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Volumen 76 Número 765 Año 2021
eca
Estudios Centroamericanos
Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
Las metamorfosis de la
derecha salvadoreña: de la
certidumbre programática a
la amorfia ideológica
Danilo Miranda Baires
1
y
Roody Reserve
2
Palabras clave: derecha, régimen
oligárquico, Doctrina de la Seguridad
Nacional, contrainsurgencia,
neoliberalismo, movimiento posideológico.
1 Departamento de Sociología y Ciencias Políticas, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
2 Departamento de Sociología y Ciencias Políticas, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
Resumen
Este artículo analiza la trayectoria de la
derecha en El Salvador a lo largo de dos
siglos de vida independiente. Los autores
argumentan que esta corriente política ha
dominado ampliamente e impuso sus ideales
sociales, económicos y políticos a través del
control del aparato estatal, el uso de la fuerza
militar y la hegemonía cultural y social. La
lucha entre izquierda y derecha es tratada
aquí como una pugna de incorporación y de
redistribución. El texto recorre el período de
independencia y el surgimiento de la repú-
blica cafetalera, prosigue con la dictadura
militar como coraza del régimen oligárquico,
continúa con el conicto armado y el proyecto
contrainsurgente, examina el período posterior
a los Acuerdos de Paz y analiza el panorama
actual tras la llegada al poder de Nayib
Bukele y su movimiento Nuevas Ideas, que
han llegado a controlar casi en su totalidad
los poderes públicos. Se ha podido observar
que ha habido una metamorfosis a lo largo
de la historia política del país, pasando de
una derecha más esquemática y predecible a
una que se caracteriza por una ambigüedad
y una amora ideológica tales que vuelven
difícil cualquier prospectiva sobre su rumbo y
su orientación programática en el largo plazo.
Sin embargo, es posible identicar algunos
de los grandes rasgos denitorios de la actual
derecha gobernante y sugerir algunas interpre-
taciones sobre su perl.
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
1. Introducción
Este artículo sobre la derecha en El
Salvador analiza la evolución de esta corriente
política en el país desde su nacimiento hasta
nuestros días. El argumento principal que
sostiene es que en los cerca de doscientos
años de independencia han dominado los
ideales sociales, económicos y políticos de
quienes se identican con esta ideología.
Se caracteriza la lucha entre izquierda y
derecha como una de incorporación y de
redistribución desde el Estado
3
. El control
del aparato estatal ha sido fundamental para
imponer diferentes modelos económicos y
sociales dominantes en distintos momentos.
En extendidos períodos, el uso de la fuerza
bruta militar ha servido para imponer desde
el Estado la voluntad de las élites económicas
y, en los últimos treinta años, la hegemonía
cultural y social a través de una variedad más
compleja de dispositivos.
Este texto, por conveniencia de la exposi-
ción, divide en cinco momentos la trayectoria
política del país. El primero de ellos parte
de la lucha posterior a la independencia,
en la que liberales y conservadores libraron
una dura batalla por denir la identidad de
la nueva nación, así como la consolidación
de un régimen político oligárquico. A pesar
de enconados enfrentamientos entre unos y
otros, por ejemplo, sobre los contornos de
la laicidad, es indudable que comparten el
mismo proyecto de exclusión de las mayorías
pobres y racializadas. Esta primera etapa se
caracteriza mayormente por el tránsito entre la
inestabilidad política y la imposición denitiva
de la república cafetalera que se consumó con
el despojo de las tierras indígenas.
La intervención de los militares, primero
como dictadura personalista a partir de los
años treinta y luego como proyecto institu-
cional de dominación, a partir de la década
de los cincuenta, no altera el rasgo de exclu-
sión y de triunfo del proyecto de la oligarquía
3 Uno de los principales criterios de distinción en la literatura entre derecha e izquierda es la postura frente a la
igualdad. Para la derecha, la desigualdad y las jerarquías humanas son naturales; la izquierda las considera
como resultado de la sociedad y exige intervenir para lograr una mayor igualdad (Bobbio, 1996).
local. Es también en este período en que se
hace más patente que se trata de una lucha
entre izquierdas y derechas. Las primeras
buscan derrotar el statu quo económico, mien-
tras que las segundas, con el control absoluto
del aparato estatal, asegurar su permanencia.
En esos momentos, la lucha política local
hace eco de los parámetros de la batalla
política internacional sobre los caminos para
enfrentar las desigualdades económicas en los
diferentes países. En la izquierda, se pueden
ubicar al partido comunista y a las organiza-
ciones sociales de campesinos y trabajadores
urbanos; en la derecha, a las fuerzas del orden
protectoras de los privilegios y a los grupos
económicos tradicionales.
A pesar de las reformas intentadas por una
franja de la élite de la derecha, que quería
evitar el desenlace fatal de una guerra civil
sin cuartel, la tercera etapa se caracteriza por
el enfrentamiento armado de los militares, la
derecha partidaria y los empresarios contra la
izquierda insurgente. Un cuarto momento se
inicia con los Acuerdos de Paz, que aseguran
una apertura política y la incipiente cons-
trucción de un régimen democrático, pero
sin alterar las estructuras sociales de exclu-
sión que estuvieron en la base del conicto
armado. Los votos sustituyen a las balas como
forma de ejercicio del poder y se consolida
un antagonismo entre dos grandes partidos
políticos, de derecha y de izquierda, que se
vuelven protagonistas de este período, aunque
la derecha también tiene representación en la
escena partidaria a través de socios menores.
Un elemento fundamental de la derecha en
este momento es que se mantuvo cohesio-
nada como grupo, a pesar de la variedad de
partidos políticos que compiten electoralmente
identicados con esta ideología.
Finalmente, se cierra el artículo con una
discusión sobre el momento actual. Se abre
un período de incertidumbre. Se desdibuja
la nitidez político-ideológica que marcó el
período anterior, al tiempo que no parece que
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se cuestiona la lógica de exclusión del mismo.
La derecha sigue siendo hegemónica a nivel
social y cultural, pero se atisba un resquebra-
jamiento en el consenso político de sus élites.
2. El proyecto de derecha en los inicios
de la república: la oligarquía cafetalera
El Estado del Salvador (actualmente
República de El Salvador) cobró vida a
partir de la Constitución de 1824, si bien
todavía era parte de una entidad política más
extensa que incluía a las actuales Guatemala,
Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Esta
región, que se conoce en conjunto como
Centroamérica y que había formado parte
del Imperio español como Capitanía General
de Guatemala, se liberó en 1821 y, tras una
breve anexión con México, se declaró nal-
mente independiente en 1823. La federación
hereda la acentuada estraticación social y
las consiguientes desigualdades económicas
y políticas de la colonia (Marroquín, 2000;
Herrera, 2013).
El proyecto federal centroamericano
fracasó en medio de guerras intestinas y
cada país tomó su propio rumbo tras el nal
de la década de los cuarenta del siglo XIX:
emergieron, así, cinco nuevos miembros
del concierto de las naciones. Los nuevos
Estados-nación compartieron algunos rasgos
en común a lo largo de su historia como
países formalmente independientes en lo
político (aunque dominados por las potencias
europeas primero y por los Estados Unidos
después) y con una profunda dependencia en
lo económico. Se insertaron en el capitalismo
global y en la distribución internacional del
trabajo como agroexportadores, generalmente
de monocultivos: café y bananos. De ahí que
4 Una mirada teórica panorámica sobre los orígenes de la derecha y la izquierda puede encontrarse en Bobbio
(2007).
5 Si bien es cierto la Colonia explota y oprime, no se podía simplificar esta idea de manera absoluta, al menos
desde la perspectiva de los gobiernos locales, que no son simples agentes pasivos frente al Estado, los
hacendados o la Iglesia, como se puede observar en Herrera (2013). Sin embargo, es evidente una marcada
jerarquía social definida por criterios de clase, género y raza. En Marroquín (2000), se puede apreciar la cla-
sificación social colonial, que divide a la población en peninsulares, criollos, mestizos, indios, negros, mulatos
y zambos. Cada una de estas categorías y sus combinaciones define el lugar que en la sociedad ocupan las
personas, con sus respectivos privilegios y limitaciones.
surgiera el mito de las “repúblicas bananeras”
(en Honduras y Guatemala, las corporaciones
del banano eran poderes paralelos al Estado
con extensos enclaves territoriales), mientras
El Salvador se constituyó como “república
cafetalera”, lo que denió su régimen polí-
tico oligárquico en función de una derecha
“liberal”, latifundista que, a partir de 1930, se
blindó como dictadura militar para proteger
sus intereses durante medio siglo, hasta que
en 1979 un golpe de Estado puso n a la
alianza entre los oligarcas y los militares
(Chapman, 2007; Acosta, 2014; Torres Rivas,
2007).
