
empíricas, como las que presenta Appadurai
(2013) o con la propuesta teórica sobre la
escalaridad del proceso de institucionalización
de la IS hecha por Vicari & Tornaghi (citado
en Moulaert et al., 2013).
En este sentido, la esperanza se entiende
no como un estado estático o abstracto, sino
como una fuerza capaz de desencadenar
procesos espaciotemporales y colectivos,
enraizados en el conocimiento coproducido y
dirigidos hacia el futuro que “aún no es”, por
lo que deja de ser un acto meramente ideo-
lógico y se adentra en una práctica territorial
cotidiana y en una realidad política mediante
la creación de nuevas oportunidades. “Es
aquí donde la esperanza abandona la esfera
de lo afectivo y lo cognitivo (los recursos
psicosociales para seguir adelante) y entra en
el dominio del comportamiento y la práctica
(la determinación de activar la consecución de
un buen futuro, no obstante, lo vago e inal-
canzable que sea en el presente)” (Alacovska
et al., 2020). En otras palabras, la esperanza
se convierte en praxis misma.
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5. El proceso de autonomía como el
arte de organizar la esperanza
Cuando el proceso de construcción colec-
tiva de un horizonte posible es activado a
través de la dinámica virtuosa de cocreación
de conocimiento sobre las posibilidades del
presente, inspirando como consecuencia la
realización de proyectos desafiantes y reivin-
dicadores orientados a la consecución de
un futuro “que aún no es”, es que resulta
interesante explorar el concepto de “auto-
nomía”. Para ello se abordarán las propuestas
provenientes de dos autores que han señalado
el vínculo entre los conceptos de esperanza
y autonomía. Primero está el trabajo de
Dinerstein (2015), quien, elaborando sobre
la política de la autonomía, define esta última
como el “arte de organizar la esperanza”, lo
que para la autora significa:
Una búsqueda colectiva hacia la realización
de lo que aún no existe… [una] anticipa-
ción concreta de tal realidad no realizada en
el presente. Medios y fines confluyen en la
búsqueda de algo que aún se desconoce, pero
que se puede experimentar (Dinerstein, 2015).
Es decir, un proceso (colectivo) de puesta
en marcha de la esperanza, orientado hacia
la construcción continua de un horizonte
compartido. Para la misma autora (y como un
ejemplo), en contextos en tensión como el de
América Latina, la autonomía como acto polí-
tico de organización de la esperanza, ha flore-
cido en diferentes tipos de experiencias que
han puesto el “arte de usar el conocimiento
creativa y políticamente”, en movimiento para
“tejer sueños de la miseria, contra viento y
marea, en medio de la brutal violencia estatal,
la pobreza endémica, el hambre desesperada
y la devastación social” (Ibid., 2015).
Su obra, fuertemente enriquecida por las
ideas de Holloway y Bloch, además inspirada
en el pensamiento libertario, autonomista,
anarquista y marxista, y combinada con
algunas reflexiones provenientes de la teología
de la liberación y la insurgencia indígena,
sitúa el concepto de “autonomía” en la dispu-
tada realidad de América Latina y, aunque
su trabajo está fuertemente influenciado por
las prácticas de autonomía provenientes de
las luchas indígenas, también argumenta que
este concepto es aplicable a las prácticas no
indígenas, lo que abre la puerta a un gran
número de experiencias en el ámbito urbano,
incluidas aquellas de PSVH.
En este marco, la autora continúa elabo-
rando sobre el concepto de “autonomía”
basándose en las ideas de otros académicos;
ella afirma que la autonomía produce “inters-
ticios” (Pikerill & Chatterton, 2006; Wright,
2010; Arditi, 2008, en Ibid., 2015) donde
se pueden anticipar nuevas prácticas. Los
intersticios o “grietas” (Holloway, 2010, en
Ibid., 2015) encarnan tanto la negación de
las prácticas establecidas como la esperanza
de nuevas posibilidades.
Figura 3. Modos de autonomía
Modos de autonomía No indígena Indígena
De negación Negación prácca, políca no identaria
Idendad como resistencia contra la opresión
e invisibilización
De creación
Nuevas práccas, horizontes y posibilidades
guiados por experiencias y tradiciones de
resistencia
Formas innovadoras de resistencia, basadas en
tradiciones ancestrales, hábitos y costumbres
revitalizadas con imaginación políca
De contradicción Subsunción real Subsunción a través de la exclusión
De excedencia Imposibilidad de subordinación total (desconocido)
Imposibilidad de subordinación total,
cosmologías indígenas existentes
Fuente: Dinerstein (2015). Traducción del autor.
