
Volumen 76 Número 764 Año 2021
eca
Estudios Centroamericanos
40
Una educación crítica y liberadora para el desmantelamiento de la racionalidad neoliberal
sistemas privatizados de educación y previ-
sión (2007), expone, a partir de un riguroso
y sistemático levantamiento de datos desde
la fundación CENDA, el impacto de este
desmantelamiento desde los efectos en la insti-
tucionalidad educacional y sus actores, ante lo
que es necesario indicar que este proceso fue
acompañado por la persecución, la expulsión,
el exilio y, en algunos casos, la muerte de
autoridades, profesores y estudiantes. A esto
se suma la prohibición de autores, asignaturas
y cierre de unidades académicas; también se
fragmentaron universidades nacionales, se
reorganizaron facultades y se municipalizó
la educación escolar, al punto de dejar de
depender la educación primaria y secundaria
de forma directa del Estado (Riesco, 2007).
Desde lo nanciero, el impacto presupues-
tario fue escandaloso, pues se redujo la inver-
sión en educación a la mitad. Esta merma
en los recursos se tradujo en la pérdida de
matrícula de “un quinto del alumnado en los
establecimientos públicos de enseñanza básica
y media, entre 1981 y 1990. El profesorado
fue duramente afectado al sufrir una rebaja
de remuneraciones que alcanzó a tres cuartas
partes de las mismas y un severo trastorno
en su condición de servidores públicos, como
resultado de la municipalización, mientras
el Instituto Pedagógico era expulsado de la
Universidad de Chile” (Riesco, 2007, pp.
59-60), lo que generó a partir de ello una
estigmatización mediática hacia la labor y el
ejercicio docente.
Si bien los datos y el análisis que realiza
Manuel Riesco acerca del impacto de la racio-
nalidad neoliberal en la sociedad chilena,
desde la instalación de políticas públicas, esta
también impacta en los procesos de subjeti-
vación que han sido modulados desde estas
lógicas. La educación en Chile se ha organi-
zado para dar continuidad al modelo desde la
conducción y el control de las modulaciones
de las relaciones individuales y colectivas.
Por esta razón, el lósofo chileno Carlos Ruiz
Schneider, cuando aborda la injerencia del
neoliberalismo en educación, distingue dos
dimensiones desde la que se puede abordar
su impacto: la primera alude a lo político-ins-
titucional; la segunda apunta a las caracterís-
ticas que acompañan los procesos de subjeti-
vación que este tipo de racionalidad propone.
Ambas dimensiones responden a “un modelo
de Estado subsidiario, en donde el Estado no
interviene en las decisiones de los individuos”
(2010, p. 115), los que quedan arrojados
de forma brutal al campo de relaciones de
intercambio del mercado gobernadas por el
capital.
La dimensión político-institucional apunta
a la reorganización del sistema educacional
chileno a partir de su privatización, en el que
priman concepciones de la educación como
capital humano, orientación hacia resultados,
factor de producción y estrategia competitiva.
Esta dimensión para su implementación fue
acompañada estratégicamente por una lógica
de nanciamiento y un marco normativo y
regulatorio, que fue asentando su incidencia
en diversas organizaciones, entre ellas y con
fuerza en las organizaciones educativas.
Esta primera dimensión de la racionalidad
neoliberal tiene como propósito desman-
telar el Estado democrático-social y con ello
implementar un Estado de orden subsidiario,
incompatible con la implementación de una
escuela pública, cuya objetivo sea mejorar
las condiciones de exclusión y/o segregación
de los grupos más desposeídos, pues “la
regulación por lógicas de mercado impulsa
a las empresas escolares a captar los mejores
estudiantes y a dejar a los menos buenos en
otros establecimientos” (Laval, 2019, p. 29)
y, en los casos más extremos, dejarlos incluso
fuera del sistema escolar.
La lósofa Marilena Chaui se ha referido a
esta operatoria como “ideología de la compe-
tencia”, que, “como toda ideología, oculta
la división social de clases, pero lo hace con
la peculiaridad de armar que la división
social se realiza entre los competentes (los
especialistas que poseen los conocimientos
cientícos y tecnológicos) y los incompetentes
(los que ejecutan las tareas encomendadas
por los especialistas)” (Chaui, 2016, p. 82). La
escuela a partir de esta denición pasa a ser