Los primeros años de vida republicana
salvadoreña fueron muy inestables. Había
pasado medio siglo después de la clásica
distinción izquierda-derecha como posición
frente a la monarquía francesa, revolución-re-
acción, luego liberalismo-conservadurismo.
4
La primera de ellas podría traducirse como
la posición frente a la Colonia, de manera
que la derecha estaría constituida por los
privilegiados sectores peninsulares (españoles
nacidos en España) frente a la resistencia de
la “izquierda”, con los menos privilegiados
criollos (españoles nacidos en América). Hay
que advertir de que se trata de etiquetas que
encubren la exclusión de la mayor parte de la
población colonizada y explotada, indígena
o mestiza.
5
El “pueblo” es el pretexto para
las disputas entre élites, como se desprende
de la Declaración de Independencia, cuyos
sujetos fueron los criollos: “Que siendo la
Independencia del Gobierno Español la
voluntad general del pueblo de Guatemala,
y sin perjuicio de lo que determine sobre ella
el Congreso que debe formarse, el señor Jefe
Político, la mande publicar para prevenir las
consecuencias que serían terribles, en el caso
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de que la proclamase de hecho el mismo
pueblo” (UNAM, 2005, p. 1).
Una vez lograda la independencia formal,
tanto en la etapa centroamericana como en
la salvadoreña, las luchas por el acceso al
poder político estuvieron protagonizadas por
liberales y conservadores, si bien es cierto
esta narrativa histórica encubre las cons-
tantes rebeliones indígenas. ¿Son las fuerzas
conservadoras la “derecha” y las liberales “la
izquierda”, o más bien ambas son derechas
(en plural) frente a la resistencia popular de
izquierda, encarnada en rebeliones como la
de los nonualcos, que tuvo lugar en 1833
en el departamento de La Paz? En ningún
modo pueden considerarse como categorías
cerradas y estáticas, ni en esa época ni en la
actualidad.
Con el derrocamiento del presidente
Francisco Dueñas empezará un largo período
conocido como la “república cafetalera”,
caracterizada por un régimen político oligár-
quico cuyos dirigentes son hombres propie-
tarios. Esta etapa se caracteriza por el surgi-
miento de una burguesía que se consolida
a partir del control del café y del Estado
(Acosta, 2014). A través de la extinción de los
ejidos y las tierras comunales y las expropia-
ciones, de hecho se produce una especie de
acumulación originaria que despoja a los indí-
genas y pone la nación al servicio del mono-
cultivo y monoexportación del café (Menjívar,
1980). Para la derecha, la propiedad privada
de la tierra y de los medios de producción en
general se convierte en el fundamento de su
proyecto político.
El Salvador se incorporó a la órbita capita-
lista como exportador del grano y la derecha
oligárquica impuso su dominación sin una
oposición que fuera una amenaza seria para
su posición aventajada. Por su parte, los
conictos entre la élite no presentan signica-
tivas diferencias programáticas y las rebeliones
populares fueron aplastadas por la fuerza.
Se trata de una derecha clasista, racista y
patriarcal que requiere un régimen oligárquico
que blinde sus privilegios sociales e impida el
acceso al poder político a mujeres, indígenas
y campesinos.
La consolidación de los privilegios de los
conservadores y la incorporación progresiva y
exitosa de los liberales muestra al nal que es
más apropiado hablar de miradas diferentes
de varias derechas en este período. Fueron
muchos más determinantes los intereses
económicos y las posiciones sociales que las
diferencias superciales sobre derechos polí-
ticos y el papel de la Iglesia en la sociedad.
Al nal, se unieron liberales y conservadores
para consolidar un proyecto económico
basado en la exclusión social y racial de la
mayoría. Aunque, sin embargo, persiste la
inestabilidad política sobre quién debería de
controlar el aparato estatal para garantizar la
continuidad del modelo económico.
Artiga-González (2015, p. 55) destacó
esta conuencia entre los intereses de los
conservadores y los liberales que gobernaron
El Salvador en esta etapa: “Si a los grupos
conservadores se los identica con el cultivo
del añil, los grupos liberales son identicados
con el cultivo del café”. El autor observa que
fueron los liberales los que auparon la intro-
ducción del café como monocultivo, a través
de la expropiación de tierras. Pero también
subraya que “el desplazamiento de los
conservadores asociados con la producción y
comercialización del añil no afectó las tierras
añileras. Los que sufren el embiste cafetalero
son los ‘comuneros’ y los ‘ejidales’, es decir,
las comunidades y los municipios” (Artiga-
González , 2015, pp. 54-55).
Los gobiernos liberales se extendieron
hasta los primeros años del siglo XX. Los
inicios de la nueva centuria se caracterizaron
por la estabilidad política de la que había
carecido el período anterior. Miembros de
la clase dominante ocupaban la presidencia
en períodos jos que no se interrumpieron
sino hasta 1913 con el asesinato de Manuel
Enrique Araujo y el inicio de la dinastía
Meléndez Quiñonez (1913-1927), también
pertenecientes a las clases propietarias.
Su sucesor, Pío Romero Bosque, decidió
convocar por primera vez en la historia del
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país a elecciones libres, que se caracterizaron
por la apertura política hacia trabajadores
hombres y la continuidad de la exclusión
de las mujeres. Prudencia Ayala, pionera
sufragista, intentó sin éxito lanzarse a la
contienda por la presidencia de la república
y fue excluida por su triple condición de
mujer, indígena y madre soltera (Museo
de la Palabra y la Imagen, 2010). Situados
frente a la condición de género, la derecha
estaba constituida por aquellas fuerzas que
se oponían a las pretensiones de Ayala y se
resistieron fuertemente hasta que el avance en
los derechos políticos de las mujeres propició
el sufragio femenino limitado y, a partir de la
Constitución de 1950, universal.
3. La dictadura militar como coraza del
proyecto oligárquico
Con la llegada, el breve gobierno y
el derrocamiento del presidente laborista
Arturo Araujo, se conguró un escenario
de mayor nitidez ideológica. La derecha
dominante, defensora de la propiedad, la
patria, la religión y la familia, adoptaría una
forma política de dictadura militar de medio
siglo (1931-1979) con dos etapas y algunos
breves períodos de reacomodo: una de
dictadura militar personalista a través de la
gura de Maximiliano Hernández Martínez
(1931-1944) y otra de dictadura militar insti-
tucional a través de la gura de un partido
ocial: primero, el Partido Revolucionario de
la Unicación Democrática (PRUD) (1950-
1960) y, después, el Partido de Conciliación
Nacional (PCN) (1962-1979), que gobernó
hasta el golpe de Estado de 1979 (Artiga-
González, 2015)
6
.
El general Martínez llegó al poder a través
de un golpe de Estado en diciembre de 1931.
Gobernaría de manera déspota hasta su
derrocamiento en 1944. Su gura encarna
los valores más autoritarios de la sociedad
salvadoreña y se ha convertido en una especie
de mito
7
. En enero de 1932 estalló una
6 Para identificar el origen y desarrollo del autoritarismo en El Salvador, puede consultarse a Ching (2014).
7 Una mirada amplia de este período, conocido como “Martinato”, se puede encontrar en Monterrosa (2019).
insurrección indígena y el amante dictador
se inauguró con el genocidio de decenas de
miles de personas (Anderson, 2001). Este
hecho se convirtió con el tiempo en una inspi-
ración simbólica tanto para la derecha como
para la izquierda. Los primeros grupos que se
decantaron por la lucha armada a inicios de
los setenta y el frente único que se constituyó
como fuerza insurgente en 1980 adoptaron el
nombre del comunista Farabundo Martí, uno
de los fusilados tras la represión del 32. Por
otro lado, Alianza Republicana Nacionalista
(ARENA), el principal partido de derecha
de la guerra y la posguerra, abriría todas sus
campañas electorales en Izalco, bastión del
alzamiento indígena, por considerar que ahí
se puso freno a la amenaza del “comunismo
internacional”.
La dictadura personalista de Hernández
Martínez coincidió con otras del mismo signo
en Centroamérica: Jorge Ubico en Guatemala,
Tiburcio Carías en Honduras, Anastasio
Somoza en Nicaragua, cuya familia que
terminaría convirtiéndose en una dinastía.