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Posteriormente, la autora construye su
propia definición, una que logra ampliar y
agudizar el enfoque del concepto mismo, ella
sostiene que la autonomía puede entenderse
de cuatro modos diferentes: (1) como praxis
negativa (es decir, de rechazo al poder); (2)
como una fuerza que crea nuevos mundos con
la imaginación política; (3) como un proceso
contradictorio marcado por la relación impug-
nada con, contra y más allá del Estado, el
capital, la ley y la política, o (4) como actividad
excedente que no puede subordinarse al poder
(Dinerstein, 2015). Al respecto, se presenta un
cuadro donde la autora esboza dicha categori-
zación de cuatro modos de autonomía, diferen-
ciando sus expresiones en contextos indígenas
y no indígenas (ver figura 3).
Con base en dicha categorización, las
iniciativas de PSVH (entendidas como expre-
siones de innovación social inspiradas por un
proceso espaciotemporal de construcción de
esperanza) parecen alinearse con el segundo
modo: “autonomía de creación”, donde en
contextos tanto indígenas como no indígenas
supone la práctica de una forma innovadora
de resistencia basada en factores históricos y
contextuales, y orientada hacia la consecu-
ción de un escenario alternativo en el futuro.
Las experiencias innovadoras en materia de
vivienda (e. g., Cooperativas de Vivienda
por Ayuda Mutua) constituyen un ejemplo
interesante de ello, al estar en la mayoría de
los casos enmarcadas en contextos culturales
que cuentan con redes sociales existentes
frente a luchas socioeconómicas enraizadas en
desigualdades históricas. Aquí, los colectivos
han organizado y alineado sus acciones y
resistencias hacia la consecución de su obje-
tivo, el cual es, en definitiva, la mejora de su
hábitat y su estado de bienestar. En otros de
sus trabajos, Dinerstein & Deneulin (2012)
se refirieron a los movimientos inspirados
en la esperanza práctica y comprometidos
con prácticas de autonomía como aquellos
en la búsqueda de “nuevas formas de vida”,
que reconocían la dignidad humana como
incompatible con las condiciones de explota-
ción y opresión; además, la práctica de una
autonomía de facto, enmarcada en una prefi-
guración inspirada en la esperanza, es clave
para el cierre de la brecha entre la realidad
empírica y la realidad que “aún no es”, es
decir, en la búsqueda de una vida mejor.
De manera similar Albrechts, en su trabajo
sobre la creatividad en las transformaciones
urbanas, argumenta que:
Las condiciones y limitaciones sobre “lo que
es” y “lo que no es” posible son impuestas por
el pasado y el presente. Estas condiciones y
limitaciones tienen que ser cuestionadas y desa-
fiadas en el proceso […] así que, para imaginar
las condiciones y limitaciones para el futuro
de manera diferente, necesitamos lidiar con la
historia y superarla […] El modelo construido
intelectualmente de futuros posibles implica una
acción consciente, intencionada, contextual,
creativa y continua para representar valores y
significados para el futuro. Requiere creatividad
y síntesis original (Ozbekhan,1969, citado en
Albrechts, 2005).
Aquí el futuro, que “aún no es”, no es el
resultado de una estrategia consecuencialista
basada en la progresión lineal de tiempo, sino
que es parte de un proceso de autonomía,
movilizado por la esperanza y dirigido hacia
un futuro posible, el cual opera en múltiples
dimensiones, sobre una realidad que, aunque
“aún no es”, está enraizada de todos modos
en el presente, siendo este último un futuro
no realizado pero posible (Holloway, 2010a;
Holloway et al., 2009; Bonefeld, 2005, citados
en Dinerstein, 2015).
Finalmente, y en la misma línea, se explora
un segundo autor, también procedente de
América Latina y cuyo trabajo sobre auto-
nomía destaca algunos puntos clave que
resuenan con el marco teórico desarrollado
hasta ahora. El trabajo de Marcelo Lopes de
Souza ha sido considerado relevante, ya que
el concepto de “autonomía” ha sido utilizado
por el autor como un parámetro para el
análisis y la evaluación de procesos y estra-
tegias de cambio social, incluido el desarrollo
urbano, proporcionando una perspectiva prác-
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tica del concepto e incluyendo al “espacio
como categoría conceptual dentro del análisis.
