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Volumen 76 Número 765 Año 2021
eca
Estudios Centroamericanos
Autoritarismo, legitimidad carismática y culto al gobernante
cambio institucional sustantivo van a procurar estabilizar la nueva situación;
van a tratar que esta se institucionalice y, al actuar en esa dirección, paradó-
jicamente lo harán a favor de la institución, aunque ello signique el n de
su carisma. Como suelen decir las personas que se dedican a la sociología: el
desafío nal de los líderes carismáticos es la institucionalización de su carisma.
No hay duda de que el actual presidente salvadoreño es un líder carismáti-
co que mueve a las masas. Ello podría representar una gran oportunidad para
la sociedad salvadoreña, pues el presidente podría facilitar la consecución de
unos cambios económicos, sociales, políticos, jurídicos y culturales que han
sido históricamente negados por los grupos sociales con más poder económi-
co, social, político, jurídico y cultural. No en balde se ha dicho que el Estado
salvadoreño ha sido un estado capturado por estos grupos, que ponen a fun-
cionar a las instituciones para favorecer o defender sus intereses corporativos.
De hecho, el presidente suele retomar esta verdad en la narrativa con la cual
ha ganado el apoyo mayoritario de la sociedad, lo cual no signica que real-
mente él esté poniendo todo el peso de su carisma para lograr esos cambios.
Más bien, utiliza esta parte de su narrativa para mantener el rechazo social
hacia “los mismos de siempre”, a sabiendas de que esos “mismos de siempre”
no son necesariamente los que “siempre se opusieron a los cambios”. Para
el presidente, “los mismos de siempre” se reducen a ARENA, el FMLN, un
líder empresarial (con quien parece tener un conicto personal-familiar) y dos
periódicos (con quienes él tuvo conicto cuando fue alcalde de San Salvador).
Por otra parte, el carisma puede actuar como fundamento para el esta-
blecimiento de relaciones de dominación. Es decir, relaciones en donde una
de las partes (el líder) es capaz de hacer que la otra parte (sus seguidores,
las masas) actúe según la voluntad de aquel. Las masas hacen lo que el líder
dispone. No hay discusión. Unas relaciones de este tipo podrían basarse en el
uso de la fuerza, pero justamente el carisma reemplaza a la fuerza. El uso de
esta vuelve las relaciones de dominación unas relaciones forzadas: se obedece
por la fuerza o por el temor a que se utilice la fuerza. Pero unas relaciones
de dominación basadas en el carisma del líder no son forzadas. El deseo del
líder es el deseo de las masas porque estas perciben al líder como alguien
que las deende, las promueve, las escucha, las representa. Y lo perciben así
porque las masas están sedientas de alguien que las deenda, las promueva,
las escuche y las represente.
Desde que fue alcalde de Nuevo Cuscatlán, el actual presidente ideó y
puso en práctica una estrategia de comunicación política para aparecerse
ante las masas como “el esperado”. Esa estrategia implicó aparecer ante las
masas como el que lucha a favor de ellas contra el sistema que las mantiene
oprimidas. De acuerdo con aquella estrategia, habría llegado la hora de la libe-
ración y el presidente se aparece como el liberador, probado en las situaciones
adversas que “los mismos de siempre” le provocaron. Al triunfar sobre esas
situaciones, el presidente se aparece ante las masas como “un instrumento de
dios”. Y las masas creen en él, lo han visto levantarse desde su “expulsión del
partido” y la única forma de explicarse ellas mismas quién es este es decir que
tiene unas cualidades excepcionales: ese es el meollo del carisma. La atribu-