El dictador salvadoreño cayó tras una movi-
lización general en 1944 (Parkman, 2003).
Le sucedieron hombres de su régimen y,
en 1948, un golpe de Estado denominado
“Golpe de los mayores” y miticado como
“La Revolución del 48” trajo consigo la
Constitución de 1950, que por primera vez
reconocía formalmente el papel del Estado en
el bienestar (Miranda, 2014) y que se conver-
tiría en el marco del proyecto conocido como
la modernización autoritaria (Lindo y Ching,
2017).
Iniciaba una era que como apuesta
socioeconómica impulsó un esquema de
industrialización por sustitución de impor-
taciones, como ocurría en otros países de
América Latina, aunque en una versión
ligera. El Gobierno se inspiraba en corrientes
desarrollistas y había un militarismo muy
marcado: la institución castrense gobernaba
a través del partido ocial PRUD (Partido
Revolucionario de Unicación Democrática)
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(Castro Morán, 1984). Los presidentes bajo
esa bandera fueron Óscar Osorio (1950-1956)
y José María Lemus (1956-1960). Tras la
euforia inicial, el “prudismo” fue haciéndose
cada vez más represivo y Lemus fue derro-
cado en 1960 por una junta cívico-militar
que incluía a miembros progresistas, pero
esta fue depuesta al cabo de unos meses y
se instauró un Directorio Cívico Militar, cuyo
líder, Julio Adalberto Rivera (1961-1967), fue
electo al año siguiente como presidente de
la República a través de un nuevo aparato
partidario de los militares: el PCN (Partido
de Conciliación Nacional). Le sucedió en el
cargo Fidel Sánchez Hernández (1967-1972),
quien presidió el país durante de la Guerra
de las Cien Horas contra Honduras, un
conicto que trajo consigo una repatriación
masiva de salvadoreños y una mayor presión
por reformas, particularmente la agraria. La
década terminó con el auge de demandas
obreras y magisteriales (Turcios, 2019).
La modernización autoritaria se presentaba
como la apuesta de una derecha que adoptó
la Doctrina de la Seguridad Nacional (DNS)
de los Estados Unidos, que servía de guía
a dictaduras militares a lo largo de América
Latina
8
. En la región también hubo una
oleada de corrientes ideológicas de transfor-
mación y El Salvador no fue la excepción.
Por un lado, destaca la Doctrina Social de la
Iglesia católica, que sirvió de inspiración al
Partido Demócrata Cristiano (PDC), fundado
en 1960, y que fue ocupando espacios polí-
ticos hasta convertirse en un serio competidor
del PCN. Tras gobernar varios municipios,
incluyendo la capital, en 1972 y 1977, parti-
cipó en las elecciones presidenciales bajo
la bandera de la Unión Nacional Opositora
(UNO), integrada también por el Movimiento
Nacional Revolucionario (MNR) y la Unión
Democrática Nacional (UDN), la cara legal
del proscrito Partido Comunista Salvadoreño
(PCS). Eran elecciones en donde el triunfo
8 Esta doctrina fue elaborada por Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría como una forma de designar
como amenaza al “enemigo interno”, como un correlato del “comunismo internacional” y combatirlo mediante
dictaduras militares y estrategias de contrainsurgencia fuertemente represivas. Para una historia de la DSN,
véase Velásquez (2002).
de los candidatos del partido ocial estaba
asegurado, ya sea mediante la intimidación o
el fraude. Los militares Arturo Molina y Carlos
Humberto Romero se impusieron fraudulenta-
mente a los aspirantes de la UNO en 1972 y
1977, respectivamente.
Durante esta época, el Gobierno militar
intentaba tomar cierta distancia de la oligar-
quía tradicional y apostaba por impulsar una
reforma agraria para evitar una situación de
descontento favorable al que consideraban
como el principal enemigo, “el comunismo”,
que se había convertido en la excusa perfecta
para la mencionada DSN. En este sentido, era
necesario modernizar el capitalismo, siguiendo
las recetas del desarrollo en boga, que incluían
alguna dosis de asistencia social a las clases
excluidas.
La derecha había optado desde inicios de
la década por la represión y paulatinamente
se fue resquebrajando el bloque dominante.
Durante décadas, la dictadura había sido
la garantía de los intereses de los grandes
propietarios. Así como la exclusión política
se tornaba un importante eje de conicto, la
disputa por la tierra denió el antagonismo
entre los terratenientes que se aferraban al
latifundio y los campesinos que demandaban
una reforma agraria. Los defensores del statu
quo recurrieron a fuerzas paramilitares como
la Organización Democrática Nacionalista
(ORDEN), que operaba en el campo, donde
se estaban desarrollando robustas organiza-
ciones populares, y llegó a tener un rol impor-
tante en la represión (Cabarrús, 1983).
Las diferencias en el seno de la derecha
aoraron entre los potentados y el presidente
Molina, que había comprometido el respaldo
de la Fuerza Armada a la reforma agraria.
Para dinamitarla y presionar al Gobierno a
retractarse de sus intenciones, se desató una
fuerte campaña de la Asociación Nacional de
la Empresa Privada (ANEP) y el Frente de
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Agricultores de la Región Oriental (FARO).
Finalmente, el Gobierno de Molina reculó
frente a la presión del capital (Ellacuría,
1991).
La segunda mitad de la década, la crisis
política arreciaba. Varias organizaciones
armadas de izquierda ya operaban para
ese momento y cometieron secuestros y
asesinatos de prominentes potentados. La
violencia de las fuerzas estatales y paraesta-
tales estaba ya desatada con el asesinato y
la desaparición de campesinos, estudiantes,
religiosos y políticos de oposición. La dicta-
dura, reticente a la apertura democrática y al
respeto de los derechos humanos, no esca-
timaba esfuerzos para retener el poder por
la vía represiva. El triunfo de la Revolución
sandinista en la vecina Nicaragua planteó
un dilema serio para distintos sectores que
temían un desenlace similar y, el 15 de
octubre de 1979, un grupo de militares
jóvenes derrocaron a Romero e instauraron
un Gobierno cívico-militar conocido como
Junta Revolucionaria de Gobierno
9
.
4. Conflicto armado interno
y la derecha como proyecto
contrainsurgente
Frente al golpe de Estado, la vieja derecha
quedó desarticulada. Un ocial de inteligencia
llamado Roberto d’Aubuisson trabajaba
para la dictadura en la Agencia Nacional
de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL). El
militar, con grado de mayor, tenía acceso de
los archivos con información sobre opositores
políticos y a su salida del Gobierno conservó
esa información para sus nes paramilitares
como fundador de los llamados “escuadrones
de la muerte”, que protagonizaron una oleada
de asesinatos, incluido el del arzobispo de
San Salvador Óscar Arnulfo Romero un 24
de marzo de 1980 mientras ociaba misa
(Comisión de la Verdad, 1993; Ramírez,
2017).
9 Una exposición detallada de la proclama militar y del programa de emergencia que acompañó el golpe pue-
de encontrarse en Guerra y Guerra (2009).
El prelado católico había observado con
preocupación la persecución contra religiosos
y laicos que había segado en 1977 la vida de
su amigo cercano el sacerdote jesuita Rutilio
Grande. Su labor pastoral le llevó a defender
los derechos humanos a través del Socorro
Jurídico del Arzobispado, sus cartas pasto-
rales y sus prédicas. La Iglesia católica había
formado históricamente parte de la derecha
social del país, aliada con militares y terrate-
nientes en la conservación del statu quo. Pero
los vientos de cambio habían venido soplando
desde los años sesenta y trajeron consigo un
mensaje cristiano con opción preferencial por
los pobres, algo que para la extrema derecha
era comunismo sin más. Había campos
pagados donde se externaba una propaganda
virulenta contra los curas “rojos” y se difundió
una campaña con la consigna “Haga patria,
mate un cura”, que tuvo su pináculo con el
magnicidio.
La Junta Revolucionaria de Gobierno que
se conformó tras el golpe del 79 había venido
virando hacia la derecha. Inicialmente estaba
compuesta por dos militares —uno más
conservador, otro más reformista— y civiles
progresistas que renunciaron ante la imposi-
bilidad de frenar la represión. Miembros de
una Democracia Cristiana más derechizada
entraron a la Junta y José Napoleón Duarte,
exalcalde de San Salvador y excandidato
presidencial, asumió un rol de liderazgo. Se
aprobaron una reforma agraria y la naciona-
lización de la banca y del comercio exterior
como medidas que buscaban, por un lado,
debilitar a la oligarquía tradicional y, por
otro, quitar banderas de lucha a la insur-
gencia. Antes de ser asesinado por la extrema
derecha, el arzobispo Romero emitió su juicio:
“De nada sirven las reformas si van teñidas
con tanta sangre” (Romero, 2016).