La obra de Souza está fuertemente
influenciada por la obra del filósofo griego
Castoriadis, quien escribió sobre autonomía
durante los años 80 y 90. Para empezar, y
de manera similar a la propuesta explorada
previamente por Dinerstein (2015), Souza
entiende la autonomía como un proceso; en
sus obras, Souza (2000 y 2006) presenta un
panorama inicial para su comprensión a partir
de la propuesta elaborada por Castoriadis que
propone una diferenciación entre autonomía
individual, como la capacidad de tomar deci-
siones en libertad, y autonomía colectividad,
como igualdad de oportunidades para parti-
cipar en los procesos de toma de decisiones
socialmente relevantes:
Para Castoriadis el proyecto de autonomía
abarca dos dimensiones: la autonomía indivi-
dual y la autonomía colectiva. La autonomía
colectiva, o el autogobierno consciente y explí-
citamente libre de una sociedad en particular,
basada en garantías político-institucionales, así
como la posibilidad material efectiva (incluido
el acceso a información confiable) de igualdad
de oportunidades de participación en los
procesos de toma de decisiones relevantes; y
la autonomía individual, que es la capacidad
de los individuos particulares para tomar
decisiones en libertad (que depende tanto
de circunstancias estrictamente individuales
y psicológicas como de factores políticos y
materiales). Una sociedad autónoma es aquella
que se “instituye” a sí misma sobre la base de
la libertad tanto de las limitaciones metafí-
sicas (por ejemplo, los fundamentos religiosos
de las leyes y normas) como de la opresión
(Castoriadis, 1983, 1986a, 1990, 1996a, 1997,
citados en Souza, 2000).
A partir de esta definición bidimensional,
la “autonomía colectiva” se identifica como
la categoría más adecuada para esta explora-
ción teórica. No obstante, y a pesar que a lo
largo de su obra Souza aborda la “autonomía
colectiva” desde una perspectiva más amplia,
es decir, un modelo de democracia directa sin
Estado, como una alternativa a la democracia
representativa y el socialismo marxista; el
autor también reconoce la aplicabilidad de
este concepto a experiencias sociales inno-
vadoras, por ejemplo los casos de Reforma
Urbana en Brasil, el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en México, el movimiento
Pobladores en Chile y el movimiento Piqueros
en Argentina han sido definidos por el autor
como movimientos sociales contemporáneos
con características de autonomía (Souza,
2000, 2006).
A partir del análisis de estas iniciativas
sociales, es posible extraer más elementos
clave provenientes de Souza que son útiles
para conectar con algunos de los argumentos
previamente explorados. Por ejemplo, y de
manera similar a la idea de autonomía como
el “acto de organización de la esperanza”,
para Souza el proceso de construcción
de autonomía debe entenderse como un
compromiso entre dos cosas: el “nivel estra-
tégico de pensamiento y acción (es decir,
un ‘horizonte utópico’ o radical) y modestas
victorias tácticas aquí y ahora” (Souza, 1996,
1997, 1998, citados en Souza, 2000). Aquí,
la definición de un horizonte alternativo para
orientar el proceso de autonomía se refuerza,
pero, adicionalmente, se señala la impor-
tancia de las “modestas victorias tácticas” a
lo largo del proyecto de autonomía, lo que
se entrelaza con la discusión sobre los modos
de promulgar la esperanza mediante el “esta-
blecimiento de precedentes” argumentado
previamente por Appadurai (2013).
Adicionalmente, y bastante similar a
la propuesta presentada por Miyazaki &
Swedberg (2017), que reconocen la interac-
ción entre conocimiento y esperanza como un
proceso dinámico e interactivo, Souza (2006)
se acerca al concepto de “conocimiento”,
entendiéndolo como un tipo de poder. El
autor argumenta que dentro del proceso de
autonomía el uso del conocimiento local es
clave como forma de pensar y actuar estraté-
gicamente. Asimismo, a lo largo de su obra,
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se reconoce una especial preocupación por
el contexto urbano, y particularmente por
la espacialidad de los movimientos urbanos
contemporáneos; en Souza (2015), por
ejemplo, el autor resume tres factores que han
incrementado la “densidad espacial” de las
luchas sociales: en primer lugar, argumenta,
una importancia creciente de los “espacios
pequeños” como lugares alternativos de socia-
lización y experimentación; en segundo lugar,
una creciente importancia de los espacios de
identidad, y en tercero, una preponderancia y
una visibilidad cada vez mayor de las agendas
de lucha en las que se enfatiza fuertemente
la espacialidad (e. g., movimientos sociales
vinculados a la PSVH).
