Volumen 76 Número 764 Año 2021
eca
Estudios Centroamericanos
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El pensamiento ecológico de Ignacio Ellacuría
ambiente, pues ambos están umbilicalmente
ligados, la corresponsabilidad por todo lo que
existe y vive, y por nuestro destino común
(LS, 203-208).
Se trata de posibilitar una “conversión
ecológica” (LS, 216) que implica una “espiri-
tualidad ecológica” (LS, 216). Esta se deriva
no tanto de las doctrinas teológicas, sino de
las motivaciones que la fe suscita para cuidar
de la casa común y “alimentar una pasión
por el cuidado del mundo” (LS, 216). Tal
vivencia es antes una mística que moviliza a
las personas a vivir el equilibrio ecológico en
diversos planos: “el interior consigo mismo, el
solidario con los otros, el natural con todos los
seres vivos y el espiritual con Dios” (LS, 210).
Ellacuría coincidiría con el planteamiento
de Francisco en la necesidad de “comenzar
de nuevo”, pero un comenzar de nuevo que
implique la superación histórica de la civi-
lización del capital, y promover un nuevo
proyecto histórico para “revertir el signo prin-
cipal que congura la civilización mundial,
desde la opción y la perspectiva universal
y solidaria de las mayorías populares”. Se
trata de negar y de superar, en un sentido
dialéctico, mediante una praxis histórica de
liberación, la actual civilización, que hace
de la acumulación del capital el motor de
la historia; de la posesión y disfrute elitista
y excluyente, el principio de humanización,
para dar paso la construcción histórica de una
“civilización de la pobreza” o del trabajo.
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La propuesta utópica de una civilización
de la pobreza pretende iluminar y orientar las
transformaciones y las soluciones coyunturales
que se puedan ir realizando en el momento
presente (a nivel educativo, religioso, cultural,
social, económico y político), y que vayan
posibilitando la construcción histórica de ese
nuevo orden mundial y de esa nueva civili-
zación. En este sentido, Ellacuría sostendría
que, para realizar la justicia socioambiental
que propone Francisco, se requieren procesos
de liberación que posibiliten su actualización
31 I.Ellacuría,“Eldesafíodelasmayoríaspobres”, op. cit., p. 299.
32 I. Ellacuría, Filosofía de la realidad histórica, op. cit., p. 575.
histórica, bajo el supuesto de que no existe
una legalidad o necesidad histórica inexorable
que determine jamente el curso de la historia
hacia una dirección determinada ni instancias
suprahistóricas que lo orienten providencial-
mente hacia una plena positividad.
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Es un planteamiento que no contradice las
acciones que propone Francisco, como, por
ejemplo, el aporte de las distintas religiones
y el aporte de las diferentes culturas en la
creación de una mayor conciencia ecológica
de respeto y cuidado del medio ambiente,
en la promoción de la solidaridad con los
empobrecidos, que son los que padecen en
mayor medida la destrucción de la naturaleza,
y, en denitiva, en posibilitar una “conversión
ecológica”, una “espiritualidad ecológica”,
como una mística que movilice a las personas
a mantener y propiciar el equilibrio ecológico
(LS, 216); o, además, el papel que pueda
jugar la educación en la conformación de una
ciudadanía ecológica; o los esfuerzos positivos
que, a nivel político y en el ámbito de las rela-
ciones internacionales, se han hecho a través
de los acuerdos asumidos en las diversas
cumbres ambientales en los últimos años.
Laudato si no pretende brindar una
orientación técnica para resolver el problema
ambiental. Lo que hace es poner de relieve
la dimensión ética de dicho problema y
proporciona principios fundamentales que
deben aplicarse para las soluciones: la opción
preferencial por los pobres, la justicia intra e
intergeneracional, la responsabilidad común
pero diferenciada y la orientación al bien
común. Ellacuría coincidiría en lo fundamental
con estos principios. El punto de divergencia
radicaría en la necesidad de historizar esos
principios para iluminar posibilidades de trans-
formación de las actuales estructuras de la
civilización del capital e iluminar praxis histó-
ricas de liberación, en los diferentes contextos
de la realidad histórica, que vayan superando
procesualmente el mal común dominante y
posibiliten así la construcción histórica del
bien común de la humanidad en el horizonte