Tras una década de violencia política
extrema, 1980 fue el año considerado como
el que abrió la guerra civil. En octubre, los
diversos grupos armados de izquierda se
aglutinan en el Frente Farabundo Martí para
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la Liberación Nacional (FMLN). Por primera
vez en la historia del país, las distintas dere-
chas se enfrentan a la mayor amenaza desde
la insurrección de 1932, de la que la guerrilla
extrae su inspiración simbólica, expresada en
el nombre de su organización armada y de sus
frentes de lucha. Entre 1981 y 1984, el terro-
rismo de Estado llegó a su máxima expresión.
En esos años, las Fuerzas Armadas come-
tieron masacres campesinas de gran calado,
como la masacre del Mozote, donde fueron
asesinadas unas mil personas, de las cuales un
porcentaje importante eran menores de edad,
incluidos bebés, y la masacre del Sumpul, con
cientos de víctimas mortales (Comisión de la
Verdad, 1992).
La derecha se complejiza por aquellos
años. Estaba muy presente en los aparatos
militares y paramilitares del Estado. Hizo
acciones de calle a través de la Cruzada Pro
Paz y Trabajo que junto al Frente Amplio
Nacional (FAN) fueron el embrión de Alianza
Republicana Nacionalista (ARENA), fundada
en 1981, y que obtuvo una importante cuota
de poder tras las elecciones a la Asamblea
Constituyente de 1982, de la cual el fundador
y líder máximo del partido, d’Aubuisson,
se convirtió en presidente. Álvaro Magaña,
propuesto por los sectores empresariales, se
convirtió en presidente provisional durante el
periodo de 1982-1984, hasta las elecciones
presidenciales de 1984, en las que Duarte
(1984-1989) derrotó a d’Aubuisson y se
convirtió en el administrador del proyecto
contrainsurgente dirigido desde Washington.
En 1983, con apoyo estadounidense, emergió
la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo
Económico (FUSADES), que desde ahí se
convirtió en el principal tanque de pensa-
miento de la derecha y fue el entronque
intelectual entre el ideario desarrollado por
los “Chicago Boys” y los planes de gobierno
de los Gobiernos de ARENA a partir de 1989,
de marcado cuño neoliberal (Valdez, 2015)
10
.
La administración Duarte gobernó con
dicultades durante el período del conicto
10 Para una mirada histórica, conceptual y programática del neoliberalismo, véase Harvey (2007).
armado y se enfrentó tanto a paros empre-
sariales y ataques en los medios de comuni-
cación de derecha, por un lado, como a la
izquierda armada, por otro. Gozó de mayoría
legislativa durante el período 1985-1988,
pero la perdió en la legislatura 1988-1991
frente a la derecha partidaria conformada por
ARENA y PCN, con quienes tuvo relaciones
conictivas durante su año nal de mandato
(Miranda, 2006). En 1989, Alfredo Cristiani,
un prominente empresario que representaba
a la vez los intereses de la vieja oligarquía
así como a una nueva generación del sector
privado, ganó la presidencia e impulsó una
serie de reformas en sintonía con el neolibe-
ralismo triunfante, como la privatización de la
banca, que permitió consolidarse a un nuevo
bloque hegemónico empresarial (Paniagua,
2001; Lungo 2009). Fieles al credo neoliberal,
la ola privatizadora se extendería al máximo:
producción de energía, telefonía, pensiones.
Se sumarían políticas como la liberalización
comercial y la dolarización, entre otras, para
completar el cuadro de dos décadas de
Gobiernos de ARENA.
Con Cristiani la derecha retoma el poder
político. Desde 1931, tuvo que cederlo a los
militares para conservar su poder social. El
quiebre de 1979 trae consigo reformas que
perjudican sus intereses, si bien estas eran
una especie de salvaguarda del capitalismo en
momentos en que la revolución socialista era
vista como opción. Sin embargo, la caída del
Muro de Berlín en 1989 terminó limitando las
aspiraciones guerrilleras a la democratización
del país, de acuerdo con la hoja de ruta esta-
blecida en las negociaciones para la rma de
los Acuerdos de Paz. La sucesión en el lide-
razgo de ARENA, que pasa de un paramilitar
a un gran empresario es sintomático de una
transformación más amplia de la derecha que,
sin embargo, no dejará de rendir tributo a su
fundador.
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Estudios Centroamericanos
Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
5. Los Acuerdos de Paz y una nueva
hegemonía de la derecha
Luego de años de desgastante y sangrienta
guerra civil, el FMLN, que portaba la bandera
de la izquierda política, y el Gobierno de
ARENA de derecha, que representaba los
intereses de los grandes empresarios y el
ejército, negociaron una salida política al
conicto y rmaron los Acuerdos de Paz.
Surgen instituciones nuevas como el Tribunal
Supremo Electoral, la Procuraduría para
la Defensa de los Derechos Humanos y la
Policía Nacional Civil. Se realiza una reduc-
ción y depuración de las Fuerzas Armadas,
que habían servido de sostén del proyecto
hegemónico de la derecha. Son eliminados
los Batallones de Infantería de Reacción
Inmediata y los cuerpos de seguridad pública:
Policía Nacional, la Policía de Hacienda y la
Guardia Nacional, involucrados en graves
crímenes. Se aseguró la incorporación política
de los exguerrilleros y el goce sin sesgo de los
derechos políticos de la población.
Durante los cerca de treinta años que han
transcurrido desde la rma de la paz a la
fecha en que se escribe este texto, la derecha
en general ha mantenido la hegemonía en
cuanto a resultados electorales se reere. Las
elecciones de 1984 y las de 1985, aun cuando
no fueron libres —en plena guerra civil y en
el marco de una violencia política extrema—,
signicaron un primer avance en el proceso
de la normalización de la política a través de
elecciones más o menos transparentes y perió-
dicas (véase Ellacuría, 1984, para un análisis
del carácter democrático de las elecciones de
ese año). Al estar la izquierda excluida de la
competencia, la representación política era
ejercida por partidos de derecha moderada
o extrema. Podría argumentarse que el PDC
11 ARENA no ganó las elecciones legislativas de 1985, 2006 y 2009. En todas ellas, quedó en segundo lugar
respecto del partido más votado, que fue el PDC en 1985 y el FMLN en los otros años. Luego, perdió las
elecciones presidenciales de 2009, 2014 y 2019. Volveremos más adelante sobre el significado de estas tres
derrotas consecutivas, especialmente la de 2019, para la realidad política actual de la derecha en El Salvador.
12 Este recuento no toma en cuenta a los candidatos no partidarios que desde 2012 pueden participar en las
elecciones legislativas como independientes. Además, se consideran independientes los partidos que partici-
pan en cada elección, aun cuando pudieron haber mantenido el mismo nombre.
13 Este análisis no toma en cuenta los casos de partido de centroderecha.
era de izquierda, pero probablemente esto
podría decirse de determinados segmentos
del partido hasta 1980, cuando su giro hacia
la derecha era inconfundible.
Sucediendo al PDC, ARENA se convirtió
en el principal portaestandarte de la derecha
después de los Acuerdos de Paz. Mantuvo
durante 20 años ininterrumpidos el control
del Ejecutivo, entre 1989 y 2009, y ganó la
mayoría de las elecciones legislativas
11
(9 de
12) disputadas desde entonces y todas las
municipales. Pero, a pesar de esta hegemonía
de ARENA, siguieron presentes otras expre-
siones políticas de la derecha, que obtenían
resultados electorales decentes que permitían
considerarlos como una opción importante
para un grupo nada despreciable de la
población.
Al sumar la oferta partidista de todas las
elecciones ocurridas en El Salvador, desde
1984 hasta 2019, se encuentra que 152
partidos han participado en las 20 elecciones
presidenciales, legislativas y municipales
celebradas desde entonces.
12
De estos 102
partidos, 70 pueden ser considerados como
pertenecientes a la derecha política.
13
Si se
consideran solamente las elecciones cele-
bradas después de los Acuerdos de Paz, es
para tomar en cuenta el hecho de que la
izquierda recién a partir de esa fecha pudo
competir libremente en las elecciones; 102
partidos en total compitieron en los 15 comi-
cios celebrados. Igualmente la presencia de
la derecha sigue siendo dominante en el
período: el 61 % de los partidos podían cata-
logarse como de derecha.