6. Consideraciones finales
Con el objetivo de enfatizar los vínculos
conceptuales explorados, se señalarán cuatro
ideas generales que constituirán el punto de
partida para la construcción de un modelo
para el análisis comparativo de experiencias
alternativas de producción de vivienda y
hábitat en la región latinoamericana:
Primero, la producción social de vivienda
y hábitat (PSVH) se identifica como un
concepto que, proveniente de la reflexión
sobre experiencias empíricas y construcción
histórica colectiva, resulta útil para posicionar
a la vivienda y a los componentes del
hábitat al interior de un enfoque de derechos
humanos, donde se destaca la concepción del
hábitat como un proceso (protagonizado por
autoproductores) capaz de evolucionar según
las capacidades y necesidades de quien lo
habite, realizable través de la innovación y
dirigido hacia la transformación social.
Segundo, la innovación social (IS) figura
como un paraguas conceptual, útil para
comprender experiencias de PSVH, dentro
de procesos sociales amplios, orientadas a
enfrentar y resolver de forma creativa y colec-
tiva problemas vinculados al desarrollo territo-
rial (e. g., la vivienda). Aquí la reapropiación
del espacio aparece como una acción contra-
hegemónica y el medio para la construcción
de una realidad alternativa.
Es posible entonces hablar de innovación
social de hábitat (IS-H), en tanto:
Las experiencias de PSVH se dinamicen a
partir de prácticas arraigadas en el territorio,
comprometidas a procesos de desarrollo
territorial (e. g., producción de vivienda y
componentes del hábitat), pasando a través
del empoderamiento de actores locales y de
la transformación de modos de gobernanza
mediante procesos escalares de institucionali-
zación y creación de redes.
- El espacio, entendido como acceso y
gestión del suelo, se posicione al centro
del proceso reivindicativo y creativo de
IS-H, identificándose tanto como el habili-
tador como el producto del proceso en sí;
reconociendo también la interdependencia
del contexto social en el que se encuentra
e identificando al interior del mismo tanto
los medios como los objetivos de la propia
experiencia de IS-H.
Tercero, la esperanza se entiende como la
fuerza humana que inspira el proceso de prefi-
guración de un futuro que “aún no es”, capaz
de dinamizar y orientar procesos de IS-H a
través de la puesta en marcha de acciones
colectivas con base en las capacidades y los
recursos territoriales existentes.
La esperanza actúa como la fuerza dinami-
zadora y orientadora de los procesos de IS-H,
en tanto:
- Se origine a partir de procesos reiterativos
de coproducción de conocimiento prove-
niente de la misma base social, donde la
puesta en valor y la práctica las propias
capacidades colectivas se dinamicen para
la construcción colectiva de un tipo de
esperanza inspiradora y activa.
- El proceso de prefiguración, motivado
por la esperanza, se encuentre afian-
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zado en los recursos territoriales del
presente y se oriente a la consecución de
metas concretas y realizables (como la
producción de vivienda y componentes
del hábitat) siempre en el marco de un
proyecto político y de vida más amplio
que busque romper condiciones estructu-
rales de desigualdad y opresión.
- Sea una fuerza capaz de desencadenar
procesos espaciotemporales de construc-
ción colectiva constantes, no determinados
por la linealidad, sino capaces de prefi-
gurar futuros, anticipados en el presente,
a partir de acciones cotidianas, concretas
y colectivas.
Y cuarto, es cuando la esperanza se pone
en movimiento, que el constante proceso
espaciotemporal de organizar acciones de
resistencia, negación y creación de futuros
u horizontes alternativos que comprenden
acciones de IS-H se integran a un proyecto
mucho más amplio de autonomía.
Por lo que es posible hablar de IS-H
enmarcada en proyectos amplios de auto-
nomía, en tanto:
- Comprenda la IS-H como un componente
clave en el marco de un proceso amplio
de construcción de un proyecto de vida
alternativo y contrahegemónico, compro-
metido a la búsqueda colectiva de la auto-
determinación, pero orientado al diálogo
con estructuras de poder para promover
cambios profundos.
- Se movilice a partir de acciones de prefigu-
ración inspirados en una esperanza prác-
tica y activa que busque la territorialización
de “nuevas formas de vida” a través de
la práctica de acciones (concretas y coti-
dianas) de IS-H.
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