El conjunto de los partidos de tendencia
ideológica de derecha captó el 57.5 % de los
votos en elecciones legislativas y el 56.8 %
en elecciones presidenciales. La diferencia
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amor a ideológica
en el éxito electoral de partidos de derecha
y de izquierda aumenta en proporciones
mucho más importantes si se suman los
resultados de centroderecha con la derecha.
El dominio electoral sobrepasa los 70 puntos
de promedio. Los resultados electorales mues-
tran el éxito sin apelación de las derechas en
las contiendas electorales, tendencia que se
mantuvo creciente durante todo el período,
incluso en circunstancias de claro avance
electoral de la izquierda.
Se ha argumentado más arriba que, a
pesar de ciertas diferencias super ciales, la
derecha salvadoreña se ha mantenido unida
en lo más esencial: la defensa de los intereses
de las clases dominantes. Se han registrado
divergencias respecto de la mejor estrategia
para promover estos intereses. Por ejemplo,
la derecha liberal decimonónica se mostraba
reacia al papel de la Iglesia católica en la
vida del país; propugnaban alguna versión
de democracia liberal, aunque fuera censi-
taria. En el siglo XX, se dividieron respecto
de quienes apoyaban el régimen dictatorial
personalista y aquellos que pensaban que
había que institucionalizar el régimen autori-
tario, aunque siguiera siendo controlado por
los militares. Igualmente, había quienes creían
que había que consentir algún esfuerzo de
integración de los grupos subalternos urbanos
para evitar estallidos revolucionarios incon-
trolables, frente a aquellos que se cerraron
a cualquier tipo de cambio, por mínimo que
fuera, y que estaban convencidos de que la
represión era el único camino en contra de la
llamada amenaza comunista.
El triunfo de las líneas más duras, de aque-
llos que se oponían a los cambios económicos
y políticos demandados, derivó en una guerra
cruenta de dos décadas que dejó miles de
asesinados, desaparecidos y desplazados.
La rma de los Acuerdos de Paz, en cierta
medida, dio la razón a quienes creían que
cierta dosis de liberalismo político no era
incompatible con el sistema. Sin embargo,
¿cómo ha evolucionado el comportamiento
de la derecha en el período posacuerdos de
paz? Esta discusión no se ha abordado en el
período de posguerra.
Sin embargo, hay su cientes evidencias
que muestran que, con el tiempo, la derecha
ha evolucionado. Si bien se han mantenido
las premisas de que está conformada de
grupos más cercanos a los intereses econó-
micos de las élites, también se ha notado que
las necesidades y ambiciones electorales de
171
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
sus líderes han afectado su comportamiento,
prioridades y estrategias. ARENA ha liderado
la derecha en este período y ha sido la que
ha cosechado más éxito en materia electoral.
Aun cuando sus éxitos legislativos no podían
haberse concretado sin la concurrencia del
PCN y el PDC, estos partidos han mostrado
una erosión de su identidad ideológica que
los ha llevado a ser bastante prácticos y tran-
saccionales en sus interacciones con el FMLN.
Koivumaeki (2014) asocia el éxito incon-
testable de ARENA en estas elecciones a una
combinación con maestría de los siguientes
elementos: su capacidad de usar la retórica
anticomunista de la guerra, la sofistica-
ción profesionalísima con que maneja sus
campañas, la capacidad de desarrollar valen-
ce-issues y el hecho de contar con una tupida
red clientelar. Sin embargo, aun cuando es
evidente que ARENA ha sido el partido de
derecha más exitoso en la posguerra, como
han mostrado los datos, es la derecha salva-
doreña en general la que ha dominado los
procesos electorales.
Pero cuando se revisa la caja de herra-
mientas usada por estos partidos, no se
encuentra necesariamente la combinación de
los elementos identicados por Koivumaeki
(2014). Es más, ni siquiera aparece claro que
ARENA sea un partido clientelista, al menos
en lo que a elecciones de alcance nacional
se reere. Un análisis de las campañas elec-
torales presidenciales y legislativas muestran
más bien un partido muy ideológico, inte-
resado en destacar sus antipatías frente al
comunismo, sus sólidas bases cristianas y
deseo de mantener una relación privilegiada
con los Estados Unidos, donde viven la
mayoría de los migrantes salvadoreños.
En realidad, el éxito de ARENA se basó
en una doble estrategia. A nivel nacional,
destacan sus raíces anticomunistas, la anti-
patía contra el FMLN y su anidad con los
inuyentes sectores empresariales (ANEP) y
los medios de comunicación de mayor circu-
lación en una campaña electoral manejada
por profesionales de mucha experiencia. Esta
estrategia funcionó bien a nivel nacional en
elecciones presidenciales y las circunscrip-
ciones más grandes (Alfaro, 2019), donde
de hecho se elegían la mayoría de los dipu-
tados de ARENA. En cambio, a nivel local,
en las circunscripciones pequeñas, donde
importa más el contacto personal y el conoci-
miento del terreno, los resultados de ARENA
dependían más de las redes clientelares que
pudieran montar y sostener a los candidatos
(Sarmiento, 2019; Menéndez, 2020).
Los otros partidos de derecha, como
PDC, PCN y el partido Gran Alianza para
la Unidad Nacional (GANA), en cambio,
optaron por una estrategia que destaca las
redes clientelares propias de sus miembros
electos y de colaboración interesada y opor-
tunista con cualquiera de los dos actores
político-partidarios más grandes durante las
tres décadas posteriores a los Acuerdos de
Paz, ARENA o el FMLN, que les pudieran
asegurar sucientes recursos para garantizar
el sostenimiento de sus redes clientelares en
sus circunscripciones. La literatura sobre los
partidos en El Salvador no suele destacar este
doble juego de los actores más pequeños de
la derecha. Sin embargo, es fundamental para
entender su supervivencia. A continuación,
analizamos brevemente la trayectoria del
PDC, el PCN y GANA en la posguerra, para
mostrar la pertinencia de este argumento.
El PCN es el partido más longevo de los
que conforman la derecha histórica salva-
doreña. Ya se había apuntado que todos
los presidentes de la República, desde 1962
hasta el golpe de Estado de 1979, eran
militares que provenían de este partido. Si
bien el golpe y la creación y pronto éxito
electoral de ARENA relegaron a un segundo
plano al PCN, retuvo una adhesión electoral
importante, que lo situó como el partido
bisagra que necesitaba ARENA para constituir
mayoría en el parlamento (Reserve, 2003;
Artiga, 2015).
A pesar de este claro anclaje a la derecha
del PCN, que los dirigentes del partido se
complacen en repetir y que se materializa
en votos y alianzas electorales con ARENA
en las elecciones presidenciales de 2009 y
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
2019, también el partido mostró mucha exi-
bilidad para acompañar al FMLN cuando era
conveniente para la fortuna electoral de sus
dirigentes. Por ejemplo, durante las moviliza-
ciones sociales en contra de la privatización
de la salud al principio de la década del 2000,
los dirigentes del PCN no dudaron en apoyar
iniciativas legislativas, impulsadas por el
FMLN, que contrariaban a su aliado ARENA.
Posteriormente, el PCN ofreció apoyo legisla-
tivo puntual al FMLN durante 2009 y 2019,
al mismo tiempo que sus dirigentes hacían
pactos para competir en una coalición con
ARENA.
El PDC, ganador de las elecciones legis-
lativas y presidenciales de 1984 de la mano
de José Napoleón Duarte, había sido creado
en 1960 como un esfuerzo de jóvenes inte-
lectuales de clase media, inuenciados por la
Doctrina Social de la Iglesia católica (Zamora,
1998), expresada en encíclicas papales como
Rerum novarum, Quadragesimo anno y Mater
et magistra y Pacem in terris (Williams y Seri,
2003). Si bien que este partido se presentó
con una ideología que buscaba la equidis-
tancia entre la izquierda y la derecha,
14
la
fuerza de los eventos políticos locales pronto
lo obligó a situarse en uno de los ejes de la
polarización, que lo llevó a alianzas con la
izquierda y después con la derecha, posterior
a los Acuerdos de Paz de 1992 (Zamora,
1998)
15
.
14 Duarte planteaba en estos términos la vocación del PDC: “Nosotros, los demócrata cristianos, nos oponíamos
a las mismas fuerzas hegemónicas que la izquierda atacaba [en el caso de El Salvador, la oligarquía, la Fuer-
za Armada y los Estados Unidos], pero planteábamos una solución distinta. Nuestra ideología se fundamenta
en una revolución democrática. Los cambios habrían de ser graduales y selectivos, eliminando todos los
aspectos perjudiciales y perniciosos del «statu quo» al tiempo que se reformasen los elementos reacciona-
rios. La economía se basaría en los principios de la libre empresa y de la libre asociación, siendo el gobierno
el director y promotor de una sociedad más justa para todos, incluidos los trabajadores y los campesinos.
La Fuerza Armada debería proteger los intereses nacionales y no los de determinados grupos. Y cuando se
logre que los Estados Unidos comprendan que su apoyo a las democracias puede servir a sus propios inte-
reses, entonces la gran nación del norte dejaría de ser para nosotros un problema. Podría incluso contribuir a
nuestra solución” (Duarte, 1986, p. 71).
15 Véase Ellacuría (1984, pp. 9-10), para una discusión sobre la paradoja de la experiencia internacional del
PDC como partido de derecha y las acusaciones que recibía en El Salvador, particularmente durante las
elecciones de 1984, como partido proclive a ideas de izquierda.
16 Además, como destacan Williams y Seri (2003), una de las principales características del PDC y que también
ayuda a explicar sus pobres resultados electorales después de los Acuerdos de Paz, es la falta de una defi-
nición ideológica clara. Tiene una historia de alianzas, tanto con sectores reformistas de izquierda como de la
derecha más cercana a los militares.
De modo que hoy, en El Salvador, poco
queda en el imaginario colectivo del PDC de
las elecciones presidenciales de 1984, que se
asociaba con el cambio. A partir de 1994,
pasó a ser identificado como un partido
de derecha, más cercano a las posiciones
conservadoras defendidas por ARENA que
a las ideas transformadoras que enarboló al
principio de su fundación y que lo catapul-
taron a su triunfo electoral más importante
con el control del Ejecutivo en el ecuador de
la década de 1980.
Los estudios del PDC de la posguerra
(Ferrari, 2020) han destacado más este
cambio a la derecha. Sin embargo, también
hay que subrayar que la estrategia electoral de
PDC ha sido doble.
16
Por un lado, ha privile-
giado sus apoyos y alianzas con ARENA, pero
al mismo tiempo se ha mostrado cercano al
FMLN, tanto para apoyar iniciativas legisla-
tivas suyas entre 2009 y 2014, como también
para hacer alianzas a nivel local. También se
han observado instancias en que dirigentes
locales del PDC se pasan a las las del FMLN
y, viceversa, del FMLN que se pasan al PDC.
El partido GANA fue fundado en 2010,
como escisión de ARENA, luego de que
este perdiera las elecciones presidenciales
de 2009. En octubre de ese año, doce dipu-
tados anes al expresidente arenero Antonio
Elías Saca, al que se unirían otros dos meses
173
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
más tarde, decidieron emprender el camino
de la fundación de este nuevo partido. No
quedaba duda de la liación ideológica del
partido, sin embargo pronto sus dirigentes
se enlistaron como el apoyo del, a la sazón,
nuevo Gobierno de izquierda, para garantizar
una mayoría cómoda de este partido en la
Asamblea Legislativa. Esta coalición tácita
duró hasta 2019, cuando GANA se convirtió
en el vehículo para la candidatura presidencial
del actual presidente Nayib Bukele. Como se
había visto previamente, en los casos de PDC
y PCN, la ideología derechista no fue impedi-
mento para el mantenimiento de la alianza de
GANA con el FMLN.
Lo reseñado sobre el comportamiento
de la derecha salvadoreña se explica, en
parte, por su capacidad de convencer a sus
electores de que es perfectamente aceptable
propugnar valores asociados a la derecha a
nivel nacional y al mismo tiempo aliarse con
el partido de izquierda para llevar benecios
directos y personales a las personas que
habitan los municipios de inuencia de los
legisladores del partido.
Además, cabe destacar, a falta de un
estudio más preciso sobre la vida interna de
estos partidos, que son organizaciones mera-
mente electorales que subsisten solamente
para garantizar la elección de sus líderes. Su
fortaleza es básicamente territorial. Sus legis-
ladores se eligen en mayoría en circunscrip-
ciones pequeñas donde importan el carisma,
el anclaje local y la capacidad del legislador
para resolver problemas concretos de los
votantes. Se ajustan perfectamente a lo que
en la literatura se conoce como partidos de
cuadros, cuyo propósito es la elección de sus
líderes y la distribución de bienes particulares
a sus cercanos (Gunther & Diamond, 2001,
2003; Katz & Mair, 1995; 2002).
6. La derecha salvadoreña actual y las
perspectivas para los próximos años
Durante la mayor parte de la posguerra, la
política salvadoreña funcionó en torno a dos
polos (Artiga-González, 2015; Artiga-González
et al., 2007; Reserve, 2003): en uno estaba el
FMLN y en otro, ARENA. Alrededor de este
orbitaba un conjunto de partidos que siempre
concentró más del 70 % del electorado. La
elección de Nayib Bukele como presidente
de la República en las elecciones de 2019
rompió la hegemonía que ARENA y el FMLN
detentaban sobre el sistema de partidos de
la posguerra. La historia registrará que quien
terminó con la bipolaridad del sistema fue un
político proveniente del FMLN, que se postuló
a la presidencia como miembro del partido de
derecha que se fundó con legisladores prove-
nientes de las las de ARENA en 2010.
La elección de Bukele a la presidencia
dejó planteada la interrogante sobre el futuro
próximo del sistema político salvadoreño y
de la derecha en particular, para hablar del
objeto de estudio en este artículo. El éxito
de Bukele se construyó sobre el rechazo
explícito del electorado a un sistema político
cuyos principales representantes, ARENA y
el FMLN, se mostraron incapaces de resolver
los problemas más sentidos de la población.
El nuevo presidente destacó en su campaña
la corrupción y la insensibilidad de las élites
políticas de los partidos mayoritarios para
satisfacer las demandas de la población.
Su éxito plantea por el momento retos
diferentes para los actores más inuyentes
de la derecha en la posguerra. Por un lado,
coloca para ARENA el desafío de su supervi-
vencia como actor central de la derecha en el
país. Aun cuando el presidente obtuvo mayor
apoyo electoral de antiguos votantes que de
ARENA, es un hecho que desde el inicio de
su Gobierno el presidente Nayib Bukele se ha
escorado más a la derecha que a la izquierda.
Desde 1962, la experiencia ha demostrado
que el partido que pierde una elección presi-
dencial en El Salvador no ha vuelto a ocupar
el Ejecutivo. Desde la derecha, los relevos han
sido denitivos y el partido relevado ha sido
condenado al ostracismo o a la desaparición,
como sucedió cuando el PCN reemplazó al
PRUD en 1962, el PDC a aquel en 1984
y ARENA a este en 1989. Artiga-González
(2000) ha notado que las instituciones, la polí-
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
tica y el contexto han desempeñado un papel
preponderante en la caracterización de los
sistemas de partidos en Centroamérica. Queda
por ver de qué manera estos elementos con-
gurarán la identidad de los partidos, en este
caso de ARENA, en los años venideros.
De momento, cabe destacar que la
irrupción de Bukele aceleró el proceso de
descomposición interna de ARENA; proceso
que empezó, como se veía, desde 2009 y
que ha tenido períodos de mayor o menor
aceleración desde entonces. Es claro que
Bukele apuesta por profundizar en el debilita-
miento de este partido, a cuyos líderes acusa
nominalmente de corrupción y de toda clase
de delitos. Algunos diputados y dirigentes de
ARENA han seguido este llamado para entrar
en rebelión en contra de su partido o alguna
franja del mismo.
La supervivencia del partido en los
próximos años dependerá de la manera
como enfrenta la doble tarea de renovar sus
cuadros y encontrar una razón de ser, más
allá de su conocido furor anticomunista. En
efecto, el principal problema para la identidad
de ARENA viene del debilitamiento ideoló-
gico del FMLN. Al mostrar este partido que
durante sus 10 años de gobierno estaba lejos
de la imagen de anticapitalista, proaborto,
antirreligioso y anti-Estados Unidos que decía
ARENA combatir, cuestiona la razón de ser de
quien había construido su identidad en torno
a estos supuestos.
17 Desde 2016, ARENA ha tenido cinco presidentes del Consejo Ejecutivo Nacional de ARENA (COENA). La
media de duración en el cargo ha sido de menos de un año, cuando estatutariamente este se ostenta por tres
años.
18 Véase la columna del presidente en el Miami Herald, titulada “El Salvador will fight corruption, violence for the
good of its citizens”, publicada el 15 de febrero de 2020, solo seis días después de su intento golpista contra
la Asamblea Legislativa: https://www.miamiherald.com/opinion/op-ed/article240321126.html . Su aparición en
Fox News, medio de extrema derecha que fue muy afín a la administración Trump, tuvo lugar el 17 de marzo
de 2021, en medio de una grave crisis migratoria y de críticas hacia su gestión de parte de senadores demó-
cratas. La entrevista se encuentra disponible en https://video.foxnews.com/v/6241124503001#sp=show-clips.
Como corolario del distanciamiento entre el mandatario salvadoreño y el nuevo gobierno estadounidense, se
produjo un acercamiento a la República Popular China. Tanto la relación con EUA como con China habían
sido una fuente de diferencias entre ARENA y el FMLN. El primero se mostraba cercano del país norteame-
ricano, al tiempo que acusaba a su rival de amenazar las buenas relaciones con la potencia. A la vez, los
gobiernos areneros tenían relaciones diplomáticas y político-ideológicas con Taiwán bajo el esquema de la
Durante las elecciones de 2014 fue la
última vez que ARENA usó la retórica antico-
munista para movilizar a sus electores. Estuvo
a punto de obtener la presidencia, al remontar
en segunda vuelta un décit de más de 10
puntos para situarse a escaso medio punto
porcentual del candidato del FMLN. Desde
entonces, el partido ha profundizado su debi-
litamiento. El COENA, la máxima instancia
organizacional de decisión dentro del partido,
se ha ido deslegitimando progresivamente, al
ser cuestionado tanto por sus militantes de
base como por sus dirigentes electos. Como
corolario de ello, ha experimentado una fuerte
inestabilidad interna que se maniesta en la
renuncia de los presidentes del COENA antes
de concluir su mandato.
17
Con respecto a Bukele, quien obtuvo votos
tanto de la izquierda como de la derecha
bajo el discurso de que su propuesta iba más
allá de estas categorías, había recurrido a un
discurso antineoliberal dentro del FMLN y
había mostrado abierta simpatía hacía líderes
de izquierda. Sin embargo, una vez electo,
tuvo su primera gran aparición en público
en uno de los tanques de pensamiento más
conservadores de Estados Unidos, The
Heritage Foundation, donde proclamó su
adhesión al credo de la libre empresa y el
Estado mínimo (Heritage Foundation, 2019).
Pronto se convirtió en un aliado de la política
antimigrante de Donald Trump y se decantó
por hablarle a un público más de derecha en
ese país a partir de apariciones en medios
como el Miami Herald y Fox News.
18
Ha
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
enfatizado el n de las ideologías al mismo
tiempo que ha evitado hablar de temas redis-
tributivos y de derechos humanos largamente
postergados, como el derecho humano al
agua (su bancada engavetó la ley que tenía
años discutiéndose con una diversidad de
actores y ha prometido su propia legislación
de incierta orientación); no ha mostrado una
postura decidida en cuanto los derechos de
las mujeres (de hecho tiene entre sus aliados
a figuras abiertamente misóginas) y ha
omitido alterar el statu quo ante la extrema
penalización del aborto en todas las circuns-
tancias, cuya perpetuación ha sido defendida
a ultranza por la derecha tradicional, sin bien
también hay grupos derechistas que en los
últimos años han abogado por la despenali-
zación en determinadas causales.
Con todo, el discurso de Bukele no deja
de ser ambiguo, caracterizado por un discur-
sivo posideológico. Sin embargo, donde sin
ambages muestra un perl ultraderechista ha
sido en temas religiosos y en el papel protagó-
nico que otorgado a la Fuerza Armada como
coraza del régimen autoritario que él dirige.
Desde el inicio, el mandatario enarboló una
bandera militarista y ha promovido la parti-
cipación de militares no solo en políticas de
seguridad pública, como ya lo habían hecho
sus predecesores, sino en temas que no son
de naturaleza militar como el agua, la salud o
la amenaza de una plaga de langostas. Incluso
utilizó al ejército para ocupar la Asamblea
Legislativa como medida de presión para que
los diputados aprobaran fondos para forta-
lecer el aparato militar y de seguridad, aunque
perfectamente cabe interpretarlo como un
intento de autogolpe. En un contexto plagado
de llamados de los propagandistas ligados
al ocialismo para quitar a los diputados,
Bukele entró al recinto legislativo, hizo una
oración en la silla del presidente de ese
órgano del Estado y salió a decir a sus segui-
diplomacia de la chequera y no fue sino hasta el segundo gobierno del FMLN cuando se rompieron para esta-
blecerlas en su lugar con el gigante asiático.
19 Un amplia cobertura y cronología de los acontecimientos del 9F puede encontrarse en el especial de la
Revista Factum y El Diario de Hoy “El retorno de los fusiles”, disponible en https://www.revistafactum.com/
homepage-2/9f-el-retorno-de-los-fusiles/.
dores que había hablado con Dios, quien le
había pedido paciencia y un plazo mayor
a los legisladores para que resolvieran las
cuestiones demandadas por el Ejecutivo.
19
El
discurso religioso ha estado presente no solo
en el presidente, sino también en los cuerpos
de seguridad: durante la pandemia, patrullas
de la policía rondaban las colonias con las
prédicas cristianas a viva voz, y también la
Fuerza Armada ha organizado y publicitado
actividades religiosas en sus recintos. Se trata
de la misma institución castrense que ha
obstaculizado a la justicia en casos como la
masacre del Mozote, y de la misma policía
involucrada en ejecuciones extrajudiciales y
otros delitos. En el actual contexto regional y
global, la fórmula compuesta por un régimen
autoritario, el amplio despliegue hombres
armados de diversa liación y un discurso
religioso conservador han sido típicos de la
extrema derecha.
Un sector que fue clave en la estruc-
turación y la estabilidad de los partidos
de derecha en El Salvador en el período
pos-Acuerdos de Paz habían sido los empresa-
rios a través de ANEP y FUSADES. Estas enti-
dades invirtieron muchos recursos económicos
y humanos en ARENA. De paso, obtuvieron
del partido la promoción desde el Ejecutivo
de sus intereses económicos más importantes.
España-Nájera (2009) sostiene que, primero,
el miedo al triunfo militar y luego al dominio
electoral, a partir de 1994, del FMLN, motivó
esta inversión.
Sin embargo, la llegada de Bukele al
poder amenazó esta alianza sin sura entre
los grandes empresarios y ARENA. En primer
lugar, serían ya 10 años desde que los empre-
sarios no contaban con un interlocutor propio
en el Ejecutivo que respondiera directamente
a sus intereses, si bien en las cuestiones de
fondo tampoco habían sido amenazados ni
tocados sus enormes privilegios. Es de esperar
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
que piensen en estrategias para lograr una vía
de diálogo uido con el nuevo ocupante del
ejecutivo. Bukele, por su lado, no escondió
su interés en deslegitimar públicamente a los
empresarios asociados a ARENA. Desde su
llegada al Ejecutivo, ha usado el púlpito de la
presidencia para recriminarles sus lazos histó-
ricos, ha atacado a la dirigencia de la ANEP
y ha iniciado esfuerzos para negociar directa-
mente con algunos de los más grandes propie-
tarios del país. El hecho de que potentados
como Murray Meza, exdirigente del COENA;
Roberto Kriete; Ricardo Poma y Francisco
Calleja, nancistas conocidos de ARENA, se
hayan reunido con Bukele muestra una reedi-
ción de la vieja política del picaporte,
20
que les
da a los principales capitalistas acceso directo
a la toma de decisiones y la continuidad de
un canal privilegiado de relación con el poder
político que siempre han buscado, con mayor
o menor grado de éxito.
Hasta el momento, el Gobierno ha sido
muy favorable a conceder permisos a grandes
empresas ligadas al gran capital tradicional
para proyectos que dañan el medio ambiente
(Amaya, 2020). En casos como el de las
trabajadoras despedidas de la fábrica Florenzi,
el Ministerio de Trabajo y Previsión Social
no ha mostrado una postura favorable a las
afectadas, y, en este tipo de casos, cualquier
omisión beneficia a la patronal (Álvarez,
2021). El conicto capital-trabajo es uno de
esos que históricamente permitió identicar
ideológicamente a los partidos y Gobiernos
tanto de derecha como de izquierda.
Queda por ver en los próximos años si
las fuerzas sociales de derecha siguen apos-
tando por un solo actor político clave o si
diversican sus apuestas en función de la
coyuntura. Cabe notar que España-Nájera
(2009) ha argumentado que una estrategia
similar en Guatemala ha llevado a una debi-
lidad extrema de su sistema de partidos y a
lo que se conoce como “partidos sin sistema”
(Sánchez, 2009).
20 Véase Segovia (2005).
Los partidos minoritarios como el PDC,
PCN y GANA habían tenido históricamente
capacidad de adaptación a las sucesivas
coyunturas. Llevan bastante años aplicando
una estrategia en donde la organización parti-
daria y la ideología desaparecen para dar
paso a un pragmatismo transaccional. Estaban
acostumbrados a privilegiar los intereses de
sus líderes locales, su capacidad para aportar
soluciones concretas a sus votantes, a partir
de recursos obtenidos del aparato central
estatal y distribuidos a través de sus redes
clientelares.
A dos años de la inauguración del
Gobierno de Bukele, la estrategia de GANA
había ido en la línea de apoyar incondicio-
nalmente al Gobierno. GANA era de hecho
el partido ocialista, en ausencia de Nuevas
Ideas; pero, tras las elecciones de 2021,
el partido fundado del presidente domina
de forma avasalladora las decisiones en la
Asamblea Legislativa. En el caso del PDC y
el PCN, apenas lograron obtener un diputado
cada uno para la legislatura 2021-2024 y se
suman a la mayoría cian. También partici-
paron en las elecciones nuevos partidos de
derecha como Vamos y Nuestro Tiempo,
pero, al igual que los anteriormente mencio-
nados, solo pudieron conseguir un escaño.
Finalmente, la gran incógnita reside en
cómo y dónde se situará Nuevas Ideas en la
medida en que, tras el golpe al poder judicial
del 1M, el control de la Fiscalía General de
la República, del Instituto de Acceso a la
Información Pública y de otras entidades,
ejerce un control indiscutible sobre el Estado
en su conjunto y ha mostrado que puede
imponer la agenda presidencial sin grandes
impedimentos institucionales y sin negociar
con los partidos opositores. De momento,
el presidente lo ha posicionado como un
partido “posideológico” que responde a sus
intereses personales, a los de su familia y a
los de sus allegados. En estos tiempos, los
dirigentes políticos en El Salvador no suelen
enfatizar su adscripción ideológica sino de
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
forma vaga. Pero, en términos de los conte-
nidos que promueve Bukele, quedan pocas
dudas de que no entra en sus planes ni por
cerca una redistribución progresiva de las
riquezas producidas, ni proteger el medio
ambiente, ni promover la laicidad, ni impulsar
la despenalización del aborto, ni aprobar el
matrimonio igualitario ni otras medidas que en
la época contemporánea suelen situarse a la
izquierda del espacio político. Parece más bien
dispuesto a conservar el statu quo en estas
materias, cuando no a empujar en sentido
contrario. Al momento de cerrar este artículo,
el ocialismo impuso sin mayor discusión y
de forma totalmente opaca el bitcóin como
criptomoneda de curso legal. Se trata de una
especie de desregulación nanciera bajo una
modalidad inédita muy favorable para ocultar
riquezas. No hay claridad sobre el rumbo del
país, aunque este parece inclinarse cada vez
más a la derecha y hacia un autoritarismo
dirigido por un caudillo carismático, impulsivo
y megalómano rodeado de militares.
En pocas palabras, el presidente se
presenta como el fundador de un partido de
“sentido común”, que promueve políticas
de derecha sin una ideología derechista tan
elaborada. Por muy contradictoria que pueda
sonar esta armación, esta es la realidad de la
nueva derecha salvadoreña.
7. Conclusión
En este capítulo, se ha analizado la hege-
monía política de la derecha en El Salvador
en los cerca de doscientos años de vida inde-
pendiente, con especial énfasis en los últimos
cuarenta años de elecciones legislativas y
presidenciales. En este último período, se
destaca un primer momento en un contexto
de elecciones parcialmente libres (entre 1985
y 1991) y luego, con la rma de los Acuerdos
de Paz, una sucesión de elecciones libres
desde 1994, donde la derecha ha controlado
más del 70 % de los votos registrados. Los
resultados producidos por el dominio de la
derecha en período democrático no han sido
muy diferentes respecto de décadas previas,
cuando el país era gobernado por militares
o cuando los miembros de la oligarquía se
turnaban para ocupar el poder en rituales
electorales. Diferentes regímenes políticos han
producido resultados económicos estructurales
parecidos.
Por otro lado, se ha mostrado también que
la derecha no se reduce al partido ARENA.
Es indudable la posición de dominio que este
partido ejerció desde 1985 en la política salva-
doreña; pero, como se ha visto, necesitó del
apoyo constante de otros partidos de derecha
que componen el sistema para materializar sus
visiones políticas. Como actor central, ARENA
compitió mayormente apelando al antago-
nismo ideológico con el FMLN, que además
había nutrido su fundación. No obstante, ello
no impidió que, en determinadas circuns-
tancias, sus legisladores y dirigentes locales
apelaran al clientelismo para garantizar el
apoyo electoral de la ciudadanía sin apelar de
manera exclusiva al discurso anticomunista.
Los estudiosos de ARENA han desta-
cado la nitidez ideológica que proyectó en
su competición con el FMLN. Por esto el
análisis del sistema político salvadoreño ha
destacado la polarización entre los polos de
derecha y de izquierda, pero se ha argumen-
tado en este trabajo que no ha sido el caso
de los otros partidos de derecha. Estos se han
mostrado más transaccionales y menos ideo-
lógicos. Durante los diez años de control del
Ejecutivo por parte del FMLN, estos partidos
profundizaron esta especie de esquizofrenia
política: seguir enarbolando la bandera de
derecha mientras pactaban con el partido que
supuestamente amenazaba los principales
valores que decían defender. La moderación
mostrada por el propio FMLN facilitó sin duda
esta transacción. Aun así, el comportamiento
de partidos como GANA, el PCN y el PDC no
dejó de ser una contradicción agrante.
Nuevos vientos empezaron a soplar en la
política salvadoreña a partir de las elecciones
de 2019. Un nuevo actor, Nayib Bukele, de
la mano de uno de los partidos pequeños,
GANA, rompió la tradición de la concentra-
ción del voto entre ARENA y el FMLN. Las
elecciones de 2021 raticaron el desplome del
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Las metamorfosis de la derecha salvadoreña: de la certidumbre programática a la amora ideológica
sistema de partidos que había estructurado la
lucha política durante tres décadas y dejó a
Bukele y Nuevas Ideas como la fuerza política
dominante.
La llegada del empresario-caudillo a la
Presidencia de la República con un proyecto
marcadamente personalista que lleva como
emblema el n de las ideologías supone un
cambio en el sistema político del país. Esta
realidad signica un importante desafío para
todos los actores; pero, desde la derecha,
representa sin duda un mayor reto para
ARENA que para los otros partidos más
pequeños de la misma tendencia. Estos están
acostumbrados a competir sin enfatizar su
filiación ideológica. ARENA, en cambio,
había basado la mayor parte de sus éxitos
electorales en destacar sus diferencias irre-
conciliables con el FMLN. Con el derrumbe
estrepitoso de su otrora máximo rival, parece
que la sobrevivencia de ARENA pasaría por
encontrar una nueva razón de ser, pero su
porvenir no es halagador. El FMLN parte de
una situación aún más desventajosa tras ser
condenado a la irrelevancia por los resultados
electorales de 2019 y 2021. Su falta de deni-
ción e identidad hizo fácil para los estrategas
cian colocarles la etiqueta de “los mismos de
siempre”, junto a ARENA, ANEP y una lista
heterogénea de actores. Queda un vacío en
el espacio político de la izquierda que podría
ser llenado eventualmente por nuevas expre-
siones organizativas ya liberadas de la pesada
“línea” dictada por las viejas dirigencias.
De momento, el ocialismo, una mezcla
de nuevos y viejos derechistas, ejerce un
control total del Estado y está tomando deci-
siones que tendrán graves consecuencias para
los próximos lustros. Combina un discurso
amorfo ideológicamente con decisiones y
acciones cada vez más autoritarias y orien-
tadas hacia la derecha en lo social y econó-
mico, pero sin un rumbo claro y previsible.
Solo el tiempo aclarará el panorama.
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